martes, 29 de marzo de 2011

Las fiestas de Quince

Cuando le paso revista a mi adolescencia me vienen  a la memoria las Fiestas de Quince. Tuvieron su esplendor en la década de los 70 del siglo pasado (ufff, ¡qué lejana parece dicho así!) y fueron durante años el primer acontecimiento en la vida de las muchachas del pueblo. 
Era tan importante celebrar aquel festejo que las familias manatienses  implicadas solían prepararse con mucho tiempo de antelación, tanto en el orden gastronómico como en el etílico: un lechoncito cebándose en el corral, 10 de cajas de cerveza, un par de garrafones de vino de arroz, harina para el mandar a hacer el kake, rollitos fotográfucos mandados «de afuera», en fin...
Los días previos a Los Quince eran de corre-corre. Entre las urgencias figuraban conseguir zapatos nuevos para la quinceañera y un vaporoso vestido de vuelos. También contratar los servicios de un fotógrafo. Y, por supuesto, mandar a imprimir las invitaciones y definir las parejas que bailar´kian el vals..., ¡una odisea! Pero nada, todo se hacía con buen semblante y mejor disposición. Porque, como decían madres y padres,  estaban dispuestos a cualquier cosa antes que dejar de celebrarle a la niña sus Quince.
Recuerdo que las familias se enrolaban en una fraternal competencia para ver cuál era capaz de imprimirle mayor fastuosidad al convite. Se llovían las iniciativas: automóviles para trasladar a las parejas del vals, desde sus casas hasta al la sede del festejo,  adornos florales de inédita factura, grupos musicales para tocar en vivo para los bailadores, fotos en colores... 
Tenían algo en común: ¡la colaboración de la gente del barrio! Daba gusto apreciar aquel sentido de la amistad y del compañerismo en vísperas del cumpleaños. Los vecinos asumían las más disímiles tareas, desde armar con pencas de coco el cabaret hasta buscar los panes para los bocaditos.
El momento cumbre de Los Quince era el vals. Las parejas se formaban con amigos de la homenajeada,  casi siempre bajo la dirección del popularísimo Raulito Gordillo, quien montaba su coreografía a partir de los bailes de moda, con ensayos previos en los que no faltaba el traguito ni el entremés. El día de la fiesta las parejas tenían reservado un sitio para el disfrute. Y, 24 horas después, una invitación familiar exclusiva, conocida por El Pique, el último gasto de la parentela, que incluía lechón asado y abundante cerveza y ron.
En las fiestas de Quince estaban previstos hasta los aguaceros. Los de la casa -por si acaso- tenían a mano piezas de lona para cubrir la calle en caso de que San Pedro intentara sabotearlas con un chubasquito. Vi bailar más de un vals pasada la medianoche, cuando la última nube exprimía su última gota. Ningún invitado se marchaba por no hacerle un desaire a la cumpleañera.
Como muchos caraduras sin invitación solían merodear por las proximidades del agasajo para intentar «colarse» en la fiesta y consumir a sus anchas, algunos Quince eran solo para invitados. La familia debía buscar  para esa función un portero a prueba de sobornos y lo suficientemente enérgico como para  impedirle el paso a quien careciera de credencial para acceder al área.
Además de una bien surtida cajita con kake, bocadito, ensalada fría y croqueticas, la casa ofrecía también una cerveza. Luego comenzaba en grande la «tomadera», y se brindaba  abundantemente con bebidas de la época: saoco, menta, anís, crema de vié. Todo hecho con un ron casero con el cual muchos manatienses hicimos buenas migas: la célebre «gualfarina».
La celebración de una fiesta de Quince dejaban en ruinas y exhaustas a las familias. Pero ninguna -¡ninguna!- se permitía dejar de celebrarla, aunque en ello le fuera el último centavo. ¡Cómo le iban hacer eso a la niña!

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miércoles, 23 de marzo de 2011

Cometas, trompos, bolas...

