sábado, 31 de diciembre de 2011

Así esperan el año nuevo



El fin de año constituye un suceso trascendental dentro del almanaque y su irrupción se aguarda en el mundo de maneras muy heterogéneas y curiosas. Todo depende de la cultura, idiosincrasia y fantasía de su gente. Aquí les van algunos interesantes botones de muestra.
En Ecuador golpean, insultan e incineran monigotes de trapo que representan tanto a personajes detestables como a los más populares del año en el país. Ahí figuran no solo políticos, sino también atletas y protagonistas de telenovelas. 
En Italia preparan una cena donde el plato principal  utiliza lentejas, símbolo de la fortuna. También lanzan por las ventanas trastos inservibles para romper con el pasado y comenzar el año nuevo con buen pie. 
En Francia los parisinos van a los Campos Elíseos y al Arco del Triunfo y brindan con champán. A medianoche se besan y abrazan bajo una rama de muérdago . 
En Alemania derriten mineral de plomo sobre una cuchara. Echan el material derretido en agua fría y, según la forma que tome al endurecerse, interpretan el porvenir.
En Inglaterra se acercan al Big Ben para estar cerca del famoso reloj londinense cuando lleguen las 12 de la noche, entrelazan sus brazos y cantan la canción Auld Lang Syne
En Escocia incineran un barril y lo echan a rodar como agente purificador. El primero que entre a una casa el primer día del año traerá  buena suerte. 
En Austria se reparten besos y bailan el vals de año nuevo. La Filarmónica de Viena ofrece uno de sus conciertos de Strauss más importantes. 
En Dinamarca rompen platos como una demostración amor por los seres queridos. Los fragmentos se los colocan a la puerta en proporción a la magnitud del amor que les profesan. 
En México barren la casa el 31 por la noche para que la suerte la encuentre limpia. Al anochecer se pasean con una maleta para atraer los viajes. 
En Venezuela cenan con hallaca. También escriben los deseos en una carta que luego queman para asegurarse de que nadie más pueda leerla. 
En China organizan fastuosos bailes de dragones con cintas de colores y lanzan al cielo infinidad de fuegos artificiales y trique-traques para alejar los influjos negativos. 
En Japón las iglesias de todo el archipiélago tocan 108 campanadas. Cada una hace referencia a un deseo terrenal. Empiezan el año riendo porque creen que eso reporta fortuna. 
En Vietnam suelen plantar un árbol de bambú en el patio y luego lo decoran con campanas, flores y serpentinas rojas para ahuyentar y protegerse de los malos espíritus. 
En Tailandia lanzan agua para atraer las lluvias. También lavancon meticulosidad las imágenes de Buda y liberan a los pájaros de sus jaulas o a los peces de sus peceras. 
En Australia aguardan con bulla el año nuevo. Al llegar la medianoche comienzan  los  silbidos, pitos de carros, aplausos, música y campanadas. 
En Brasil echan al mar barquitos cargados de regalos, comida y flores. Si el mar se los lleva con buen viento es un presagio de buena fortuna. 
En España cada persona se come doce uvas, una por cada hora recién llegada, y beben cava, comen turrones y cantan villancicos. 
En Colombia dan un portazo para alejar los malos espíritus cuando las campanas dan las 12. Besan primero a una persona del sexo opuesto.
En Cuba todos nos abrazamos y nos deseamos felicidad y ventura para la familia entre tragos de ron, lechón asado y música a todo volumen. 

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lunes, 5 de diciembre de 2011

Locales tuneros de antaño.

La ciudad de Victoria de las Tunas tuvo en la etapa anterior a 1959 varios establecimientos donde se expendían combustible y lubricantes y se reparaban vehículos automotores.
Algunos eran pequeños espacios habilitados para esos propósitos, como el Garage Pepe (foto de la derecha de 1945), radicado por entonces en la esquina de las calles Nicolás Heredia y Francisco Varona (carretera central), al lado de la Villa de Jabón Candado, justamente donde hoy presta servicios una carnicería. 
El local era propiedad de un tal Teófilo Pérez, quien se lo alquiló a José Rodríguez Rodríguez (Pepe) para que este montara allí una gasolinera. .Posteriormente, en los años 50 y tanto, Pepe construyó y puso a funcionar la Terraza Club Tunas (hoy La Cubana), casi frente al garage de referencias. La gente conocíó a ese sitio con el nombre de La Cubana -la denominación llegó hasta nuestros días- porque una ruta de ómnibus Santiago-Habana denominada así tenía en aquel lugar una de sus escalas. 
En la foto de la izquierda se aprecia la distribución de los servicios que prestaba la unidad, con una bomba en la parte exterior para vender combustible y un pequeño taller interior para labores de mecánica automotriz, llamado, como su antecesor, Garage Pepe.
En el propio primer piso funcionaban una cafetería y un bar con acceso desde la acera. La instalación disponía de un mostrador y mesas para uso del público. Tres toldos de lona protegían del sol oblicuo a los usuarios. En el segundo nivel estaba la terraza, donde se celebraban regularmente fiestas y otras actividades análogas. Y en el tercero, la azotea cercada.

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sábado, 26 de noviembre de 2011

Mi familia del aula

 
Estos son mis alumnas y alumno (porque solo hay un varón) de cuarto año de la carrera de Comunicación Social, adscripta a la Facultad de Humanidades de la Universidad de Las Tunas. A ellos les imparto durante el primer semestre la asignatura Fundamentos del Periodismo. Se trata de un grupo entusiasta y disciplinado donde la inteligencia y el talento son un factor común. Disfruto una enormidad cada sesión en el aula en su compañía, porque salgo enriquecido tanto en lo académico como en lo espiritual. Mis clases,  por cierto, no constituyen  modelos de técnica y maestría pedagógicas ni mucho menos. En realidad, no soy profesor de carrera, sino «a la carrera». Sin embargo, los muchachos (as) suelen motivarse bastante con los temas que les propongo y, en consecuencia, participan con sugerencias y opiniones, la mayoría interesantes y lúcidas. Conversar y dialogar, eso es lo que hacemos cada semana mis estudiantes y yo. Y gracias a esa interacción devenida divertimento, hoy a ellos les gusta más y entienden mejor el Periodismo, esa profesión a la que el colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, llamó en una oportunidad «el mejor oficio del mundo».En la foto aparece también -entre mis brazos- mi pequeña hija Beatriz.

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miércoles, 9 de noviembre de 2011

Desaparece una... dama

A fines de la década de los años 70 del siglo pasado tomó extraordinaria popularidad en la provincia de Las Tunas -especialmente en su ciudad cabecera- un raro juego de mesa llamado Dama Internacional, conocido también en Cuba con el nombre de Dama Polonesa (DP). Esta disciplina del sector de la recreación tiene semejanzas con la Dama Española (DE) que se juega por acá en cualquier esquina. Ambas, no obstante, se diferencian en los siguientes detalles: el tablero de la DP tiene 100 casillas, hay 20 peones por jugador, se captura hacia adelante y hacia atrás y la diagonal principal queda a la izquierda. En la DE, por su parte, el tablero consta de 64 casillas, hay 12 peones por jugador, se captura solo hacia adelante y la diagonal principal está a la derecha. La masividad de este juego llegó a ser tan grande en nuestro territorio que fuimos sede del Primer Campeonato Nacional de Dama Polonesa en 1978. Las Tunas se agenció entonces el título por equipos. Esta competencia se celebró en la antigua academia de ajedrez, frente al parque Vicente García, donde funciona en la actualidad la cafetería La Holguinera. En la foto superior, que me fue obsequiada por Gilberto Muñagorry, antiguo jugador de DP, figuran varios de los participantes en el importante certamen. En la de abajo aparece Pedro Quintana, jugador de gran nivel y promotor por excelencia de la DP en nuestra provincia, actualmente radicado en el exterior. Lamentablemente, la modalidad dejó de recibir la atención necesaria y hoy apenas se practica por acá. La DP está adscripta a la Federación Mundial de Juegos de Dama (FMJD),  organización con sede en Holanda. Tiene calendarios de competencias a diferentes niveles, que incluyen campeonatos mundiales.

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viernes, 28 de octubre de 2011

El teacher Vivian

Algunos teóricos aseguran que una imagen vale por mil palabras. Yo no sería tan absoluto. Pero una imagen -¡sí!- puede provocar que la memoria más anquilosada resucite. Estas añejas fotos harán que muchos manatienses cincuentones recuerden con cariño a una personalidad del municipio seguramente ya sepultada en el olvido. La persona que aparece retratada llevó en vida el nombre de Vivian Yearwood Smith. Solo que en Manatí se le conocía, sencillamente, como El Teacher. Nació  en la parroquia de St. Lucy, en la caribeña isla de Barbados, el 11 de junio de 1903. A los 19 años de edad emigró a Cuba. en busca de nuevos horizontes económicos. Por acá incursionó en varios oficios, incluyendo algunos dentrro del proceso fabril de nuestro desaparecido ingenio azucarero. Pero la ocupación que le concedió mayor notoriedad fue la de profesor de Inglés, labor que, primeramente, ejerció entre los años 40 y 50 del siglo pasado, incluso en la ciudad de Victoria de las Tunas. Luego, en Manatí, fue fundador de la Secundaria Básica Dos de Diciembre, de cuyo claustro formó parte hasta 1971, cuando se acogió a la jubilación. En ese centro de la enseñanza media, Vivian desempeñó también el cargo de Secretario Docente. Era una persona afable, a quien los estudiantes de la época solían gastar las mil y una bromas, principalmente en períodos de Escuela al Campo. A pesar de haber emigrado muy joven a nuestro país, jamás perdió el particular acento de su lengua materna. De ahí que saludara siempre con un «hello, friend!!!», lo mismo en el aula que en la calle. El Teacher Vivian Yearwood Smith fallecio el 5 de enero de 1981 en la habanera localidad de Santa Cruz del Norte, donde se había establecido con su familia. Esta información, que mucho agradezco, me la hizo llegar desde Barbados, donde reside en la actualidad, su hija Jenny, vía Facebook.

