lunes, 26 de septiembre de 2011

Chaplin en un poema

Por la obra artística que legó a la cultura universal, el comediante inglés Charles Chaplin es mucho más que un ícono del  séptimo arte. Persona de fina sensibilidad, escribió poemas dignos de figurar con honor en la más exigente antología del género. No por azar sus filmes constituyen piezas líricas auténticas, tanto por la exquisitez de su concepción como por el palco de privilegio que le reservó en ellos al ser humano. Esta muestra es una evidencia del talento poético de Chaplin:  


VIDA
Ya perdoné errores casi imperdonables,
ya sustituí personas casi insustituibles,
ya olvidé personas casi inolvidables,
ya hice cosas por impulso,
ya me decepcioné de alguien
de quien no pensé decepcionarme.
Ya abracé para proteger,
ya me reí cuando no podía,
ya hice amigos de verdad,
ya amé y  me amaron,
ya me amaron y no amé,
ya grite y salté de felicidad,
ya hice juramentos eternos,
ya lloré oyendo música y viendo fotos,
ya llamé solo por escuchar una voz,
ya me enamoré por una sonrisa,
ya pensé que iba a morir de nostalgia,
ya temí perder a alguien especial...
 ¡Pero a todo sobreviví! ¡Y estoy vivo!
Ahora no solo paso por la vida, ¡vivo!
  Y tú tampoco deberías no solo pasar.
Hay que abrazar la vida y vivirla con pasión.
Bueno es acudir decidido a la lucha.
Pero a vencer con clase y a perder con osadía.
Porque el mundo pertenece a quien se atreve.
  Y la vida es mucha cosa para ser insignificante.

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lunes, 19 de septiembre de 2011

Cosas del pasado

El tema relacionado con la segregación racial siempre me ha resultado antipático. Opino que en el planeta solo existe una raza: la humana. Lamentablemente, no se puede borrar de un simple plumazo el pasado. De ahí que, por entonces, en Manatí mucha gente se organizaba en sociedades según fuera el color de su piel. 
Esta foto pertenece a la familia manatiense Eversley Goulbourne. Me la facilitó mi amigo Jorgito -ya la había publicado Geovanis, El Guajiro, en su perfil de Facebook-, uno de sus miembros, quien reside actualmente en Inglaterra, donde se dedica a la música. Es del llamado Manatí Social and Cricket Club (MSCC), más conocido en la localidad por Club de los Jamaiquinos. Estaba ubicado detrás del otrora taller del INRA, justamente en el inmueble donde años después vivió con su familia un popularísimo profesor de inglés -nacido en Barbados- llamado Vivian Yearwood. . 
La imagen fue tomada entre los años 1955 y 1958, y refleja una actividad festiva del club, en ocasión de la coronación como Reina de la sociedad de la señorita Eva Martínez, que aparece al centro. Entre otros semblantes identificables, figuran en la instantánea -atildados, juveniles y elegantes- Donald Muir  (Pancho), a la izquierda, con traje blanco y lacito. Y, a su lado, con chaqueta blanca, Ruperto Guibbons Dixon (Son). 
También quedó atrapada para la posteridad en la cartulina la señorita Eva Nicholas. Y en la extrema derecha, Jorge Eversley Betts (Cherly Eversley), último presidente del Club de los Jamaiquinos (etapa 1957-1961), pastor de la Iglesia Metodista de Manatí y experto en reparar televisores.  
Según me contaba mi padre, esta sociedad contó con gran arraigo popular en Manatí, mayor, en ocasiones, que las mal llamadas «solo para blancos». Tanto que el el Club... contrataba todos los años para sus festividades a las mejores orquestas de Cuba, incluyendo a la de Benny Moré y la Aragón. Y a sus instalaciones había que entrar de «cuello y corbata"». 
Además del Club de los Jamaiquinos, existió en Manatí la denominada Sociedad de Color, situada a la sazón en la zona donde funciona hoy el complejo de servicios de barbería, peluquería y estudio fotográfico. Era un caserón de madera, con entrada frente al local del Sindicato Azucarero. 
Mi amigo manatiense Alexis López, radicado desde hace años en Estados Unidos, comenta aquella realidad de las siguiente manera: 
«Pero Manati nunca fue un pueblo dividido racialmente. Su gente se llevaba como familia, a pesar del color de la piel. Mi papá me conto un pasaje cómico. Resulta que en una fiesta popular impusieron la separacion racial y colocaron una soga  para que de un lado bailaran los blancos y del otro los negros. Según asegura mi viejo, un manatiense blanco se puso a bailar con una manatiense negra, separados solo por... ¡la soga!
El racismo es un fenómeno complejo. ¡Hasta en la racista Sudáfrica pasó a la historia! La sociedad que se respete no puede tolerarlo.

