sábado, 26 de junio de 2010

El ojo mágico del Mundial de Fútbol

Entre los atributos que más colorido les aportan a las citas mundiales de fútbol figuran en un palco de honor las fotos. Miles de profesionales de las más remotas latitudes vienen a estas lides solo con el fin de lograr una imagen de excelencia capaz de darle la vuelta al planeta. No todos lo logran, desde luego. Y no por falta de pericia técnica, sino que «la buena imagen», como aseguran ellos, suele venir muchas veces del veleidoso brazo de la fortuna.
Por su naturaleza misma, ciertas fotos llaman enseguida la atención. Como esta donde destella una pupila  humana que semeja un balón de fútbol. No es un montaje, como tal vez algún lector suspicaz pudiera suponer. Se trata de un lente de contacto que su dueño se mandó a diseñar especialmente para este torneo futbolístico. Un fotógrafo de la agencia  AP -famosa por la calidad de sus flashazos- tuvo la suerte de darse de narices con tamaña originalidad y ahí mismo apretó el obturador de su cámara.
En el resto de las fotos no consta  el crédito de sus autores. Pero en todas palpita la intención expresa de demostrar que el fútbol, además de emociones y decepciones, genera también belleza y fantasía. Lo sugiere esta pareja de agraciadas chicas, a todas luces fans de los equipos de Brasil y de Estados Unidos. Una lleva en su blusa la tonalidad verdeamarilla de los cariocas; la otra exhibe tatuada en la piel la bandera de las barras y las estrellas. Imágenes así, representativas de los colores de cada país participante y su correspondiente bandera nacional,  abundan en los mundiales de fútbol, la fiesta deportiva más extraordinaria y cosmopolita que se pueda imaginar, solamente superada en concurrencia por los Juegos Olímpicos.
En materia de indumentaria, la copa es una auténtica vitrina. En la sui géneris pasarela  vemos el busto de una joven con dos motivos blanquinegros. Su significado, características y coordenadas no necesitan explicación. Otra imagen nos proyecta el semblante de una muchacha con ínfulas arbitrales. ¿Le armaría alguien un «berrinche» por una decisión dudosa? Creo que no. Como se aprecia, el silbato de la «colegiada» tiene forma de balón. También los animales hacen constar su presencia temática, como ese perro con un pequeño balón entre sus fauces o el insecto cuyo caparazón fue decorado de esa forma por sabrá Dios qué diletante. Se trata de fotos que reflejan el colorido presente en un  torneo deportivo de tan gigantesca connotación. En pocos eventos políticos, sociales o de otros perfiles tienen los fotógrafos oportunidad  mejor de darse abundante banquete con sus cámaras como en un campeonato mundial del bien llamado «deporte de las multitudes».
Amigos, mi búsqueda de fotografías de la Copa del Mundo de fútbol en Internet me hizo apreciar  la cantidad, variedad y calidad que pueden conseguirse. Van de lo deportivo a lo anecdótico, y definen para la humanidad, en un mosaico de colores, el inicio de un nuevo decenio. La copa no solo queda en los videos de los juegos. Ciertas fotos congelan el triunfo de un equipo y la proeza de un futbolista. Pero también muestran la era que nos ha tocado vivir. Un campeonato mundial de fútbol es también -¡cómo no!- una oportunidad para demostrar que es posible la paz y la fraternidad entre los seres humanos, con independencia de ideologías, razas, procedencias y religiones.
Un autor anónimo lo sintetiza mejor. Dice: «El mundial de fútbol es la única guerra donde nadie muere y donde los nacionalismos se llevan al extremo sin quemar en la hoguera. Es la confrontación donde todos somos extranjeros  peleando por un efímero honor de cuatro años, que importa mucho y poco a la vez. Nos hace ganadores, pero no necesariamente mejores.  De no ser por las fotografías, el mundial de fútbol sería apenas una referencia, una  mera ilusión».