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jueves, 13 de octubre de 2011

Recuerdos musicales

Las fiestas populares manatienses de fines de los 70 y años posteriores casi siempre eran amenizadas por una agrupación musical gratamente recordada en nuestra localidad: Verano´78. El colectivo adoptó su nombre por la etapa estival de su fundación, cuando un piquete de aficionados al divino arte del dios Orfeo se reunió para descargar en algún  motivito del batey azucarero. A partir de aquel momento, sus presentaciones se hicieron habituales los fines de semana en lugares como La Piragua, la Casa de la Cultura, El Ranchón y otros escenarios. Su repertorio se alimentaba de los temas de moda que más se escuchaban por la radio, aunque también contaba con números compuestos por miembros del conjunto. Les identificaré a los integrantes que aparecen en esta imagen de 1986, con sus respectivos instrumentos. Detrás, de izquierda a derecha, Eddy Rodríguez Briñoñes (trompeta), Jorge Bejerano (trompeta), Enrique "Kiki" Pagés (trompeta), Ruperto "Son" Guibbons (saxofón) y Geonel Novella (bajo). Delante, también de izquierda a derecha, Ángel Bejerano (cantante), Fidel Acevedo (bongoes), Albi García Cartaya (timbales), Esteban Eversley (cantante), Reynaldo "Papito" Balbuena (congas) y Reynaldo "Chocho Gwe" Fernández (maracas). Verano´78 desapareció de la escena cultural de Manatí en los años 90 del siglo pasado.

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lunes, 26 de septiembre de 2011

Chaplin en un poema

Por la obra artística que legó a la cultura universal, el comediante inglés Charles Chaplin es mucho más que un ícono del  séptimo arte. Persona de fina sensibilidad, escribió poemas dignos de figurar con honor en la más exigente antología del género. No por azar sus filmes constituyen piezas líricas auténticas, tanto por la exquisitez de su concepción como por el palco de privilegio que le reservó en ellos al ser humano. Esta muestra es una evidencia del talento poético de Chaplin:  


VIDA
Ya perdoné errores casi imperdonables,
ya sustituí personas casi insustituibles,
ya olvidé personas casi inolvidables,
ya hice cosas por impulso,
ya me decepcioné de alguien
de quien no pensé decepcionarme.
Ya abracé para proteger,
ya me reí cuando no podía,
ya hice amigos de verdad,
ya amé y  me amaron,
ya me amaron y no amé,
ya grite y salté de felicidad,
ya hice juramentos eternos,
ya lloré oyendo música y viendo fotos,
ya llamé solo por escuchar una voz,
ya me enamoré por una sonrisa,
ya pensé que iba a morir de nostalgia,
ya temí perder a alguien especial...
 ¡Pero a todo sobreviví! ¡Y estoy vivo!
Ahora no solo paso por la vida, ¡vivo!
  Y tú tampoco deberías no solo pasar.
Hay que abrazar la vida y vivirla con pasión.
Bueno es acudir decidido a la lucha.
Pero a vencer con clase y a perder con osadía.
Porque el mundo pertenece a quien se atreve.
  Y la vida es mucha cosa para ser insignificante.

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lunes, 19 de septiembre de 2011

Cosas del pasado

El tema relacionado con la segregación racial siempre me ha resultado antipático. Opino que en el planeta solo existe una raza: la humana. Lamentablemente, no se puede borrar de un simple plumazo el pasado. De ahí que, por entonces, en Manatí mucha gente se organizaba en sociedades según fuera el color de su piel. 
Esta foto pertenece a la familia manatiense Eversley Goulbourne. Me la facilitó mi amigo Jorgito -ya la había publicado Geovanis, El Guajiro, en su perfil de Facebook-, uno de sus miembros, quien reside actualmente en Inglaterra, donde se dedica a la música. Es del llamado Manatí Social and Cricket Club (MSCC), más conocido en la localidad por Club de los Jamaiquinos. Estaba ubicado detrás del otrora taller del INRA, justamente en el inmueble donde años después vivió con su familia un popularísimo profesor de inglés -nacido en Barbados- llamado Vivian Yearwood. . 
La imagen fue tomada entre los años 1955 y 1958, y refleja una actividad festiva del club, en ocasión de la coronación como Reina de la sociedad de la señorita Eva Martínez, que aparece al centro. Entre otros semblantes identificables, figuran en la instantánea -atildados, juveniles y elegantes- Donald Muir  (Pancho), a la izquierda, con traje blanco y lacito. Y, a su lado, con chaqueta blanca, Ruperto Guibbons Dixon (Son). 
También quedó atrapada para la posteridad en la cartulina la señorita Eva Nicholas. Y en la extrema derecha, Jorge Eversley Betts (Cherly Eversley), último presidente del Club de los Jamaiquinos (etapa 1957-1961), pastor de la Iglesia Metodista de Manatí y experto en reparar televisores.  
Según me contaba mi padre, esta sociedad contó con gran arraigo popular en Manatí, mayor, en ocasiones, que las mal llamadas «solo para blancos». Tanto que el el Club... contrataba todos los años para sus festividades a las mejores orquestas de Cuba, incluyendo a la de Benny Moré y la Aragón. Y a sus instalaciones había que entrar de «cuello y corbata"». 
Además del Club de los Jamaiquinos, existió en Manatí la denominada Sociedad de Color, situada a la sazón en la zona donde funciona hoy el complejo de servicios de barbería, peluquería y estudio fotográfico. Era un caserón de madera, con entrada frente al local del Sindicato Azucarero. 
Mi amigo manatiense Alexis López, radicado desde hace años en Estados Unidos, comenta aquella realidad de las siguiente manera: 
«Pero Manati nunca fue un pueblo dividido racialmente. Su gente se llevaba como familia, a pesar del color de la piel. Mi papá me conto un pasaje cómico. Resulta que en una fiesta popular impusieron la separacion racial y colocaron una soga  para que de un lado bailaran los blancos y del otro los negros. Según asegura mi viejo, un manatiense blanco se puso a bailar con una manatiense negra, separados solo por... ¡la soga!
El racismo es un fenómeno complejo. ¡Hasta en la racista Sudáfrica pasó a la historia! La sociedad que se respete no puede tolerarlo.

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martes, 13 de septiembre de 2011

Incentivo de carnaval

Los carnavales tuneros de 1982, además de abundante cerveza, comida criolla y música bailable, tuvieron un incentido adicional: la participación en sus actividades de parte del elenco artístico de Alegrías de Sobremesa, el popularísimo programa humorístico-musical que Radio Progreso -La Onda de la Alegría- transmite de lunes a sábado desde hace más de 45 años. 
Los carismáticos artistas se presentaron con extraordinaria aceptación y asistencia de público en varios escenarios de la ciudad. En la foto figuran, de izquierda a derecha, Aurora Basnuevo (Estelvina), Martha Jiménez Oropesa (Rita) y los ya fallecidos Wilfredo Fernández (Alejito) e Idalberto Delgado (Paco). 
Alegrías de Sobremesa es uno de los espacios emblemáticos de la radio nacional y forma parte de la identidad de millones de cubanos, quienes suelen ser puntuales en su sintonía. Comenzó a transmitirse el 15 de abril de 1965, bajo la dirección de su fundador, Antonio (Ñico) Hernández. Su libreto lo escribió por más de 40 años Alberto Luberta, Premio Nacional de Radio, Premio Nacional de Humorismo y Premio Por la Obra de la Vida. 
Además de ocupar un importante sitio en el rating radial cubano, el programa le dio cabida  en sus libretos a buena parte de los actores y actrices más destacados del país enm diferentes épocas. Entre ellos se citan  Agustín Campos (Perfecto Carrasquillo),  Pipo de Armas (Ceferino), José Antonio Rivero (El Encargado) y Juan Carlos Romero (Juanca).