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martes, 13 de septiembre de 2011

Incentivo de carnaval

Los carnavales tuneros de 1982, además de abundante cerveza, comida criolla y música bailable, tuvieron un incentido adicional: la participación en sus actividades de parte del elenco artístico de Alegrías de Sobremesa, el popularísimo programa humorístico-musical que Radio Progreso -La Onda de la Alegría- transmite de lunes a sábado desde hace más de 45 años. 
Los carismáticos artistas se presentaron con extraordinaria aceptación y asistencia de público en varios escenarios de la ciudad. En la foto figuran, de izquierda a derecha, Aurora Basnuevo (Estelvina), Martha Jiménez Oropesa (Rita) y los ya fallecidos Wilfredo Fernández (Alejito) e Idalberto Delgado (Paco). 
Alegrías de Sobremesa es uno de los espacios emblemáticos de la radio nacional y forma parte de la identidad de millones de cubanos, quienes suelen ser puntuales en su sintonía. Comenzó a transmitirse el 15 de abril de 1965, bajo la dirección de su fundador, Antonio (Ñico) Hernández. Su libreto lo escribió por más de 40 años Alberto Luberta, Premio Nacional de Radio, Premio Nacional de Humorismo y Premio Por la Obra de la Vida. 
Además de ocupar un importante sitio en el rating radial cubano, el programa le dio cabida  en sus libretos a buena parte de los actores y actrices más destacados del país enm diferentes épocas. Entre ellos se citan  Agustín Campos (Perfecto Carrasquillo),  Pipo de Armas (Ceferino), José Antonio Rivero (El Encargado) y Juan Carlos Romero (Juanca).

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miércoles, 7 de septiembre de 2011

