martes, 18 de noviembre de 2008

Un tunero y Capablanca

El aval del cubano J.R. Capablanca, campeón mundial de ajedrez entre los años 1921 y 1927, constituye una pieza de gran valor del patrimonio deportivo nacional. No hay que ser experto en el asunto para colocar su nombre entre los más grandes íconos del llamado Juego Ciencia de todos los tiempos. La Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) reconoció su connotacion y designó en su honor el 19 de noviembre –fecha de nacimiento del criollo, en 1888- como el Día Mundial del Ajedrez.
Según el periodista e investigador Jesús G. Bayolo, la aparición de Capablanca en el tapete blanquinegro obedece a la popularidad que gozaba el ajedrez en La Habana a finales del siglo XIX. La capital era visitada entonces por grandes jugadores como el norteamericano Paul Morphy y el austriaco William Steinitz, quien defendió con éxito su corona mundial en 1889 frente al ruso Mijail Chigorin y le concedió la revancha en la propia sede habanera. En su libro My chess carrer, Capablanca comenta acerca de cómo se asomó al ajedrez
«Yo iba a cumplir cinco años de edad cuando por accidente entré a la oficina de mi padre y lo encontré con otro caballero. Nunca había visto un juego de ajedrez; me interesé y volví al día siguiente a verlos jugar. Al tercer día, mientras observaba, mi padre, un principiante, movió un caballo de un cuadro blanco a otro del mismo color. Su adversario -sin dudas del nivel similar- no se dio cuenta. Mi padre ganó y entonces yo le dije que era un hombre tramposo y me reí. Mi padre me preguntó qué sabía yo de ajedrez. Le repliqué que podría ganarle la partida. Mi padre me dijo que era imposible, pues me consideraba incapaz de colocar las piezas. Sin embargo, ensayamos y le gané.»
La historia posterior del ídolo cubano es conocida. Se tituló campeón nacional sin haber cumplido aún los 13 años de edad, hizo época en Estados Unidos mientras estudiaba en la Universidad de Columbia, derrotó a los más encumbrados maestros de la época y se adjudicó el campeonato mundial en 1921 tras vencer en un match al alemán Enmanuel Lasker. Luego, en 1927, cedió la corona ante el ruso Alekine. Tanto brilló que su apellido fue -¡es!- sinónimo de maestría.
Bayolo glosa su récord así: «Jugó 37 torneos, seis matches y nueve series. Ganó 22 torneos y fue segundo en otros 10. Ganó cinco matches y perdió uno. Ganó siete series y entabló dos. De 619 partidas oficiales, ganó 315, entabló 266 y solo perdió 38, para un 72,4 por ciento de efectividad. Hizo numerosos aportes al ajedrez, tanto en la teoría como en el reglamento y es quien más cerca ha estado de la perfección en el noble juego, lo que le llevó a crear un ajedrez superior con dos nuevas piezas (canciller y arzobispo) en tablero de 80 casillas. Se mantuvo invicto entre los años 1916 y 1924. Perteneció al cuerpo diplomático, pero fue el mejor embajador de Cuba por su genio ajedrecístico y por su recia personalidad».
PEÓN Y SALIDA
A fines de los años 30 del siglo pasado, la salud de Capablanca comenzó a resentirse. Un leve accidente cerebro-vascular en el torneo de AVRO, en 1938, le reservó el peor palmarés de su carrera: séptimo lugar entre ocho jugadores. Aun así, tomó un segundo aire, y en la Olimpiada Mundial de Ajedrez celebrada un año después en Buenos Aires, tuvo el mejor resultado en el primer tablero de Cuba, por delante de ritulantes estrellas como Alekine y Keres.
Cierto día de 1941, Capablanca y su gran amigo, el pintor matancero Esteban Valderrama, hablaban sobre diversos temas en el estudio habanero del artista. El ajedrez no podía faltar en el menú. Comentaban acerca de un match que se jugaba a la sazón en Europa cuando Capablanca contó a su anfitrión que en 1910 algunos de los mejores trebejistas de Nueva York lo retaron a jugar una serie de partidas. Él no solo aceptó y apostó por su triunfo, sino que hasta ofreció de ventaja peón y salida. Pero el proyecto no pudo concretarse porque los retadores no pudieron respaldar la cuantía de su apuesta.
Fue en ese instante cuando a Valderrama –por cierto, el único pintor para el que Capablanca posó y también el reformador de nuestro escudo nacional- se le ocurrió la gran idea: «¿Aceptaría el extitular de ajedrez del planeta celebrar un match en Cuba y otorgarles a sus rivales la misma ventaja que les dio a los norteamericanos?» El gran campeón dijo que sí. Advirtió, no obstante, que habían transcurrido más de tres décadas y que tal vez ya no contaba con igual resistencia e imaginación. Pero estaba dispuesto a probar.