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miércoles, 7 de septiembre de 2011

El preuniver de Manatí, 25 años después

A esta fotografía le tengo gran cariño. Se trata del primer grupo de graduados del  preuniversitario «René Martínez Tamayo», primero de su tipo en la historia de Manatí, del cual fui secretario docente cuando abrió sus puertas hace ahora un cuarto de siglo. 
Antes de entonces, nuestro terruño carecía de esa enseñanza. Por tal razón, casi todos los egresados de la Secundaria Básica «Dos de Diciembre» se veían en la necesidad de continuar sus estudios de bachillerato en centros internos pertenecientes al municipio de Jobabo, distantes de Manatí.
Las muchachas y los muchachos capturados en esta fotografía -¡ya todos son cuarentones!- fueron de aquellos que transitaron por los Melanios -nombre genérico por el que se conocían las citadas escuelas  internas jobabenses-, en cuyas aulas vencieron los grados décimo y onceno. Al inaugurarse el preuniversitario manatiense en el curso1986-1987, regresaron a la patria chica y ocuparon pupitres para cursar el duodécimo grado.
Nadie vaya a pensar que el  Instituto Preuniversitario en el Campo «René Martínez Tamayo» -su nombre oficial- debutó sin contratiempos. Ni siquiera disponía de las condiciones mínimas para la docencia. Mucho menos les garantizaba a sus alumnos alojamiento medianamente confortable. En realidad, comenzó a funcionar en lo que había sido un centro penitenciario, en una comunidad  llamada El Guanito, próxima al poblado de Duñanuecos. Eso sí, sus instalaciones fueron adaptadas con amor por parte de los constructores.  
Mencionaré solo los nombres (y apodos) de algunos de los estudiantes que aparecen en la imagen, por cierto, bastante deteriorada por el tiempo. Por favor, me excusan los que mi memoria no ha podido retener ni menos identificar. Han pasado muchos años y no es lo mismo. Voy: Niurka, María Andrea, Boris, Leonides, Ania, Cristell, Vilma, Tamara, Damaris, Barea, Daniel, Dagoberto, Annamaris, Odalys, Álvaro, Elber, Felipito, Denia, Yanet, Aveleira, Maidel, «Ubita», Osmani, Pino, Kenia, Jorge,  Leticia, Diana, Sandra, Eduardo, «Tatica», Ivia, Yelina, Nancy, Nuria, Salinas ... 
Aparecen también los profesores Eradis González (Química) y Ceferino Márquez (Español y Literatura). También Luis Labrada (director) y este servidor (en la fila trasera, en el mismo centro, con bigotes). La fotografía fue tomada el 17 de julio de 1986 en el parque de Manatí, junto al busto de José Martí, al culminar el acto de graduación en el cine municipal.
No me perdonaría dejar de mencionar a otros profesores que, aunque no figuran en la foto, integraron aquel colectivo fundacional cuyo recuerdo mantengo vivo: Orestes Sosa (fallecido), Elías Ankle, Gladys y Alina de la Rosa, Mirtha James, Simónides Guzmán, Bernardo Hernández (primer subdirector docente), Alberto Pérez (Betico), Jorge Rodríguez, Mayry Vaillant, Arnaldo Cañete (fallecido), Edilberto Rodríguez, Eliades, Usatorre, Rubiseida, Santa, Marbelis, Alfredo Obregón (primer director),  Frank, Miriam Fundora,  Andrés García, Enel y Wálmer (matrimonio mayaricero), Marthica y Xiomara (bibliotecarias), Sarazola, Lourdes, Jorge Lescay... A algunos los volví a ver en diferentes momentos y lugares. Otros viven en el exterior y, eventualmente, intercambiamos correos electrónicos. A un tercer grupo le perdí por completo la pista. En cualquier lugar de este mundo  -o del otro- donde estén, reciban mi abrazo afectuoso. 

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domingo, 4 de septiembre de 2011

El viejo hotel

Este es al antiguo hotel de Manatí, destruido por las bombas de la aviación del dictador Fulgencio Batista el 2 de diciembre de 1958. Lo edificó la compañía Manatí Sugar Company poco después del debut fabril del ingenio, allá por 1914. Según antiguos pobladores del municipio, contaba con más de 40 habitaciones  de uno y dos cuartos donde residían,  en calidad de alquiladas, numerosas familias del batey. 
El área habitacional radicaba en el segundo nivel. Disponía  de baños privados y colectivos. De estos últimos, ocho eran para hombres y... ¡solo uno para mujeres! Uno de sus locales hacía las veces de peluquería, y era propiedad de Aida Ochoa. También laboraba allí la minicuri Ela León. Varias habitaciones se les reservaban a trabajadores de otros lugares de Cuba -puntistas, químicos...- que venían cada año a Manatí a hacer la zafra. 
Arriba también estaba instalada la única cabina para llamadas telefónicas de larga distancia existente en la localidad. Los interesados en utilizarla debían primero solicitarle el servicio al viejo Folgoso, quien la tenía a su cargo. Entonces él abría el candado y permitía que el solicitante se comunicara por la vía de la manigueta, pues los teléfonos de la época eran de magneto.
En la planta baja funcionaba un centro comercial con servicios de ferretería, víveres, ropa, peletería y carnicería, entre otros. Dos oficinas llevaban la contabilidad general y lo relacionado con los llamados vales, un documento que autorizaba a los trabajadores del ingenio a adquirir mercancías fiadas cuyos precios les descontaban luego de sus salarios. El edificio, con entrada principal frente al parque, tenía patio interior, vista para las cuatro calles adyacentes y balcones corridos en sus partes delantera y trasera

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miércoles, 31 de agosto de 2011

¿Qué rayos le pasa a este hombre?

