sábado, 28 de abril de 2018

Murió el caballero de Las Tunas

Un absurdo accidente de tránsito le cercenó la vida el pasado viernes 20 de abril a un auténtico personaje de la capital tunera. En efecto, a pesar del esfuerzo de los médicos que lo atendieron después de ser atropellado por un motociclista, falleció y fue sepultado en el cementerio municipal Alberto Álvarez Jaramillo, el popular Comandante, quien durante más de medio siglo deambuló por nuestras calles y se insertó en ellas como uno de sus símbolos más genuinos.
Resultó una pésima noticia para la gente que tanto lo quiso y respetó. Y eso se reflejó en las múltiples ofrendas florales que fueron depositadas junto a su féretro, el cual, para honra de su criollísima cubanía, fue cubierto por la bandera nacional. Tenía 78 años de edad este hombre taciturno y cavilador.
En lo adelante, la ciudad y el imaginario callejero sentirán su ausencia. Les propongo leer esta crónica que hace algunos años escribí sobre él. Deviene ahora mi homenaje a un ícono que, por propio derecho, ya pertenece a la posteridad. Atención, escritores y artistas locales: ahí tienen un buen tema de inspiración para perpetuar su memoria.

EL CABALLERO DE... LAS TUNAS

Cuando la ciudad de Las Tunas despierta entre las brumas del amanecer, Alberto Álvarez Jaramillo ─popularmente conocido por El Comandante─ se asoma a la calle a reencontrarse con lo cotidiano. Gasta pantalón y camisa verde olivos, charreteras militares y boina carmesí. Deambula sin destino fijo, igual dirigiéndose a un auditorio imaginario que adoptando sofisticada pose de tribuno. Sí, El Comandante es un remedo de Quijote provinciano, una suerte de Caballero de París fantasioso y tranquilo.
Su edad es imposible de establecer, pues parece como detenido en el tiempo. Tampoco se puede calcular la cantidad y naturaleza de los objetos que almacena con hermético celo en los bolsillos a guisa de patrimonio, y que van desde «documentos secretos» hasta pedazos de madera, trocitos de cuerdas, recortes de periódicos, sorullos de cartón y mochos de lápices recogidos en plena vía pública o regalos de transeúntes piadosos.
Presume de su «alta jerarquía» militar y a nadie le admite ambigüedades con respecto los galones que alguien con alma samaritana le colocó sobre los hombros. Si no se le quiere enojar, que no se le trate de capitán o de teniente: ¡Co-man-dan-te! Y cuando escuchen su silbato romper el silencio del mediodía, atiedan porque será el preludio de una de sus chácharas llenas de chiflada sabiduría.
Un familiar de El Comandante me contó cierta vez que nuestro hombre fue, en sus buenos tiempos, un joven dispuesto, trabajador, hacendoso y amigo de hacer el bien. Pero un medicamento mal administrado y peor asimilado le perturbó las entendederas. Desde entonces cada mañana recorre las calles del centro histórico citadino vestido de militar, reminiscencia tal vez de su efímero tránsito por la vida de uniforme.
Sin embargo, y a pesar de su discapacidad mental, El Comandante es capaz de mantener con el interlocutor que lo respete una conversación coherente y fluida. Lo he observado en el parque Vicente García disertar sobre temas del pasado o de la actualidad, ante el asombro de sus contertulios. Y si de dignidad se trata, él la tiene por arrobas. Nunca pide limosnas ni duerme fuera de casa. Tampoco acepta chucherías ni refrigerios de desconocidos.
La ciudadanía lo acepta como a uno más de los suyos. Aunque si alguien osara tomarle el pelo, él lo enfrentaría y lo pondría en su lugar. El Comandante puede montar en cólera ante las burlas de los guasones, y ¡ay si alguno se le aproxima! Más de uno ha tenido que sufrir en su anatomía el precio del agravio por la vía de un merecido y oportuno puñetazo.
Alberto Álvarez Jaramillo, El Comandante, tal vez ignore que él es un auténtico personaje de las calles tuneras. Un símbolo legítimo que improvisa pies forzados, respeta a los niños, detesta a los delincuentes, ofrece los buenos días, socorre a los ancianos, viste de limpio, saluda la bandera y ama a su tierra. ¿Se le puede pedir mayor cordura a un hombre?

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