Los crucigramas son, quizás, los entretenimientos editoriales más carismáticos y difundidos de la contemporaneidad. Su presencia no solo es recurrente en revistas y periódicos, sino que hasta existen libros dedicados por entero al tema.
Tal y como los conocemos hoy, los primeros vieron la luz en diciembre de 1913, en el suplemento dominical del diario
New York World. Tuvieron tanto éxito que la dirección del rotativo optó por convertirlos en sección fija.
En Manatí radicó durante más de 70 años un hombre que devino referente en el tema: Enrique Cantera Alberdi. Allá por la década de los 80 del siglo pasado, este hispano nacido en Santander rubricaba la autoría de muchos de los crucigramas aparecidos en la prensa nacional.
Tuve la satisfacción de ser su amigo y de conversar muchísimo con él. sobre lo humano y lo divino Un día le propuse hacerle una entrevista acerca de su
hobby para que «develara» algunos de sus secretos. Cantera accedió a desgranar su historia crucigramera entre verticales y horizontales.
-Cuénteme, ¿cómo llegó al mundo de los crucigramas?
-Siempre me gustaron los crucigramas. Antes de 1959, perseguía los de la revista
Carteles, que eran dificilísimos, y no descansaba hasta resolverlos. Sobre lo que me preguntas, sucedió a mediados de 1980, cuando me atreví a enviar algunos a la revista
Bohemia, que cuando aquello era semanal, con más páginas y de mayor tamaño. Un par de meses después, tuve la sorpresa de ver uno publicado, gracias a la confianza depositada en mí por el humorista y amigo Ramón Guerra –conocido popularmente por
Mongo P.- quien por entonces atendía en la revista la sección
En Pocas Palabras.
«Me motivó la intención de no estar ocioso y de darle actividad a mis neuronas. Te advierto que soy una persona de formación autodidacta y presumo de haber leído mucho durante toda mi vida. Eso me facilitó la tarea. Y como los desafíos intelectuales me gustan, cierta mañana me senté a la mesa, tomé lápiz, papel y regla, hice una cuadrícula de 15 por 15 sobre una cuartilla, llamé a filas a mi viejo diccionario
Larousse Ilustrado, comencé a llenar casillas con palabras diversas y, luego de un montón de horas de tropiezos y aciertos... ¡nació mi primer crucigrama! Así fue el debut.
«A partir de ahí sistematicé mi colaboración con
Bohemia, que se extendió por casi 10 años. Todos los meses me publicaban dos y hasta tres crucigramas. Pero mi producción desbordaba la demanda, y entonces les propuse algunos a
Verde Olivo, a
Opina y a
Logros, tres publicaciones de la época, ¡Y me los publicaron! En total soy autor de casi 800 crucigramas. Muchos todavía se encuentran inéditos en sus álbumes originales».
-¿Se proponía algún objetivo específico al concebirlos?
-Jajajajajaja... En algunos de ellos mi propósito era crear dificultades, hacer rabiar al solucionista, enredarlo en mis laberintos de casillas bloqueadas, confundirlo con paronimias diversas, en fin... Deliberadamente le complicaba la perspectiva semántica en la cuadrícula para obligarlo después a consultar un diccionario especializado en busca de un sinónimo, un antónimo o una definición cualquiera que, de no ser así, se hubiera negado de plano a revelarle su significado. Siempre me gustó fastidiar en eso, jajajajaja...
«Pero en otros crucigramas salía en busca del divertimento intelectual, del regodeo idiomático... Algunos de ellos, incluso, podían hasta reflejar mi estado de ánimo en el momento de elaborarlos. De eso pueden dar fe quienes me conocieron y compartieron conmigo aquellos excelentes ejercicios de creación y de esfuerzo mental donde tanto me divertí y aprendí.
«Desde luego, no existen dos crucigramas idénticos. ¡Ni siquiera parecidos! Eso sí, cada uno lleva implícito el sello de su autor, razón por la cual los
solucionistas habituales suelen identificarlos al primer golpe de vista. Eso ocurría siempre
con
los míos, aunque no llevaran mi crédito a pie de página».
-¿Existe alguna técnica especial para estructurar un buen crucigrama?
-La técnica siempre es personal y se aprende sobre la marcha, con muchas horas de paciencia y de persistencia sobre los diccionarios. Se comienza por el modelo de papel cuadriculado con un número determinado de casillas intencionalmente sombreadas, no solo para hacer compleja la posible solución del crucigrama, sino también para dotarlo de un diseño atractivo y ligero, con simetría incluida.
«Acto seguido, se procede a distribuir poco a poco las palabras dentro del cuadro, de manera que las posiciones que ocupen en el papel –horizontales o verticales- no alteren en nada sus respectivos significados como consecuencia del necesario entrecruzamiento. En tales circunstancias, cada casilla vencida le trae nuevos obstáculos al creador, porque se trata de una verdadera tormenta de vocablos aceptados o rechazados, ya por su extensión, ya por su definición. Así es como se llega a la última letra y se le pone punto final a la aventura. Créeme, uno termina con la mente ardiendo.