La mala fortuna que hostigó toda la vida al comandante inglés James Summerford es como para persignarse. Comenzó en 1918, en plena Primera Guerra Mundial. Peleaba él junto a sus hombres en Flandes cuando, de súbito, un rayo lo derribó de su caballo. Se salvó en tablitas. Pero sus piernas no volvieron a ser las mismas. 
Retirado de los cuarteles, Summerford resolvió establecerse en la ciudad canadiense de Vancouver. Una plácida tarde de 1924, mientras pescaba con su caña desde la orilla de un río, un rayo despedazó el árbol bajo cuya sombra había buscado cobija. La descarga eléctrica no tuvo piedad: le paralizó el lado derecho del cuerpo. 
Seis años después, el otrora oficial se había recuperado bastante. Una mañana paseaba con ayuda de un bastón por un parque contiguo a su casa cuando la luz de un relámpago le puso la carne de gallina. Un rayo bramó a su costado. Summerford lo sintió zarandearle el cuerpo y el alma. Quedó con vida, pero solo para eternizarse sobre una silla de ruedas. 
La muerte –ineludible y categórica- resolvió llamarlo definitivamente a filas en 1932. Si el antiguo comandante creía que con el descanso eterno los meteoros lo dejarían en paz, se equivocaba. Cuatro almanaques después, una centella hizo explosión sobre el camposanto local. ¿A que no adivinan qué hizo trizas allí? ¡Pues el panteón del comandante Summerford! 
RELÁMPAGO INTRUDUCTORIO 
Historias como la anterior parecen absurdas, pero son reales. Varios sitios en Internet registran otras parecidas. Como la del rayo que mató a un hombre en el jardín de su casa italiana, en 1899. Su hijo murió de la misma forma y lugar 30 años después. En 1949, el nieto de la primera víctima e hijo de la segunda, expiró en exactas circunstancias. Desconcertante. 
En todos los casos, los afectados se hallaban en espacios abiertos, donde son más frecuentes estos belicosos pistoleros del cielo. Precisamente, el mayor desastre causado por un rayo ocurrió al aire, durante una tormenta en Egipto. El meteoro cayó sobre un depósito de petróleo, situado en la parte más alta de una colina, y lo incendió. La explosión generó un torrente de fuego que alcanzó el pueblo de Asiut. Murieron 265 de sus habitantes. 
Un sondeo de Protección Civil Internacional definió la distribución de víctimas por rayos en el mundo así: al aire libre, 40 por ciento; dentro de las casas, 30; bajo los árboles, 11; chozas y cabañas, 9; y ciudades, 10. Las cifras indican que las posibilidades de morir por un rayo bajo techos e inmuebles bien construidos son sumamente remotas. El lugar más seguro sería la fría Antártica, único territorio donde no caen rayos. 
Los expertos aseguran que la cifra global de víctimas ocasionadas por tales elementos es de unos mil al año. Eso a pesar de que, según el sitio web Afinidad Eléctrica, «cada día se generan más de ocho millones de rayos». La probabilidad de que uno impacte a alguien es de una por 600 000. Y eso puede suceder mientras barre, habla, viaja en tren, toma una ducha o practica deportes. Por cierto, desde 1959, los rayos han matado en Estados Unidos a 2550 jugadores de golf, quienes, con sus palos «pararrayos», son propensos a ser alcanzados por sus descargas. 
Como norma, el 10 por ciento de los impactos por rayo resulta fatal. Y a 90 de cada 100 sobrevivientes les transfiere secuelas como parálisis variada, pérdida de la memoria, trastornos psicológicos, rotura del tímpano, cambios de personalidad, lesiones en la retina, estrés post traumático, paros cardiorrespiratorios, aumento de la temperatura corporal... 
Salir con vida luego de recibir la acometida de un rayo es algo como para contar a los nietos. Máxime cuando se sabe que, además de desplazarse a unos 140 mil kilómetros por segundo, puede alcanzar temperatura de 28 mil grados centígrados y descargar una potencia eléctrica suficiente como para iluminar una ciudad de mediano tamaño. 
Un campesino tunero es uno de esos afortunados mortales. Sobrevivió al impacto de seis rayos y su casa ha sido blanco de 15 de ellos en los últimos dos años. Los invito a conocer su pasmosa biografía. 
RELATORÍA DEL ESPANTO 
Fui a buscar a Jorge Márquez a su lugar de residencia, en el poblado de La Julia, al lado del puertopadrense San Manuel. «Anda para el trabajo –me respondió su mujer cuando le pregunté por él-. No tengo idea de cuándo vendrá. A veces llega tarde. Si quiere esperarlo…». Y me ofreció un sillón. 
Como no andaba abundante de tiempo, opté por volver sobre mis pasos. «Será en otra ocasión», me dije, resignado. Pero era mi día de suerte. En una curva, nuestro vehículo se cruzó con un tractor. «¡Ehh, Márquez, pare un momento!», grité al divisar al timón a un hombre mediano y canoso, tal y como me lo habían descrito. Se detuvo y echó pie a tierra. 
Nos saludamos como viejos conocidos. «Bueno, usted dirá», expresó. Le comuniqué, en pocas palabras, mi pretensión. «Me lo imaginada –dijo-. Viene a que le hable de los rayos. ¡Pues para luego es tarde!». Y ambos nos sentamos sobre la hierba fresca, a la vera del camino. 
-Me llamo Jorge Márquez y eché los dientes en esta zona de San Manuel–precisa-. Nací el 10 de julio de 1947. Ahora tengo 64 años de edad. Soy pequeño agricultor, socio de una Cooperativa de Créditos y Servicios. Aquí fui una vez Vanguardia Nacional. Estoy casado y tengo tres hijos. 
«El primer rayo lo sufrí como a las dos de la tarde del 5 de junio de 1982, en el poblado de Santa Bárbara, aquí cerca –recuerda-. Parecía un hilo colora´o del gordo de un cable. Se metió por el tubo de escape del tractor. Sentí enseguida en el cuerpo una frialdad como cuando entras a un lugar con aire acondicionado. Íbamos tres, pero nada más me afectó a mí. 
«Caí redondito al suelo. Los otros gritaban: ´¡Corran, que el trueno jodió a Márquez!´ Al ver que me estaba poniendo morado, uno de ellos, hijo del doctor Guillén, picó un trozo de caña, mandó a que me abrieran a la fuerza la boca y me atravesó el canuto entre los dientes. Así logró sacarme la lengua para que respirara. Estuve un día sin conocimiento en el hospital. 
«Ese rayo me perforó los tímpanos y durante un tiempo no pude mover la mano derecha. Además, me quemó la espalda desde el huesito de la alegría hasta el cuello. El pelo me cogió candela como si lo hubieran prendido con alcohol y fósforos. Ahhh, ¡y no me dejó un empaste sano! Al tractor le fastidió la tapa del block, los espárragos...» 
Lo que quizás Jorge Márquez tuvo por una jugarreta de la fatalidad, se repitió el 2 de junio de 1987, de nuevo en Santa Bárbara. 
-Estaba de visita en casa de un amigo cuando de pronto, sin ninguna amenaza de lluvia, se desató tremendo aguacero –evoca-. Me asomé a la puerta para ver si escampaba. Y en eso, el fogonazo. Sentí que me recorría un cosquilleo raro. Y un sonido como el del hierro caliente al mojarse en el agua. Me tumbó y de nuevo tuvieron que acomodarme la lengua. Recuperé el sentido en el hospital de Puerto Padre. 
Márquez, comenzó a preocuparse. «¿Tendrá algo mi cuerpo que atrae los rayos», se preguntó. Andaba todavía a la caza de la respuesta cuando una llamarada celeste lo llevó a la «lona» por tercera vez, ahora en el círculo social de San Manuel. Era el 23 de junio de 1987. 
-Solo me cogió de refilón, porque, aunque me tiró, no perdí el sentido como las otras veces –dice-. Luego tuve dolor de articulaciones y dificultades para respirar. Lo raro es que no había ni una nube por allí. El rayo cayó sin avisar. Y no se fue en blanco… Quemó uno de los transformadores. 
«El cuarto rayo me tomó de sorpresa sembrando maíz en mi finquita, el 8 de julio de 1998 –recuerda-. Y el quinto, en 1991, mientras caminaba por el patio. Fueron los más débiles, pues casi no me afectaron. Parece que ya mi cuerpo se iba adaptando, si es que eso puede ser posible». 
Márquez se acuerda como si fuera hoy de las consecuencias del sexto y ¿último? rayo inscripto en su insólito currículo. Se le abalanzó el 13 de junio de 2005, dentro de su propia vivienda en La Julia.
-Fue el acabóse –afirma-. Fíjese que achicharró el televisor, el mando y la cablería de la casa. Fundió los bombillos y el mató una palma real y una guásima. Me dejó abierta una mano y me resintió el tímpano derecho.
REVELACIONES DE UN AFORTUNADO 
Luego de que Márquez me hiciera la relatoría de los seis rayos y sus correspondientes consecuencias en su cuerpo y en su mente, el diálogo tomó por otros derroteros, aunque sin abandonar nunca el tema. Para mi sorpresa, mi entrevistado resultó un excelente conversador, capaz de combinar muy bien en sus parlamentos la seriedad con el humor. 
-¿Médicos? He visto a unos cuantos –atestigua-. Unos dicen que los rayos me caen por culpa de mi pelo. Otros le echan la culpa a mi sangre… Pero, en definitiva, nada concreto que me dé tranquilidad, o, por lo menos, me permita saber qué tengo para que esos diablos coloraos me persigan. Quisiera que alguien hiciera una investigación rigurosa. Y que antes de morirme yo supiera por qué mi cuerpo ha soportado seis rayos. 
«¿Miedo? ¡Pues claro que tengo miedo! Siempre que comienza a llover me encomiendo a Dios. Oiga, yo siento los truenos antes de que caigan.¡La carne me vibra! Se lo digo a otros y casi nunca me creen. Piensan que estoy loco. Entonces, cuando caen, dicen: ´Márquez tenía razón´. 
«Si estoy dentro de la casa y comienza a tronar, no hay quien me haga salir de allí –comenta-. Algunas veces me han cogido en descampado. Pero no es por mi voluntad. Enseguida trato de protegerme bajo techo. Ya sabe, por si acaso. Porque tengo dulce para esos malandrines. 
«Lo que uno siente cuando le cae rayo es distinto a cuando lo coge la corriente. Una vez estaba arando con el tractor. Bajé un minuto a levantar el arado. Y en eso sentí un ruido. Era que el arado había caído sobre un cable de la 440 que estaba en el suelo. EL fututazo reventó el radiador por la junta del agua. A mí no me hizo nada. No puedo explicármelo. 
«¿Mi salud? Duermo poco. Tal vez tenga que ver con esto de los rayos. Y padezco de un calor horrible. A veces, acabado de bañar, me empapo en sudor. De momento me sale un vapor del cuerpo como si tuviera una temperatura de 39 ó 40 grados. Sin embargo, me ponen el termómetro y la tengo normal. Ya le digo, mi caso hay que investigarlo profundamente. 
«La gente me conoce por Pararrayos. Me llaman así, qué cará. ¿Entrevistas? Me han hecho varias. Los periodistas se sorprenden de mi buena suerte de sobrevivir a seis rayos. También es mala, ¿sabe? Porque no es agradable estar siempre expuesto a que uno te parta la crisma. 
«Cuando salgo, me identifican enseguida. Incluso personas que no tienen nada que ver conmigo. Sí, esos seis rayos me han hecho famoso. Yo no hubiera querido serlo por esa causa. Me hubiera gustado más por ser un gran jonronero, o por tener mucho dinero, o por gozar de buena salud… 
«¿Anécdotas? Tengo muchas. Mire, varias mujeres con las que tengo confianza para jaranear me preguntan, pícaramente, vaya, que si los rayos no me han afectado aquello, ¿usted entiende…? Es decir, quieren saber… ¡si el caballo relincha! Yo les respondo que sí, que el caballo relincha y que está entero, listo para cabalgar. La gente es muy maliciosa y chivadora. No lo hacen por nada malo, sino por divertirse un rato. 
EPILOGO ENTRE CENTELLAS  
Y ahora préstenle atención a esta extraordinario historia: 
A Cleveland Sullivan, guarda forestal norteamericano, lo conocieron en su país con el mote de «El Pararrayos Humano», por haber sido alcanzado siete veces en 36 años por esos meteoros. 
El primer rayo lo impactó en 1942. Por su causa perdió el dedo gordo de un pie. Pasados 27 años, un segundo rayo le chamuscó las cejas. El año siguiente, 1970, un tercer rayo le abrasó el hombro izquierdo. 
En 1972, el cuarto rayo le incendió a Sullivan el cabello y le dejó la cabeza como una bola de billar. Desde entonces el hombre comenzó a llevar una gran vasija con agua en el interior de su automóvil. 
El 7 de agosto de 1973, el pelo ya crecido del guarda forestal volvió a ser pasto de las llamas: un rayo le atravesó el sombrero, lo lanzó tres metros fuera del coche y le arrancó de cuajo los zapatos. 
Sullivan fue alcanzado por sexta vez el 5 de junio de 1976. Salió con un tobillo lastimado. El séptimo rayo data del 25 de junio de 1977, mientras pescaba. Tuvo quemaduras en el estómago y el pecho. 
El infortunado hombre nunca pudo explicar la obsesión de los rayos con su persona. Murió el 28 de septiembre de 1983, a los 71 años de edad. Dos de sus sombreros, carbonizados en la copa por los rayos, se exhiben en un museo de los récords Guinness, en Nueva York. 
Antes de retornar a su tractor, Jorge Márquez espeta, a guisa de despedida: «Le puedo asegura, periodista, que conmigo no funciona eso que dice: ´¡ojalá que te parta un rayo!´ Seis lo intentaron. Y nada».

