jueves, 28 de febrero de 2008

El río de los nueve puentes

Nuestro río Hórmigo es como un capilar mojado que repta sobre la piel bicentenaria de la ciudad de Las Tunas, balcón del oriente cubano. A juzgar por lo que dice el Diccionario Geográfico, Estadístico e Histórico de la Isla de Cuba, del desaparecido erudito Jacobo de la Pezuela, «nace en el Norte y corre hacia el Sur. Es vadeable, excepto en sus crecidas. Tiene aguas impotables, ni aun útiles para usos interiores. Le tributan caudal los ríos Cornito y Ahogapollos». Toda esta referencia bibliográfica se mantiene sin variación, poco más de un siglo después de ser escrita.
Lo que no se consigna en la breve minuta enciclopédica es que nuestro entrañable río Hórmigo —originalmente llamado Hormiguero— escurre su culebreante y angosto cauce bajo las arcadas de nueve puentes, todos distribuidos a capricho a lo largo de su trayecto citadino, un caso inédito en Cuba. De ahí que los haya periféricos, urbanos, suntuosos, plebeyos, pequeños, grandes, peatonales, automotores, recientes, antiguos, altos, bajos... Nueve puentes sumamente transitados y suficientemente conocidos por la mayoría de los tuneros, con independencia de edades y de épocas.
Voy con la lista completa: el primero de estos puentes se localiza en la zona industrial de la ciudad, y a este les continúan los de las calles René Ramos, Martí, Lucas Ortiz, Vicente García, Colón, Nicolás Heredia, accesos al cementerio municipal y carretera circunvalante. Casi todas estas plataformas permiten el tránsito de vehículos automotores de cualquier tamaño y porte. Solo los puentes ubicados en las calles Nicolás Heredia y Colón —por lo estrechos y pequeños— admiten exclusivamente la circulación de peatones.
El puente de la carretera central -próximo al centro histórico de la ciudad- clasifica tal vez como el más connotado y simbólico de todos. Se construyó en los años 30 del siglo pasado, cuando comenzó a proyectarse la importante vía que atraviesa a Cuba de uno a otro extremo. Vino en reemplazo del llamado puente Wood —apellido de Leonardo, un interventor norteamericano de principios del siglo XX— cuya estructura era de madera y databa de inicios de centuria. Se cuenta que antes de 1959 muchas familias pobres que no disponían de techo alguno donde guarecerse pernoctaron bajo sus arcos.
Resulta un ejercicio interesante recorrer el itinerario citadino del río Hórmigo por entre sus pasarelas de metal y de concreto. De esa manera uno confirma que tres de sus armazones devienen virtuales atajos por donde los lugareños acortan el trayecto que conduce hasta la Feria Agropecuaria de la localidad. Jornada por jornada, y a cualquier hora del día o de la noche, trasiegan a través de ellos cientos de tuneros en una y otra direcciones. Lo mismo ocurre con el resto de las estructuras, independientemente de su ubicación.
Al río Hórmigo y a sus rumores les cantó en versos Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé), un decimista tunero considerado por la crítica como el mayor exponente de la poesía bucólica cubana del siglo XIX. Un poemario suyo, no por casualidad titulado Rumores del Hórmigo, se inspiró en las bellezas que acompañan el curso de la corriente fluvial en tiempos en que su murmullo solía ser cántico de fondo para enamorados de circunstancia.
De entonces acá, por supuesto, mucha agua ha corrido, y hoy el cantarín riachuelo es solo un atributo más de la ciudad que serpentea bajo nueve arcadas su monotonía cotidiana. Nunca un río tan humilde fue coronado por tantos puentes. Los tuneros caminan sobre ellos del brazo de una historia que ya tiene 211 años de existencia.