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domingo, 20 de junio de 2010

Mi regalo de todos los domingos



SofiBetiSalir con mis hijas a pasear por la ciudad los domingos por las mañanas no constituye para mí una experiencia nueva. En realidad, desde hace tiempo ellas y yo tenemos por costumbre emplear estas jornadas para ir al Teatro Guiñol, al Café Fiñe, al Parque Infantil o a cualquier otro sitio que resulte de su común preferencia. Hoy, sin embargo, tuvo un significado especial: es el Día de los Padres.
Mis niñas despertaron antes de las ocho de la mañana. A pesar de mi  hábito madrugador, yo aún dormitaba. Percibí su presencia a través de mis oídos, cuando ambas comenzaron a cantarme «Felicidades, papá / hoy es tu día de fiesta / la rosa roja está abierta / felicidades papá/». Me dieron -nos dimos- abrazos y besos. Luego las muy bribonzuelas... ¡me pidieron que les preparara la leche! «Si no se apuran llegaremos tarde al teatro», les advertí. Y entonces, con el corre-corre, casi volvieron loca a su mamá.
Una vez bañadas y vestidas, tomamos rápidamente la calle, prestos, como siempre, a pasar  juntos unas horas de felicidad. En el trayecto tuve varios motivos para divertirme con sus ocurrencias. Sofía me preguntó: «Papito, ¿verdad que no tenemos que regalarte nada porque nosotras somos el mayor regalo para ti?» Muerto de la risa le dije que tenía razón. Al poco rato, le recriminé  en buena forma a Beatriz que no agradeciera el gesto de un muchacho que se agachó a recogerle un juguete caído de sus manos. Me respondió: «Está bien, papito, a la próxima persona que me diga bonita le daré las gracias». Tuve que reirme de nuevo. Los tres vamos siempre así por la calle, conversando, preguntando, explicando, discutiendo...
Nuestra primera escala fue el Teatro Guiñol. Pero -¡ay!-, allí supimos que no habría función por  lo escaso de la concurrencia. Apenas habíamos cinco personas. Mis niñas se decepcionaron con la noticia. Recobraron el ánimo cuando las invité a tomar helados. Fuimos a un establecimiento cercano y cada una pidió para sí un pote con sabor a chocolate. Yo pedí una cerveza fría. «Papito, no te la tomes toda para que no te emborraches», me advirtió Sofía.  Los presentes soltaron una sonora carcajada.
Mientras degustábamos helados y cerveza, ellas hablaron hasta por los codos de lo humano y lo divino, cantaron canciones y declamaron poemas. Alguien les dijo: «¡Qué bonitas son las dos...!». Y Beatriz, simpatiquísima, le respondió en el acto: «¡Graciasssss!». Había cumplido su palabra respecto a la gratitud. Al poco rato nos despedimos y volvimos a ganar la calle. Luego hicimos un par de visitas relámpagos a unas amistades cercanas.
Cuando estaba por llegar el mediodía, decidimos marcharnos y tomamos el camino a casa. «¿En qué medio de transporte regresamos, papito?», me preguntó, como cada domingo, Sofía. «En el que tú sabes, en bixitaxi», le respondí. Entonces, también como cada domingo, me «tumbaron»10 pesos por concepto de viaje de retorno. Pasamos una mañana maravillosa. ¿Hay un regalo mayor para un padre que este paseo un Día de los Padres?

