viernes, 29 de agosto de 2014

La vuelta de mis hijas

Mañana harán 28 días que no veo a mis hijas Sofía y Beatriz. Andan de vacaciones por allá por Pilón, provincia de Granma, donde viven sus abuelos maternos. Por suerte, mañana también regresan. A pesar de que hablo por teléfono con ellas todos los días -en esos diálogos me hacen una relatoría pormenorizada de su cotidianidad-, me parece que no las veo desde hace uhhhhhh..., ¡ni se sabe cuánto tiempo! «Papito, cuando llegue te voy a dar un abrazo tan fuerte que vas a quedar apachurrado como un tubo de pasta», me aseguró Sofía. «Y yo quiero que me recibas haciéndome cosquillas por la barriga», me pidió Beatriz. ¡Pues sí que añoro reencontrarme con mis princesas! Demasiada paz, demasiado silencio últimamente en mi entorno. En su ausencia, me han ocurrido cosas desconcertantes. ¿Serán «casualidades»? Todo está muy raro. Presten atención: En las últimas cuatro semanas no se me extravió ningún lapicero; mi reserva de hojas de papel, siempre a punto de agotarse, no disminuyó; para mi sorpresa, me alcanzó y hasta me sobró el tiempo para trabajar en la computadora; la tijera, casi siempre con paradero desconocido, permaneció localizable en su sitio; encontré el cortauñas grande cada vez que lo busqué; dejé de tirarme de bruces sobre el piso para poder alcanzar debajo de la cama varios pares de chancletas y de zapatos de tallas pequeñas; durante 28 jornadas no «sufrí» reiterados pedidos de dinero para comprar paleticas, pastelitos o empanadillas; no volví a reclamar mi almohada a la hora de dormir; vi lo que quise en el televisor sin que me lo cambiaran de canal para ver muñequitos en otro; y ni una sola personita se me acercó a darme quejas de su tremebundo aburrimiento con el deliberado propósito de que la llevara a pasear en medio de mi atareo. Demasiadas «coincidencias», ¿no les parece? En fin, mañana ya tengo aquí de nuevo a Sofía y a Beatriz. Y el lunes -¡bummm!-, para la escuela, a iniciar un nuevo curso escolar. Mi statu quo de estos días se pondrá patas arriba. Y algo que seguramente ocurrirá: todas esas «coincidencias» desaparecerán como por encanto. ¡Bien que lo sé!

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