viernes, 30 de noviembre de 2007

Cantera, el de los crucigramas

Los crucigramas son, sin dudas, los entretenimientos de corte editorial más carismáticos y divulgados de la época contemporánea. A ellos no solo les reservan espacio en sus páginas las revistas y los periódicos, sino que hasta se editan libros dedicados por entero al tema. Tal y como los conocemos hoy, los primeros vieron la luz en diciembre del año 1913 en el suplemento dominical del diario New York World. Tuvieron tanto éxito que la dirección del rotativo optó por convertirlos en sección fija.
En el municipio tunero de Manatí, a 46 kilómetros de la capital provincial, radica desde hace más de 70 calendarios un hombre devenido referencia en tan interesante asunto: Enrique Cantera Alberdi. Allá por la década de los 80 del siglo pasado, este hispano nacido en Santander rubricaba la autoría de muchos de los crucigramas aparecidos en la prensa nacional. Hoy tiene 94 años de edad y la vista ya no le permite excesos. Sin embargo, Cantera accede a desgranar su historia crucigramera entre verticales y horizontales.
-Cuénteme, ¿cómo llegó al mundo de los crucigramas?
-A mí siempre me gustaron los crucigramas. En la etapa previa al año 1959, perseguía los de la revista Carteles, que eran dificilísimos, y no descansaba hasta resolverlos. Ahora, sobre lo que me preguntas, sucedió a mediados de 1980 aproximadamente, cuando me atreví a remitir algunos a la revista Bohemia, que cuando aquello era semanal, con más páginas y de mayor tamaño. Dos o tres meses después del envío tuve la sorpresa y la alegría de ver uno de ellos publicado, gracias a la confianza depositada en mí por el humorista y gran amigo Ramón Guerra –conocido popularmente por Mongo P.- quien por entonces atendía en la propia revista la gustada sección En Pocas Palabras, anfitriona de ese tipo de entretenimientos.
“Me motivó únicamente la intención de no estar ocioso en casa y de darle actividad a mis neuronas. Te advierto que soy una persona de formación autodidacta y presumo de haber leído mucho durante toda mi vida. Eso me facilitó bastante la tarea. Y como los desafíos intelectuales siempre han gozado de mis simpatías, pues cierta mañana me senté a la mesa, tomé lápiz, papel y regla, hice una cuadrícula de 15 por 15 sobre una hoja en blanco, llamé a filas a mi viejo diccionario Larousse Ilustrado, comencé a llenar casillas con palabras diversas y, luego de un montón de horas de tropiezos y aciertos... ¡nació mi primer crucigrama! Así fue el debut.
“A partir de ese instante sistematicé mi colaboración con la revista Bohemia, que se extendió por casi 10 años. Todos los meses me publicaban dos y hasta tres crucigramas. Pero mi desaforada producción desbordaba la demanda, y entonces les propuse también algunos a Verde Olivo y a Opina, dos publicaciones de la época, así como a la revista Logros, que editaba la ANIR. ¡Y también me los publicaron! En total soy autor de casi 800 crucigramas, muchos de los cuales todavía se encuentran inéditos en sus álbumes originales”.
-¿Se proponía algún objetivo específico al concebirlos?
-Jajajajajaja... En algunos de ellos –no lo niego- mi propósito era crear dificultades, hacer rabiar al solucionista, enredarlo en mis laberintos de casillas bloqueadas, confundirlo con paronimias diversas, en fin... Deliberadamente le complicaba la perspectiva semántica en la cuadrícula para obligarlo después a consultar un diccionario especializado en busca de un sinónimo, un antónimo o una definición cualquiera que, de no ser así, se hubiera negado de plano a revelarle su significado. Siempre me gustó fastidiar en eso, jajajajaja...
“Pero en otros crucigramas –y también lo reconozco- salía en busca del recreo intelectual, del regodeo idiomático... Muchos de ellos, incluso, podían hasta reflejar mi estado de ánimo en el momento de elaborarlos. De eso pueden dar fe quienes me conocieron y compartieron conmigo aquellos excelentes ejercicios de creación y de esfuerzo mental donde tanto me divertí y aprendí.
“Desde luego, no existen dos crucigramas completamente idénticos. ¡Ni siquiera parecidos! Eso sí, cada uno lleva implícito el sello personalísimo de su autor, razón por la cual los solucionistas habituales suelen identificarlos al primer golpe de vista. Eso ocurría siempre con los míos, aunque no llevaran mi crédito a pie de página”.