Leer más...

domingo, 24 de febrero de 2008

Una foto para la historia

Ocurrió exactamente el 13 de marzo del año 1999, vísperas del advenimiento del Día de la Prensa Cubana. En el habanero Palacio de Convenciones estábamos reunidos más de medio millar de profesionales de todas la provincias del país con motivo de la celebración del histórico VII Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba. El trascendental evento había sido planificado por sus organizadores para un par de días, pero, por iniciativa expresa de Fidel, extendió sus sesiones a cinco jornadas. El líder de la Revolución no se perdió ni un solo minuto de aquel alucinante maratón, cuyos debates solían comenzar a las ocho de la mañana y extenderse hasta bien entrado el amanecer del siguiente día. En total, fue casi un centenar de horas de fructíferos diálogos, de revelaciones inéditas y de proyectos profesionales. Cierta madrugada, a petición de un grupo de delegados, Fidel accedió a fotografiarse con los representantes de cada una de las provincias. En la imagen que ilustra esta nota aparecemos los periodistas tuneros que asistimos a aquel memorable cónclave. De izquierda a derecha: Raúl Estrada Zamora (invitado, Semanario 26), Adalys Ray Haynes (invitada, presidenta de la UPEC en Las Tunas), Julián Puig Hernández (delegado, Radio Libertad), Rafael Aparicio Coello (delegado, Radio Maboas), Oscar Herrera García (delegado, Radio Victoria) y Juan Morales Agüero (delegado, Semanario 26). En la instantánea, cortesía del Consejo de Estado de la República de Cuba, falta Pastor Batista Valdés (delegado, periódico Granma), que ese día se encontraba hospitalizado.

Leer más...

viernes, 22 de febrero de 2008

Cubano jugando dominó

Caballeros, ¡quién supiera jugar dominó! Porque lo que soy yo... A ver, ¿qué ficha pongo ahora, díganme? Por mi madrecita que no sé. Y si perdemos esta data se va a armar la grande. A mí nada más se me ocurre hacer pareja con este tipo que parece un doble nueve ahorcado. No, y los sapos aquí detrás, con sus malos ojos encima de mí. ¡Quién supiera jugar dominó, cará!
Déjame ponerle coco al tablero. A ver, a ver, hummmmm..., así que el duque por esta cabeza... Si le cuelo el tríquiti por aquí, quien te dije mete un cinqueño por allá y levanta al mío al segurete. No, entonces ni pensarlo. El hombrín puede creer que me estoy cogiendo la data. Y el mano es él. Desmaya, desmaya ahora mismo esa jugada y busca otra, sabihondo.
Oye, ¡pero qué malo está estooo! Y lo que tengo para aguantar al de arriba es piltrafa. ¿Quién sería el jodedor que dio agua? Bueno, olvídalo y ponte para el juego. ¡Uff...! Estoy sudando frío. Así que cuartel por aquí y unión de reyes por allá en la tercera vuelta... ¿Y el tres-uno dónde estará? Lo dejo entrar y nos acribillan.
Si por lo menos Bernal estuviera cerca le haría una seña. ¡Ese le sabe un mundo al dominó! Pero lo que soy yo... Me senté por embullo y mira ahora el embarque. Bueno... Así que cuatromilpas... No, mejor doy la puya... Chico, ¿tú estás loco? Con las dos fichas te matan. Aplica la lógica y saca cuentas. ¿Qué juego, señores?
Concéntrate: cuatribilín y sexteto... Ya está, ¡la tengo! Meto un blanquizal por esta punta y después... ¿Pero compadre, tú eres bobo o bailas con la discoteca de Radio Reloj? ¿No estás viendo que la blanca es fresca? ¿O es que no sabes jugar con la mesa? Si metes la pelá te embromas y pasan al tuyo. Piensa, piensa aunque te digan Capablanca...
Hummmmm..., sí, entonces debo ir con el unicornio por allá para que le vayan fácil al mío por acá. Aunque, para ser franco, no sé, no sé... Oye, Bernal viene todos los días al dominó y hoy no llega... Yo lo que no quiero es lucir mal, ¿saben, queridos sapos? Voy con la mía. Esta ficha es dura dura dura... Lo malo es que el de abajo se me agache. Sí se encueva no hay quién lo saque...
También podría doblarme por aquella cabeza o botar esta gorda que me molesta. No siempre es una mala jugada. ¡A veces salva! Déjame analizar... Va y me pongo dichoso y hasta consigo yo solito un reculillo con una capicúa. Anjá, eso es, hummmmmm... No, no, no y mil veces no... ¡Te hacen puré de talco, mi hermano! Tienes que repetir para apretar al contrario...
¡Qué cosa! Y Bernal que no llega... ¿Dónde estará metido? Vaya, lo único que faltaba: me está doliendo la cabeza. Es la pensadera, ¿saben? Entre el trío, la duquesa y dositeo me van a desquiciar. ¡Ya voy, ya voy, ya voy, no me agiten! Lo que tienen que hacer es callarse la boca, eso sí, que el dominó lo inventó un mudo...
Ah, pero, ¡lo mío sí es suerte! Por ahí viene Bernal. ¡Apúrate, hombre! Mi amigo Bernal, mi hermano Bernal, el tipo que levanta un juego con cualquier ficha... Oye, Bernal, ven acá, termíname esta datica, compadre. Acabo de recordar que no he buscado el pan y me pueden cerrar la tienda. Ven, siéntate y dale un recital a este par de muertos que tengo de contrarios. Te toca ahora, así que pon la buena. Este partido tú lo ganas con la zurda, sabelotodo. Y, además, te lo dejo arrina. ¡Pero vamos, Bernal, acaba de sentarte, hombre...!