Todos los sábados y domingos, desde bien temprano, mi antiguo barrio manatiense se estremecía con un alboroto singular: los niños, con la alegría a flor de piel, tomábamos la calle prestos a enrolarnos en los más disímiles juegos. ¡Cuánto añoro aquellos años! No quiero comparar, pero creo que los muchachos de la época nos sabíamos divertir mejor. Buena parte de los juegos  de entonces apenas se conocen  en la actualdiad. Y otros ya casi ni se practican.
Uno de los pasatiempos más carismáticos eran las bolas. Tenía varias modalidades: «El Perseguido», «La Olla», «Los Huequitos»... Muchos de los bolistas eran sumamente diestros -los clásicos «fuera de  serie»-, tanto por su aguzada puntería como por su fuerza en los dedos pulgares, los encargados de impulsar las esferitas de vidrio. Durante los lances, podían impactar en el centro de un mecho rival desde cinco metros de distancia. Y hasta hacerlo añicos, como vi más de una vez.
Lo dramático de las bolas era cuando alguien -con aviesas intenciones- gritaba «¡virolla! o ¡«manigüiti!». La expresión significaba el fin de las garantías del juego. Una suerte de sálvese el que pueda. Había que lanzarse entonces al ruedo a recuperar a empellones las circunferencias plantadas y a tratar de agenciarse también las ajenas, pues eso mismo intentarían hacer los otros. No pocas veces aquello terminaba en riña tumultuaria y lesiones corporales.
Los trompos tenían también muchos simpatizantes. A nosotros nos los mandaban a hacer nuestros padres en los tornos del taller de carpintería del ingenio. Los había chiquitos, medianos y grandes. Y hasta unos gordísimos, a los que llamábamos «trompetas». Todos usaban en el centro una punta metálica, con la cual intentaban, lance tras lance, romperle la crisma a los trompos contrarios. Muchas veces presencié cómo algunos se safaban de sus pitas tejidas para estrellarse en la cabeza de un espectador desprevenido.
Y las cometas... ¡Qué decir de las cometas! En la temporada correspondiente -es decir, en cualquier época del año- el cielo se tachonaba con su presencia estilizada y multicolor. Las había variopintas: cuadradas, en forma de rectángulos, triangulares... El sitio ideal para empinarlas eran la cancha del estadio de fútbol y el área trasera del centro escolar «Orlando Canals».
En mi cuadra vivía el negro Rolando, un artista fabricando cometas. Hacía chivos, coroneles, cajones, secantes... Las empinaba allí mismo, frente a su casa, para beneplácito de los niños. Nunca logré saber de dónde sacaba tanto papel bonito ni tanta fantasía para armar sus maravillas  volantes. 
Las cometas tenían un pariente pobre, conocido entre los mataperros con el plebeyo apelativo de chiringa. Sus materiales y su diseño eran muy sencillos: un pedazo de papel periódico doblado y un carretel de hilo de coser. Entre sus «bondades» figuraban que podía empinarse en cualquier espacio, por reducido que fuera.  Y entre sus «defectos», que una leve rachita de viento era capaz de enredarla entre los cables eléctricos. Mucha gente todavía la recuerda.
Los más expertos empinadores de las cometas -los muchachos de Manatí jamás les dijimos papalotes y siempre les adjudicamos el género femenino-  practicaban regularmente una modalidad agresiva y mal vista con la cual no hice nunca buenas migas: atar cuchillas de afeitar en  las colas de sus artefactos volantes. Bastaba un  simple pase de aquellos filosos objetos sobre un tensado y vibrante hilo ajeno para que la cometa atacada se fuera al instante a bolina.
Si algo marca la infancia son los juegos de barrio. Algunos podrían recuperarse y ponerse a disposición de los niños. Ellos lo agradecerían.

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lunes, 21 de marzo de 2011

El pedraplén de Cayo Juan Claro

En el último cuarto del pasado siglo se puso en boga en Cuba la construcción de los pedraplenes para unir a la isla grande con algunos de sus cayos próximos. Se trató de algo inapazable, en virtud del auge que tomaba el turismo. La edificación de hoteles en esos sitios casi vírgenes devino tentación para fomentar allí la llamada industria sin humo. Pero para llegar hasta ellos eran imprescindibles los pedraplenes. 
Este tipo de acceso a través del mar no es un «invento» contemporáneo. La bibliografía habla de un puente construido bajo el Imperio Romano a orillas del río Tajo, en España, en el año 106, cuya estructura aún permanece en pie. En su honor, la Fundación San Benito de Alcántara otorga cada dos años el Premio Puente de Alcántara a obras con categoría y relevancia. Cuba se hizo acreedora de esta distinción en el 2002 con el terraplén de 48 kilómetros, construido un año antes, que une a Caibarién con Cayo Santa María, en el norte villaclareño donde Ernest Hemingway salía a cazar submarinos nazis en su yate El Pilar durante la Segunda Guerra Mundial. 
Sin embargo, poco se conoce en Cuba acerca de la primera obra de ese tipo construida en sus predios, y que no se ejecutó, precisamente, con fines turísticos. Se trata del pedraplén que une al poblado de Delicias con el Cayo Juan Claro ─denominado también Puerto Carúpano─, ambos en el norteño municipio de Puerto Padre. La intención fue habilitar en el cayo un puerto que permitiera el atraque de embarcaciones de gran calado. Por la naturaleza de su concepción, este terraplén figura en la relación de las siete maravillas de la ingeniería civil de todos los tiempos en la provincia de Las Tunas. 
El pedraplén puertopadrense comenzó a construirse en 1910, a instancias del grupo Chaparra Sugar Company, y tenía por finalidad unir por una vía ferroviaria ambas orillas para embarcar por  los espigones  del Cayo el azúcar producida por los centrales Delicias y Chaparra, nombrados luego, ya en la etapa revolucionaria, Antonio Guiteras y Jesús Menéndez, respectivamente. 
Junto con las paralelas ferroviarias se desplegaron también postes para tendidos eléctricos y telefónicos, y se construyeron enormes almacenes, el mayor de ellos llamado popularmente «El Capitolio». Los depósitos de miel eran igualmente descomunales, con facilidades de bombeo hacia los buques cisternas. Hay que precisar que, hasta entonces, las únicas vías de acceso desde Puerto Padre hasta la ínsula las garantizaban dos pequeñas empresas, cuyos dueños se nombraban Juan Mora y Enrique Roque.
El segundo momento de la importante obra de ingeniería civil arrancó en 1960. Para entonces el objetivo  fundamental fue ejecutar una carretera de 6,5 metros de ancho, paralela a la vía férrea tendida anteriormente. Esta ampliación se realizó con el concurso voluntario de cientos de pobladores de Delicias y del propio Cayo. Constituyó un sonado éxito en todos los sentidos. 
Publicaciones de la época certifican que en la primera etapa constructiva del pedraplén se emplearon piedras de diferentes dimensiones, que eran arrojadas al agua y colocadas sobre trípodes de madera dura clavados en el lecho marino. Esas piedras eran transportadas en trenes, que entraban de retroceso a la vía. Por encima de la plataforma conseguida y nivelada con ese método se colocaron luego los raíles ferroviarios fundacionales. 
En la segunda etapa se simplificaron la mayoría de las tareas difíciles. A diferencia del empirismo inicial, los técnicos que la dirigieron poseían ya elevada calificación técnica. Se emplearon los mismos materiales estructurales y se transportaron no solo por la vía ferroviaria, sino también en camiones, carretones, parihuelas y en cuanto medio encontró la gente del cayo Juan Claro. Estudios de la Academia de Ciencias  de Cuba certifican que el diseño del pedraplén no ha afectado en nada el ecosistema de la zona. 
El pedraplén Delicias-Cayo Juan Claro tiene una longitud de mil 600 metros y se conserva en buen estado. La economía tunera le debe mucho, pues comunica esta parte de la isla grande con Puerto Carúpano, una de las terminales de azúcar a granel más importantes y eficientes del país. 

