Este hermoso texto lo escribió la chilena Isabel Allende. Es una joya de sensibilidad desde la primera hasta la última línea.Va dedicado a todas las madres del
mundo en general, a las cubanas en particular y a la mía en especial.
Hace 22 años que Paquita (foto) partió hacia otra dimensión,
pero no hay un solo día en que no la recuerde.
SER MADRE
Por culpa del azar o de un desliz, cualquier mujer puede convertirse en madre. La naturaleza la ha dotado del "instinto maternal" con la finalidad de preservar la especie. Ser madre es considerar que es mucho más noble sonar narices y lavar pañales, que terminar los estudios, triunfar en una carrera o mantenerse delgada. Es ejercer la vocación sin descanso, siempre con la cantaleta de que se laven los dientes, se acuesten temprano, saquen buenas notas, no fumen, organicen sus cosas, seleccionen bien sus amigos... Es preocuparse de las vacunas, la limpieza de las orejas, los estudios, las palabrotas, los noviazgos, sin ofenderse cuando la mandan a callar o le dan un desplante. Es quedarse desvelada esperando que vuelva el hijo de la fiesta y, cuando llega, hacerse la dormida para no fastidiar. Es temblar cuando anda en moto, se afeita, se enamora, presenta exámenes o le sacan las amígdalas. Es sonreír cuando lo ve contento y apretar los dientes cuando lo ve sufriendo. Es servir de niñera, maestra, cocinera, alcahuete, cómplice, lavandera, médico, policía y confesora. Es entregar amor y tiempo sin esperar que se lo agradezcan. Es decir que "son cosas de la edad" cuando intenta justificar un error. Madre es alguien que nos quiere y nos cuida toda la vida y que llora de emoción porque uno se acuerda de ella una vez al año, es decir, el segundo domingo de mayo. Como dijo Balzac, el corazón de una madre es un abismo en cuyo fondo siempre hallarás perdón. Es el único capital que nunca quiebra y con el que se puede contar todo el tiempo. Como dijo Martí, no cree el hombre en la muerte hasta que su madre no se le va de entre los brazos. Precisamente, ese es su peor defecto: que mueren antes de que los hijos les retribuyamos una ínfima parte de lo que hicieron por nosotros. Nos dejan desvalidos, culpables, indefensos, desorientados e irremisiblemente huérfanos. Por suerte hay una sola madre. Porque nadie, ni siquiera el más fuerte, soportaría el dolor de perderla dos veces.
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