sábado, 25 de diciembre de 2010

Breve historia de Omaja


El poblado de Omaja, en el municipio tunero de Majibacoa, tiene una historia muy interesante. Lo construyeron al estilo del oeste norteamericano y hasta sus calles tenían nombres en inglés: Kreider, Frankbert, Blosser, Mahan... Los primeros colonos procedentes del norte llegaron allí en 1906.
Al naciente emporio los recién llegados lo nombraron Buenavista Fruit Company. En aquellas tierras que un tal Lico Gómez les vendió a precio irrisorio  encontraron monte y manigua. Pero también un filón natural de enriquecimiento  por la vía de las maderas preciosas  y la siembra de cítricos.  
Entre 1909 y 1910 se terminó en las inmediaciones de Omaja el tramo de vía del Ferrocarril Central. Al inaugurarse la estación, se le puso por nombre Majibacoa, la denominación que le daban los lugareños a su comarca. Los norteamericanos pretendieron cambiarlo por el de Omaha, nombre de una tribu de pieles rojas de su tierra natal en Norteamérica.
Durante un buen tiempo ambos bandos insistieron en ganar la porfía por intermedio del cartel que identificaba al pueblo. Una noche los colonos estadounidenses lo desmontaban y permutaban Majibacoa por Omaha, y la próxima los nativos hacían lo mismo, pero trocando Omaha por Majibacoa
Como dice Jaime Sarusky  en su obra Los fantasmas de Omaha, «cubanos y norteamericanos, al disputarse los apelativos de Majibacoa y Omaha estaban defendiendo un nombre indio. El colonizador trataba de imponer el suyo; el colonizado, defendiendo el propio, se defendía a sí mismo. Aun así, Omaha se tuvo que modificar y adaptarse: perdió la H y ganó la J cubanizándose».
Según el censo de 1919, Omaja  contaba por entonces con 2381 habitantes de varias nacionalidades, como finlandeses, suecos, canadienses... Tenía 13 comercios, tres hoteles, un centro telefónico, un cine silente, dos panaderías, dos cementerios (uno para los cubanos y otro para los norteamericanos), una agencia automotor Ford, dos aserríos y un taller de ebanistería.
El declive de Omaja comenzó en 1928, con la construcción de la carretera central, que no la tuvo en cuenta en su trazado. Este hecho motivó que muchos pobladores se trasladaran para los vecinos poblados de Las Parras, Gastón y Buena Ventura, por donde sí pasó la vía de comunicación.
A diferencia de la mayoría de los pueblos cubanos -y tal vez también por ser metodista desde su findación.-, Omaja no dispone de iglesia católico-romana. Se conoce que en el pasado hubo allí una pequeña población de católicos que organizaban una misa con un sacerdote de una comarca cercana. .

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miércoles, 22 de diciembre de 2010

El nacimiento de las siamesas

Estas (izquierda) son las célebres siamesas tuneras Maylín y Mayelín Téllez Pupo. La imagen fue tomada a las pocas horas de venir al mundo. Su madre las alumbró por parto natural el 18 de diciembre de 1973, en el hospital materno de la otrora Victoria de Las Tunas. Por lo complejo del caso -nacieron unidas por el abdomen, desde al apéndice xifoides hasta la región umbilical- fueron remitidas de urgencia al hospital Vladimir I. Lenin, de Holguín. Allí un equipo multidisciplinario de altísimo nivel, encabezado por el doctor Rafael Vázquez Fernández, profesor de Cirugía de la Universidad de Oriente y jefe de ese servicio en la institución holguinera, las valoró, examinó y llevó al quirófano en la medianoche del 25 de diciembre de 1973. La intervención quirúrgica para separarlas fue un éxito rotundo, y clasifica en los anales de la Medicina como la primera de su tipo realizada en América Latina. Entre sus singularidades estuvo la división en dos partes iguales del hígado común, que, por fortuna para las niñas, tenía sistemas independientes. De no haber sido así,
el desenlace hubiera sido fatal para una de ellas. Otros especialistas tuneros relacionados con el caso fueron los doctores Clara Bisquet, Orlando Zaldívar y Hernández Ojito, quienes las atendieron en primera instancia. En la operación tomó parte la prestigiosa ansetesióloga cubana Pura Avilés. En la foto de la derecha aparecen  las siamesas Maylín y Mayelín cuando tenían alrededor de un añito de edad. Ahora van por 37 y han procreado dos veces cada una. Viven aquí en Las Tunas, junto a su mamá, quien quedó con secuelas después del parto.

