lunes, 21 de marzo de 2011

El pedraplén de Cayo Juan Claro

En el último cuarto del pasado siglo se puso en boga en Cuba la construcción de los pedraplenes para unir a la isla grande con algunos de sus cayos próximos. Se trató de algo inapazable, en virtud del auge que tomaba el turismo. La edificación de hoteles en esos sitios casi vírgenes devino tentación para fomentar allí la llamada industria sin humo. Pero para llegar hasta ellos eran imprescindibles los pedraplenes. 
Este tipo de acceso a través del mar no es un «invento» contemporáneo. La bibliografía habla de un puente construido bajo el Imperio Romano a orillas del río Tajo, en España, en el año 106, cuya estructura aún permanece en pie. En su honor, la Fundación San Benito de Alcántara otorga cada dos años el Premio Puente de Alcántara a obras con categoría y relevancia. Cuba se hizo acreedora de esta distinción en el 2002 con el terraplén de 48 kilómetros, construido un año antes, que une a Caibarién con Cayo Santa María, en el norte villaclareño donde Ernest Hemingway salía a cazar submarinos nazis en su yate El Pilar durante la Segunda Guerra Mundial. 
Sin embargo, poco se conoce en Cuba acerca de la primera obra de ese tipo construida en sus predios, y que no se ejecutó, precisamente, con fines turísticos. Se trata del pedraplén que une al poblado de Delicias con el Cayo Juan Claro ─denominado también Puerto Carúpano─, ambos en el norteño municipio de Puerto Padre. La intención fue habilitar en el cayo un puerto que permitiera el atraque de embarcaciones de gran calado. Por la naturaleza de su concepción, este terraplén figura en la relación de las siete maravillas de la ingeniería civil de todos los tiempos en la provincia de Las Tunas. 
El pedraplén puertopadrense comenzó a construirse en 1910, a instancias del grupo Chaparra Sugar Company, y tenía por finalidad unir por una vía ferroviaria ambas orillas para embarcar por  los espigones  del Cayo el azúcar producida por los centrales Delicias y Chaparra, nombrados luego, ya en la etapa revolucionaria, Antonio Guiteras y Jesús Menéndez, respectivamente. 
Junto con las paralelas ferroviarias se desplegaron también postes para tendidos eléctricos y telefónicos, y se construyeron enormes almacenes, el mayor de ellos llamado popularmente «El Capitolio». Los depósitos de miel eran igualmente descomunales, con facilidades de bombeo hacia los buques cisternas. Hay que precisar que, hasta entonces, las únicas vías de acceso desde Puerto Padre hasta la ínsula las garantizaban dos pequeñas empresas, cuyos dueños se nombraban Juan Mora y Enrique Roque.
El segundo momento de la importante obra de ingeniería civil arrancó en 1960. Para entonces el objetivo  fundamental fue ejecutar una carretera de 6,5 metros de ancho, paralela a la vía férrea tendida anteriormente. Esta ampliación se realizó con el concurso voluntario de cientos de pobladores de Delicias y del propio Cayo. Constituyó un sonado éxito en todos los sentidos. 
Publicaciones de la época certifican que en la primera etapa constructiva del pedraplén se emplearon piedras de diferentes dimensiones, que eran arrojadas al agua y colocadas sobre trípodes de madera dura clavados en el lecho marino. Esas piedras eran transportadas en trenes, que entraban de retroceso a la vía. Por encima de la plataforma conseguida y nivelada con ese método se colocaron luego los raíles ferroviarios fundacionales. 
En la segunda etapa se simplificaron la mayoría de las tareas difíciles. A diferencia del empirismo inicial, los técnicos que la dirigieron poseían ya elevada calificación técnica. Se emplearon los mismos materiales estructurales y se transportaron no solo por la vía ferroviaria, sino también en camiones, carretones, parihuelas y en cuanto medio encontró la gente del cayo Juan Claro. Estudios de la Academia de Ciencias  de Cuba certifican que el diseño del pedraplén no ha afectado en nada el ecosistema de la zona. 
El pedraplén Delicias-Cayo Juan Claro tiene una longitud de mil 600 metros y se conserva en buen estado. La economía tunera le debe mucho, pues comunica esta parte de la isla grande con Puerto Carúpano, una de las terminales de azúcar a granel más importantes y eficientes del país. 

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