Leer más...

lunes, 18 de febrero de 2008

Parques emblemáticos

Las ciudades no fueran las mismas sin la existencia de sus parques, esos sitios a donde concurrimos alguna que otra vez para darle otra dimensión a la cotidianidad. Aquí en Las Tunas tenemos dos cuya historia se integra por derecho propio a lo mejor de nuestros anales.
El parque Maceo es, quizás, uno de los espacios citadinos más acogedores. Se trata de una zona de trasiego cotidiano y de un sitio inmejorable para el diálogo de atardecer. El terreno donde se asienta esta instalación era un solar yermo en el siglo XIX. Por allí levantaron su cuartel las tropas norteamericanas que ocuparon la ciudad en ruinas en 1898, luego del incendio mambí de agosto de 1897.
Terminaba la centuria cuando se construyeron por sus alrededores los primeros inmuebles. Al lugar se le comenzó a llamar entonces Plaza Cristina, en honor a una soberana española de igual nombre. Existen referencias de que el primer partido de béisbol celebrado en la otrora Victoria de Las Tunas se efectuó por la zona que hoy ocupa este parque tan querido. El hecho data del año 1901 y los rivales fueron un equipo del ejército de ocupación de los Estados Unidos acantonado aquí y una novena formada por vecinos de la ciudad.
No se ha podido establecer quién fue el ganador de aquel partido fundacional. Pero sí se sabe que el terreno de juego estaba situado en el área que ocupan hoy el propio parque Maceo y el taller Victoria de Girón, antes llamado Garaje Gascón. Luego la zona comenzó a poblarse con rapidez y a exhibir intensa actividad comercial por intermedio de la venta de productos al detalle, los negocios particulares y el alquiler de terrenos para que los circos levantaran sus carpas repletas de payasos, animales y trapecistas.
En todo aquel florecimiento económico, favoreció mucho a la Plaza Cristina su excelente posición casi en el centro de la villa, algo en lo que solo fue superada por el parque Vicente García. Buena parte de las fuerzas vivas de la época se asentaron por sus inmediaciones. Muchas construyeron por allí sus negocios y aprovecharon el buen momento para desplegar a todo trapo sus campañas de publicidad. En el parque sobreviven aún como constancia de tan singular marketing las inscripciones en muchos de sus bancos, casi todos cortesía de algunas de los más prósperas firmas comerciales de entonces.
El desarrollo de la ciudad en la etapa le debe mucho a los incentivos de este lugar. A finales de la primera década del siglo pasado, la Plaza Cristina tomó el nombre de Parque Maceo, en honor a una de las figuras más recias de nuestra historia. El 28 de agosto de 1947, por iniciativa del doctor Alfredo Guillén Morales, alférez del Ejército Libertador , fue develado en una de sus áreas el busto del Titán de Bronce. Una fotografía de la época recoge para la posteridad el instante. En ella aparecen los veteranos tuneros de las guerras independentistas del siglo XIX que en ese momento estaban vivos.