Así, en los días posteriores a la conversación, Valderrama hizo público el ofrecimiento de que Capablanca accedería a enfrentar en una serie de seis partidas a un ajedrecista cubano. En vistas de la diferencia de calidad que existiría entre ambos, cualquiera que fuera su contrario, el otrora titular le ofrecería de ventaja la salida y el peón f7.
Entusiasmada por semejante iniciativa, la Federación Nacional de Ajedrez convocó a toda prisa un torneo especial cuyo ganador se convertiría automáticamente en el flamante contrincante del gran José Raúl Capablanca. Pero el proyecto se embrolló cuando las rondas previstas terminaron con un triple empate en la cúspide. Capablanca desbloqueó la situación con una solución elegante: aceptó jugar dos veces con cada uno de ellos.
Así fue como los destacados maestros Rafael Blanco y Rosendo Romero, y un hijo de Victoria de las Tunas radicado en la capital, el doctor José Fernández León, devinieron antagonistas de ocasión de uno de los más brillantes jugadores de ajedrez de cualquier época en el mundo. Una oportunidad como para conservar en el relicario de las remembranzas y contar luego en detalles a los nietos.
El sonado match no tuvo una sede exclusiva, sino que rotó por algunas de las más importantes edificaciones de La Habana de entonces, entre ellas los espaciosos salones de la revista Carteles y del tristemente célebre Diario de la Marina. La prensa de la época le ofreció en sus espacios extraordinaria cobertura durante su desarrollo entre el 21 y el 31 de marzo del propio 1941.
El resultado final no sorprendió a nadie. Capablanca entabló dos veces con Rosendo Romero, igualó una y ganó otra a Rafael Blanco y venció por partida doble al tunero Fernández León. Días después ofreció a los periodistas su valoración personal acerca de la calidad y el desempeño de sus rivales, que recoge la destacada Gran Maestra cubana Vivian Ramón en el foro de Internet Portalajedrez.com
«De mis contrarios el que jugó con más cautela y asiento fue Romero, además de ser el que obtuvo el mejor resultado. Debo aclarar aquí que en Cuba no hay mejores jugadores que Rafael Blanco y Rosendo Romero. Los habrá tan buenos, pero puedo asegurar que no los hay mejores. José Fernández León es un jugador muy nuevo y por eso perdió sus dos partidas. Si continúa progresando como hasta ahora, dentro de uno o dos años podría pasar a los demás. Pero tiene que progresar bastante todavía para llegar allá».
¿QUIÉN ERA FERNÁNDEZ LEÓN?
Hijo de un inmigrante español, José Fernández León nació en 1915 en Victoria de Las Tunas, donde residió durante casi toda su vida. Luego de grandes sacrificios se graduó de médico en la Universidad de La Habana. Allí se intensamente por el ajedrez, afición que trajo a su terruño a su regreso y que practicó en varios sitios de la ciudad, como el Club Capablanca, en la calle Colón, esquina a Julián Santana.
Su pasión por el milenario juego no tenia límites. Alguien que lo conoció, la tunera Hermidia Pérez, me contó una vez que por los años 1957 ó 1958 el galeno celebraba una partida amistosa con un oficial batistiano, a quien tenía casi al borde de la derrota. En ese preciso momento, y como por «casualidad», un soldado colocó su pistola cargada al lado de los contendientes. Por aquello de que a buen entendedor, pocas palabras, el médico descifró el amenazante mensaje y... ¡se dejó ganar por el esbirro!
En la ciudad tuvo una clínica privada, donde alternaba el ejercicio de la cirugía –especialidad en la que llegó a ser un consumado maestro- con la práctica del ajedrez. Luego se trasladó para La Habana y allá comenzó a enfrentar a los mejores representantes criollos del Juego Ciencia y a participar en importantes torneos. En 1944 se vieron cumplidas las predicciones de Capablanca: Fernández León se erigió en el titular cubano de esa disciplina.
He dejado para el final el verdadero honor que le asiste a Fernández León –fallecido hace unos pocos años- y del que sin dudas puede estar orgulloso su árbol genealógico: ¡fue el último cubano en perder con José Raúl Capablanca! Sí, porque en la segunda vuelta de aquel match de 1941 el genio hizo tablas con Blanco, y tablas con Rosendo en la sexta. La quinta, el 29 de marzo de 1941, se la ganó al tunero. Fue esa la última victoria de Capablanca en un evento semi-oficial, pues falleció al año siguiente en un hospital de Nueva York.
Perder con aquel jugador excepcional que fue José Raúl Capablanca es también honroso. Como dice el investigador Fausto Osorio, «la historia del ajedrez en Las Tunas puede blasonar de un suceso de extraordinario valor, porque la última persona que inclinó su rey ante el más brillante ajedrecista que ha conocido el mundo, fue un tunero: el doctor José Fernández León».
A continuación, las dos partidas que jugó Fernández León con José Raúl Capablanca en el match de 1941.