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viernes, 18 de junio de 2010

Así surgió el Día de los Padres


El Día de los Padres tiene un siglo de constituido. Según quienes han investigado en torno al tema, su celebración se inició en los Estados Unidos en 1910. Fue la norteamericana Sonora Smart-Dold la artífice de esta festividad. Ella estaba convencida de que su padre, William Smart, era tan importante como su madre si de honores se trataba. De ahí que dedicara sus mayores esfuerzos a la implantación de ese día en Yanquilandia.
Este hombre, William Smart, era un curtido granjero nacido y criado en el centroeste de su país, y, además, veterano de la Guerra Civil norteamericana. Su esposa había fallecido durante el alumbramiento de su sexto hijo, por lo que el antiguo soldado  se vio en la obligadción de hacerse cargo del recién nacido y del resto de su numerosa descendencia sin recibir ningún tipo de ayuda.
Pasaron los años y su hija Sonora se convirtió en adulta. Ella, agradecida por la fortaleza y la consagración de su padre en la crianza de su joven familia a pesar de la ausencia materna, concibió la idea de celebrar una vez al año el Día de los Padres. Así fue como el 19 de junio de 1910, tercer domingo del mes, Sonora y sus hermanos se reunieron junto a un grupo de amigos y le organizaron el cumpleaños a su anciano progenitor.
La muchacha le hizo una intensa propaganda a la iniciativa, pero con escaso éxito. En 1915, Harris C. Meek, presidente del Club de Leones de Chicago, retomó la idea. En esta ocasión el proyecto contó con mejores auspicios. En 1924 el Presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge, la apoyó y convirtió el Día del Padre en una celebración nacional. Dos años después, se reunió por primera vez en New York el Comité Nacional del Padre.
En 1956, una resolución del Congreso de Estados Unidos reconoció como un deber homenajear a los padres mediante un día en su honor. Diez años más tarde, el presidente Lyndon Johnson proclamó oficialmente el Día de los Padres como una fiesta nacional. En 1972, durante su presidencia, Richard Nixon firmó una Ley que estableció  el Día de los Padres el tercer domingo de junio. La  idea de la celebración se extendió rápidamente a Europa, América Latina, África y Asia. A finales del siglo XX ya generaba millones de dólares por concepto de ventas de tarjetas y regalos.
La primera celebración del Día de los Padres en Cuba tuvo lugar el 19 de junio de 1938 por iniciativa de la escritora Dulce María Borrero, quien abogó por generalizarlo en la Isla. En otros países latinoamericanos no coincide con el tercer domingo de junio. Ni siquiera en las cercanas en la geografía y la historia, como algunas del área centroamericana.

FRASES PARA EL DÍA DE LOS PADRES
 
-Tener hijos no convierte en padre, como tener un piano no vuelve a nadie pianista (M. Levine).

-Vive de modo tal que cuando tus hijos piensen en justicia y en integridad piensen en ti (J. Brown).

-Un padre cuya conducta personal sea paradigma vale por mil maestros (George Herbert).

-Nada hay nada más hermoso en el mundo que cuando un padre llega a convertirse en el mejor amigo de sus hijos (José Ingenieros).

-Con mucha frecuencia los seres humanos son en la vida lo que sus padres hacen de ellos (Ralph Waldo Emerson).

-El mejor regalo que un padre puede hacerles a sus hijos es un poco de su tiempo cada día (O. A. Battista).

-Un padre es un hombre que espera y confía en que sus hijos sean tan buenos como él hubiera querido ser (Joyce).

LO QUE PIENSA EL SER HUMANO ACERCA DE SU PADRE

A los 5 años de edad: Mi papá es el más grande, el más fuerte y el mejor de todos. Se las sabe todas siempre.
A los 10 años: ¡Qué inteligente e importante es mi papá! No hay ninguno que sepa más cosas que él.
A los 15 años: Verdaderamente, mi papá esta fuera de onda. Por eso es que no me comprende nunca.
A los 20 años: Mi papá está que ya no pone una buena, sus ideas son anticuadas y están fuera de foco.
A los 30 años: Viendo la vida en la distancia, no sé como mi papá no pudo hacer lo que yo hice y voy hacer.
A los 40 años: Voy a consultar a mi papá; he visto que mucho de lo que me ha dicho se ha cumplido.
A los 50 años: ¡Qué pena que murió el viejo! Cuántos buenos consejos me dio siempre y no aproveché casi nunca.
A los 60 años: ¡Qúe sabio era mi papá! ¡Cuántos problemas me hubiera evitado de haberle hecho caso antes!
A los 70 años: ¡Qué sabios éramos los dos! ¡Cuántos problemas nos hubiéramos evitado de habernos escuchado!