«En mi caso, siempre procuré evitar, por ejemplo, la ubicación de palabras invertidas, aunque en ocasiones no me quedaba otro remedio que ponerlas. Tampoco solía apelar a siglas inventadas ni a neologismos forzados, aunque sí incluía nombres de países, personalidades, montañas, ciudades, ríos... Algunos eran extrañísimos y apenas conocidos, y eso hacía rabiar a la gente. Es que a mí siempre me ha parecido que lo fácil no enseña tanto como lo difícil. Si usted consigna para una horizontal: 1-
Blanco y ovalado, que lo ponen las gallinas, enseguida le escribirán:
huevo. Sin embargo, establezca para una vertical:
24- Nombre del padre de Cristóbal Colón, y verá cómo se suda la gota gorda para saber que se llamaba
Doménico. Un crucigrama es también una enciclopedia breve, una antología de cultura general en pequeño formato».
-¿Sabía que muchos lectores nunca los completaban con éxito?
-Sí, cómo no, estaba enterado de eso. ¡Y lo disfrutaba de lo lindo! Realmente, cuando terminaba de crear un crucigrama casi siempre tenía la certeza de que alguien no lo podría luego resolver hasta el final, ya fuera por ignorancia o por inexperiencia. Eso provocó más de una catarsis en mi contra a través del correo postal, con gruesos calificativos dirigidos a mi árbol genealógico. Pero nunca me reconocí culpable. Más bien me divertía con esas reacciones.
«Claro, otro grupo más hábil y preparado intelectualmente sí conseguía terminarlos, y también me lo hacía saber epistolarmente, entre triunfante y burlón. Se trataba de personas que preferían «vivir» mis crucigramas con sus incógnitas llenas de situaciones para pensar, discurrir y apelar al
Larousse en busca de ayuda. Esos nunca aguardaban por la
Bohemia siguiente para comprobar sus aciertos. Se exprimían las neuronas hasta sacarles el jugo en una suerte de masoquismo intelectual. Pero finalmente vencían».
-¿Llegó a tener preferencias por alguno de sus crucigramas?
-Te confieso que sí. Eso siempre ocurre en el campo de la creación. En cierta oportunidad concebir uno de ellos me resultó tan extremadamente difícil y complicado que la obsesión por terminarlo casi me quitó el sueño durante una semana. Tal vez por eso se convirtió luego en mi favorito. Todavía hoy, después de tanto tiempo transcurrido, lo desempolvo alguna que otra vez de su álbum y le paso revista a sus casillas bloqueadas y rellenadas con nombres inauditos y acepciones fuera de uso extraídos de mi vetusto, gastado, exhausto y siempre fiel diccionario
Larousse.
«Otra de mis producciones que recuerdo siempre con infinito agrado es la que contiene en su estructura cuadriculada los nombres de las 14 provincias cubanas y del municipio especial de la Isla de la Juventud, combinados con términos de uso popular. Lo significativo de ese crucigrama es que lo diseñé con solo 37 casillas bloqueadas. Mi experiencia me dice que es imposible hacerlo con menos. Si alguien opina lo contrario y quiere probar, pues, arriba..., ¡manos a la obra!»
-¿Alguna anécdota personal relacionada con los crucigramas?
-Una no..., ¡varias! Mira, una vez recibí una carta simpatiquísima procedente del municipio de Ranchuelo, en la zona central de Cuba. Pues bien, en ella el remitente me adjuntaba unas cuartetas muy divertidas acerca de mi costumbre de incluir sinónimos rebuscados en los crucigramas. Los versos me hicieron reír, porque eran ingeniosos y estaban hechos por un cubano auténtico. Decían así:
«Cantera, vete a la porra / te digo en esta cuarteta / ¿quién rayos en el planeta / sabe que api es mazamorra? / Hasta el diccionario fui, / de otra forma no podía / saber que la Ley Judía / era tora, y lo aprendí. / Ninguno de por acá / sabe que allá en Filipinas / además de criar gallinas / se produce el abacá. / Expresión de cortesía / quiere decir rendibú. / Me parece que ni tú / ni nadie allá lo sabía. / No sigo porque es humano / no hacer tan larga la lista. / Pero hay que ser un artista / para batearte, mi hermano. / Yo trabajo sin apuro / y así siempre te bateo. / Pero en mi opinión yo creo / que estás pitcheando muy duro».
-¿Qué le proporcionó a su vida el mundo de los crucigramas?
-Mucho. Muchísimo, diría yo. Me posibilitó probarme intelectualmente ante el desafío de las casillas en blanco, incrementó mi cultura general y me granjeó tremenda popularidad tanto positiva como negativa. Sí, porque tuve apologistas, pero también detractores. Además, una vida vertical para exhibirla cuando la horizontalidad me reclame. ¿No le parece que es bastante?