(2) Fernández León, J - Capablanca, JR
Exhibición, 1941
1.e4 c5 2.Cf3 g6 3.d4 Ag7 4.Cc3 Cc6 5.Ae3 Da5 6.Dd2 Cf6 7.Ac4 cxd4 8.Cxd4 Cg4 9.Cxc6 bxc6 10.Ad4 Ah6 11.De2 e5 12.Ae3 Cxe3 13.fxe3 Dc5 14.0-0 Dxe3+ 15.Dxe3 Axe3+ 16.Rh1 Tb8 17.Ca4 Ag5 18.b3 d6 19.Tad1 Ae7 20.Af7+ Rd8 21.Cc5 Ag4 22.Ce6+ Rd7 23.Cc5+ Rc8 24.Ae6+ Axe6 25.Cxe6 Tb5 26.a4 Tb4 27.Tf7 Rd7 28.Cc5+ Re8 29.Cd3 Txe4 30.Tdf1 Tf8 31.Txf8+ Axf8 32.Rg1 Ah6 33.Te1 Td4 34.Rf1 Rd7 35.Re2 e4 36.Cf2 Td2+ 37.Rf1 d5 38.Te2 Rd6 39.Txd2 Axd2 40.Re2 Aa5 41.Ch3 Re5 42.Cg5 h5 43.Ch3 Rf5 44.Cf2 Ab6 45.Cd1 Ag1 46.h3 Re5 47.Rf1 Ac5 48.Re2 a5 49.Cb2 Aa3 50.Cd1 Ac1 51.Rf2 Rd4 52.Re2 c5 53.g3 g5 54.c3+ Re5 55.Cf2 d4 56.Cd1 d3+ 57.Rf2 Rd5 58.g4 h4 59.Ce3+ Axe3+ 60.Rxe3 c4 61.b4 axb4 62.cxb4 c3 63.a5 c2 64.Rd2 Rd4 65.a6 e3+ 0-1

(5) Fernández León, J - Capablanca, JR
Exhibición, 1941
1.e4 c5 2.Cf3 g6 3.d4 Ag7 4.Ac4 cxd4 5.Axg8 Txg8 6.Cxd4 d5 7.Cb3 dxe4 8.Dxd8+ Rxd8 9.c3 Cc6 10.C1d2 Af5 11.Cc5 e3 12.fxe3 b6 13.Cce4 Ce5 14.Cf2 Cd3+ 15.Cxd3 Axd3 16.Cf3 e5 17.Ad2 Re7 18.0-0-0 e4 19.Cd4 Ah6 20.Cc6+ Re6 21.Cb4 Ae2 22.Tde1 Ab5 23.b3 a5 24.a4 axb4 25.axb5 Ta2 26.cxb4 Tc8+ 0-1

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sábado, 15 de noviembre de 2008