LECCIÓN

Una noche, un niño le pregunta a su padre: «¿Cuánto dinero ganas por hora, papá?» El padre, extrañado, responde con otra pregunta: «¿Por qué quieres saberlo?» Y el niño: «No, no, por nada». Acto seguido, le pide cinco pesos. Y el padre: «¿Para qué los quieres?» Y el niño: «Para hacer un gasto importante». El padre le entrega el billete. A la noche siguiente el niño vuelve a hacerle la misma pregunta y el mismo pedido, y el padre, visiblemente airado, le dice: «¿Piensas que me regalan el dinero? Considero una insolencia que me estés preguntando cuánto gano». Lo manda a dormir. Pasados algunos minutos, el padre recapacita y, arrepentido, piensa que quizás fue un poco duro con su hijo. Se acerca a la cama del niño, lo acaricia y le dice: «Perdóname, a veces no estoy de humor; aquí tienes los cinco pesos.» El niño lo mira tiernamente y luego le pregunta en voz baja: «¿No te molesta si vuelvo a preguntarte cuánto ganas por hora?» El padre lo observa y le dice: «No me molesta, hijo, gano 10 pesos por hora». Entonces el niño levanta la almohada, toma los cinco pesos del día anterior y le dice a su padre: «Toma, papi, ya tengo 10 pesos. ¿Podrías estar una hora conmigo?»

PREFERENCIAS

Cierto día, le preguntaron a un padre muy sabio:
«A ver, buen hombre, tú tienes varios hijos, ¿cuál de ellos es tu preferido?»
Y él respondió sin la menor vacilación:
«Tengo preferencias por el hijo más pequeño, hasta que sea mayor; por el que está lejos, hasta que regrese; por el que está enfermo, hasta que se recupere; por el que está preso, hasta que reciba su libertad; por el que pasa dificultades, hasta que las haya superado; por el que está triste, hasta que se anime; por el que está solo, hasta que se enamore; por el analfabeto, hasta que aprenda...»
La respuesta fue aplaudida y aceptada por todos.

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miércoles, 16 de junio de 2010

