martes, 30 de junio de 2009

Incendios manatienses memorables


Estoy convencido de que no existe una población en Cuba que no haya sufrido aunque sea una vez los estragos de un incendio en algunos de sus barrios residenciales ¡Vaya espectáculo espeluznante! Las llamas, cuando cobran fuerza, no se detienen ante nada, y en cuestión de minutos pueden devastar lo que encuentren a su paso. Sí, un incendio es un hecho de espanto Y muy difícil de olvidar.
Desde pequeño escuché contar a mis padres las circunstancias en que resultó carbonizado por la metralla el hotel de Manatí el 2 de diciembre de 1958. El inmueble -pequeño y humilde- estaba situado a la sazón en el área donde radica hoy la Tienda Grande, frente al parque municipal. Las bombas incendiarias lanzadas por los aviones de la Fuerza Aérea de la dictadura batistiana causaron el drama que echó abajo e incineró la emblemática construcción.
Nuestro hotel contaba con dos niveles y blasonaba de ser el edificio más empinado del pueblo. En su planta inferior funcionaba el área comercial y en la superior residían varias familias que, por suerte para ellas, habían sido evacuadas con antelación ante la inminencia del ataque aéreo. No solamente perdieron sus hogares, sino también todas sus pertenencias. He visto fotografías del criminal suceso capaces de ponerle a cualquiera la carne de gallina.
Otro siniestro que todavía se renemora en Manatí fue el del barrio Machete, en la calle Orlando Canals, allá por el año 1975. Se desató cuando una negligente de por allí se fue de compras y dejó encendido un viejo fogón de petróleo. El combustible se inflamó en su ausencia, propagó el fuego y en tiempo ultra rápido redujo a cenizas nueve casas que se encontraban en pésimo estado constructivo. Años después en la zona se erigió la sede municipal de BANDEC.
Los bomberos locales no pudieron hacer prácticamente nada ante la descomunal hoguera en que se convirtió la decrépita cuartería. Allí moraban personas muy pobres y humildes, entre ellas varios emigrantes haitianos y de las islas anglófonas del Caribe que se quedaron apenas con la vestimenta que traían encima. Yo residía cuatro viviendas más allá de la zona afectada. Conservo todavía grabadas en mi retina aquellas terribles imágenes.
Otra cuartería manatiense que desapareció también consumida por el poder arrollador del fuego fue la de la calle Alberto Olivares. Comenzaba después de la casa del doctor Jaime (Jimmy) Landell y terminaba junto a la calle lateral del taller del INRA. El drama ocurrió en 1998, cuando hizo explosión un cilindro repleto de gas licuado dentro de la casa de Pepito Galén. La candela resultante alcanzó tal intensidad que las 10 viviendas se convirtieron en escombros.
Fui testigo de aquel siniestro feroz que por casi una hora amenazó con extenderse a los inmuebles de las cuadras colindantes. Incluso, la casa de madera de Jimmy Landell, separada de la zona del fuego solo por una calle, llegó a chamuscarse por su flanco norte. Por fortuna, las llamas pudieron ser controladas y el inmueble se salvó.
Otros dos incendios marcaron mi existencia en Manatí. Uno fue el de la casa de la maestra Sterling, en 1982, frente a la vivienda donde moran hoy Emilito Núñez y su familia. Era un enorme y carcomido local de madera, que se consumió en media hora. Años después, se levantó en el mismo terreno la Biblioteca Municipal.
Y para arrojar un poco de agua bienhechora sobre mi achicharrada memoria, quiero recordar, por último, el incendio de la casa de Nelsa Bango en el popular Callejón de la Mula, ocurrido en 1976. Cientos de solidarios pobladores acudieron al sitio del siniestro para ayudar en lo que fuera posible a aquella manatiense tan querida y admirada. Nelsa falleció en La Habana hace algunos años atrás.
Se trata de historias chamuscadas por el fuego del tiempo que, por lo trágicas, algunos prefieren incinerar definitivamente en el recuerdo. Yo las traigo a mi página porque constituyen parte legítima de nuestro patrimonio sentimental. Y estamos obligados a salvarlas.

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viernes, 19 de junio de 2009

Para el Día de los Padres

-Tener hijos no convierte en padre, como tener un piano no vuelve a nadie pianista (M. Levine).

-Vive de modo tal que cuando tus hijos piensen en justicia y en integridad piensen en ti (J. Brown).

-Un padre cuya conducta personal sea paradigma vale por mil maestros (George Herbert).

-Nada hay nada más hermoso en el mundo que cuando un padre llega a convertirse en el mejor amigo de sus hijos (José Ingenieros).

-Con mucha frecuencia los seres humanos son en la vida lo que sus padres hacen de ellos (Ralph Waldo Emerson).

-El mejor regalo que un padre puede hacerles a sus hijos es un poco de su tiempo cada día (O. A. Battista).