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jueves, 25 de agosto de 2011

Calles de mi ciudad

La mayoría de los seres humanos venimos al mundo con nombres preelegidos por nuestros parientes cercanos. Luego, con mejor o peor fortuna, los llevamos a cuestas durante toda la vida. Algunos tal vez resulten fonéticamente horribles o caligráficamente complejos. Sin embargo, solo en raras ocasiones los inconformes deciden cambiárselos por otros más a tono con sus preferencias. 
No ocurre igual con las denominaciones de las calles. Una avenida pudo tener ayer una identidad, ostentar hoy otra diferente y mostrar mañana una tercera. Estos cambalaches nominales dependen de disímiles factores, entre ellos la voluntad expresa de quienes ostentan la prerrogativa de la decisión. 
Hace poco más de 150 años, la otrora Victoria de las Tunas fue declarada Ciudad por las autoridades coloniales españolas. En 1868, cuando estalló en la antigua provincia de Oriente la Guerra Grande, la villa contaba con 15 vías urbanizadas. Ninguna conserva en la actualidad su nombre original. 
La arteria tunera más populosa es la avenida Mayor General Vicente García. Su nombre original (1868) fue Isabel Segunda, reina de España entre los años 1833 y 1886. Casi 20 almanaques después, su rótulo se cambió por calle Campoamor, apellido de un célebre poeta peninsular.
Hasta inicios del siglo XX, resultó común que la gente de campo recorriera a caballo esta popular calle. Se conservan aún varias argollas empotradas en los contenes, donde sus dueños amarraban las bridas de los nobles brutos.
La calle Lucas Ortiz corre también por las proximidades del corazón de la capital tunera. Sin embargo, no fue ese su primer apelativo, sino Príncipe, vaya usted a saber en honor a qué Alteza Real de la metrópoli.
En 1869 se le comenzó a llamar Bombero, para dignificar a ese gremio. En 1884 sufrió otro cambio: Moratín, notable escritor madrileño. En 1905 los adulones le endosaron Becerra, apellido de un conquistador. Desde 1931 se le llama Lucas Ortiz, ilustre capitán del Ejército Libertador.
Un caso singular es el de la calle Colón, que también serpentea por el ecuador histórico tunero. En 1868 la bautizaron como avenida de Los Pinos, quizás por la profusión de esos árboles a lo largo de su recorrido. Lo curioso es que esta calle ostenta hoy varios nombres en su trayecto.
Se llama así, Colón, desde su origen en la zona de La Martilla hasta la calle Francisco Varona. De ahí a la calle Gonzalo de Quesada se llama Ángel Guardia, mambí caído en la toma de Las Tunas de 1897. Desde Ángel Guardia hasta el ferrocarril, es avenida Frank País. Y hasta la salida hacia Puerto Padre, todos la conocen por avenida Camilo Cienfuegos
La ciudad de Las Tunas tiene otro caso singular: una cuadra con nombres diferentes en cada acera. Está en la Placita de los Recuerdos, en el reparto México. Allí convergen en cuchilla las calles Joaquín de Agüero y Nicolás Heredia. Ambas siguen la misma ruta con igual identidad hasta la Feria, donde terminan. Lo curioso  de esto es que los vecinos que la habitan viven en la misma cuadra, pero no en la misma calle. 
La calle Martí cuenta también con su historia. Al inaugurarse en 1868, las autoridades le pusieron por rótulo calle Carlos Conus, nombre de un capitán español que apresó al patriota camagüeyano Joaquín de Agüero, quien en 1851 intentó sin éxito tomar Las Tunas. En 1905, pasó a denominarse calle República, que era la condición de Cuba desde 1902. 
Otra calle tunera, la Lico Cruz, se llamó en 1868 Maria Luisa, en honor a la Infanta María Luisa Fernanda de Borbón, hija de los reyes Fernando VII y María Cristina, soberanos españoles del siglo XIX. En 1884, los colonialistas decidieron que esta calle Maria Luisa se llamara calle Pelayo, alegoría a un antiguo obispo de la asturiana ciudad de Oviedo. 
En 1905, ya en tiempos republicanos, se le bautizó como calle Manuel Cruz, comandante mambí caído en combate el 6 de mayo de 1871. Desde  1931 esta vía se llama calle Lico Cruz, otro ilustre insurrecto local. 
A ciertas calles tuneras las autoridades coloniales de la época les impusieron títulos de ingrata recordación, como Leopoldo O´Donell, nombre con el que fue agraviada  en 1868  y hasta años después la actual calle Julián Santana (nombre de un glorioso general mambí de origen canario). 
Este Leopoldo O´Donell fue un alto oficial del Ejército Español, además de Gobernador General de la isla entre 1843 y 1848. En su tristemente célebre mandato fusilaron al poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido). Hizo famosa una frase, adoptada luego por los mayorales en las plantaciones cañeras esclavas: «con sangre se hace azúcar». 
La calle Joaquín de Agüero responde por ese nombre desde 1905. Antes, en 1868, se le conocía por Piquero, reminiscencia del antiguo soldado cuyo única arma en las batallas era una lanza o pica. En 1884 recibió el patronímico de calle León XIII, Papa desde 1878 hasta 1903. 
Otra conocida calle exhibió proclividad por nombres de notables de las letras. Como la Nicolás Heredia, que perpetúa a un novelista cubano del siglo XIX. En 1884 esta vía se llamó Cervantes, apellido del más grande escritor en lengua hispana: don Miguel de Cervantes
Además de las ya mencionadas Julián Santana, Vicente García, Lico Cruz, Lucas Ortiz y Francisco Varona, otras vías tuneras llevan nombres de grandes patriotas locales de nuestras luchas  independentistas decimonónicas. Son las calles Ramón Ortuño y Francisco Vega, ambos generales del Ejército Libertador. La calle Lorenzo Ortiz inmortaliza a otro mambí de menor rango militar, pero igualmente glorioso. 
Con nombres de la última etapa de la lucha revolucionaria existen en Las Tunas las calles Carlos Sosa Ballester, Pelayo Paneque, Aquiles Espinosa, Waldemar Membrado y Calixto Sarduy, entre muchos otros. Hay algunas que inmortalizan a héroes nacionales, como las calles Máximo Gómez, José Martí Antonio Maceo, algo frecuente en casi toda la isla. 
A lo largo de la historia, ciertas calles tuneras ostentaron  por un tiempo denominaciones a las cuales no se les ha encontrado completo sentido: Rastro, Límites y Suburbios. Raros, ¿verdad? 
Otro nombre nada convencional lo lució la actual  calle 24 de Febrero, que en 1868 se llamó Campana. La que hoy conocemos por calle Maceo, fue la calle Canoa desde 1868 hasta 1884. Y la conocida calle Nicolás Heredia era en 1869 la calle Cruz Verde
Las calles son más que corredores para transitar a pie, sobre ruedas o por cualquier otro medio los asentamientos poblacionales. Ellas integran la vida orgánica de las ciudades. Son sus arterias, sus neuronas y sus tejidos. Conocerlas es acceder a una zona importante de nuestra historia.

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lunes, 8 de agosto de 2011

De Islas Canarias a Las Tunas

Uno de los generales de las guerras cubanas del siglo XIX más queridos por los tuneros fue Julián Santana. Este peninsular aplatanado por acá nació en Tenerife, Islas Canarias, el 9 de enero de 1830. Hijo de padre y madre desconocidos, su primera niñez transcurrió al amparo de la institución benéfica Santa Ana, en Las Palmas, en el propio archipiélago canario. 
En 1851, con apenas 21 años de edad, el joven «isleño»cruzó el Atllántico y llegó a Cuba. En la isla habían comenzado as manifestaciones contra el coloniaje español. Arribó en los precisos momentos en que el patriota camagüeyano Joaquín de Agüero intentó tomar Las Tunas. Se unió a su ejército y, con un grupo de guerreros, atacó una columna enemiga. Fue capturado y luego liberado. Desde ese momento jamás dejó de combatir. 
Cuando un grupo de cubanos capituló frente a España y firmó el humillante Pacto de El Zanjón, Julián Santana se unió al Mayor General Antonio Maceo en la Protesta de Baraguá. Y en 1879, cuando el fin de la guerra  hizo que la mayoría de los mambises marchara al exilio, unió filas junto a Francisco Varona para  continuar luchando por la independencia de Cuba.
Este recio y valeroso mambí tomó parte en los cinco asaltos que el Ejército Libertador le hizo a nuestra ciudad. En 1902, al terminar la contienda e instaurarse la República, regresó a su finca Santa Inés, en el barrio Oriente. En 1908 compareció ante el juzgado de Victoria de Las Tunas para renunciar a su ciudadanía española y adoptar la cubana. Julián Santana contrajo matrimonio tres veces y tuvo 13 hijos. Uno de ellos, Jacinto Santana, se convirtió en oficial mambí en la guerra de 1895. 
El General de Brigada Julián Santana murió el 31 de julio de 1931. Está sepultado en el cementerio El Saíto, en la zona donde siempre residió. En la foto aparece sentado, a la derecha, junto a algunos amigos que viajaron a caballo desde Victoria de Las Tunas hasta su finca para congratularlo el día en que cumplió 100 años. Por cierto, entre los mambises que ostentaron el grado de general, fue el segundo en alcanzar mayor edad, pues falleció a los 101 años, solo superado por el general Higinio Vázquez Martínez, que vivió 103. Su hija Rosa, última en sobrevivirlo, llegó hasta los 99.