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martes, 14 de diciembre de 2010

Inefable Jorge Luis Borges

Desde que en mi época de adolescente comencé a leer buena literatura -porque también existe la mala literatura, ¿verdad?-, el escritor y poeta argentino Jorge Luis Borges se convirtió en uno de mis autores de cabecera. Sus cuentos y sus poemas me incendiaron la imaginación y me compulsaron a perseguir sus títulos en cuanta librería se cruzó en mi camino. Las razones de esta preferencia las  da uno de sus críticos: «Borges ofrece —a través de la perfección de su lenguaje, de sus conocimientos, del universalismo de sus ideas, de la originalidad de sus ficciones y de la belleza de su poesía— una obra que hace honor a la lengua española y la mente universal». A pesar de su enorme prestigio internacional,  el ilustre argentino fue un intelectual poco dado a regoderarse con la fama. En una oportunidad, un periodista le preguntó: «¿Usted se da cuenta de que es uno de los grandes escritores de este siglo?» Y Borges le respondió, elegante: «No, pero, de cualquier manera, este ha sido un siglo muy mediocre». De entre todos sus poemas, me quedo con INSTANTES (algunos dicen que no es suyo, sino de una escritora norteamericana llamada Nadine Stair). Es una auténtica joya lírica, y hubiera bastado para eternizarlo Aunque no era eso algo que le quitara el sueño, como estableció cuando un  admirador le dijo, en un rapto de entusiasmo: «Maestro, usted es inmortal». Y Borges le replicó, agudísimo: «Vamos, hombre, que no hay que ser tan pesimista». Les propongo el poema con la certeza de que les gustará. Y de que comprenderán una frase suya  dicha después, que le sirve de epitafio: «He cometido el peor de los pecados: no he sido feliz».

INSTANTES

Si pudiera vivir nuevamente mi vida, 
en la próxima trataría de cometer más errores. 
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. 
Sería más tonto de lo que he sido, 
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. 
Sería menos higiénico, correría más riesgos, haría más viajes, 
contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, 
nadaría más ríos, iría a más lugares adonde nunca he ido, 
comería más helados y menos habas, 
tendría más problemas reales y menos imaginarios... 
Yo fui una de esas personas 
que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida. 
Claro que tuve momentos de alegría. 
Pero si pudiera volver atrás 
trataría de tener solamente buenos minutos. 
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, solo de momentos. 
No te pierdas el ahora. 
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, 
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas. 
Si pudiera volver a vivir viajaría más liviano. 
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo 
a principios de la primavera 
y seguiría así hasta concluir el otoño.
 Daría más vueltas en calesita, 
contemplaría más amaneceres 
y jugaría con más niños, 
si tuviera otra vez la vida por delante. 
Pero ya ven, tengo 85 años 
y sé que me estoy muriendo.