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sábado, 19 de marzo de 2011

Entre verticales y horizontales

Los crucigramas son, quizás, los entretenimientos editoriales más carismáticos y difundidos de la contemporaneidad. Su presencia no solo es recurrente en revistas y periódicos, sino que hasta existen libros dedicados por entero al tema.
Tal y como los conocemos hoy, los primeros vieron la luz en diciembre de 1913, en el suplemento dominical del diario New York World. Tuvieron tanto éxito que la dirección del rotativo optó por convertirlos en sección fija.
En Manatí radicó durante más de 70 años un hombre  que devino referente en el tema: Enrique Cantera Alberdi. Allá por la década de los 80 del siglo pasado, este hispano nacido en Santander rubricaba la autoría de muchos de los crucigramas aparecidos en la prensa nacional.
Tuve la satisfacción de ser su amigo y de conversar muchísimo con él. sobre lo humano y lo divino Un día le propuse hacerle una entrevista acerca de su hobby para que «develara» algunos de sus secretos. Cantera accedió a desgranar su historia crucigramera entre verticales y horizontales.
-Cuénteme, ¿cómo llegó al mundo de los crucigramas?
-Siempre me gustaron los crucigramas. Antes de 1959, perseguía los de la revista Carteles, que eran dificilísimos, y no descansaba hasta resolverlos. Sobre lo que me preguntas, sucedió a mediados de 1980, cuando me atreví a enviar algunos a la revista Bohemia, que cuando aquello era semanal, con más páginas y de mayor tamaño. Un par de meses después, tuve la sorpresa de ver uno publicado, gracias a la confianza depositada en mí por el humorista y amigo Ramón Guerra –conocido popularmente por Mongo P.- quien por entonces atendía en la revista la sección En Pocas Palabras.
«Me motivó la intención de no estar ocioso y de darle actividad a mis neuronas. Te advierto que soy una persona de formación autodidacta y presumo de haber leído mucho durante toda mi vida. Eso me facilitó  la tarea. Y como los desafíos intelectuales me gustan, cierta mañana me senté a la mesa, tomé lápiz, papel y regla, hice una cuadrícula de 15 por 15 sobre una cuartilla, llamé a filas a mi viejo diccionario Larousse Ilustrado, comencé a llenar casillas con palabras diversas y, luego de un montón de horas de tropiezos y aciertos... ¡nació mi primer crucigrama! Así fue el debut.
«A partir de ahí sistematicé mi colaboración con Bohemia, que se extendió por casi 10 años. Todos los meses me publicaban dos y hasta tres crucigramas. Pero mi producción desbordaba la demanda, y entonces les propuse algunos a Verde Olivo, a Opina y a Logros, tres publicaciones de la época, ¡Y me los publicaron! En total soy autor de casi 800 crucigramas. Muchos todavía se encuentran inéditos en sus álbumes originales».
-¿Se proponía algún objetivo específico al concebirlos?
-Jajajajajaja... En algunos de ellos mi propósito era crear dificultades, hacer rabiar al solucionista, enredarlo en mis laberintos de casillas bloqueadas, confundirlo con paronimias diversas, en fin... Deliberadamente le complicaba la perspectiva semántica en la cuadrícula para obligarlo después a consultar un diccionario especializado en busca de un sinónimo, un antónimo o una definición cualquiera que, de no ser así, se hubiera negado de plano a revelarle su significado. Siempre me gustó fastidiar en eso, jajajajaja...
«Pero en otros crucigramas salía en busca del divertimento intelectual, del regodeo idiomático... Algunos de ellos, incluso, podían hasta reflejar mi estado de ánimo en el momento de elaborarlos. De eso pueden dar fe quienes me conocieron y compartieron conmigo aquellos excelentes ejercicios de creación y de esfuerzo mental donde tanto me divertí y aprendí.
«Desde luego, no existen dos crucigramas idénticos. ¡Ni siquiera parecidos! Eso sí, cada uno lleva implícito el sello de su autor, razón por la cual los solucionistas habituales suelen identificarlos al primer golpe de vista. Eso ocurría siempre con los míos, aunque no llevaran mi crédito a pie de página».
-¿Existe alguna técnica especial para estructurar un buen crucigrama?
-La técnica siempre es personal y se aprende sobre la marcha, con muchas horas de paciencia y de persistencia sobre los diccionarios. Se comienza por el modelo de papel cuadriculado con un número determinado de casillas intencionalmente sombreadas, no solo para hacer compleja la posible solución del crucigrama, sino también para dotarlo de un diseño atractivo y ligero, con simetría incluida.