Las supersticiones en el fútbol

Los jugadores de fútbol de primer nivel se caracterizan, entre otras cosas, por sus excentricidades. Entre ellas clasifican las supersticiones, a las cuales suelen aferrarse para justificar una derrota o una victoria. Ahora que la Copa del Mundo acaba de comenzar en Sudáfrica, vamos a repasar algunas costumbres extrañas. Y no solo de grandes jugadores, sino también de técnicos de brillante currículo.
 - Gennaro Gattuso, centrocampista de Italia en  el Mundial de 2006, usó el mismo suéter durante todo el torneo. 
- John Terry, defensa de Inglaterra, ocupa el mismo asiento del autobús, y oye siempre el mismo CD cuando va rumbo al estadio 
- Juan Sebastián Verón, volante de Argentina, tiene por costrumbre encintarse las rodillas desde una lesión que sufrió en 1997. 
- Mario Gómez, delantero de Alemania, no canta el Himno Nacional  previo a los juegos porque una vez no lo hizo y luego anotó dos goles. 
- Ricardo La Volpe, arquero de Argentina en 1978 y seleccionador de México en 2006, consultaba con una astróloga sus alineaciones. 
- Laurent Blanc, defensa central y capitán del equipo de Francia en 1998, besaba antes de los partidos la cabeza rapada a su portero, Fabian Barthez. 
- Paul Ince, volante de Inglaterra en 1998, era el último en entrar en la cancha, y lo hacía a toda carrera mientras se ponía la camiseta. 
- Carlos Bilardo, DT de Argentina en 1986 y 1990, hizo por un tiempo que su equipo viajara en taxis hasta la cancha, luego de atribuir a este medio el triunfo en un torneo al que llegaron en taxi tras la avería del autobús
- Mario Lobo Zagallo, ex jugador y DT de Brasil, amaba el número 13 por su devoción a San Antonio, cuya fiesta es el 13 de junio. Jugaba con ese número y, cuando se casó, quiso que fuera en un décimotercer piso.
- Giovanni Trapattoni, seleccionador del equipo de Irlanda en las eliminatorias a Sudáfrica-2010,  rociaba  el terreno antes de los partidos con agua bendita, que le suministraba su hermana monja. 
- Ronaldo, delantero de Brasil en las Copas del Mundo de 1994, 1998, 2002 y 2006, entraba siempre al campo de juego con el pie derecho. 
- Gary Lineker, artillero inglés 1986 y 1990, no tiraba a gol en el calentamiento, pues temía que si marcaba no lo haría después en el juego. Y si no anotaba en el primer tiempo, cambiaba su camiseta en el descanso. 
 - Sergio Goycochea, guardameta de Argentina en 1990, atribuye sus aciertos en atajar penales a que antes de la tanda decisiva orinaba en el centro del campo, rodeado de sus compañeros para no ser visto.
- Luis Aragonés, DT de España en 2006, sentía aversión por el amarillo y rechazaba que su equipo jugara con ese color como uniforme alternativo.

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sábado, 12 de junio de 2010

Pinceladas futbolísticas

PASIÓN POR EL FÚTBOL

Un hombre tiene boletos para ver la final del Campeonato Mundial de Fútbol de Alemania 2006. Cuando se sienta cómodamente en su palco, otro hombre se acerca y le pregunta que si está ocupado el asiento junto a él. 
-No, el asiento está desocupado –le responde el primero. 
Asombrado, el otro le comenta: 
-Es increíble, ¿quién, en su sano juicio, tiene un asiento como éste para ver la final del mundial, el evento más grande del mundo, y no lo usa? 
El hombre lo mira y le dice: 
-Bueno, en realidad el asiento es mío. Lo compré hace dos años. Se suponía que mi esposa lo iba a ocupar, pero falleció. Éste es el primer mundial en el que no vamos a estar juntos desde que nos casamos en 1982. 
Desconsolado y solidario, el otro dice: 
-¡Oh, qué pena oír eso! Es terrible. Pero, ¿no pudo encontrar a alguien más? ¿Un amigo,  un pariente, incluso un vecino, para que usara el asiento? 
El hombre niega tristemente con la cabeza mientras dice: 
-No, están todos en la funeraria, en el velorio de mi esposa.