Un año sin fumar

Acabo de cumplir trece deliciosos meses sin fumarme un cigarrillo. Antes de conseguir este período de abstinencia nicotínica tan añorado -confío en que sea irreversible- lo intenté ni se sabe en cuántas ocasiones. Siempre recaí por culpa –me justificaba- del cafecito matutino o de la copita del sábado. Al volver a las andadas acudía a mi mente una frase del gran humorista norteamericano Mark Twain, autor de Las aventuras de Tom Sawyer: «Dejar de fumar es muy fácil. Yo dejé de hacerlo como cien veces».
El no fumador no imagina lo complejo que resulta desistir del cigarrillo cuando alguien ha pasado más de 30 almanaques entre bocanadas de alquitrán. En tan prolongado período se llega a establecer entre victimario y víctima una dependencia angustiosa, como la del esclavo con su amo. Pero está probado que con voluntad se pueden sacudir los grilletes del sometimiento y declararse libre, aunque sea a costa de convertirse en un cimarrón en un palenque sin adicciones.
En mi caso, el motivo para dejar el tabaquismo me lo propició mi hija Sofía, de tres años de edad. Una mañana, mientras la acomodaba en mi ciclomotor para llevarla al círculo infantil, su cabecita adorable quedó a la altura de la mía. Yo terminaba de fumarme el primer cigarro del día y tenía en los labios el tufo maloliente de la nicotina. Le di un beso en la mejilla. A Sofía le desagradó mi aliento. Y me lo hizo saber: «¡Ay, papá, pesteeeee...!», protestó, al tiempo que se apartaba de mí y se limpiaba el rostro con una manita.
Aquello tuvo el efecto de un porrazo, de un golpe colosal sobre mi corazón de padre. Sentí que el mundo se desplomaba. ¡Imagínense! Lo que no consiguieron las críticas, sermones, campañas, solicitudes, insinuaciones, advertencias, dudas, compromisos y hasta amenazas lo logró con un simple abracadabra una frase de rechazo, un beso censurado de mi princesa mayor. Entonces tomé la decisión aplazada tantas veces, me programé para cumplirla cuanto antes y... ¡no he vuelto a fumar! Algunos dirán: «Bahhh, ya vimos esa película. Veremos si puede mantenerse» Y yo: «¡Pues seguro que podré!»
La primera recompensa por esta determinación es que mi salud se ha fortalecido. La escalera hasta mi apartamento en el tercer piso dejó ya de constituir un desafío y un martirio para mis pulmones. Y no me obsesiona la llegada del amanecer para tirarme a toda prisa de la cama, «colar» café y solazarme luego en el balcón con el cigarro más apetecible del día. Les seré franco: en materia de dinero, no he ahorrado ni un centavo. Pero por lo menos ya no convierto los billetes en humo y ceniza. Ahora le doy un destino más productivo.
Lo otro bueno es que mejoré la autoestima. Cuando alguien se me acerca y me dice: «¿me puede prestar su fosforera?», le respondo, orgulloso y mirándolo a los ojos: «no, yo no fumo». Y eso me reconforta una barbaridad. Mi abdicación trajo otros beneficios no menos trascendentales: ceniceros limpios, ligereza en los bolsillos y ropa sin quemar. Ahhh, y ya mis hijas y mi esposa dejaron de amonestarme por los hedores a nicotina. En fin, ganancia neta. Así que si es usted es fumador empedernido -o fumadora-, vamos, anímese y aplaste definitivamente la colilla. Su salud, su familia, su entorno, su imagen y su economía se lo agradecerán. Y ahora lea:
La nicotina es un alcaloide que produce más dependencia que la heroína o la cocaína... Cada 10 segundos en el mundo muere una persona como consecuencia del consumo de tabaco... El humo de un cigarro tiene más de cuatro mil productos químicos, entre ellos amoníaco y arsénico, ambos sumamente tóxicos... De esa extraordinaria cifra, alrededor de 40 productos pueden causar cáncer... Los estudios demuestran que los fumadores pierden siete minutos de vida casa vez que se fuman un cigarro... Las compañías de tabaco gastan en total en propaganda 13 millones de dólares diarios... El consumo de tabaco origina más muertes que la acción combinada del SIDA, los accidentes de tránsito, las drogas ilegales, los asesinatos y los suicidios... En el mundo fuma el 47 por ciento de los hombres y el 12 por ciento de las mujeres... Desde 1950 hasta el 2000 el tabaco provocó la muerte de 60 millones de personas en los países desarrollados, cifra mayor a las ocurridas en la Segunda Guerra Mundial...

