La madre naturaleza fue avara con Manatí cuando repartió corrientes fluviales. Las pocas que tuvo a bien concederle son tan humildes que apenas rebasan la categoría de riachuelos. Ahí está el arroyito de Corpas, seco durante casi todo el año. O el río Guanábano, también exprimido, en cuyas sucias riberas se le ocurrió a alguien una vez instalar una base de campismo.
Es cierto que contamos con un par de corrientes de agua dulce de mayores dimensiones, como son el río La Gallina y el río Gramal. Pero ambas están bastante alejadas del perímetro del municipio. Es decir, lo suficientemente distantes como para que nadie en la localidad se interese demasiado por ellas. No ocurre, igual, sin embargo, con nuestro entrañable río Venero.
Nadie sabe por qué y desde cuándo se le llama así a esta suerte de estero que va a verter sus turbias aguas en la bahía de Manatí, aunque, según el Diccionario de la Real Academia Española, venero significa «manantial». El caso es que uno relaciona la palabra manantial con líquido puro y cristalino. Y las aguas del Venero no clasifican en esa prístina categoría.
Durante muchos años, este río recibió con paciente y pasiva resignación cuanta materia contaminante generó el ya desaparecido central azucarero «Argerlia Libre». Tanta que en cuestión de unos pocos años desapareció de sus predios la fauna característica. Jamás se ha vuelto a pescar allí una trucha o una biajaca. ¿Cómo vivir en semejante contaminación?
Recuerdo cuánto interés me causaba este río cada vez que pasaba por su decrépito puente de madera rumbo a la playa de Sabana. Lo miraba siempre con cierta tristeza, como si me inspirara compasión por su estado y soledad. Es que siempre he asociado a los ríos con los bañistas. Y en el caso del Venero, ¿a quién se le hubiera ocurrido darse una zambullida allí?
El río Venero continúa en el mismo lugar de siempre, tucio, triste y melancólico, con su puente metálico igualmente desvencijado sobre su cauce. Su soledad se acrecentó, porque ya son contados los que transitan por allí rumbo a la playa o al colindante poblado de Sabana.
Sí, nuestro río por antonomasia mereció mejor suerte, ¿verdad?
1 comentarios:
Es una triste realidad pero la mayoria de los rios que atraviezan las principales urbes metropolitanas y núcleos poblacionales de la isla comparten la misma suerte que el rio Venero.Cito tan solo dos ejemplos, de muchos que pudiera mencionar:El rio Almendares en la Habana y el rio Hórmigo en la ciudad de Las Tunas.Estas arterias se han constituidos en vertederos de aguas negras y poco o nada se hace por cambiar esta situación de deterioro,tanto para el entorno como para la flora y fauna de la región.Si en la actualidad esta situación ha cambiado para bién, lo desconozco porque estoy residiendo en el exterior.
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