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miércoles, 20 de julio de 2011

Vacaciones de verano

Los meses de julio y agosto transpiran fragancia a vacaciones. En Cuba casi nos pasamos el resto del almanaque aguardando por la llegada de esas 62 jornadas, en las que la playa, la fiesta y el paseo monopolizan la simpatía pública hasta alcanzar niveles insospechados.
Sin embargo, para la gente de mi generación, las vacaciones de verano tenían un signo particular: eran, sobre todo, ocasión para reencontrarnos con nuestras familias y amigos después de vencer  nuestros cursos escolares en calidad de becarios en ciudades tan distantes de Manatí como La Habana, Camaguey, Santiago y Holguín. 
Recuerdo que todavía no habíamos desempacado las maletas y ya estábamos organizando la primera descarguita entre las amistades más afines. Eran tiempos difíciles aquellos años 70. Pero nuestros padres se las arreglaban para conseguirnos unos panes de telera, pasta de bocadito, una cacharra con ensalada fría, dos o tres botellitas de menta y... ¡a divertirnos con la música de moda en cualquiera de nuestras casas! 
Por entonces no existían los sofisticados equipos de discos compactos actuales ni las discotecas con sus juegos de luces. Pero nosotros la pasábamos de maravillas con aquella vieja grabadora de cinta y cl vetusto tocadiscos para placas negras con no más de 12 canciones, entre las cuales Los Beatles y los grupos de la Década Prodigiosa eran los preferidos. 
No solo eran fiestas nuestras vacaciones de verano. También nos reuníamos para ir a la playita del Puerto o a la de Sabana, contarnos historias de nuestras respectivas becas, jugar baloncesto en la antigua cancha del sindicato o echar algún que otro partido de dominó. Además. aprovechábamos la etapa para leer cuanto libro cayera en nuestras manos, lo mismo aventuras de Emilio Salgari que simplonas novelitas vaqueras. 
Finalmente, llegaba la hora del regreso a nuestros centros de estudio. Uffff, ¡qué bien la habíamjos pasado! Todos nos despedíamos con el rostro radiante por las emociones... hasta el próximo verano.

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domingo, 3 de julio de 2011

Alfonso Silvestre, el tunero de la TV

Este actor es una gloria tunera y cubana de las artes escénicas. Vino al mundo el 9 de octubre de 1926 en la otrora ciudad de Victoria de las Tunas, en el seno de una familia de clase media. 
Desde su infancia manifestó marcado gusto por el teatro, tal vez influenciado por una tía materna, quien solía escribir y montar pequeñas obras donde el pequeño era uno de los actores. 
Aunque su primer oficio fue el de locutor en  las emisoras radiales de la localidad, años antes había establecido nexos con instituciones culturales como La Colonia Española. Allí acudía regularmente para disfrutar del canto, el baile y la música española. También con las sociedades El Liceo y la Unión Fraternal, para recibir cursos de superación dictados por personalidades tan ilustres como Nicolás Guillén
El 10 de junio de 1951 fundó, junto a Manuel Fernández González, el Patronato Pro-Arte en Tunas, que pretendió, según una publicación de la época, "promover el desarrollo cultural del territorio, rompiendo todas las barreras raciales, religiosas, económicas y sociales existentes." 
Y agrega en otra de sus partes la referida publicación: "Esta organización autofinanciada propició, con la participación de los talentos locales, el progreso de diferentes modalidades artísticas en teatros, logias, salones y plazas. Realizaban funciones benéficas y divulgativas con el predominio del teatro, el canto, la música, la declamación y la danza, exposiciones y conferencias sobre temas relacionados con la literatura, la cultura y la sociedad, la difusión radial y periodística de nuestras raíces españolas y africanas como expresión de la cultura cubana".
Dentro de la recién creada institución cultural, Alfonso Silvestre prosiguió desarrollando su afición por las tablas, ya no solo como actor, sino también como autor. Una puesta en escena suya, nombrada El Dilema, tuvo una magnifica acogida en su premier, el 7 de septiembre de 1951.  
A mediados de 1953 se trasladó a La Habana y comenzó a trabajar en la televisión. En ese medio alternó con los mejores artistas cubanos de la época en teatro, animación y programas humorísticos.  Durante su carrera en la pantalla grande actuó en espacios de aventuras como Marco Polo, El Gran Almirante, La flecha negra, Juan Quinquín y El Mambisito.  
En 1960 integró el elenco artístico del Teatro Nacional de Cuba para asumir roles en infinidades de obras teatrales y comedias musicales. Laboró en la Casa de las Américas, en el Anfiteatro de La Habana y en la sala Las Máscaras. Se vinculó a Teatro Estudio (foto) y al Grupo Rita Montaner, compañías con las que montó y actuó en numerosas obras del repertorio universal, como El círculo de tiza caucasiano, de Bertold Bretch. 
En 1970 trabajó como profesor, y  en 1984, por problemas familiares, regresó a su ciudad natal. Trabajó en Radio Victoria y en la Casa de la Cultura Tomasa Varona. En 1986 grabó su última aventura en Buey Arriba, provincia de Granma.  Obtuvo varias distinciones, entre ellas la de Pro- Arte, la medalla Raúl Gómez García y la Vicente García. Murió en Las Tunas, el 24 de diciembre de 1997, a los 71 años de edad.  

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domingo, 26 de junio de 2011

Dos fotos de Los Surik

Esta imagen la bajé del perfil Facebook de Jorge A. Barly (Tony), ex-miembro del emblemático y recordado grupo tunero Los Surik.
La foto data de 1971, año del debut del colectivo, aunque no todos los músidos que aparecen son fundadores. De izquierda a derecha figuran,  por orden, Francisco Mesa (Paco), Benny Revuelta, Félix Catalá, Pablo Velázquez (Pablín), José Luis Borrell y Omar Urizagarraga (Omarito). 
Un forista anónimo que comentó la imagen en el perfil de Tony Barly asegura que Los Surik ensayaban por entonces en la casa de José Luis Borrel, frente a la antigua tienda La Gran Señora (calles Lucas Ortiz y Julián Santana). Luego trasladaron sus instrumentos para la casa de Benny Revuelta, en la calle Gonzalo de Quesada, casi esquina a Lucas Ortiz. 
En el repertorio de Los Surik figuraban, entre otros, temas clásicos del pop español y norteamericano, e instrumentales que Benny recreaba con su saxofón. Pablín (ya fallecido) fue un excelente cantante, finalista años después en el programa televisivo Todo el mundo canta. Y Paco Mesa brilló también como vocalista. Catalá se sentía a sus anchas en la batería, igual que Omarito en el bajo. Los bafles de la foto los diseñó José Luis Borrell, quien, además de músico, era gran aficionado a la electrónica. 
Por cierto, Los Surik tienen en su currículo una primicia interesante: sus miembros iniciaron la era de la discografía en Las Tunas, al grabar en 1985 la primera placa de larga duración  de que se tengan referencias en el territorio. El fonograma consta de 12 números  -la mayoría con la firma autoral de integrantes del grupo- y fue grabado en los estudios Siboney, en Santiago de Cuba. Por su naturaleza fundacional, el disco constituye una pieza de inapreciable valor para el patrimonio cultural tunero. 
La segunda imagen (a la izquierda) me la remitió desde los Estados Unidos el ex-Surik y gran amigo  Ángel Luis Sánchez. Fue tomada por los años 80 en la casa de la actriz y promotora Blanquita Becerra (al centro), en los tiempos en que la otrora popularísima y distinguida dama del teatro lírico cubano estuvo radicada en nuestra ciudad. Aparecen, entre otros miembros del colectivo musical, Arturo Gooden, Alberto Bada, Benny Revuelta, Gerardo Leyva, Raúl Cáceres, Héctor Aguilar y Rafael Diez.

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sábado, 18 de junio de 2011

Una hora con papá

Una noche, un niño  le pregunta a su padre: “¿Cuánto ganas por hora, papá?” El padre responde con otra pregunta: “¿Por qué quieres saberlo?” Y el niño: “No, por nada”. Acto seguido, el niño le pide cinco pesos. Y el padre: “¿Para qué los quieres?” Y el niño: “Para hacer un gasto importante”. El padre le entrega el billete. A la otra noche el niño vuelve a hacerle la misma pregunta y el mismo pedido. El padre, visiblemente airado, recrimina al niño: “¿Piensas que me regalan el dinero? Es una insolencia que me estés preguntando cuánto gano”. Manda a dormir al niño.  Pasados unos minutos, el padre recapacita y, arrepentido, piensa que fue un poco duro con su hijo.  Se acerca a la cama y lo acaricia. “Perdóname –se disculpa–, a veces no estoy de humor. Mira, aquí tienes los cinco pesos". El niño lo mira tiernamente y le musita: “Papá, ¿Te molestarías si vuelvo a preguntarte cuánto ganas por hora?" El padre lo observa y suspira. "No me molestaría –responde–, gano 10 pesos por hora”. Entonces el niño levanta la almohada, toma los cinco pesos del día anterior y le dice: “Ya tengo 10 pesos, papá. Tómalos. ¿Podrías ahora estar una hora conmigo?”

