Francisco Barahona (Paco el Chivo) fue un comerciante tunero de la etapa prerrevolucionaria. En aquella época era propietario de numerosos negocios, tales como la gasolinera situada frente al atual cine Luanda; una tienda de venta de piezas de automóviles; y el popularísimo AEROBAR.
De él se cuentan mil anécdotas, casi todas relacionadas con sus buenos tiempos como aviador. Según el investigador Edelman Téllez, experimentado controlador de vuelos del aeropuerto tunero «Hermanos Ameijeiras», Paco se elevó cierto día con su pequeño avión Pipper J3 Cub y, luego de realizar algunas arriesgadas acrobacias, lo lanzó en «barrrena» en dirección a la tierra. Cuando parecía que se estrellaba, el hábil piloto recuperó con aplomo y sangre fría la horizontalidad, pero tan cerca del suelo que la panza del aparato rozó el penacho verde de una palma real. ¡Y no se hizo ni un rasguño!
Se dice que desde el avión de Paco se produjo en 1951 el primer salto en paracaídas de la historia tunera. Y que su protagonista fue... ¡un cura! El célebre despegue se realizó desde la zona donde está hoy el edificio de 12 plantas, junto a la carretera central, y contó con gran asistencia de público. Testigos del hecho primigenio aseguran que el intrépido religioso se lanzó al vacío en sotana y que «aterrizó» sin contratiempos.
En esta foto de 1951, Paco el Chivo (izquierda) recibe un trofeo por su pericia como piloto de manos de José Hernández Cruz (Pepillo), por entonces alcalde de Victoria de las Tunas.
INOLVIDABLE HOTEL PLAZA
En el área que hoy ocupa la Plaza Martiana y parte de la cafetería La Holguinera existió hasta la primera mitad de la década de los años 60 del siglo pasado un inmueble de grata recordación para los tuneros: el Hotel Plaza (FOTO).
Tenía su fachada principal frente al parque Vicente García, y lo flanqueaban las calles Francisco Varona y Lorenzo Ortiz (por entonces se conectaba con el propio parque), y la calle Joaquín de Agüero por el fondo.
Según parece, lo construyeron a inicios de la citada centuria, pues la revista Tunas de ayer y de hoy inserta en sus páginas una fotografía de la instalación fechada en 1916.
El Hotel Plaza fue uno de los edificios emblemáticos de la ciudad y orgullo de sus hijos. Para su demolición, que comenzó el 3 de junio de 1968 e indignó a los tuneros, resultó necesario utilizar una grúa con una pesada bola de hierro colgada de un cable, que, a guisa de péndulo-ariete, derribó a colosales golpes la mampostería de sus dos niveles.
Tiempo después, se pretendió animar el área con un espacio juvenil de pésimo gusto que el pueblo se dio en llamar El Fantomas, por su parecido con los laberintos de las películas de acción del mismo nombre, populares por entonces.
Por sus características constructivas y su escaso valor de uso, este casi olvidado sitio nunca disfrutó de la simpatía pública. La mayoría de los tuneros que conocieron y admiraron al Hotel Plaza cuestionan todavía las razones por las cuales fue echado abajo.
NUESTRO PRIMER SEMÁFORO
El primer semáforo de la historia de la ciudad de Las Tunas fue instalado en la intersección de las calles Ángel Guardia y Francisco Varona, frente a la galería de arte Fayad Jamis. Las autoridades de Tránsito lo colocaron allí el 7 de junio de 1977 (FOTO) y comenzó a funcionar al día siguiente en medio de la curiosidad de peatones y choferes.
La ciudad contó después con aparatos similares en varios puntos. Fueron estos: en el cruce de las avenidas 30 de Noviembre y 2 de Diciembre, cerca de la Sala Polivalente «Leonardo McKenzie Grant»; en la Avenida Camilo Cienfuegos, un poco más allá del servicentro de Bonachea; en la zona donde está hoy la rotonda del reparto Aguilera, cerca del antiguo Bar Marilú; en la esquina de las calles Francisco Varona y Lucas Ortíz, frente a la Iglesia Bautista; en la esquina de las calles Gonzalo de Quesada y Lucas Ortíz, casi frente a la peluquería Ilusión; y en la esquina de la propia Gonzalo de Quesada y la calle Frank País, en el mismo sitio donde recién se ha instalado un moderno semáforo-cronómetro digital de procedencia china.
El inventor del semáforo fue el inglés J. P. Knight, quien ubicó el primero de todos en Londres, al lado del Parlamento, el 10 de diciembre de 1868. Cuba instaló su primer semáforo en 1914 en La Habana, en la esquina de las calles Prado y Neptuno. Era un aparato marca Tagle de fabricación norteamericana.