(Jorge Luis Borges)

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sábado, 11 de diciembre de 2010

La pelota viajera


Aquel mediodía de agosto se pintaba de maravillas para cualquier menester, excepto para  jugar a la pelota bajo el reverberante sol. «¡Pero cómo se les ocurre eso muchachos…!», exclamaban siempre los mayores. Pero cuando se tienen 15 años de edad no se repara demasiado en semejantes bagatelas de vejetes  aburridos Y así pensábamos todos en el piquete de adolescentes que, domingo tras domingo, nos juntábamos en El Campito, nuestro destartalado y diminuto terrenito de béisbol, para liarnos a batazos y enredarnos en discusiones. 
Llegábamos con la intermitencia de quienes no tienen apuro. César, con su estropeado guante zurdo, regalo de un primo que quiso una vez ser pelotero; Alberto, arreos y careta en ristre; Jorge Alba, el único que tiraba curvas entre nosotros; Humberto, con un bate de majagua fabricado a machetazos... Obvia decir que ser propietario de uno de aquellos  implementos garantizaba la inclusión en alguna de las novenas en posición y turno privilegiados. 
Jugar en El Campito no era miel sobre hojuelas. Se las traía por sus irregularidades topográficas, mitad tierra y mitad cemento. Imponía que los jardineros derecho y central se situaran a más de medio metro sobre el nivel del resto de las posiciones, entre los aparatos de un parque infantil; que el antesalista y el torpedero casi pegaran las espaldas a la cerca; que el left field jugara mucho más allá del límite perimetral, en medio de una calle; que el segunda base y el inicialista tomaran posiciones cercanas al lanzador...
Aquel domingo estábamos los de siempre y recién comenzaba el juego. Cada cual ocupó su sitio habitual. En la lomita de uno de los equipos se trepó el gordo Jorge Alba, quien, durante el calentamiento, hizo sonar sabroso la mascota de su receptor con aquella, nuestra única pelota disponible, forrada esa mañana con esparadrapo y empolvada luego con ceniza caliente para, según se aseguraba, facilitar el agarre y hacerla menos pegajosa al tacto. 
Pero —¡ay!—, Jorge llegó a realizar solamente un lanzamiento oficial hacia la goma. El hombre al bate, bien plantado con la majagua, le hizo swing y levantó un fly de foul hacia atrás, bien elevado, casi perpendicular con la calle por donde transitan los carros que se dirigen hacia la ciudad de Las Tunas. 
Sucedió entonces algo extraordinario: en ese preciso instante acertó a pasar por la vía un transporte serrano —guarandinga, como le llamaban entonces— repleto de pasajeros. Y como las casualidades existen para que ocurran, la pelota, al descender, cayó exactamente sobre el maletero, situado en el techo del vehículo, entre la paquetera y hasta los animales que se suelen cargar allí . 
Cuando vinimos a darnos cuenta, ya la inoportuna guarandinga se había alejado lo suficiente como para no poder darle alcance ni con la voz ni con las piernas. Ni uno solo de los viajeros se había percatado del  intempestivo abordaje de aquella intrusa de última hora, sin la cual nuestro encuentro dominical de pelota estaba condenado irremediablemente a irse a bolina. 
Pasmados e incrédulos, perdida en calidad de «polizona» la única pelota en existencia por causa de aquel golpe del azar totalmente fuera de cálculo, recogimos el magro equipamiento y nos despedimos a deshora con la promesa de inventar algo, cualquier cosa, para la próxima cita dominguera. 
Cuando retornamos a nuestros hogares —derrotados y cariacontecidos— más de un padre nos salió al paso con aquello de «¡pero cómo se les ocurre, muchachos...!» Y a pesar del respeto que nos inspiraban, más de uno les respondimos con una silenciosa pero elocuente torcida de ojos.