Junto con el paso de los almanaques, el parque Maceo se fue convirtiendo en un espacio de gran raigambre popular. Los estudiantes de las escuelas cercanas contribuyeron a fomentar su carisma mediante la celebración en su entorno del llamado «Día del árbol», en cuyo contexto plantaban en sus proximidades una postura de laurel. Hoy el parque Maceo forma parte orgánica del centro histórico de la ciudad En sus inmediaciones se agrupan importantes dependencias estatales, como la Dirección Provincial de Educación, la fábrica de tabacos, la sede de los escritores y artistas, el Palacio de los Matrimonios, algunas tiendas y varias oficinas.
EL PARQUE VICENTE GARCÍA
El parque Vicente García es la instalación de su tipo más populosa de la capital tunera. Tal vez por encontrarse situado en el vórtice mismo de su casco histórico, exhibe siempre gran actividad y concurrencia. La gente acude allí para conversar sobre cualquier tema, o, simplemente, para tomar el fresco de la mañana. No existe en la ciudad un sitio de mayor popularidad y carisma.
Este parque tuvo como antecedente la otrora Plaza de Armas, inaugurada en el mismo sitio el 3 de abril de 1858, un decenio antes de que los clamores del ingenio azucarero La Demajagua, cerca de la ciudad oriental de Manzanillo, convocaran a los cubanos a la lucha por la independencia de la isla. Según los investigadores del tema, aquí tuvieron lugar encarnizados combates entre las tropas cubanas y las españolas durante nuestras guerras de liberación del siglo XIX.
La plaza cumplió su función social por espacio de varias décadas. Pero en tiempos de la seudo república, el comandante del Ejército Libertador Eduardo Vidal Fontaine (Lalo), primer alcalde de Victoria de Las Tunas, acogió la idea de construir en el área un parque justamente el día en que asumió su cargo público, en el año 1910.
Las iniciativas para concretar tan noble propósito no se hicieron esperar, y el 11 de enero de 1911 quedó constituido en la ciudad el comité Pro Vicente García, cuyos integrantes recolectaron fondos para erigirle un monumento en la plaza al bien llamado León de Santa Rita. El pueblo y las fuerzas vivas locales halaron de la billetera para consumar aquel homenaje de mármol.
Para entonces el Consejo Provincial de Oriente había aportado ya mil pesos con el mismo propósito. Los tuneros le dieron gran respaldo a la convocatoria y mediante su contribución se logró reunir una bonita suma. Finalmente, el conjunto escultórico fue develado el 10 de octubre de 1915. En la ceremonia hizo uso de la palabra el doctor Alfredo Zayas, quien años después sería Presidente de la República.
Pero nadie vaya a imaginar que el parque Vicente García tenía por entonces la misma apariencia de hoy, con sus bancos de granito pulido, su piso de cemento y su configuración irregular. Cuando aquello sus bancos eran de madera y el piso de losas de barro. Tenía forma cuadrada, la cual perdió por exigencias constructivas al pasar por la ciudad la carretera central. Hubo que rebanarle un ángulo, justamente en el sitio donde se encuentra hoy el busto de José Martí. Pero esa es otra historia. Los interesados pueden leerla en este mismo blog, con el título Hubo que serruchar el parque.
Quien visite Las Tunas no puede prescindir de darse un paseo por sus parques principales. Ellos clasifican entre los sitios más interesantes de esta ciudad heroica, ecléctica y hospitalaria.