 FRASES CÉLEBRES DE FÚTBOL

«Ganar queremos todos, pero solo los mediocres no aspiran a la belleza» (Jorge Valdano, exjugador argentino)
«Prefiero perder un partido por nueve goles que nueve partidos por un gol» (Vujadin Boskov, exjugador ruso).
«El fútbol es tan sencillo… No comprendo por qué los entrenadores lo hacen tan difícil con sus charlas» (Jimmy Hasselbaink, técnico inglés).
«Él es más hermoso que yo, pero yo soy mejor futbolista» (Samuel Eto'o, Camerún, en referencia a David Beckham).
«Nadie duda que Zidane es un jugador tremendo, pero lo que Zidane hacía con una pelota, Maradona lo hacía con una naranja» (Michel Platini, exjugador francés).
«Si un marciano preguntase qué es el fútbol, un vídeo del partido Brasil-Francia, del Mundial de México, lo convencería de que se trata de una elevada expresión artística» (Alastair Reid, poeta escocés).
«El asunto más difícil es encontrar algo para reemplazar al fútbol, porque no hay nada» ( Kevin Keegan, exjugador inglés).
«Tuve que correr como un negro para ganar como un blanco» (Samuel Eto'o, jugador camerunés).
«Yo crecí en un barrio privado...Sí, privado de luz, agua, teléfono...» (Diego Armando Maradona, exjugador argentino).
«Un penalti es una manera cobarde de marcar un gol» (Pelé, exjugador brasileño).
«Para jugar al fútbol no se debe sufrir. Lo que se hace sufriendo no puede salir bien (Carles Rexach, técnico español).
«Decir que estos hombres pagaron sus chelines para mirar a veintidós mercenarios dar una patada a una pelota es decir simplemente que un violín es madera y cuerda, o que Hamlet es papel y tinta» (J.B. Priestley, escritor inglés).
«Jugamos como nunca y perdimos como siempre» (Alfredo Di Stefano, exjugador italo-argentino).
«Los primeros 90 minutos son los más importantes» (Bobby Robson, entrenador inglés).
«El Real Madrid no puede perder nunca, porque cuando pierde miles de millones de niños en el mundo están tristes» (Florentino Pérez, presidente del Real Madrid).   
«La mejor forma de frenar a Ronaldinho es a patadas, hay que dejarle claro que estás ahí» (John Terry, jugador inglés).  
«Un pase hacia atrás no significa miedo, sino el inicio de otra jugada mejor»  (Pep Guardiola, DT del Barcelona). 
«No suelo celebrar los goles, porque busco la perfección. Hay una enorme diferencia entre estar feliz y estar satisfecho» (Thierry Henry, jugador francés).
«Nadie es tan importante como todos juntos» (Helenio Herrera, técnico italo-español).
«Los goles se anotan, no se merecen» (Luis Suárez, exjugador español).
«Cruyff era mejor jugador, pero yo fui campeón del mundo» (Franz Beckembauer, exjugador alemán).
«Voy a decirles algo aparentemente blasfemo, pero con una lógica. ¿Saben que en cualquier encuesta soy mas conocido que Jesucristo?» (Pelé, exjugador brasileño).

POEMA AL FÚTBOL

Cómo vas a saber lo que es el amor / si nunca te hiciste hincha de un club. / Cómo vas a saber lo que es el dolor / si jamás un zaguero te rompió la tibia y el peroné / ni estuviste en un barrera y la pelota te pego justo ahí. / Cómo vas a saber lo que es el placer / si nunca diste una vuelta olímpica de visitante. / Cómo vas a saber lo que es el cariño / si nunca la acariciaste de chanfle entrándole con el revés del pie / para dejarla jadeando bajo la red. / Escuchame... cómo vas a saber lo que es la solidaridad / si jamás saliste a dar la cara por un compañero golpeado desde atrás. / Cómo vas a saber lo que es la poesía / si jamás tiraste una gambeta. / Como vas a saber lo que es la humillación / si jamás te hicieron un túnel. / Cómo vas a saber lo que es la amistad / si nunca devolviste una pared. / Cómo vas a saber lo que es el pánico / si nunca te sorprendieron mal parado en un contragolpe. / Cómo vas a saber lo que es morir un poco / si jamás fuiste a buscar la pelota adentro del arco. / Decime viejo..., cómo vas a saber lo que es la soledad / si jamás te paraste bajo los tres palos / a 12 pasos de uno que te quería fusilar / y terminar con tus esperanzas. / Cómo vas a saber lo que es el barro / si nunca te tiraste a los pies de nadie / para mandar una pelota sobre un lateral. / Cómo vas a saber lo que es el egoísmo / si nunca hiciste una de más / cuando tenias que dársela al 9 que estaba solo. / Cómo vas a saber lo que es el arte / si nunca, pero nunca inventaste una rabona. / Cómo vas a saber lo que es la música / si jamás cantaste un tango mientras tirabas un córner. / Cómo vas a saber lo que es la injusticia / si nunca te saco tarjeta roja una árbitro localista. / Decime, cómo vas a saber lo que es el insomnio / si jamás te fuiste al descenso. / Cómo vas a saber lo que es el odio / si nunca hiciste un gol en contra. / Cómo, pero como vas a saber lo que es llorar / si jamás perdiste una final en un mundial sobre la hora / con un penal dudoso. / Cómo vas a saber, querido amigo, / cómo vas a saber lo que es la vida / si nunca jamás, jugaste al fútbol. (Walter Saavedra, poeta argentino)