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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Recordando a John Lennon


El 9 de octubre de 1940, después de 30 horas de parto, Julia Lennon dio a luz a  John... Casi 15 años después, Julia murió atropellada por un auto, por lo  que John terminó de criarse con su tía materna, Mimi Smith... A los cinco años de edad lo expulsaron del colegio por mal comportamiento y era frecuente encuchar en sus evaluaciones esta frase: «este niño va camino del fracaso»... El primer instrumento musical que tuvo fue un acordeón, y el segundo, una armónica... A los 15 años de edad, idolatraba a Elvis Presley... Por esa época conoció a Paul McCartney, quien también acababa de perder a su madre...  La primera banda que John Lennon formó fue «The Quarry Men», en 1957... John se hizo roquero después de oír «Heartbreak Hotel», de Elvis... Sufrió de dislexia y sin anteojos era legalmente ciego... No soportaba la oscuridad,  por lo que mantenía una luz  encendida cuando dormía... Adoraba a los gatos, y en un tiempo llegó a tener seis en su casa...  Creía en la reencarnación y bebía de 20 a 30 tazas de te o café por día... A fines de los años 60, compró su propia isla privada en la costa de Irlanda... Comía poco, especialmente después de 1965, cuando un periodista lo llamó «el Beatle gordo» (the fat Beatle)... Cuando Cynthia Powell, una de sus esposas, dio a luz a su hijo Julian, John tuvo que entrar disfrazado al hospital por el acoso de las fans... Una vez disuelto el grupo, comentó en una entrevista: «...es agradable poder andar por la calle sin ese tremendo culo llamado Beatles tras de uno...»...  El 8 de diciembre de 1980, horas antes de ser asesinado, fue fotografiado por última vez, desnudo y abrazado a su esposa, Yoko Ono... La foto la tomó Annie Leibovitz para una portada de la revista «Rolling Stone» y  fue seleccionada en el año 2005 como Mejor Portada de la Historia... Durante un concierto en  Londres, John balbuceó palabras sin sentido. Luego explicó que el ruido era tan grande que pensó que nadie lo escucharía, no importando qué dijera... El asesino de Lennon, David Chapman, eligió matar al ex-Beatle de entre una lista de famosos, en la que figuraba también la actriz Elizabeth Taylor... Yoko Ono dispuso que el cuerpo de Lennon fuera cremado el miércoles 10 de diciembre de 1980...

ALGUNAS DE SUS FRASES CÉLEBRES
-«No puedo creer que me condecoren. Creía que era necesario conducir tanques y ganar guerras» (En el agradecimiento a la Reina Isabel, quien en 1965 lo nombró Miembro de la Orden del Imperio Británico. Poco atraído por esos lujos, John le regaló la conmdecoración a su tía Mimi).
-«Técnicamente no soy muy bueno, pero puedo hacer aullar y mover una guitarra». (Solía decir eso de sí mismo. Pero Lennon supo combinar lo más puro del rock and roll con las melodías elegantes. Por su versatilidad, creatividad y originalidad, su obra parece compuesta por mentes diferentes).
-«La vida es aquello que nos va sucediendo mientras nos empeñamos en hacer otros planes». (Esta era una de sus frases favoritas más conocidas En una oportunidad también afirmó "Mientras más realidad enfrentamos, más nos damos cuenta de que la irrealidad es el programa principal del día").
-«Si todos reclamaran por paz en vez de otra televisión, entonces habría paz». (Hablan por él las fotos con Yoko Ono que le dieron la vuelta al mundo, en su luna de miel en la "cama de la paz" del Hotel Hilton, en 1969. De esa esencia y añoranza por mejorar la sociedad nació su célebre «Imagine»).
-«Mi trabajo no acabará hasta que esté muerto y enterrado, y espero que eso sea dentro de mucho, mucho tiempo». Dijo estas palabras en el curso de su última entrevista, horas antes de morir. La manera en que falleció lo elevó a la categoría de mito. Se encontraba grabando un nuevo disco.