«Acto seguido, se procede a distribuir poco a poco las palabras dentro del cuadro, de manera que las posiciones que ocupen en el papel –horizontales o verticales- no alteren en nada sus respectivos significados como consecuencia del necesario entrecruzamiento. En tales circunstancias, cada casilla vencida le trae nuevos obstáculos al creador, porque se trata de una verdadera tormenta de vocablos aceptados o rechazados, ya por su extensión, ya por su definición. Así es como se llega a la última letra y se le pone punto final a la aventura. Créeme, uno termina con la mente ardiendo.
«En mi caso, siempre procuré evitar, por ejemplo, la ubicación de palabras invertidas, aunque en ocasiones no me quedaba otro remedio que ponerlas. Tampoco solía apelar a siglas inventadas ni a neologismos forzados, aunque sí incluía nombres de países, personalidades, montañas, ciudades, ríos... Algunos eran extrañísimos y apenas conocidos, y eso hacía rabiar a la gente. Es que a mí siempre me ha parecido que lo fácil no enseña tanto como lo difícil. Si usted consigna para una horizontal: 1- Blanco y ovalado, que lo ponen las gallinas, enseguida le escribirán: huevo. Sin embargo, establezca para una vertical: 24- Nombre del padre de Cristóbal Colón, y verá cómo se suda la gota gorda para saber que se llamaba Doménico. Un crucigrama es también una enciclopedia breve, una antología de cultura general en pequeño formato».
-¿Sabía que muchos lectores nunca los completaban con éxito?
-Sí, cómo no, estaba enterado de eso. ¡Y lo disfrutaba de lo lindo! Realmente, cuando terminaba de crear un crucigrama casi siempre tenía la certeza de que alguien no lo podría luego resolver hasta el final, ya fuera por ignorancia o por inexperiencia. Eso provocó más de una catarsis en mi contra a través del correo postal, con gruesos calificativos dirigidos a mi árbol genealógico. Pero nunca me reconocí culpable. Más bien me divertía con esas reacciones.
«Claro, otro grupo más hábil y preparado intelectualmente sí conseguía terminarlos, y también me lo hacía saber epistolarmente, entre triunfante y burlón. Se trataba de personas que preferían «vivir» mis crucigramas con sus incógnitas llenas de situaciones para pensar, discurrir y apelar al Larousse en busca de ayuda. Esos nunca aguardaban por la Bohemia siguiente para comprobar sus aciertos. Se exprimían las neuronas hasta sacarles el jugo en una suerte de masoquismo intelectual. Pero finalmente vencían».
-¿Llegó a tener preferencias por alguno de sus crucigramas?
-Te confieso que sí. Eso siempre ocurre en el campo de la creación. En cierta oportunidad concebir uno de ellos me resultó tan extremadamente difícil y complicado que la obsesión por terminarlo casi me quitó el sueño durante una semana. Tal vez por eso se convirtió luego en mi favorito. Todavía hoy, después de tanto tiempo transcurrido, lo desempolvo alguna que otra vez de su álbum y le paso revista a sus casillas bloqueadas y rellenadas con nombres inauditos y acepciones fuera de uso extraídos de mi vetusto, gastado, exhausto y siempre fiel diccionario Larousse.
«Otra de mis producciones que recuerdo siempre con infinito agrado es la que contiene en su estructura cuadriculada los nombres de las 14 provincias cubanas y del municipio especial de la Isla de la Juventud, combinados con términos de uso popular. Lo significativo de ese crucigrama es que lo diseñé con solo 37 casillas bloqueadas. Mi experiencia me dice que es imposible hacerlo con menos. Si alguien opina lo contrario y quiere probar, pues, arriba..., ¡manos a la obra!»
-¿Alguna anécdota personal relacionada con los crucigramas?
-Una no..., ¡varias! Mira, una vez recibí una carta simpatiquísima procedente del municipio de Ranchuelo, en la zona central de Cuba. Pues bien, en ella el remitente me adjuntaba unas cuartetas muy divertidas acerca de mi costumbre de incluir sinónimos rebuscados en los crucigramas. Los versos me hicieron reír, porque eran ingeniosos y estaban hechos por un cubano auténtico. Decían así: «Cantera, vete a la porra / te digo en esta cuarteta / ¿quién rayos en el planeta / sabe que api es mazamorra? / Hasta el diccionario fui, / de otra forma no podía / saber que la Ley Judía / era tora, y lo aprendí. / Ninguno de por acá / sabe que allá en Filipinas / además de criar gallinas / se produce el abacá. / Expresión de cortesía / quiere decir rendibú. / Me parece que ni tú / ni nadie allá lo sabía. / No sigo porque es humano / no hacer tan larga la lista. / Pero hay que ser un artista / para batearte, mi hermano. / Yo trabajo sin apuro / y así siempre te bateo. / Pero en mi opinión yo creo / que estás pitcheando muy duro».
-¿Qué le proporcionó a su vida el mundo de los crucigramas?
-Mucho. Muchísimo, diría yo. Me posibilitó probarme intelectualmente ante el desafío de las casillas en blanco, incrementó mi cultura general y me granjeó tremenda popularidad tanto positiva como negativa. Sí, porque tuve apologistas, pero también detractores. Además, una vida vertical para exhibirla cuando la horizontalidad me reclame. ¿No le parece que es bastante?