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domingo, 6 de junio de 2010

Cuentos de fútbol

Lamento si el tema del fútbol tiene hasta la coronilla a algunos de mis  fieles lectores . Ocurre que el más universal de los deportes es, con amplia ventaja sobre los demás, mi hobby favorito. Jamás me aburro de ver partidos de ligas ni de actualizarme vía Internet sobre su acontecer. 
Durante los próximos 30 días estaré de pláceme, pues este viernes comienzaren Sudáfrica el Campeonato del Mundo y la TV Cubana transmitirá todos los partidos. Según mis cálculos, si los juegos terminan en el tiempo reglamentario, aguardan por mi 5760 minutos frente a la pantalla chica. Si se producen alargues o hay que  ir a penales,  mi permanencia en el sillón será mayor. 
Pero hoy no hablaré de la historia de las copas ni de pronósticos. Deseo proponerles estos cuentos cortos del uruguayo Eduardo Galeano. Tienen como tema... el fútbol. Y son joyas literarias que valen la pena leer. Vean: 


El jugador
Corre, jadeando, por la orilla. A un lado lo esperan los cielos de la gloria; al otro, los abismos de la ruina. El barrio lo envidia: el jugador profesional se ha salvado de la fábrica o de la oficina, le pagan por divertirse, se sacó la lotería. Y aunque tenga que sudar como una regadera, sin derecho a cansarse ni a equivocarse, él sale en los diarios y en la tele, las radios dicen su nombre, las mujeres suspiran por él y los niños quieren imitarlo. Pero él, que había empezado jugando por el placer de jugar, en las calles de tierra de los suburbios, ahora juega en los estadios por el deber de trabajar y tiene la obligación de ganar o ganar. Los empresarios lo compran, lo venden, los prestan; y él se deja llevar a cambio de la promesa de más fama y dinero. Cuanto más éxito tiene, y más dinero gana, más preso está. Sometido a disciplina militar, sufre cada día el castigo de los entrenamientos feroces y se somete a los bombardeos de analgésicos y las infiltraciones de cortisona que olvidan el dolor y mienten la salud. Y en las vísperas de los partidos importantes, lo encierran en un campo de concentración donde cumple trabajos forzados, come comidas bobas, se emborracha con agua y duerme solo. En los otros oficios humanos, el ocaso llega con la vejez, pero el jugador de fútbol puede ser viejo a los treinta años. Los músculos se cansan temprano:- Éste no hace un gol ni con la cancha en bajada.- ¿Éste? Ni aunque le aten las manos al arquero. O antes de los treinta, si un pelotazo lo desmaya de mala manera, o la mala suerte le revienta un músculo, o una patada le rompe un hueso de esos que no tienen arreglo. Y algún mal día el jugador descubre que se ha jugado la vida a una sola baraja y que el dinero se ha volado y la fama también. La fama, señora fugaz, no le ha dejado ni una cartita de consuelo.


