Acabo de cumplir trece deliciosos meses sin fumarme un cigarrillo. Antes de conseguir este período de abstinencia nicotínica tan añorado -confío en que sea irreversible- lo intenté ni se sabe en cuántas ocasiones. Siempre recaí por culpa –me justificaba- del cafecito matutino o de la copita del sábado. Al volver a las andadas acudía a mi mente una frase del gran humorista norteamericano Mark Twain, autor de Las aventuras de Tom Sawyer: «Dejar de fumar es muy fácil. Yo dejé de hacerlo como cien veces».
El no fumador no imagina lo complejo que resulta desistir del cigarrillo cuando alguien ha pasado más de 30 almanaques entre bocanadas de alquitrán. En tan prolongado período se llega a establecer entre victimario y víctima una dependencia angustiosa, como la del esclavo con su amo. Pero está probado que con voluntad se pueden sacudir los grilletes del sometimiento y declararse libre, aunque sea a costa de convertirse en un cimarrón en un palenque sin adicciones.
En mi caso, el motivo para dejar el tabaquismo me lo propició mi hija Sofía, de tres años de edad. Una mañana, mientras la acomodaba en mi ciclomotor para llevarla al círculo infantil, su cabecita adorable quedó a la altura de la mía. Yo terminaba de fumarme el primer cigarro del día y tenía en los labios el tufo maloliente de la nicotina. Le di un beso en la mejilla. A Sofía le desagradó mi aliento. Y me lo hizo saber: «¡Ay, papá, pesteeeee...!», protestó, al tiempo que se apartaba de mí y se limpiaba el rostro con una manita.
Aquello tuvo el efecto de un porrazo, de un golpe colosal sobre mi corazón de padre. Sentí que el mundo se desplomaba. ¡Imagínense! Lo que no consiguieron las críticas, sermones, campañas, solicitudes, insinuaciones, advertencias, dudas, compromisos y hasta amenazas lo logró con un simple abracadabra una frase de rechazo, un beso censurado de mi princesa mayor. Entonces tomé la decisión aplazada tantas veces, me programé para cumplirla cuanto antes y... ¡no he vuelto a fumar! Algunos dirán: «Bahhh, ya vimos esa película. Veremos si puede mantenerse» Y yo: «¡Pues seguro que podré!»
La primera recompensa por esta determinación es que mi salud se ha fortalecido. La escalera hasta mi apartamento en el tercer piso dejó ya de constituir un desafío y un martirio para mis pulmones. Y no me obsesiona la llegada del amanecer para tirarme a toda prisa de la cama, «colar» café y solazarme luego en el balcón con el cigarro más apetecible del día. Les seré franco: en materia de dinero, no he ahorrado ni un centavo. Pero por lo menos ya no convierto los billetes en humo y ceniza. Ahora le doy un destino más productivo.
Lo otro bueno es que mejoré la autoestima. Cuando alguien se me acerca y me dice: «¿me puede prestar su fosforera?», le respondo, orgulloso y mirándolo a los ojos: «no, yo no fumo». Y eso me reconforta una barbaridad. Mi abdicación trajo otros beneficios no menos trascendentales: ceniceros limpios, ligereza en los bolsillos y ropa sin quemar. Ahhh, y ya mis hijas y mi esposa dejaron de amonestarme por los hedores a nicotina. En fin, ganancia neta. Así que si es usted es fumador empedernido -o fumadora-, vamos, anímese y aplaste definitivamente la colilla. Su salud, su familia, su entorno, su imagen y su economía se lo agradecerán. Y ahora lea:
La nicotina es un alcaloide que produce más dependencia que la heroína o la cocaína... Cada 10 segundos en el mundo muere una persona como consecuencia del consumo de tabaco... El humo de un cigarro tiene más de cuatro mil productos químicos, entre ellos amoníaco y arsénico, ambos sumamente tóxicos... De esa extraordinaria cifra, alrededor de 40 productos pueden causar cáncer... Los estudios demuestran que los fumadores pierden siete minutos de vida casa vez que se fuman un cigarro... Las compañías de tabaco gastan en total en propaganda 13 millones de dólares diarios... El consumo de tabaco origina más muertes que la acción combinada del SIDA, los accidentes de tránsito, las drogas ilegales, los asesinatos y los suicidios... En el mundo fuma el 47 por ciento de los hombres y el 12 por ciento de las mujeres... Desde 1950 hasta el 2000 el tabaco provocó la muerte de 60 millones de personas en los países desarrollados, cifra mayor a las ocurridas en la Segunda Guerra Mundial...