Leer más...

miércoles, 13 de febrero de 2008

Origen del Día de San Valentín

Hoy, 14 de febrero, en una buena parte del planeta se celebra el Día de San Valentín. Infinidad de parejas de todas las procedencias, razas, geografías, edades, ideologías y profesiones entrelazan sus manos, se miran con intensidad y fijeza a los ojos o se juran amarse eternamente. Lo que no logra el más sublime de los sentimientos no lo consigue nada ni nadie. Cupido, dios del amor, lo sabe bien, y el mundo en pleno palpita cada año al calor de esta fecha.
Al diferencia de lo que piensan muchas personas, no se trata de una jornada tomada al azar para rendirle pleitesía a la deidad del carcaj y las flechas. El día tampoco tiene conexiones con el santoral que publican los almanaques y los diarios. En realidad, la conmemoración tiene su propia historia y sus consabidos protagonistas.
En la época del emperador romano Claudio II -allá por el año 270 de la era moderna- el mundo vivía estremecido por las constantes guerras entre los hombres. Para que sus jóvenes soldados rindieran más en las batallas y se concentraran en cuerpo y alma a la idea de derrotar a toda costa al enemigo, el tal Claudio II dictó un edicto absurdo e inhumano: ¡les prohibió a ellos contraer matrimonio!
Un obispo veinteañero de nombre Valentín hizo caso omiso del decreto imperial y se las arregló para desposar en secreto a las parejas que se lo solicitaban. Su templo se convirtió en una suerte de palacio conyugal. Pero el altruismo del sacerdote no duró mucho tiempo. Casi al iniciarse el año de marras fue descubierto, juzgado y condenado a muerte. Lo decapitaron el 14 de febrero.
Cuenta la historia que, mientras estuvo preso en espera de su ejecución, el obispo se enamoró perdidamente de la hija ciega de su carcelero. Con ella obró el milagro de devolverle la vista. Antes de morir, Valentín escribió a su amada un mensaje que terminaba con esta frase: «...de tu Valentín». Y, desde entonces, se adoptó la fecha de su azarosa muerte como el Día de los Enamorados.
Hoy las parejas que se aman en todas las latitudes del globo terráqueo se dan cita en esquinas, cabarets, parques, restaurantes, playas, bosques, plazas, templos, oasis, lagos, montañas… para confirmar juntos que el amor nunca morirá. Tal vez ella preparará un plato especial para comerlo junto a él en casa. O a lo mejor él se agenciará una pucha de margaritas para deshojársela a ella a los pies. Es que el amor es así, impredecible. ¡Ahí radica su encanto!
El mundo es hoy, 14 de febrero, un canto hermoso al amor. Llámese San Valentín o Día de los Enamorados, la gente que se quiere hará de la jornada un nuevo motivo para quererse.

Leer más...