-¿Existe alguna técnica especial para estructurar un buen crucigrama?
-La técnica siempre es personal y se aprende sobre la marcha, con muchas horas de paciencia y de persistencia sobre los diccionarios. ¡No creas que es fácil! Se comienza por el modelo de papel cuadriculado con un número determinado de casillas intencionalmente sombreadas, no solo para hacer compleja la posible solución del crucigrama, sino también para dotarlo de un diseño visualmente atractivo y ligero, con simetría incluida.
“Acto seguido, se procede a distribuir poco a poco las palabras dentro del cuadro, de manera que las posiciones que ocupen en el papel –horizontales o verticales- no alteren en nada sus respectivos significados como consecuencia del necesario entrecruzamiento. En tales circunstancias, cada casilla vencida le trae nuevos obstáculos al creador, porque se trata de una verdadera tormenta de vocablos aceptados o rechazados, ya por su extensión, ya por su definición. Así es como se llega a la última letra y se le pone punto final a la aventura. Créeme, uno termina con la mente ardiendo.
“En mi caso particular, siempre procuré evitar, por ejemplo, la ubicación de palabras invertidas, aunque en ocasiones no me quedaba otro remedio que ponerlas. Tampoco solía apelar a siglas inventadas ni a neologismos forzados, aunque sí incluía nombres de países, de personalidades, de montañas, de ciudades, de ríos... Algunos eran extrañísimos y apenas conocidos, y eso hacía rabiar a la gente. Es que a mí siempre me ha parecido que lo fácil no enseña tanto como lo difícil. Si usted consigna para una horizontal: 1- Blanco y ovalado, que lo ponen las gallinas, enseguida le escribirán: huevo. Sin embargo, establezca para una vertical: 24- Nombre del padre de Cristóbal Colón, y verá cómo se suda la gota gorda para saber que se llamaba Doménico. Un crucigrama es también una enciclopedia breve, una antología de cultura general en pequeño formato”.
-¿Sabía que muchos lectores nunca los completaban con éxito?
-Sí, cómo no, estaba enterado de eso. ¡Y lo disfrutaba de lo lindo, jajajajajaja! Realmente, cuando terminaba de crear un crucigrama casi siempre tenía la certeza de que alguien no lo podría luego resolver hasta el final, ya fuera por ignorancia o por inexperiencia. Eso provocó más de una catarsis en mi contra a través del correo postal, con gruesos calificativos dirigidos a mi árbol genealógico. Pero nunca me reconocí culpable. Más bien me divertía con esas reacciones.
“Claro, otro grupo más hábil y preparado intelectualmente sí conseguía terminarlos, y también me lo hacía saber epistolarmente, entre triunfante y burlón. Se trataba de personas que preferían «vivir» mis crucigramas con sus incógnitas llenas de situaciones para pensar, discurrir y apelar al Larousse en busca de ayuda. Esos nunca aguardaban por la Bohemia siguiente para comprobar sus aciertos. Se exprimían las neuronas hasta sacarles el jugo en una suerte de masoquismo intelectual. Pero finalmente vencían.”
-¿Llegó a tener preferencias por alguno de sus crucigramas?
-Te confieso que sí. Eso siempre ocurre en el campo de la creación. En cierta oportunidad concebir uno de ellos me resultó tan extremadamente difícil y complicado que la obsesión por terminarlo casi me quitó el sueño durante una semana. Tal vez por eso se convirtió luego en mi favorito. Todavía hoy, después de tanto tiempo transcurrido, lo desempolvo alguna que otra vez de su álbum y le paso revista a sus casillas bloqueadas y rellenadas con nombres inauditos y acepciones fuera de uso extraídos de mi vetusto, gastado, exhausto y siempre fiel diccionario Larousse.

“Otra de mis producciones que recuerdo siempre con infinito agrado es la que contiene en su estructura cuadriculada los nombres de las 14 provincias cubanas y del municipio especial de la Isla de la Juventud, combinados todos con términos de uso popular y cotidiano. Lo significativo de ese crucigrama es que lo diseñé con solo 37 casillas bloqueadas. MI experiencia me dice que es imposible hacerlo con menos. Si alguien opina lo contrario y quiere probar, pues, arriba..., ¡manos a la obra!”
-¿Alguna anécdota personal relacionada con los crucigramas?
-Una no..., ¡varias! Mira, una vez recibí una carta simpatiquísima procedente del municipio de Ranchuelo, en la zona central de Cuba. Pues bien, en ella el remitente me adjuntaba unas cuartetas muy divertidas acerca de mi costumbre de incluir sinónimos rebuscados en los crucigramas. Los versos me hicieron reír, porque eran ingeniosos y estaban hechospor un cubano auténtico. Decían así: «Cantera, vete a la porra / te digo en esta cuarteta / ¿quién rayos en el planeta / sabe que api es mazamorra? / Hasta el diccionario fui, / de otra forma no podía / saber que la Ley Judía / era tora, y lo aprendí. / Ninguno de por acá / sabe que allá en Filipinas / además de criar gallinas / se produce el abacá. /
Expresión de cortesía / quiere decir rendibú. / Me parece que ni tú / ni nadie allá lo sabía. / No sigo porque es humano / no hacer tan larga la lista. / Pero hay que ser un artista / para batearte, mi hermano. / Yo trabajo sin apuro / y así siempre te bateo. / Pero en mi opinión yo creo / que estás pitcheando muy duro.»
-¿Qué le proporcionó a su vida el mundo de los crucigramas?
-Mucho. Muchísimo, diría yo. Me posibilitó probarme intelectualmente ante el desafío de las casillas en blanco, incrementó mi cultura general y me granjeó tremenda popularidad tanto positiva como negativa. Sí, porque –debo decirlo- tuve apologistas, pero también detractores. Además, una vida vertical para exhibirla cuando la horizontalidad me reclame. ¿No le parece que es bastante?

NOTA: Esta entrevista fue publicada por el periódico cubano Juventud Rebelde hace cinco años. Enrique Cantera falleció en su hogar manatiense el 22 de agosto del pasado 2006.

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