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miércoles, 1 de junio de 2011

CUBA JUAN: 80 mil visitantes

Hoy, primero de junio de 2011, CUBA JUAN alcanzó la cifra de 80 mil visitantes. ¡Cuánto ha llovido desde aquel 9 de diciembre de 2005 en que la página se asomó con la timidez del principiante al enigma de Internet! El post del debut fue una entrevista periodística que le realicé al tunero Héctor Despaigne, el latinoamericano que sobrevivió más tiempo -¡20 años!- con un corazón ajeno. Falleció ocho meses después del diálogo.
Esta breve reseña quiere agradecerles a todos los que estuvieron por aquí en algún momento la gentileza de haberle dedicado un instante o una hora de su tiempo a mi blog. Muchos -la mayoría, seguramente- solo fueron aves de paso que se posaron y remontaron enseguida vuelo. Otros franquearon la puerta de entrada y husmearon en cada recoveco. Apuesto a que hubo también quienes hicieron escala por azar, curiosidad o simple despiste. A esos también les extiendo mi gratitud.
Dentro de ese conglomerado de 80 mil visitantes conocí virtualmente a personas de los más variados rasgos sicológicos. Desde el emigrante nostálgico que sueña con retornar un día a la Patria que lo vio nacer, hasta el resentido que destila bilis con solo escuchar el nombre de Cuba; desde el fiel amigo que mantiene incólumes sus sentimientos por encima de las ideologías, hasta el que alguna vez lo fue y ahora lo reniega solo porque cree haber llegado a la Tierra Prometida.
Algunos dejaron plasmadas sus opiniones -a favor o en contra de mi proyecto comunicativo- en comentarios escritos a pie de post o en las páginas de mi Libro de Visitas. Es una pena que varios evitaran la identificación. Me privaron de la posibilidad de conocer el nombre o la ciudadanía de sus autores. Los anónimos son así, hijos de padres desconocidos. Quien lo recurren a tiene siempre algo que ocultar.
Lo que más me satisface de esta etapa -y de esta cifra- es el aliento recibido de muchísimas personas radicadas en las más insospechadas partes del mundo. Los manatienses, en particular, acogieron a CUBA JUAN con inmenso entusiasmo. Para no pocos de los oriundos de mi pueblo la página devino sitio para el diálogo y opción para el reencuentro. También conducto para mantenerse al día de las buenas y las malas noticias generadas por una localidad perdida en el mapa de Cuba, pero a la que no pueden -ni quieren- apartar de sus corazones.
Un abrazo para todos desde Las Tunas, Cuba. Les aseguro que no los defraudaré.

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sábado, 28 de mayo de 2011

Querido Manatí...

Sobre el origen del nombre de nuestro pueblo, Manatí, existen diversas opiniones. Como suele ocurrir en estos casos, los investigadores se basan en realidades probadas e irrefutables, y otras veces echan mano a sus sentimientos más íntimos para darle curso a lo que ellos quisieran que fuera, aunque la praxis no lo haya confirmado.
Desde que tengo uso de razón escucho decir que el toponímico Manatí tiene que ver con un mamífero de agua dulce prácticamente extinguido en el territorio nacional, cuya presencia, según se cuenta, era muy abundante en tiempos pasados en la desembocadura de los ríos de nuestra comarca. A mí, en lo personal, me agrada esta explicación, tal vez porque aprecio en ella una lógica de la cual carecen otras teorías tal vez no tan convincentes.
Otra explicación sobre la procedencia del nombre la dan los etnógrafos. Ellos dicen que la voz Manatí está formada por los términos mana –que quiere decir Luna- y ti –cuyo significado es tierra de aguas y ríos-, y descartan que esté inspirada en la teoría del mamífero fluvial porque, dicen, “los indios de Las Antillas no solían proceder así, sino que tomaban de los accidentes del terreno, de los astros celestes o de las plantas circundantes los nombres y las denominaciones de sus asentamientos poblacionales”.
Pero lo del nombre desbordó la época aborigen para tirar anclas en la contemporaneidad. Se lo digo porque, si bien nuestro ingenio se llamó Manatí desde su inauguración en 1913 hasta el año 1960, luego tendría otras dos denominaciones diferentes, una temporal y otra definitiva. En efecto, el 8 de agosto de 1960, al efectuarse su nacionalización, se le propuso provisionalmente llamarse América Libre, tal y como se llama hoy un ingenio de la provincia de Santiago de Cuba. No fue hasta el 17 de febrero de 1961 en que a otrora fábrica manatiense de azúcar pasó a llamarse Argelia Libre, en solidaridad con el país africano, cuyo pueblo luchaba por entonces contra el colonialismo francés.
De manera que lo del nombre de nuestra patria chica tiene de todo: polémica sobre su surgimiento y prolijidad de bautizos.

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jueves, 5 de mayo de 2011

Puerto Padre y el Día de las Madres

Cualquier fecha del almanaque se pinta de maravillas para ofrendarles cariño a las madres. Halagos en enero, flores en noviembre, besos en abril, ternura en agosto, sonrisas en julio… ¿Qué más da minuto, día, semana, mes o año? Sin embargo, en muchos países se ha escogido el segundo domingo de mayo para potenciar en los corazones ese amor sublime por quienes, al decir de un poeta, «son las únicas personas en el mundo que siempre están disponibles».
Las referencias más distantes de esa festividad datan del año 250 AdC, cuando en la antigua Grecia consagraban una jornada de la primavera a honrar a la diosa Gea, esposa de Cronos y madre de Júpiter, Neptuno y Plutón. Después los romanos escogieron tres días del mes de marzo para celebrar un homenaje similar lleno de ofrecimientos a Cybele, diosa de la naturaleza y la fecundación.
Mucho tiempo antes de la llegada de los conquistadores al Nuevo Mundo, las civilizaciones autóctonas rendían su tributo a la maternidad por intermedio de la diosa Coyolxauhqui, madre de Huitzilopochtli, el guerrero emblemático de los aztecas. Como prueba de su adoración, le improvisaban fastuosas liturgias donde abundaban las ofrendas de oro y plata con marcadas alegorías a la luna.
Los celtas cuentan con una bonita historia de agasajos a las progenitoras. Ellos dedicaban un día a la diosa Brígida para gratificarle la primera leche ordeñada en la temporada. Los ingleses del siglo XVII, por su parte, asistían a las parroquias para venerar a la virgen María, madre de Jesús. La tradición se combinó con la de obsequiarles algo a las madres. Los criados que vivían lejos de sus casas eran autorizados con la paga para ir a visitarlas en el cuarto domingo de cuaresma, y todos juntos compartían un pastel.
IRRUMPE EL DÍA DE LAS MADRES
La primera persona en proponer «en serio» la instauración de un día para las madres fue la poetisa norteamericana Julia Ward Howe, autora del llamado Himno de Batalla de la República. «Son ellas las que más sufren la pérdida de sus hijos en las guerras. Debemos apoyarlas y convertirlas en abanderadas por la paz», dijo en el documento de solicitud, fechado en el año 1872 en su natal Massachussets.
Su idea no llegó a cristalizar, pero devino antesala para que una paisana suya, Anna Jarvis, afligida por la muerte de la autora de sus días, diera inicio en 1907 a una campaña nacional por correspondencia para que se declarase una fecha en homenaje a las madres. Persistió tanto en su proyecto que obtuvo el apoyo de muchas personas, entre ellas influyentes ministros, congresistas y empresarios.
El primer Día de las Madres reconocido oficialmente se celebró en la iglesia episcopal de Grafton, Virginia Occidental, el 10 de mayo de 1908, segundo domingo del mes y aniversario de la muerte de la mamá de Anna Jarvis. Como las flores preferidas de la difunta habían sido siempre los claveles, desde entonces se utilizan los rojos para honrar a las madres vivas y los blancos para las fallecidas.
La iniciativa tuvo una acogida tal que en 1910 había prendido en todos los territorios de la Unión. ¡Hasta el Congreso debatió un proyecto de Ley para otorgarle carácter oficial! En 1914, el Presidente Woodrow Wilson firmó el decreto y proclamó el segundo domingo de Mayo como Día de las Madres en los Estados Unidos. Se había creado ya la Asociación del Día Internacional de las Madres, con el fin de extender la festividad a otras naciones. 
SU CELEBRACIÓN EN CUBA
Casi todas las referencias bibliográficas que existen sobre la introducción del Día de las Madres en Cuba, coinciden en señalar a Santiago de las Vegas como la primera localidad donde se festejó la fecha. También identifican a Víctor Muñoz, un conocido periodista de la época, como a su gran promotor, a partir de una crónica suya titulada Mi clavel blanco, que vio la luz en el periódico El Mundo el domingo 9 de mayo de 1920, donde decía: «El día de hoy es el segundo domingo de mayo, que los americanos consagran como el Día de las Madres, y que muchos cubanos quieren destinar al mismo objeto».
Los investigadores aseguran que el mismo día el teatro del Centro de Instrucción y Recreo de Santiago de las Vegas se colmó de público. La convocatoria pretendía homenajear a las madres, y partió de un grupo de intelectuales, cuyos miembros, alentados por Francisco Montoto, patrocinaron un programa donde se recitaron los versos de José Martí a su progenitora y el poema A mi madre, de Diego Vicente Tejera.
Se dice que fue esa la primera celebración pública del Día de las Madres en Cuba. El 22 de abril de 1921, siendo Muñoz concejal del Ayuntamiento capitalino, propuso y logró instituir en toda La Habana ese agasajo. En el año 1928, a propuesta del senador Pastor del Río, la Cámara de Representantes le dio carácter de Ley Nacional, y así el segundo domingo de mayo se oficializó como Día de las Madres. 
PRIMERO FUE EN LA VILLA AZUL
Hay pruebas muy sólidas de que Puerto Padre, en la provincia de Las Tunas, fue la primera localidad cubana en instaurar el Día de las Madres, hecho ocurrido el martes 6 de abril de 1920, es decir, poco más de un mes antes de que Santiago de las Vegas organizara en el teatro de su Centro de Instrucción y Recreo el homenaje citado. Para confirmarlo documentalmente, Sábado, un periódico editado a la sazón en la también llamada Villa Azul, publicó el 19 de abril del año 1952 la siguiente nota:
«El Día de las Madres, tan emocionalmente celebrado siempre en Cuba por iniciativa del laureado periodista Víctor Muñoz, se celebró por primera vez en Cuba en la ciudad de Puerto Padre, por feliz idea del maestro masón Dr. Eduardo Queral Mayo. Con eso no queremos quitarle gloria a quien tiene todo nuestro respeto, pero sería bueno que todo se aclarara (…) Según consta en las actas de la Logia Los Perseverantes, hay un acuerdo que vamos a copiar con certificación del Secretario de aquella venerable Logia y que dice así:
«Atendiendo que es un deber de todo Masón reverenciar a los padres y ayudar al mejoramiento moral e intelectual de la Humanidad, los abajo firmantes proponen:
«QUE sea celebrado el primer domingo de Mayo (el Día de las Madres NdA) en cualquier manera que tienda a demostrar el cariño y el agradecimiento a que es deudor todo hijo.
«Asimismo, proponen que sea designado el primer domingo de Junio a igual fin con relación a los padres.
«(Fdo) Dr. Eduardo Queral Mayo, Enrique Pérez e Ismael Piedra (Aprobado en el Taller, 6 de abril de 1920)»