domingo, 10 de febrero de 2008

La Casa de Piedra

Es tan célebre que un popularísimo reparto de Las Tunas le pidió prestado su nombre y se quedó para siempre con él. Basta con mencionarla para que cualquier despistado llegue por su referencia a su destino. Todos la quieren, aunque no lo demuestren al pasar por su lado...
Durante muchos años fue el edificio más alto de Victoria de Las Tunas. Sus recios muros han desafiado a pie firme los embates del tiempo. Bueno, creo que ya di suficientes elementos. ¿Algún tunero duda que estoy hablando de nuestra conocidísima Casa de Piedra?
Antes de remitirnos a los orígenes de este vetusto inmueble, debo referirme a las compañías citrícolas norteamericanas que operaban por la zona en el siglo XIX. Ellas poseían extensas áreas de terreno fértil para la siembra, las cuales se vendían y compraban entre sí. Según los anales de la época, en 1904, el propietario de uno de estos emporios agrícolas inició la construcción de la casa.
Un año después estaba terminada. Resultó tan imponente y suntuosa que los vecinos de la barriada comenzaron a llamarla El Hotel. Entre otras cosas, tenía pecera, columpios, jardines, áreas de juego... No se había visto jamás cosa igual en la ciudad.
En la residencia no solo vivían los dueños, sino también algunos empleados, como un maestro traído de los Estados Unidos para enseñar en inglés a los niños. El inmueble tenía tres niveles. El más bajo a partir de mortero y cemento, con tres cuartos, sala y escalera. En el segundo estaban el comedor y cinco dormitorios. Y el último era un salón sin divisiones para todo tipo de juegos de mesa.
Su disposición era muy moderna desde el punto de vista arquitectónico. Las puertas y las ventanas simulaban semiarcos. Al fondo, una chimenea hacía las veces de elemento ornamental. Por añadidura, tres de sus costados disponían de corredores adornados con columnas que imitaban la piedra. Ya le digo, ¡una maravilla!
Los entrepisos eran de tablas sujetas con vigas de júcaro y pinotea. Y de madera también los cerramentos, cuyas viguetas se aseguraban con pernos y tornillos. El techo de cuatro pendientes estaba hecho de zinc con buhardillas que permitían la entrada del aire y de la luz.
En 1909, el grupo Las Tunas Fruit Company compró las tierras citrícolas y también la Casa de Piedra. Sus dueños situaron allí para administrar la naranja y la toronja a mister Charles Milligan, un norteamericano residente en la zona. Años después, la compañía vendió en subasta pública todas sus propiedades, que fueron adquiridas por el propio empleado y su familia.
Mister Charles y los suyos fueron los moradores más estables que tuvo la Casa de Piedra. Residieron allí por un buen número de años, vinculados a la actividad que le dio nacimiento. En ese ínterin, el local hizo las veces de almacén, vivienda y oficinas. En los finales de los años 30, el norteamericano se la alquiló a una tal Mercedes Mora, quien, a su vez, la transfirió más a José Acosta. La casa exhibía ya visibles signos de deterioro. Era el principio del fin.
Corrían los años 40 cuando sus últimos dueños la abandonaron definitivamente para marchar a su país. El acto devino auténtico regalo para numerosas familias sin hogar que vivían en la Victoria de Las Tunas de la época en condiciones de indigencia. La casa fue abordada, dividida y trastocada en vivienda múltiple de los pobres.
En 1962, las familias que vivían en la Casa de Piedra recibieron confortables viviendas. Las condiciones constructivas del inmueble ya resultaban pésimas. Con el tiempo solo quedaron en pie sus muros y algunas vigas como testimonio de una etapa vencida para siempre.
Hoy la Casa de Piedra cobija a un establecimiento comercial. Pero su antigua popularidad no ha mermado un ápice. El reparto tunero que la perpetúa no consentiría jamás en olvidar su historia.

Leer más...

