miércoles, 1 de agosto de 2018

Alejandro Padilla, el proyeccionista

 A Alejandro Padilla lo conocí desde que yo era un muchacho allá por los años 60 del siglo pasado. Por entonces, en el patio de la actual Casa de la Cultura de Manatí –otrora círculo social- había trazada una cancha de tenis de campo, y él era uno de los pocos en la localidad que practicaba ese deporte. Este hombre bueno, fallecido hace algún tiempo en el terruño, trabajó durante varias décadas como proyeccionista del cine municipal. Recuerdo que las cintas de 35 milímetros venían remitidas por ferrocarril desde Tunas en unos depósitos metálicos en forma de circunferencias. Como la tecnología distaba mucho de ser perfecta, solían partirse en medio de una función y Padilla debia entonces arreglárselas para empatarlas. Cada vez que eso ocurría, se encendían las luces del lunetario, y solamente cuando el contratiempo quedaba resuelto continuaba la proyección. En ocasiones, las imágenes llegaban a la pantalla algo algo desfocadas. Ahí era común que los espectadores gritaran: «¡cuadra Padilla!». Persona sumamente activa, cuando se acogió a la jubilación se dedicó a arreglar todo tipo de enseres domésticos y a resolverles ese tipo de problemas a la gente. También aplicó su inventiva en más de un artefacto, como este de la foto (año 1996), una bicicleta con un asiento lateral en tiempos en que todavía no habían hecho su debut en nuestras calles los populares bicitaxis.

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