El no fumador no imagina lo complejo que resulta desistir del cigarrillo cuando alguien ha pasado más de 30 almanaques entre bocanadas de alquitrán. En tan prolongado período se llega a establecer entre victimario y víctima una dependencia angustiosa, como la del esclavo con su amo. Pero está probado que con voluntad se pueden sacudir los grilletes del sometimiento y declararse libre, aunque sea a costa de convertirse en un cimarrón en un palenque sin adicciones.
En mi caso, el motivo para dejar el tabaquismo me lo propició mi hija Sofía, de tres años de edad. Una mañana, mientras la acomodaba en mi ciclomotor para llevarla al círculo infantil, su cabecita adorable quedó a la altura de la mía. Yo terminaba de fumarme el primer cigarro del día y tenía en los labios el tufo maloliente de la nicotina. Le di un beso en la mejilla. A Sofía le desagradó mi aliento. Y me lo hizo saber: «¡Ay, papá, pesteeeee...!», protestó, al tiempo que se apartaba de mí y se limpiaba el rostro con una manita.
Aquello tuvo el efecto de un porrazo, de un golpe colosal sobre mi corazón de padre. Sentí que el mundo se desplomaba. ¡Imagínense! Lo que no consiguieron las críticas, sermones, campañas, solicitudes, insinuaciones, advertencias, dudas, compromisos y hasta amenazas lo logró con un simple abracadabra una frase de rechazo, un beso censurado de mi princesa mayor. Entonces tomé la decisión aplazada tantas veces, me programé para cumplirla cuanto antes y... ¡no he vuelto a fumar! Algunos dirán: «Bahhh, ya vimos esa película. Veremos si puede mantenerse» Y yo: «¡Pues seguro que podré!»
La primera recompensa por esta determinación es que mi salud se ha fortalecido. La escalera hasta mi apartamento en el tercer piso dejó ya de constituir un desafío y un martirio para mis pulmones. Y no me obsesiona la llegada del amanecer para tirarme a toda prisa de la cama, «colar» café y solazarme luego en el balcón con el cigarro más apetecible del día. Les seré franco: en materia de dinero, no he ahorrado ni un centavo. Pero por lo menos ya no convierto los billetes en humo y ceniza. Ahora le doy un destino más productivo.
Lo otro bueno es que mejoré la autoestima. Cuando alguien se me acerca y me dice: «¿me puede prestar su fosforera?», le respondo, orgulloso y mirándolo a los ojos: «no, yo no fumo». Y eso me reconforta una barbaridad. Mi abdicación trajo otros beneficios no menos trascendentales: ceniceros limpios, ligereza en los bolsillos y ropa sin quemar. Ahhh, y ya mis hijas y mi esposa dejaron de amonestarme por los hedores a nicotina. En fin, ganancia neta. Así que si es usted es fumador empedernido -o fumadora-, vamos, anímese y aplaste definitivamente la colilla. Su salud, su familia, su entorno, su imagen y su economía se lo agradecerán. Y ahora lea:
La nicotina es un alcaloide que produce más dependencia que la heroína o la cocaína... Cada 10 segundos en el mundo muere una persona como consecuencia del consumo de tabaco... El humo de un cigarro tiene más de cuatro mil productos químicos, entre ellos amoníaco y arsénico, ambos sumamente tóxicos... De esa extraordinaria cifra, alrededor de 40 productos pueden causar cáncer... Los estudios demuestran que los fumadores pierden siete minutos de vida casa vez que se fuman un cigarro... Las compañías de tabaco gastan en total en propaganda 13 millones de dólares diarios... El consumo de tabaco origina más muertes que la acción combinada del SIDA, los accidentes de tránsito, las drogas ilegales, los asesinatos y los suicidios... En el mundo fuma el 47 por ciento de los hombres y el 12 por ciento de las mujeres... Desde 1950 hasta el 2000 el tabaco provocó la muerte de 60 millones de personas en los países desarrollados, cifra mayor a las ocurridas en la Segunda Guerra Mundial...
4 comentarios:
Enhorabuena Juan
Acabas de dar un ejemplo
maravilloso a esta humanidad
tan adicta al fumar!
Entrada a pasar en los
cines y en carteles.
♥♥♥besos♥♥♥
Felicidades Juan ! No sabes como me gustaría pronunciar también esa frase" No, yo no fumo". Maldito cigarrillo mil veces que me atrapa y me domina cada día. Una esclavitud insana e innecesaria.Intentaré dejarlo....una vez más.Un abrazo desde Sevilla.
Hola Moralitos
Me alegra infinitamente que hayas dejado de fumar, yo tambien lo deje hace muchos años, que bueno saber de ti a traves de esta pagina tan maravillosa, felicidades por tus niñas.
Tu amiga de siempre, ahora del otro lado de la moneda y mirando al norte.
Mirtha James.
Felicidades, este libro te gustará:
http://www.feedbooks.com/item/42668/un-año-sin-fumar
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