El arquero
También lo llaman portero, guardameta, golero, cancerbero o guardavallas, pero bien podría ser llamado mártir, paganini, penitente o payaso de las bofetadas. Dicen que donde él pisa, nunca más crece el césped. Es uno solo. Está condenado a mirar el partido de lejos. Sin moverse de la meta aguarda a solas, entre los tres palos, su fusilamiento. Antes vestía de negro, como el árbitro. Ahora el árbitro ya no está disfrazado de cuervo y el arquero consuela su soledad con fantasías de colores. Él no hace goles. Está allí para impedir que se hagan. El gol, fiesta del fútbol: el goleador hace alegrías y el guardameta, el aguafiestas, las deshace. Lleva a la espalda el número uno. ¿Primero en cobrar? Primero en pagar. El portero siempre tiene la culpa. Y si no la tiene, paga lo mismo. Cuando un jugador cualquiera comete un penal, el castigado es él: allí lo dejan, abandonado ante su verdugo, en la inmensidad de la valla vacía. Y cuando el equipo tiene una mala tarde, es él quien paga el pato, bajo una lluvia de pelotazos, expiando los pecados ajenos. Los demás jugadores pueden equivocarse feo una vez o muchas veces, pero se redimen mediante una finta espectacular, un pase magistral, un disparo certero: él no. La multitud no perdona al arquero. ¿Salió en falso? ¿Hizo el sapo? ¿Se le resbaló la pelota? ¿Fueron de seda los dedos de acero? Con una sola pifia, el guardameta arruina un partido o pierde un campeonato, y entonces el público olvida súbitamente todas sus hazañas y lo condena a la desgracia eterna. Hasta el fin de sus días lo perseguirá la maldición.  


El ídolo
Y un buen día la diosa del viento besa el pie del hombre, el maltratado, el despreciado pie, y de ese beso nace el ídolo del fútbol. Nace en una cuna de paja y choza de lata y viene al mundo abrazado a una pelota. Desde que aprende a caminar, sabe jugar. En sus años tempranos alegra los potreros, juega que te juega en los andurriales de los suburbios hasta que cae la noche y ya no se ve la pelota, y en sus años mozos vuela y hace volar en los estadios. Sus artes malabares convocan multitudes, domingo tras domingo, de victoria en victoria, de ovación en ovación. La pelota lo busca, lo reconoce, lo necesita. En el pecho de su pie, ella descansa y se hamaca. Él le saca lustre y la hace hablar, y en esa charla de dos conversan millones de mudos. Los nadies, los condenados a ser por siempre nadies, pueden sentirse álguienes por un rato, por obra y gracia de esos pases devueltos al toque, esas gambetas que dibujan zetas en el césped, esos golazos de taquito o de chilena: cuando juega él, el cuadro tiene doce jugadores.- ¿Doce? ¡Quince tiene! ¡Veinte! La pelota ríe, radiante, en el aire. Él baja, la duerme, la piropea, la baila, y viendo esas cosas jamás vistas sus adoradores sienten piedad por sus nietos aún no nacidos, que no las verán. Pero el ídolo es ídolo por un rato nomás, humana eternidad, cosa de nada; y cuando al pie de oro le llega la hora de la mala pata, la estrella ha concluido su viaje desde el fulgor hasta el apagón. Está ese cuerpo con más remiendos que traje de payaso, y ya el acróbata es un paralítico, el artista una bestia:-¡Con la herradura no! La fuente de la felicidad pública se convierte en el pararrayos del público rencor:- ¡Momia! A veces el ídolo no cae entero. Y a veces, cuando se rompe, la gente le devora los pedazos.  


El gol
El gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna. Hace medio siglo, era raro que un partido terminara sin goles: 0 a 0, dos bocas abiertas, dos bostezos. Ahora, los once jugadores se pasan todo el partido colgados del travesaño, dedicados a evitar los goles y sin tiempo para hacerlos. El entusiasmo que se desata cada vez que la bala blanca sacude la red puede parecer misterio o locura, pero hay que tener en cuenta que el milagro se da poco. El gol, aunque sea un golecito, resulta siempre gooooooooooooooooooooooool en la garganta de los relatores de radio, un do de pecho capaz de dejar a Caruso mudo para siempre, y la multitud delira y el estadio se olvida de que es de cemento y se desprende de la tierra y se va al aire. 

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