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lunes, 10 de noviembre de 2008

Paloma en Guayabal

Los huracanes con currículos de torturadores y las marejadas con instintos asesinos distan una enormidad de ser referencias inéditas para los habitantes de Guayabal, pequeño puerto de la costa sur tunera. Por allá tienen registrado en sus cuadernos de bitácora más de una difícil escaramuza con los obstinadamente perversos emisarios de los dioses Eolo y Poseidón, responsables de casi todas las cicatrices que marcan la piel del asentamiento en su centenaria existencia.
Estos pormenores me los ofreció Manuel Domínguez, investigador de la localidad, mientras un grupo de periodistas rodábamos en una coaster hacia la franja costera duramente castigada por el huracán Paloma. A través de los cristales se nos encimó el drama insinuado por el río Sevilla -escapado de su cauce- y por el extraño matiz del terreno, evidencia de la insólita irrupción del mar. La historia merodeó mi recuerdo como una aparecida de último minuto.
Hasta donde se conoce, los nexos de Guayabal con los ciclones datan del siglo XIX, cuando una enorme tormenta lo zarandeó a su antojo. Más de medio siglo después, en octubre de 1950, un meteoro orientó su brújula hacia predios camagüeyanos e incluyó al pequeño poblado en su tempestuoso itinerario. En 1963 el tristemente célebre Flora lo caló hasta los huesos. Ike -¡ay!- lo lanzó contra las cuerdas. Y ahora Paloma lo puso al borde del nocao. Pero fue en 1932...
«La gente piensa que el ciclón de 1932 destruyó exclusivamente a Santa Cruz del Sur, y eso no es así –asegura Oscar Menéndez, guayabalense con 68 almanaques a cuestas-. Es cierto, allá fueron millares las víctimas cuando el mar entró. Pero en Guayabal también acabó con la quinta y con los mangos. Era de esperar, pues a ambos pueblos solo los separan 35 kilómetros. Mire, allí, en el estero del Bolcó, se ahogaron 35 pescadores. Y, como mismo ocurrió en Santa Cruz, las aguas nos dejaron en pie una sola casa. Ike y Paloma tampoco pudieron con ella. Venga para que la vea».
Camino por la calle principal, tan próxima a la orilla que las olas casi la conquistan. Hay arena por todas partes. Y aún amputaciones vegetales de Ike. Mis zapatos se hunden en una mezcla viscosa de sargazos moribundos y líquenes fuera de contexto. El mar –dicen algunos- penetró casi un kilómetro pueblo adentro. Se llevó cuanto encontró por delante. Aquello debe de haber sido un infierno la noche del 8 de noviembre pasado. «Esa es la casa», dice Oscar.
Increíble. Un local de madera, construido en 1927 y propiedad de la familia Faxa. A todas luces, se trata de un inmueble bien hecho, con sólidas vigas y montado sobre pilotes. Y ahora asómbrese con lo que dice al respecto el sitio en Internet de Radio Santa Cruz: «Llama la atención que de los dos pueblos arrasados por el ciclón de 1932, Santa Cruz del Sur y Guayabal, las únicas casas que quedaron en pie fueron construidas por el mismo carpintero».
Su actual inquilino se nombra Juan Enrique Díaz. Comenta:
«Aquí vivieron los abuelos y los padres de mi esposa. No sé qué tiene esta vivienda para resistir tanto. Tal vez sean los pilotes. La gente dice que está embrujada. Pero yo no creo en ninguna de esas cosas. Cuando Ike solamente sufrió un poco la parte trasera, y fue porque le cayó encima una mata de anoncillo. Ahora Paloma le dañó un poco el portal y algunas tejas. Imagínese, el mar entró y salió como quiso. Mire qué cantidad de casas hay en el suelo. Son como cien. Las olas tienen que haber alcanzado más de tres metros de altura».
En efecto, la desolación de Guayabal luego del paso del ciclón obedece no tanto a la fuerza del viento como a la embestida de las olas. Los expertos llaman a ese fenómeno marea de tormenta. La página digital de Cubasolar la considera como«el efecto más destructivo asociado a los huracanes, de aproximadamente el 90 por ciento de las pérdidas materiales y de nueve de cada diez víctimas». Y la define como «la elevación anormal y temporal del nivel de la superficie del mar debido al movimiento de un huracán sobre la plataforma continental o insular».
Añade el sitio que las mayores elevaciones conocidas debido a ese fenómeno ocurrieron en la India y Bangladesh, con 12 metros sobre el nivel medio del mar. Fue también impresionante la de 1900, que inundó la isla de Galveston y dejó más de 6000 muertos. Y otra: la asociada con el huracán Camille (1969,) con 7,4 metros de alto en Pass Christian, en el estado norteamericano de Mississippi. En Cuba el récord lo ostentan los 6,5 metros originados por el ciclón de 1932, considerado el peor desastre natural de nuestra historia, el cual, como ya dije, tuvo una tremenda incidencia en Guayabal.