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domingo, 5 de diciembre de 2010

Paseo de domingo

En el parquecito que sirve de contorno a la Fuente de Las Antillas.
Beatriz en la galería del Guiñol.
Sofía en la galería del Guiñol.
Con La Fuente de Las Antillas de fondo.
Esta mañana mis hijas y yo dimos un paseo por la ciudad. Nuestra primera escala, como de costumbre, fue el Teatro Guiñol, anfitrión permanente de la compañía Los Zahoríes, muy bien ranqueada en Cuba entre las que cultivan el teatro para niños. Pero -¡ay!- esta vez no hubo función. Éramos apenas 4 ó 5 personas las interesadas en el espectáculo. Y, ante tan raquítico público, el colectivo decidió aplazarlo para el próximo fin de semana. Proseguimos camino y nos detuvimos en la Plaza Martiana, el proyecto solar que le ha dado  notoriedad a su autor, el arquitecto Domingo Alás. Después las dejé que corretearan durante un rato por el pulido piso del bulevar. Para su alegría, se encontraron por allí a Lea Lis, la primogénita de nuestra amiga Ayaxi Ricardo, quien reside actualmente en Francia. La pequeña está de vacaciones en Las Tunas, junto a sus abuelos. Jugaron un rato juntas y consiguieron entenderse. Pero no demoramos mucho, pues Sofía y Beatriz clamaban por saborear un helado de chocolate. Así que nos fuimos hasta la heladería situada junto a La Fuente de Las Antillas, esa obra emblemática de la gran escultora cubana Rita Longa. Aproveché la oportunidad del paseo para hacerles algunas fotos.

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miércoles, 1 de diciembre de 2010

Rafael Urbino, un locutor de referencia

En la historia de la locución tunera, ningún nombre compite en popularidad y carisma con el de Rafael Urbino Santoya, aquel fenomenal hombre de radio que  convirtió la voz y el micrófono en las razones de su existencia. Desde que  murió hace unos 20 calendarios, nada ha vuelto a ser igual en el éter de la provincia, afligido quizás por la desaparición de quien fue una de las figuras cubanas más relevantes de la profesión en cualquier época.
Hoy he recordado especialmente a Urbino, por ser el primero de diciembre el Día del Locutor. Como ocurre cada año, todas las peñas del gremio lo citan como paradigma para los que se estrenan. El consenso es general: cuando se habla de su estirpe profesional, dicho en buen cubano, hay que quitarse el sombrero. Hoy en Radio Victoria, la emisora de Las Tunas, su nombre es de nuevo recurrencia en cada programa y espacio informativo. 
A Urbino me parece verlo caminar por el parque Mayor General Vicente García con el paso lento de quien nunca tiene prisa, mientras saludaba a cuanta persona se le cruzaba en el camino. Aquel grandulón de más de seis pies de estatura y sempiterno tabaco entre los labios jamás dejó de identificarse con su pueblo. Desde la cabina de transmisión extendió un hilo conductor hasta sus oyentes, quienes adoraban su originalísima manera de actuar y de decir. 
Los carnavales tuneros eran la ocasión para que Urbino mostrara las dotes del comunicador y de guasón que siempre fue. Entonces su voz devenía música, alegría, carcajada, incentivo para el esparcimiento... Su proverbial capacidad para crear frases célebres parió aquella «... una buena piba fría en el león pelao» para referirse a una perga llena de cerveza helada adquirida en los termos gigantes que solían emplazarse cerca del parque Maceo. 
Ante el micrófono su actuación rozaba la excelencia, con su voz grave y fuerte, capaz de transmitir sentimientos disímiles así fueran de alegres o trágicos las motivaciones que la convocaran: desde ambientar la producción musical para un festejo hasta radiar un mensaje con el anuncio de un fallecimiento en un humilde barrio. Nadie -ni antes ni después- lo supo hacer como él. 
Diré una perogrullada, pero no encuentro nada mejor para referirme a este hombre poco común: quien pretenda escribir la historia de la radio en Las Tunas no puede obviar el legado de Rafael Urbino Santoya, más que locutor, auténtico referente del micrófono. Tan profunda huella dejó que una cátedra tunera de radio ostenta su nombre y también se premian con él los honores por la Obra de la Vida. ¡Qué gran homenaje, gran hombre!

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