NOTA: Enrique Cantera falleció el 22 de agosto de 2006, a los 98 años de edad.

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jueves, 17 de marzo de 2011

Benditas amas de casas

De las amas de casas a tiempo completo no suele hablarse  Sin embargo, ¡cuánto merecen ellas que se les reconozca y estimule! Por razones de pragmatismo, el lente público apenas las tiene en cuenta en sus primeros planos. El pedestal rara vez les reserva sitio en los agasajos y las distinciones. Por su parte, el almanaque está todavía por ofrendar 24 horas en su honor. Y es lamentable semejante anonimato. Porque, si de trajinar en grande se trata, ¿quién les saca ventaja a estas mujeres guardianas del orden y el equilibrio domésticos?
Conozco a muchas que bien podrían ser declaradas heroínas del trabajo. Sus jornadas comienzan con el alba y culminan con el ocaso. Planchan, lavan, van al punto de leche, cocinan, friegan, barren, atienden visitas, sacuden, acomodan, organizan, regatean en el mercado, cuidan niños, cosen, contestan el teléfono... En los viajes a la playa se encargan del fogón mientras los demás se divierten. Carecen de domingos libres, de sábados cortos, de vacaciones, de sindicato y de salarios. Pero -¡ay!- sus nombres nunca figuran en los murales ni las eligen obreras destacadas. Sucede que una torcida filosofía ha llevado a pensar que solo se laborea cuando se dejan atrás los predios domésticos. Olvidamos de buena fe que las amas de casas trabajan para que otros puedan trabajar. Sin ellas todo sería mucho, mucho más difícil.
El ingenio es uno de sus fuertes. Ellas lo mismo reparan la junta de una olla que adaptan una receta de cocina a las disponibilidades. Saben arreglárselas para que el detergente rinda un lavado más y para que el arbolito ornamental no se marchite. Y si de «nventar» con las cazuelas se trata... Bueno, en los momentos más apretados del Período Especial escuché a más de una musitar con rostro contrariado: «Hoy no sé que haré de comida». Empero, jamás ninguno de los suyos se fue a la cama con el estómago vacío.
No logra uno explicarse cómo casi todas consiguen hacer tan buenas migas con el reloj para que sus múltiples y variadas tareas estén en hora: el almuerzo de Fulano para las once, el uniforme de Mengana para la una, el equipaje de Zutano para las siete... Y hay más: cuando los que trabajan en la calle irrumpen en casa al mediodía o al atardecer, encuentran el piso limpio, la mesa lista y las habitaciones ordenadas. Por tamaña laboriosidad es raro que el ama de casa reciba un «caramba, mujer, qué bien todo, te la comiste». Eso casi nunca la apesadumbra. ¡Ya está acostumbrada! Mientras su gente echa una siestecita post-almuerzo, ella aprovecha para cogerle el falso a un pantalón o tal vez para lustrar los cristales de la vitrina con un método acabado de aprender.
Tener un ama de casa en la retaguardia es un tesoro que algunos todavía no han justipreciado en toda su dimensión. Ella es capaz de echarse el hogar a cuestas para que su hijo marche lejos a estudiar. O de cuidar al nené toda la noche para que mamá y papá tiren una canita al aire en el carnaval. ¿Incentivos? Saberse útil, aunque no se lo reconozcan. Compartir la tacita de café con la vecina de al lado. Contribuir a la felicidad familiar con su presencia feliz. Y hasta, quizás, conmoverse con las novelas que Radio Progreso transmite especialmente para su consumo en el horario en que la soledad y el silencio se abalanzan sobre el inmueble en que ella es reina.
En fin, las amas de casas merecen reverencia. Tal vez en algún momento se instituyan condecoraciones al mérito para prendérselas al delantal, que es la pieza emblemática de su indumentaria. ¿Y por qué no fijar un día en su honor? Tendría muy buena acogida. ¿Cuál día? Cualquiera. ¿Acaso ellas hacen distingos entre los 365 del calendario? Es una propuesta llamada a generar simpatías. Los que estén de acuerdo, que levanten las manos...