¿QUÉ DAÑOS CAUSÓ PALOMA EN GUAYABAL?
Muchos, sin dudas. Ella, reconocida en todo el planeta como el símbolo internacional de la paz, no respetó en esta oportunidad ni siquiera la paz de los sepulcros. ¡Hasta el pequeño camposanto del asentamiento –también mirando a los ojos al Golfo de Guacanayabo- tuvo que tolerar la «profanación» de varios de sus panteones!
La arremetida salobre fue de tales diemensiones que levantó la pavimentación en varios tramos de la calle principal paralela al océano. Por allí ahora no pueden circular los vehículos. En el propio litoral, el viento arrancó de raíz árboles corpulentos que habían desafiado con fortuna el asalto demoledor de Ike.
La terminal de azúcar a granel, primera de su tipo en Cuba, exhibe daños en su cubierta y en uno de sus almacenes. Igual que algunas tiendas, escuelas y establecimientos gastronómicos, entre ellos una cafetería frente al mar desde cuya placa remontaron vuelo como papalotes numerosas estructuras de hierro hasta enredarse entre las ramas de los árboles que quedaron en pie. El campismo popular y las instalaciones del centro de estimulación del MINAZ salieron también del trance con bastante deterioro.
En el cine del poblado, una de sus instituciones culturales más carismáticas, Paloma intentó exhibir una película de horror contra la voluntad y el gusto estético de sus habitantes. Sus ráfagas le arrebataron violentamente parte de la cubierta y le afectaron un segmento de carpintería. Meses atrás lo habían sometido a una reparación que costó una fuerte suma en moneda convertible.
Con las viviendas tuvo Paloma un ensañamiento casi absoluto. Prácticamente todas las enclavadas frente a la costa se desplomaron ante el embate de las olas y el viento. Cifras preliminares hablan de 110 derrumbes totales y 127 parciales. Dos de esos inmuebles abatidos me impactaron: el de la familia del cantante de Son 14, Eduardo Tiburón Morales; y la de aquella anciana romántica, Esther González, a la que la cólera de Ike perdonó y solo le estropeó las fotografías de matrimonio. Paloma no se anduvo con sentimentalismos y le regaló a la octogenaria una imagen ampliada de la pesadilla.
UN GUAYABAL CON HISTORIA
Guayabal es un pueblo de portuarios y pescadores que antes de 1959 solo tenían trabajo tres meses del año para la exportación de azúcar. A pesar de su levedad en la geografía tunera, cuenta con mucha historia. En 1898 pertenecía a la provincia de Camagüey y, desde entonces, se le reconoce como el primer poblado liberado por los mambises agramontinos, a quienes, por cierto, les asiste el honor de haberlo nombrado así, Embarcadero de Guayabal, cuando arribaron a la zona por un estero en cuyas proximidades había un guayabal.
También se asegura que cuando el Generalísimo Máximo Gómez decidió marchar al exilio luego de la vergüenza del Zanjón, el general español Arsenio Martínez Campos le propuso hacerlo a bordo de una cañonera por un sitio llamado Estero del Junco, perteneciente a Santa Cruz del Sur, pero muy próximo a Guayabal. Al final El Viejo lo hizo desde Manzanillo, donde radican muchos guayabalenses.
Todos los recursos materiales utilizados para la construcción y montaje del antiguo ingenio azucarero Francisco-Guayabal llegaron desde el espigón del poblado fundado en 1938. La fábrica de azúcar comenzó a erigirse en 1899, a unos 16 kilómetros del embarcadero del Surgidero de Guayabal o Cayo Romero, adscrito al Partido Judicial de Yáquimo, en la jurisdicción de Puerto Príncipe y anotado por las autoridades coloniales españolas como Distrito Marítimo de Santa Cruz del Sur. Desarrolló su primera zafra en 1902 y produjo 67 mil 680 sacos de 100 libras cada uno.
Fue tan enorme la popularidad alcanzada por el poblado de Guayabal en cierta época que hasta el Bárbaro del Ritmo, Benny Moré, le dedicó una canción titulada precisamente así: Francisco Guayabal. Todavía se deja escuchar en nuestras discotecas radiales. Y una telenovela de hace varios años atrás, titulada El viejo espigón, se inspiró también en aquella zona marítima, cuando los norteamericanos se empeñaron en construir la terminal de azúcar a granel para dejar cesantes a 300 braceros del pueblo. El tiempo no les alcanzó, y el Che la inauguró en 1962 cuando era Ministro de Industrias.
El 8 de noviembre pasado una paloma quiso pasarse de lista buscando guayabas y halló un hueso duro de roer. La gente de Guayabal no cree en la cólera de Eolo ni en la agresividad de Poseidón. Ya está trabajando con todas sus fuerzas para erigir un pueblo más bonito. A pesar de esta Paloma que niega las esencias de su estirpe, en Guayabal volverán a volar las gaviotas.

