El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz 2009 a Barak Obama ha sido -y valga la comparación- como adjudicarle un sitio en el codiciado Hall de la Fama de Cooperstown a un novato por su primera temporada como jugador de las Ligas Mayores del béisbol. ¡Un desaguisado!
Para conjurar cualquier suspicacia de prejuicios ideológicos, aclaro que pensaría igual si Obama fuera ruso, nepalés, mongol, libio, boliviano o de la mismísima Conchinchina. Mi criterio no tiene nada que ver con nacionalidades. Tampoco con que él sea el presidente de los Estados Unidos.
Se trata de un dignatario joven en quien se cifran enormes esperanzas Pero tan inexperto en la alta política que todavía anda a tientas en el complejo panorama de las relaciones internacionales. En materia de paz -y de guerra- no tiene aún nada que exhibir.
Algo que causa extrañeza en los más heterogéneos círculos globales y centros de poder es que Obama llevaba solamente 9 días ocupando el sillón presidencial de la Casa Blanca cuando el Comité Nobel dio por cerrado el plazo establecido para recibir candidaturas.
Es obvio que en tan breve tiempo no pudo haber hecho lo que le reconoce el dictamen: “sus esfuerzos extraordinarios para reforzar la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos”. Y una mención a su labor por “un mundo sin armas nucleares”. Según el testamento de Alfredo Nobel, su creador, este premio se otorga a la persona o institución que hayan trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz. En el caso de Obama, son proyectos y no hechos consumados. Pienso que los académicos noruegos le hicieron un flaco favor al carismático líder al conferirle -de manera unánime- la distinción. Obama se verá ahora en situación incómoda y presionado a tomar iniciativas que tal vez no figuraban en su agenda inmediata. Otros candidatos nominados -instituciones y personalidades- reunían aval para aspirar con mayor justicia al premio. Como la Coalición contra las Armas con Munición de Fragmentación, que lucha desde hace años por la destrucción de las minas antipersonales. A la insistencia de esta organización -junto a la ONG Handicap International- se debe el tratado que prohíbe el uso de este tipo de minas en casi 100 países. Es una pena que los principales productores -Estados Unidos, Rusia y China- no lo hayan rubricado. Otra buena opción era la de la colombo-francesa Ingrid Betancourt, ex candidata presidencial y ex rehén de las FARC, la guerrilla izquierdista de Colombia. Estuvo secuestrada durante seis años en la selva sudamericana, y, desde su liberación por un operativo militar, se dedica a promover por todas partes el entendimiento en su país. En la lista habían más nombres ilustres: el príncipe jordano Ghazi Bin Muhammad, paladín del diálogo inter-religiones; el médico congolés Denis Mukwege, fundador del hospital para mujeres víctimas de la violencia sexual; y la doctora Sima Simar, abogada de los derechos humanos en Afganistán. Cualquiera de ellos pudo ser premiado.
Se trata de un dignatario joven en quien se cifran enormes esperanzas Pero tan inexperto en la alta política que todavía anda a tientas en el complejo panorama de las relaciones internacionales. En materia de paz -y de guerra- no tiene aún nada que exhibir.
Algo que causa extrañeza en los más heterogéneos círculos globales y centros de poder es que Obama llevaba solamente 9 días ocupando el sillón presidencial de la Casa Blanca cuando el Comité Nobel dio por cerrado el plazo establecido para recibir candidaturas.
Es obvio que en tan breve tiempo no pudo haber hecho lo que le reconoce el dictamen: “sus esfuerzos extraordinarios para reforzar la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos”. Y una mención a su labor por “un mundo sin armas nucleares”. Según el testamento de Alfredo Nobel, su creador, este premio se otorga a la persona o institución que hayan trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz. En el caso de Obama, son proyectos y no hechos consumados. Pienso que los académicos noruegos le hicieron un flaco favor al carismático líder al conferirle -de manera unánime- la distinción. Obama se verá ahora en situación incómoda y presionado a tomar iniciativas que tal vez no figuraban en su agenda inmediata. Otros candidatos nominados -instituciones y personalidades- reunían aval para aspirar con mayor justicia al premio. Como la Coalición contra las Armas con Munición de Fragmentación, que lucha desde hace años por la destrucción de las minas antipersonales. A la insistencia de esta organización -junto a la ONG Handicap International- se debe el tratado que prohíbe el uso de este tipo de minas en casi 100 países. Es una pena que los principales productores -Estados Unidos, Rusia y China- no lo hayan rubricado. Otra buena opción era la de la colombo-francesa Ingrid Betancourt, ex candidata presidencial y ex rehén de las FARC, la guerrilla izquierdista de Colombia. Estuvo secuestrada durante seis años en la selva sudamericana, y, desde su liberación por un operativo militar, se dedica a promover por todas partes el entendimiento en su país. En la lista habían más nombres ilustres: el príncipe jordano Ghazi Bin Muhammad, paladín del diálogo inter-religiones; el médico congolés Denis Mukwege, fundador del hospital para mujeres víctimas de la violencia sexual; y la doctora Sima Simar, abogada de los derechos humanos en Afganistán. Cualquiera de ellos pudo ser premiado.
Pero no todos están en contra del premio. La revista colombiana Semana asegura que mucha gente lo respalda. Y basa sus argumentos en que "desde la toma de posesión de Obama el 20 de enero, el tono de la política internacional ha cambiado radicalmente”.
La publicación sudamericana agrega que ”atrás quedaron los días en los que el mundo musulmán miraba de reojo al presidente George W. Bush y en los que Estados Unidos era una nación que despertaba una desconfianza monumental en el continente europeo".
Recuerda luego que una encuesta del Pew Research Center, aplicada en 25 países entre mayo y junio pasados, reveló que el 93 por ciento de los alemanes, el 91 por ciento de los franceses y el 86 por ciento de los ingleses creen que Obama va a tomar las decisiones correctas. En tiempos en que ocupaba el Salón Oval el presidente George W. Bush, esos porcentajes eran del 14, el 12 y el 16, respectivamente.
En fin, no es que Obama no se merezca el Nobel de la Paz -en lo personal estoy entre sus simpatizantes-, sino que es una guirnalda precipitada para su palmarés en construcción. Tal vez en lo estratégico surta efecto y devenga acicate para lograr la concordia mundial. Pero en lo táctico, todavía me mantiene boquiabierto.
2 comentarios:
Tu realmente crees que ese premio va a forzar en algo a Obama?
Tu no puedes ser tan tonto.
A lo mejor suelta a los espias pa que tengan algo de que hablar... :)
C
sin dudas no es solo usted el sorpreendido , la entrega de este premio ha sido en el mundo entero motivo de comentarios de diferentes indoles , pero no es menos cierto que es un premio estrategico , que en lo adelante comprometera al joven dicnatario
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