martes, 5 de febrero de 2008

El indio sin cabeza y el caballo blanco

Las enciclopedias suelen llamar leyendas a las narraciones de corte tradicional relacionadas con hechos imaginarios, pero considerados auténticos. La vida está llena de ejemplos de esa naturaleza, pues no pocas veces los acontecimientos verdaderos y ficticios se mezclan a partir de situaciones históricamente verídicas.
Cada comarca cubana cuenta con su propio repertorio de leyendas. En la zona oriental del país se suele hablar de los güijes, suerte de duendes enanos que, según la creencia popular, emergen de los ríos para asustar a los campesinos con sus extravagantes fisonomías. La referencia mítica se mantiene incólume en la memoria colectiva de muchas personas nacidas en la primera mitad del siglo pasado.
En la zona central es todavía común escuchar relatos espeluznantes acerca de la célebre «llorona», una tétrica mujer de rostro cadavérico y vestida de negro que suele vagar por las montañas del Escambray presa del remordimiento con un niño muerto entre sus brazos. A juzgar por la leyenda, ella pasa las noches entre sollozos, gritos y lágrimas por haber abortado a su criatura, lo cual siembra el terror entre la gente que cree a pies juntillas la historia.
Occidente también tiene sus correspondientes leyendas, como la de la tumba popularmente conocida por La Milagrosa, en el cementerio Cristóbal Colón, en La Habana, a la que se le atribuyen poderes sobrenaturales. Tiene su origen en una mujer llamada Amelia Goire, a quien se le dio sepultura allí el día 3 de mayo del año 1901, casi al término de su embarazo. Según se asegura, al abrir el sepulcro tiempo después, los familiares de la difunta la encontraron fuertemente abrazada a su pequeña hija. Desde entonces el sepulcro se convirtió en sitio de peregrinación, al que acuden cada año millares de personas de toda Cuba a hacer o a pagar promesas y a pedir favores, algunos de ellos milagrosamente concedidos.
En la ciudad de Las Tunas -¡cómo no!- tenemos la nuestra. Y, a pesar de que ya apenas se le menciona, los tuneros de pura cepa recuerdan todavía la antigua historia local del indio sin cabeza y su tenebroso e inseparable caballo blanco. ¡Cuántas tragedias se asociaron en diferentes épocas con aquel jinete y su cabalgadura!
La memoria popular fija la génesis del mito allá por el siglo XVII y lo relaciona con cierto idilio amoroso surgido en tiempos de la colonia entre un joven aborigen de la zona y la hija de un conquistador español. Una madrugada, este descubre el oculto romance y, en venganza, ordena sus sicarios decapitar al indígena.
Los matones cumplieron al pie de la letra la encomienda de su jefe. Sin embargo, y por razones que ni siquiera la propia leyenda esclarece, no pudieron presentarle al «agraviado» padre la testa del pobre indio asesinado. Sencillamente, el cadáver desapareció como por obra de un pasmoso e inexplicable acto de prestidigitación.
A partir de entonces se vio cabalgar por las sabanas de la otrora comarca de Cueybá a un indio sin cabeza que clamaba justicia a lomo de un espléndido caballo blanco. Desde fecha tan distante, cada aparición del singular fantasma se relacionó con cuanta tragedia individual o colectiva aconteció en la zona.
Una de ellas fue el accidente ferroviario que vistió de luto a la ciudad en el año 1945, con saldo de 25 personas fallecidas y numerosos lesionados. Otra, la célebre granizada de 1963 y su secuela de casas destruidas, comunicaciones interrumpidas y postes derribados. Tanto en uno como en otro dramas, los tuneros de entonces «aseguraron» que se había visto cabalgar la víspera por las calles al fatídico indio sin cabeza y a su no menos siniestro caballo blanco.
Todo lo malo que ocurría en la ciudad se lo achacaban: ¿un crimen pasional...? ¡El caballo blanco! ¿Una riña tumultuaria...? ¡El caballo blanco! ¿Un choque entre automóviles...? ¡El caballo blanco! Cualquier sonido de cascos o de relinchos en horas de la noche desbocaba el pánico. Se acostumbraba decir también que quien viera con sus propios ojos aquella suerte de centauro tenía los días contados. De ahí que, para evitar compromisos, nadie dijera «yo lo vi», sino «me dijeron que lo vieron». Vaya, por si acaso...
Con el tiempo, la leyenda fue perdiendo terreno hasta quedar virtualmente sepultada en el olvido. Hoy forma parte del folclor local y de la inspiración de sus artistas. Como por ejemplo la sugerente obra en metal que engalana un ángulo del Hotel Las Tunas, y que lleva la firma del escultor y pintor tunero Rogelio Ricardo.
El nivel cultural del que hoy goza nuestro pueblo hizo posible que creencias oscurantistas como la del indio sin cabeza y su blanca cabalgadura ya no atemoricen absolutamente a nadie.
Un poeta tunero, permeado del significado de la antiquísima leyenda, la interpretó y se inspiró en ella de esta lírica manera: / Y así la imaginación / es fuente de poesía / en esa superstición. / Belleza en la fantasía / belleza en la realidad... / si es ficción o si es verdad / ¿nos importa todavía? /
Aunque de una manera diferente, el caballo blanco y su indio decapitado cabalgan todavía entre nosotros.

Leer más...
 
CUBA JUAN © 2010 Realizado por Diseño de Blogs