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domingo, 13 de marzo de 2011

Jorge Barrameda, artista del floreo

La historia del floreo de lazos está relacionada con el  surgimiento y desarrollo de la ganadería. De esa remota época datan las primeras cuerdas conocidas, fabricadas con diferentes materiales y utilizadas en la captura e inmovilización de grandes animales para castrarlos, curarlos, herrarlos y tuzarlos. 
Se conoce que en el siglo XII ya existían técnicas para enlazar al ganado. Los mongoles y los tártaros recurrían a una soga con una gaza corrediza en un extremo y la fijaban a una vara llamada xara. Luego la colocaban sobre los cuernos o en torno al cuello del animal y ataban la otra punta a la cola de sus cabalgaduras. Así impedían que las reses huyeran. Los árabes, grandes jinetes, adoptaron tal técnica y la llevaron a España. Y de ahí saltó a América.
Nuestros primeros aborígenes, expertos en tejer fibras vegetales y hacer cuerdas desde mucho antes de la conquista, pronto empezaron a elaborar sus propios lazos y a crear el arte de arrojarlos con puntería para atrapar a las bestias sin utilizar la xara. Fue en México este arte donde logró su mayor esplendor  con  la aparición de los charros, maestros en la difícil disciplina.
Jorge Barrameda Morejón fue un especialista en el floreo de lazos que hizo época en Cuba en los años 60 y 70 del siglo pasado. Nació en la ciudad de Florida, provincia de Camaguey, el 24 de agosto de 1926, y desde 1957 se estableció en la por entonces Victoria de las Tunas, donde se convirtió en un gran organizador y ejecutor de múltiples eventos de rodeo. Nadie como él supo extraerle tanta espectacularidad al arte del floreo. 

Eran famosas sus exhibiciones, tanto en el suelo como parado sobre la silla de su caballo. Demostró sus habilidades por  numerosos países, como Canadá, México y República Dominicana. Entre 1956 y 1957 ostentó el título de campeón mundial en la difícil modalidad.
En 1963 fundó en Victoria de las Tunas la primera Feria Agropecuaria. Tanto caló ese evento en el gusto de los tuneros que el parque 26 de Julio -su denominación actual- todavía no ha impuesto su nombre, porque el pueblo continúa llamándolo así, La Feria.  
Jorge Barrameda Morejón  falleció en la ciudad de Las Tunas, el 18 de marzo de 1993. Para honrar su memoria, la Sociedad Cubana de Vaqueros de Rodeo (SOCUVAR) acordó en el 2006 celebrar anualmente en esa fecha el Día del Vaquero de Rodeo.

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jueves, 10 de marzo de 2011

Curiosidades periodísticas

El periódico de mayor tirada del mundo es el japonés «Yomiuri Shimbun», que edita 14 millones de ejemplares cada día... El diario en idioma español más antiguo es «El Mercurio», de Valparaíso, Chile, fundado en 1827... La revista más añeja es la popular «National Geographic Magazín», creada hace 116 años y presente en 26 países con 10 millones de ejemplares mensuales... En América, el primer periódico fue «La Hoja de México», aparecido en 1541 para reseñar el terremoto de Guatemala... Las primeras emisiones públicas de televisión las efectuaron la BBC, en Inglaterra, en 1927 y la CBS y la NBC, en Estados Unidos, en 1930... El primer periódico de Australia lo editó en 1803 un recluso que había trabajado en el Times de Londres... El diarismo periodístico hizo su debut en Inglaterra, en el «Daily Courrant», en 1702... En  1796 debutó el primer periódico dominical: el «Weekly Meseger», fundado en 1796 en Londres por Jhon Bell... El primer corresponsal de guerra de la historia fue el ateniense Tucídides, quien cubrió la Guerra del Peloponeso... Un semanario español llamado «La Luminaria» mezclaba tinta con fósforo para que las letras pudieran ser vistas en la oscuridad... El primer periódico conocido se editó en la ciudad belga de Amberes en 1605 y llevaba por nombre «Nieuwe Tudingen» (Últimas Noticias)... Con solo 3,2 centímetros de alto por 2,2 de ancho, el diario ingles First News aparece en el libro Guinness de los Récords como el más pequeño del mundo... El mayor, la edición especial del «Illuminated Quadruple Constellation» del 4 de julio de 1856: medía 2,44 metros de alto por 1,83 de ancho, el tamaño aproximado de una mesa de billar... Con más de 2138 años, el Acta Diurna es considerada como el primer periódico de la historia...

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martes, 8 de marzo de 2011

Cosas de mujeres

Leí estas simpáticas referencias femeninas en un  portal de Internet. Su  propietario asegura que todas son ciertas Yo las creo. Aunque me tilden esta vez de poco serio, las propongo para este 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer.
  