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viernes, 7 de noviembre de 2008

El valor de las fotos viejas

Contemplar fotos viejas constituye un deleite que muy escasas personas en el planeta son capaces de negarse. A bordo de esas cartulinas amarillentas y borrosas viajamos al pasado desde el presente y descubrimos sutilezas que la oralidad no es capaz de transmitirnos. Ocurre que la fotografía -para fortuna nuestra- «congela» el tiempo como mismo hace una nevera con los alimentos. Recuerdo que mi entrañable madre guardaba como reliquias alcanforadas una pequeño neceser repleto de fotos de la época de Maricastaña, como denomina el aforismo a lo que comulga con las polillas. Periódicamente las revisaba, y, cada vez que eso ocurría, me parecía descubrir en sus ojos un asomo de nostalgia. Las fotos que les propongo aquí, en la galería de la derecha, son del período en que se comenzó a construir el ingenio Manatí, allá por el año 1912. Ninguno de nosotros -personas de la segunda mitad del siglo pasado- fuimos testigos de aquellos acontecimientos fundacionales. Así que quizas a muchos de mis lectores no les digan absolutamente nada. Sin embargo, lo no vivido también tiene -¡cómo no!- auténtico valor. Y no solo histórico, sino, además, sentimental, testimonial y patrimonial. Amigos míos, los invito a detenerse en estas imágenes antiguas que han sobrevivido al paso de los almanaques. ¡Ahorita tienen un siglo de existencia! Junto a ellas vino al mundo en nuestro pueblo la industria azucarera, que ya pasó a la historia.

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sábado, 1 de noviembre de 2008

Pintando con mis hijas

Amigos míos, esta es mi primera experiencia en la «crítica de arte». A pesar de mi ineptitud en ese campo, he llegado a la conclusión de que mis pequeñas hijas pintan muuuuuuuuy bien jajajajajajaja... Realmente -y aquí, entre ustedes y yo- debo decirles que las he ayudado un poquito, ¿eh? Los tres pintamos con el programa Paint. Yo, sentado en mi silla frente al display de la computadora, y ellas acomodadas sobre mis piernas, disputándose ora la derecha, ora la izquierda, hasta que consiguen ponerse de acuerdo. Sofía es la que más me arrebata al mouse para hacer lo que le viene en ganas sobre el ciberlienzo; Beatriz solo de vez en cuando, principalmente para seleccionar en la paleta los colores más estrafalarios. Luego, al final, borro algo por aquí, mejoro algo por allá, retoco y... ¡obra concluida! Se trata, entonces, de una galería a tres manos. Aquí están las «pinturas», listas para ser justipreciadas en la subasta del buen criterio. Discúlpenme esta recomendación que viene de muy cerca, pero aprecien qué bien pintan jajajajajajaja...









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