miércoles, 1 de diciembre de 2010

Rafael Urbino, un locutor de referencia

En la historia de la locución tunera, ningún nombre compite en popularidad y carisma con el de Rafael Urbino Santoya, aquel fenomenal hombre de radio que  convirtió la voz y el micrófono en las razones de su existencia. Desde que  murió hace unos 20 calendarios, nada ha vuelto a ser igual en el éter de la provincia, afligido quizás por la desaparición de quien fue una de las figuras cubanas más relevantes de la profesión en cualquier época.
Hoy he recordado especialmente a Urbino, por ser el primero de diciembre el Día del Locutor. Como ocurre cada año, todas las peñas del gremio lo citan como paradigma para los que se estrenan. El consenso es general: cuando se habla de su estirpe profesional, dicho en buen cubano, hay que quitarse el sombrero. Hoy en Radio Victoria, la emisora de Las Tunas, su nombre es de nuevo recurrencia en cada programa y espacio informativo. 
A Urbino me parece verlo caminar por el parque Mayor General Vicente García con el paso lento de quien nunca tiene prisa, mientras saludaba a cuanta persona se le cruzaba en el camino. Aquel grandulón de más de seis pies de estatura y sempiterno tabaco entre los labios jamás dejó de identificarse con su pueblo. Desde la cabina de transmisión extendió un hilo conductor hasta sus oyentes, quienes adoraban su originalísima manera de actuar y de decir. 
Los carnavales tuneros eran la ocasión para que Urbino mostrara las dotes del comunicador y de guasón que siempre fue. Entonces su voz devenía música, alegría, carcajada, incentivo para el esparcimiento... Su proverbial capacidad para crear frases célebres parió aquella «... una buena piba fría en el león pelao» para referirse a una perga llena de cerveza helada adquirida en los termos gigantes que solían emplazarse cerca del parque Maceo. 
Ante el micrófono su actuación rozaba la excelencia, con su voz grave y fuerte, capaz de transmitir sentimientos disímiles así fueran de alegres o trágicos las motivaciones que la convocaran: desde ambientar la producción musical para un festejo hasta radiar un mensaje con el anuncio de un fallecimiento en un humilde barrio. Nadie -ni antes ni después- lo supo hacer como él. 
Diré una perogrullada, pero no encuentro nada mejor para referirme a este hombre poco común: quien pretenda escribir la historia de la radio en Las Tunas no puede obviar el legado de Rafael Urbino Santoya, más que locutor, auténtico referente del micrófono. Tan profunda huella dejó que una cátedra tunera de radio ostenta su nombre y también se premian con él los honores por la Obra de la Vida. ¡Qué gran homenaje, gran hombre!

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