 VENGANZA
Una mujer pasó el primer día de su divorcio triste y melancólica, empacando sus cosas en maletas y sus muebles en grandes cajas. El segundo día, vinieron los de la agencia de mudanzas, lo cargaron  todo y se lo llevaron para la casa donde ella iba a residir a partir de entonces, pues su ex-esposo, por decisión legal, se quedaría con la casa donde siempre habían vivido. El tercer día, se sentó en el suelo del comedor vacío; puso música suave, encendió una vela y se dispuso a comerse dos kilos de camarones y un plato de caviar; y a beberse una botella de vino blanco frío. Cuando terminó, desmontó las barras de las cortinas de todos los cuartos, les quitó los tapones de los extremos e introdujo dentro de los tubos los camarones  y el caviar que le habían sobrado. Luego  colocó nuevamente las barras en sus sitios, con sus tapones en los extremos, y se marchó con un suspiro. Cuando ya nada de ella quedaba dentro de la casa, el ex marido la ocupó con nuevos muebles y con nueva novia. Todo fue perfecto los primeros días. Hasta que la casa empezó a apestar. Por mucho esmero que pusieron, las domésticas mo pudieron localizar de dónde procedía aquel mal olor.  Limpiaron, trapearon y airearon todas las habitaciones. Los ventiladores fueron revisados por si hubiera ratones muertos y las alfombras fueron lavadas. En cada esquina se colgaron perfumadores de aire. Se gastaron cientos de botes de spray de olor. Hasta pagaron para cambiar las caras alfombras de la casa. Pero nada funcionó.  Ninguna de sus amistades volvió a visitarlos, los empleados se negaban a trabajar dentro de la casa y hasta la servidumbre renunció. Finalmente, ya desesperados, el marido y la novia decidieron gestionar la compra de una nueva casa. Pero antes, por lo costosa de la nueva, debían vender la apestada . Pero -¡ay!-, no encontraban comprador. ¡Hasta  los vendedores se negaban a responder sus llamadas! La ex esposa  telefoneó al ex marido para asuntos del divorcio y le preguntó cómo estaba. Él le contestó que bien, que estaba vendiendo la casa, pero sin decirle las verdaderas razones. Ella lo escuchó con calma y le dijo que extrañaba la casa y que, si él aceptaba, ella hablaría con los abogados para arreglar los papeles con tal de conseguirla de nuevo. Sabiendo que su ex esposa no tenía la menor idea del mal olor reinante en la casa, él aceptó la negociación por una décima parte del precio real. de la casa. Aunque con una condición: que ella firmara los documentos ese mismo día. Ella aceptó y, en menos de una hora, él le mandó los papeles para que los firmara. Pasada una semana, el hombre y su novia se pararon en la puerta de la vieja  casa con una sonrisa triunfal en los labios, viendo como empacaban sus cosas y las metían en un camión camino hacia su nueva residencia... incluyendo las barras de las cortinas.
                             
                            MÁGICAS

Para muchos de los hombres las mujeres son mágicas, ¿por qué?
-Porque saben muy bien llegar a fin de mes haciendo magia con el dinero.
-Porque lanzan conjuros de todo tipo contra la subida de los precios..
-Porque, al unísono,  lavan, planchan, cocinan y ayudan en la tarea escolar.
-Porque, con una mirada, convierten en culebra a la que le sonría a su esposo.
-Porque preparan pociones para curar cualquier herida del cuerpo o del alma.
-Porque pueden volar veloz  hacia el lugar preciso donde las necesitan.
-Porque pueden enfrentar a más de un inquisidor por sus justos ideales.
-Porque se comunican con todo ser viviente hablando en el idioma del amor.
-Porque presienten cuando un amigo  necesita su consuelo o su presencia.
-Porque adivinan los pensamientos de quienes aman sin necesidad de palabras.
-Porque son varias en un solo cuerpo: hija, hermana, esposa, madre y amiga.
-Porque poseen el don de adelantarse a los acontecimientos solo por intuición.
-Porque contemplan el futuro proyectado perfectamente en sus sueños.
-Porque logran llegar, con el deseo, a metas a veces inalcanzables para otros.
-Porque son maestras en el arte de la alquimia, al recuperarse de un fracaso.
-Porque saben como nadie crear la fantasía en la imaginación de un niño.
-Porque son ambiguas: suave como la seda pero con el interior de diamante.

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sábado, 5 de marzo de 2011

Simplemente Tico...

Cuando en alguna vivienda manatiense se obstruye por cualquier motivo una tubería sanitaria, es usual que, ante la urgencia de buscarle una solución al contratiempo, alguien de la familia apele a una suerte de ábrete sésamo y exprese: «¡vayan y díganle a Tico que venga!»
Un rato después, la magra figura del muchachón -¿acaso no es Tico un muchachón de 65 años de edad?- se recortará sobre el final de la calle con sus herramientas; evaluará la situación; si fuera necesario, introducirá su cinta metálica por algún conducto; baqueteará una, dos, tres..., ¡cien veces!; hará algún comentario obre la causa de la tupición; y, finalmente, con un modestísimo «¡ya!», notificará a la expectante parentela que el problema quedó resuelto.
Entonces alguien le preguntará «¿cuánto te debo?». Y Tico responderá, invariablemente: «dame cualquier cosa».Y aceptará de buen grado lo mismo un peso, un agradecimiento o un «te pago cuando cobre». De cualquier forma quedará conforme. Apuesto a que, en iguales circunstancias, le repetiría al favor, aunque usted no tuviera ni un quilo prieto para remunerarle.
Nadie como Tico conoce mejor los deteriorados laberintos de redes sanitarias que corren sin orden  ni coordenadas bajo la epidermis de Manatí. Figúrense, ¡casi 50 años trabajando en lo mismo, mientras otros de sus escurridizos «colegas» llegaban y se marchaban sin apenas ser advertidos!
Con su padre, Fermín Reyes, se inició en el trajín de destupir hoy aquí y mañana allá. Y a pesar de que la epilepsia le impuso la jubilación, continúa siendo el ayudante callado y humilde, dispuesto a embarrarse hasta el codo de materia fecal si de ello depende la solución. 
A los bromistas que se le acercan, Tico los neutraliza son su sonrisa irregular y su semblante imperturbable. Si está de vena, puede que hasta eche un parrafito, pero sin interrumpir la faena. Razón tuvo quien dijo que el trabajo es el mejor compañero de los hombres humildes.
Jamás le he visto tratar mal a nadie, expresar una grosería o incurrir en indisciplina social. A las bromas pesadas («Tico, ¿es verdad que cuando tú eras chiquito te cayó un coco en la cabeza?») no les hace mucho caso. Aun con sus facultades turbadas, sabe comportarse con cordura en  sitios donde los cuerdos yerran. Tico es así, coherente en su incoherencia. 
Por la noche, no faltará a su cita con el parque municipal, próximo a su casa, detrás de la farmacia. Y hasta a lo mejor se embulla y ve la película que «echan» en el cine. El amanecer se lo encontrará en pie, colando el cafecito familiar y presto a «entrarle» al día con los  bríos de la víspera.
Algo le advierto: Si no lo conoce y lo necesita alguna vez para un «trabajito», no vaya a cometer el error de preguntar por José Reyes Cardoso, su verdadero nombre. Nadie podría identificarlo ni él tampoco se sentiría aludido. Son muchos, demasiados años, llamándose así: simplemente Tico.