El preuniver de Manatí, 25 años después

A esta fotografía le tengo gran cariño. Se trata del primer grupo de graduados del  preuniversitario «René Martínez Tamayo», primero de su tipo en la historia de Manatí, del cual fui secretario docente cuando abrió sus puertas hace ahora un cuarto de siglo. 
Antes de entonces, nuestro terruño carecía de esa enseñanza. Por tal razón, casi todos los egresados de la Secundaria Básica «Dos de Diciembre» se veían en la necesidad de continuar sus estudios de bachillerato en centros internos pertenecientes al municipio de Jobabo, distantes de Manatí.
Las muchachas y los muchachos capturados en esta fotografía -¡ya todos son cuarentones!- fueron de aquellos que transitaron por los Melanios -nombre genérico por el que se conocían las citadas escuelas  internas jobabenses-, en cuyas aulas vencieron los grados décimo y onceno. Al inaugurarse el preuniversitario manatiense en el curso1986-1987, regresaron a la patria chica y ocuparon pupitres para cursar el duodécimo grado.
Nadie vaya a pensar que el  Instituto Preuniversitario en el Campo «René Martínez Tamayo» -su nombre oficial- debutó sin contratiempos. Ni siquiera disponía de las condiciones mínimas para la docencia. Mucho menos les garantizaba a sus alumnos alojamiento medianamente confortable. En realidad, comenzó a funcionar en lo que había sido un centro penitenciario, en una comunidad  llamada El Guanito, próxima al poblado de Duñanuecos. Eso sí, sus instalaciones fueron adaptadas con amor por parte de los constructores.  
Mencionaré solo los nombres (y apodos) de algunos de los estudiantes que aparecen en la imagen, por cierto, bastante deteriorada por el tiempo. Por favor, me excusan los que mi memoria no ha podido retener ni menos identificar. Han pasado muchos años y no es lo mismo. Voy: Niurka, María Andrea, Boris, Leonides, Ania, Cristell, Vilma, Tamara, Damaris, Barea, Daniel, Dagoberto, Annamaris, Odalys, Álvaro, Elber, Felipito, Denia, Yanet, Aveleira, Maidel, «Ubita», Osmani, Pino, Kenia, Jorge,  Leticia, Diana, Sandra, Eduardo, «Tatica», Ivia, Yelina, Nancy, Nuria, Salinas ... 
Aparecen también los profesores Eradis González (Química) y Ceferino Márquez (Español y Literatura). También Luis Labrada (director) y este servidor (en la fila trasera, en el mismo centro, con bigotes). La fotografía fue tomada el 17 de julio de 1986 en el parque de Manatí, junto al busto de José Martí, al culminar el acto de graduación en el cine municipal.
No me perdonaría dejar de mencionar a otros profesores que, aunque no figuran en la foto, integraron aquel colectivo fundacional cuyo recuerdo mantengo vivo: Orestes Sosa (fallecido), Elías Ankle, Gladys y Alina de la Rosa, Mirtha James, Simónides Guzmán, Bernardo Hernández (primer subdirector docente), Alberto Pérez (Betico), Jorge Rodríguez, Mayry Vaillant, Arnaldo Cañete (fallecido), Edilberto Rodríguez, Eliades, Usatorre, Rubiseida, Santa, Marbelis, Alfredo Obregón (primer director),  Frank, Miriam Fundora,  Andrés García, Enel y Wálmer (matrimonio mayaricero), Marthica y Xiomara (bibliotecarias), Sarazola, Lourdes, Jorge Lescay... A algunos los volví a ver en diferentes momentos y lugares. Otros viven en el exterior y, eventualmente, intercambiamos correos electrónicos. A un tercer grupo le perdí por completo la pista. En cualquier lugar de este mundo  -o del otro- donde estén, reciban mi abrazo afectuoso. 

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domingo, 4 de septiembre de 2011

El viejo hotel

Este es al antiguo hotel de Manatí, destruido por las bombas de la aviación del dictador Fulgencio Batista el 2 de diciembre de 1958. Lo edificó la compañía Manatí Sugar Company poco después del debut fabril del ingenio, allá por 1914. Según antiguos pobladores del municipio, contaba con más de 40 habitaciones  de uno y dos cuartos donde residían,  en calidad de alquiladas, numerosas familias del batey. 
El área habitacional radicaba en el segundo nivel. Disponía  de baños privados y colectivos. De estos últimos, ocho eran para hombres y... ¡solo uno para mujeres! Uno de sus locales hacía las veces de peluquería, y era propiedad de Aida Ochoa. También laboraba allí la minicuri Ela León. Varias habitaciones se les reservaban a trabajadores de otros lugares de Cuba -puntistas, químicos...- que venían cada año a Manatí a hacer la zafra. 
Arriba también estaba instalada la única cabina para llamadas telefónicas de larga distancia existente en la localidad. Los interesados en utilizarla debían primero solicitarle el servicio al viejo Folgoso, quien la tenía a su cargo. Entonces él abría el candado y permitía que el solicitante se comunicara por la vía de la manigueta, pues los teléfonos de la época eran de magneto.
En la planta baja funcionaba un centro comercial con servicios de ferretería, víveres, ropa, peletería y carnicería, entre otros. Dos oficinas llevaban la contabilidad general y lo relacionado con los llamados vales, un documento que autorizaba a los trabajadores del ingenio a adquirir mercancías fiadas cuyos precios les descontaban luego de sus salarios. El edificio, con entrada principal frente al parque, tenía patio interior, vista para las cuatro calles adyacentes y balcones corridos en sus partes delantera y trasera

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