-Un padre es un hombre que espera y confía en que sus hijos sean tan buenos como él hubiera querido ser (Joyce)

LO QUE PIENSA EL SER HUMANO ACERCA DE SU PADRE

A los 5 años de edad: Mi papá es el más grande, el más fuerte y el mejor de todos. Se las sabe todas siempre.
A los 10 años: ¡Qué inteligente e importante es mi papá! No hay ninguno que sepa más cosas que él.
A los 15 años: Verdaderamente, mi papá esta fuera de onda. Por eso es que no me comprende nunca.
A los 20 años: Mi papá está que ya no pone una buena, sus ideas son anticuadas y están fuera de foco.
A los 30 años: Viendo la vida en la distancia, no sé como mi papá no pudo hacer lo que yo hice y voy hacer.
A los 40 años: Voy a consultar a mi papá; he visto que mucho de lo que me ha dicho se ha cumplido.
A los 50 años: ¡Qué pena que murió el viejo! Cuántos buenos consejos me dio siempre y no aproveché casi nunca.
A los 60 años: ¡Qúe sabio era mi papá! ¡Cuántos problemas me hubiera evitado de haberle hecho caso antes!
A los 70 años: ¡Qué sabios éramos los dos! ¡Cuántos problemas nos hubiéramos evitado de habernos escuchado!

PARA LOS PADRES

Una noche, un niño le pregunta a su padre: “Papá, ¿cuánto ganas por hora?” El padre responde con otra pregunta: “¿Por qué quieres saberlo?” Y el niño: “No, por nada”. Acto seguido, el niño le pide cinco pesos. Y el padre: “¿Para qué los quieres?” Y el niño: “Para hacer un gasto importante”. El padre le entrega el billete. A la noche siguiente el niño vuelve a hacerle la misma pregunta y el mismo pedido, y el padre, enojado, le dice: “¿Piensas que me regalan el dinero? Considero una insolencia que me estés preguntando cuánto gano”. Lo manda a dormir. Pasados algunos minutos, el padre recapacita y, arrepentido, piensa que quizás fue un poco duro con su hijo. Se acerca a la cama del niño, lo acaricia y le dice: “Perdóname, a veces no estoy de humor; aquí tienes los cinco pesos." El niño lo mira tiernamente y luego le pregunta en voz baja: “¿No te molesta si vuelvo a preguntarte cuánto ganas por hora? El padre lo observa y le dice: “No me molesta, gano 10 pesos por hora”. Entonces el niño levanta la almohada, toma los cinco pesos del día anterior y le dice a su padre: “Toma, papi, ya tengo 10 pesos ¿Podrías estar una hora conmigo?”

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martes, 16 de junio de 2009

Ausencia justificada

Pues así como lo ven, amigos míos, ya estoy de vuelta en mi espacio de la red de redes. Yo, habitualmente puntual, atento y quisquilloso en lo concerniente a la actualización de esta página al menos una vez cada semana, tuve ahora que dejar transcurrir más de un mes sin incorporarle ni siquiera un golpe de tecla. Aun así -y a juzgar por los impactos registrados por mis contadores- mis visitantes continuaron tocando a la puerta de CUBA JUAN casi con la misma frecuencia y apenas si se dieron por enterados de este cibersilencio largo, involuntario y provechoso. Por cierto, en el ínterin se paseó por mi sitio su huésped número 40 mil. ¿Quién sería y de qué país? ¡Vaya usted a saber! Pero en fin, fue esta, como decimos los cubanos, una etapa de corre-corre, pues me vi precisado a consagrarme casi a tiempo completo a poner a punto mi tesis de Maestría en Ciencias de la Comunicación y a someterla luego a la minuciosa lupa de mi tutor y mi oponente. Después -¡enseguida!- tuve que prepararme para la presentación formal de la investigación, y, por último, comparecer ante un Tribunal Académico a exponerla. Por fortuna el acto de defensa salió a pedir de boca y ya el estrés, la ansiedad y la aprehensión se marcharon -al menos por el momento- por donde mismo vinieron. A pesar de su desestabilizadora incidencia en mi reciente cotidianidad, resultó esta una etapa interesantísima que dejó una huella imborrable en mi carrera profesional. No solo incorporé a mi acervo conocimientos novísimos, sino que, además, tuve la satisfacción de beneficiarme durante alrededor de año y medio con la excelencia pedagógica de magníficos profesores de la Universidad de La Habana y la Universidad de Oriente. En total fuimos nueve los periodistas tuneros que alcanzamos en esta oportunidad el grado científico de Máster en Ciencias de la Comunicación y que aparecemos en la foto situada en la parte superior. Los identifico de derecha a izquierda: Esther de la Cruz (Radio Victoria), Adalys Ray (presidenta de la Unión de Periodistas en la provincia), Anibys Labarta (Tunas Visión), Leonardo Mastrapa y Ramiro Segura (Periódico 26), Miunis Segura (Radio Cabaniguán, Jobabo), Rafael Labrada (Radio Victoria), Miguel Díaz Nápoles (Tiempo 21) y yo (Juventud Rebelde). Bueno, espero no ausentarme nunca más por tanto tiempo. Al menos por las mismas razones. Gracias.

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