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jueves, 3 de marzo de 2011

La loma de Dumañuecos

A juzgar por lo que aseguran los expertos en la materia, para que una simple colina alcance los 50 metros de elevación, es necesario que centenares de almanaques agoten sus hojas. Entonces, ¿qué edad aproximada tendrá nuestra humilde y entrañable loma de Dumañuecos, con sus modestos 129 metros de altura?
Nadie se aventura a calcularla. Ni siquiera los habitantes más antiguos de la zona, quienes aseguran haberla visto tal cual está hoy -pelada, incólume y decrépita-, desde los tiempos en que vestían pantalones bombachos, a principios de la centuria pasada. 
De la loma de Dumañuecos se cuentan mil historias. Algunas se relacionan con la superstición, y hablan de un hombre lobo que tenía su guarida en su cima y que solía bajar al poblado para asustar a la gente con sus aullidos y sus depredaciones. Otras se refieren a un tesoro enterrado en sus faldas por un acaudalado comerciante, el cual jamás ha podido ser encontrado.
Sobre esta irregular porción de la geografía de Manatí apenas existen referencias bibliográficas. En mis  múltiples pesquisas encontré solo dos.
La enciclopedia «Cuba en la Mano» (1940) dice en una entrada sobre esta elevación: «Dumañuecos, cerro aislado del grupo Maniabón, a unos 8 Km. casi en línea recta del fondo del Puerto de Manatí y rodeado de llanos. Abundaba en minerales de cobre y en cavernas con particularidad. El cuadro estadístico de 1846 afirma que se explotaban, haciéndose la exportación por el Puerto de Manatí. En su falda oriental hay un manantial que tenía fama de eficaz contra la hidrofobia. El cerro de Dumañuecos es visible desde el mar, a una distancia de 60 Km. de Victoria de Las Tunas, Oriente». 
Y el libro «Crónicas de Las Antillas», editado en 1871 en Madrid por Jacobo de la Pezuela, agrega: «Al pie del Cerro de Dumañuecos y a dos leguas al SE de la bahía de Manatí, en la jurisdicción de Bayamo, hay un manantial de aguas hidrosulfurosas, pero se halla en un lugar deshabitado». 
El nombre de la loma tiene reminiscencias aborígenes, lo que hace presumir que date de cuando la zona la habitaban los primeros pobladores del archipiélago. También se conocen sus ya explotadas reservas de caolín. 
Quien la corone apreciará arriba, empotrada en una roca, una tarja del Instituto de Geodesia y Cartografía que certifica su inclusión en los mapas de la Mayor de Las Antillas. También decenas de inscripciones con nombres de organismos y de personas que han celebrado actividades en su cumbre, como una manera de poner humildemente a prueba la voluntad de doblegarla.
Pequeña en estatura y enorme en significado, la loma de Dumañuecos es nuestro monte Everest y nuestra cordillera de Los Andes. Seguirá desafiando almanaques, como símbolo de una geografía que le agradece su altura.

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martes, 1 de marzo de 2011

El cine al aire libre de la Feria

Durante un buen número de años, funcionó dentro del área de la Feria Agropecuaria e Industrial de Las Tunas -hoy Parque 26 de Julio- el llamado Cine Yariguá, una suerte de anfitreatro para la difusión del séptimo arte gratamente recordado por los tuneros. Tenía la  singularidad de que sus proyecciones se realizaban al aire libre, o, como decían muchos entoinces, «bajo las estrellas». Su capacidad era, tal vez, de alrededor de medio millar de personas, las que debían acomodarse a como diera lugar en unos rústicos bancos sin espaldares construidos de cemento. El anfiteatro de la feria ofertaba servicios en horario nocturno, y realziaba sus proyecciones sobre una enorme pantalla también de cemento, en la que se definían espectacularmente las imágenes de los filmes, la mayoría pertenecientes a la época de oro de las coproducciones franco-italianas y de la cinematografía soviética. Proyectaba películas de 35 milímetros, hoy muy difíciles de adquirir. En estos filmes el negativo se corta en tiras de ese ancho, con cuatro perforaciones por cuadro en ambos lados para que se reproduzca a 24 fotogramas por segundo. El cine al aire libre de la feria dejó de exhibir en los años 80,  aunque la pantalla todavía se mantiene en pie.

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