Como se aprecia, no solo se trata de que Puerto Padre fue el pionero en instituir en Cuba el homenaje a las madres, el 6 de abril de 1920. ¡También fue el primero en celebrarlo en toda la isla! Eso ocurrió el 2 de mayo de 1920, primer domingo de ese mes, es decir, una semana antes del festejo en Santiago de las Vegas. Lo corrobora un editorial publicado en el propio semanario Sábado, con fecha 10 de mayo de 1958, y dirigido al periodista Guillermo Gener, quien escribía por entonces en el rotativo habanero Prensa Libre. Dice:
«Nos hacemos eco en la primera plana de una verdad que no admite en manera alguna polémica de ningún tipo. Guillermo Gener, un periodista que tanto nos agrada leer por su forma llana y sencilla de expresarse, en el colega Prensa Libre, quiere hacer justicia a un grupo de poetas, literatos y periodistas de Santiago de las Vegas y nos habla por tanto de la gloria de haberse instituido en aquella ciudad por primera vez en Cuba en 1920, El Día de las Madres.«Nos da datos, nos refiere asuntos, nos busca documentos. Es decir, que prácticamente nos lleva al convencimiento de que en Santiago de las Vegas se celebró por primera vez ese gran día en nuestra nación. Pero hay un error, sencillamente porque Guillermo Gener no leyó nuestra edición del 19 de abril de 1952, donde publicamos documentos auténticos acreditativos de que en Puerto Padre se celebró el Día de las Madres el Primer Domingo de Mayo de 1920. En Santiago de las Vegas tuvo efecto el Segundo Domingo de Mayo de 1920, es decir, una semana después que en Puerto Padre.
«A nosotros nos luce, por referencias que tenemos de nuestro buen amigo, el profesor Demetrio Rivero Simón, natural de Santiago de las Vegas, que Guillermo Gener es de aquella simpática ciudad. Bien hace entonces Gener en defender su suelo natal, si es que esto es verdad; pero mucho mejor haría Gener, si salvando localismos, se hiciera eco de esta verdad que seguramente él desconocía, y le diera a Puerto Padre la gloria que bien merece».

Un año después de celebrado en Puerto Padre el Día de las Madres, La Habana celebró el suyo con gran esplendor. Por entonces ya residía en la capital el Dr. Eduardo Queral Mayo, quien cursó un telegrama a sus hermanos de la logia Los Perseverantes en los siguientes términos:
Plaza Habana, Mayo 8 de 1921, las 1.20 pm.
Rafael Nadal
Puerto Padre
Celébrase éxito fiestas de las Madres al igual que establecidas por mí hace un año primero en Cuba.
(fdo.) Dr. Queral

¿Se necesitan más pruebas de que, efectivamente, primero fue en Puerto Padre?

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martes, 26 de abril de 2011

El río Venero

La madre naturaleza fue avara con Manatí cuando  repartió corrientes fluviales. Las pocas que tuvo a bien concederle son tan humildes que apenas rebasan la categoría de riachuelos. Ahí está el arroyito de Corpas, seco durante casi todo el año. O el  río Guanábano, también exprimido, en cuyas sucias riberas se le ocurrió a alguien una vez instalar una base de campismo. 
Es cierto que contamos con un par de corrientes de agua dulce de mayores dimensiones, como son el río La Gallina y el río Gramal. Pero ambas están bastante alejadas del perímetro del municipio. Es decir, lo suficientemente distantes como para que nadie en la localidad se interese demasiado por ellas. No ocurre, igual, sin embargo, con nuestro entrañable río Venero. 
Nadie sabe por qué y desde cuándo se le llama así a esta suerte de estero que va a verter sus turbias aguas  en la bahía de Manatí, aunque, según el Diccionario de la Real Academia Española, venero significa «manantial». El caso es que uno relaciona la palabra manantial con líquido puro y cristalino. Y las aguas del Venero no clasifican en esa prístina categoría. 
Durante muchos años, este río recibió con paciente y pasiva resignación cuanta materia contaminante generó el ya desaparecido central azucarero «Argerlia Libre». Tanta que en cuestión de unos pocos años desapareció de sus predios la fauna característica. Jamás se ha vuelto a pescar allí una trucha o una biajaca. ¿Cómo vivir en semejante contaminación? 
Recuerdo cuánto interés me causaba este río cada vez que pasaba por su decrépito puente de madera rumbo a la playa de Sabana. Lo miraba siempre con cierta tristeza, como si  me inspirara compasión por su estado y soledad. Es que siempre he asociado a los ríos con los bañistas. Y en el caso del Venero, ¿a quién se le hubiera ocurrido darse una zambullida allí? 
El río Venero continúa en el mismo lugar de siempre, tucio, triste y melancólico, con su puente metálico igualmente desvencijado sobre su cauce. Su soledad se acrecentó, porque ya son contados los que transitan por allí rumbo a la playa o al colindante poblado de Sabana. 
Sí, nuestro río por antonomasia mereció mejor suerte, ¿verdad?

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jueves, 21 de abril de 2011

Palestina en el corazón

Corría el año 1927 cuando a Abder Rahman Mahmus Shehadek alguien le hizo en su natal Palestina -a la sazón ocupada por los colonialistas ingleses- la siguiente propuesta: «¡vámonos para América!».Trotamundo por naturaleza y bohemio por vocación, la idea de un viaje tan sugerente y atractivo no le resultó extravagante.
Semanas después, en compañía de un grupo de compatriotas, se hizo a la mar desde un punto del litoral mediterráneo. Luego de  difíciles jornadas de navegación su barco lanzó escalerillas sobre un muelle habanero. Había llegado a Cuba, nación que, sin imaginarlo todavía el joven árabe, iba a convertirse en su patria adoptiva.
Pero Abder Rahman Mahmus Shehadek era una retahíla de nombres y apellidos demasiado complicada para la pronunciación de un hispanohablante. Así que, a poco de poner los pies sobre la Perla del Caribe, Abder permutó para el castizo Alberto. Y Shehadek pasó a ser, simplemente, Chejada. Eso explica cómo este palestino venido al mundo en la cisjordana Beil-Nuba, que había paseado sus ínfulas cosmopolitas por Turquía, Egipto, Marruecos, Inglaterra, Francia y Venezuela, se convirtió en Alberto Chejada.
«A La Habana llegué de 22 años de edad –recuerda con cierta dificultad en su domicilio de Las Tunas el hijo del Levante, ahora con 95 almanaques sobre la espalda-. Una ciudad muy bonita y llena de gente. Desde que pisé tierra comencé a moverme por la zona de los grandes almacenes del puerto, pues lo mío fue siempre el comercio y esas cosas. Luego me fui para San Juan y Martínez, en Pinar del Río. Allá me casé y tuve hijos. Me mantuve 20 años por aquella zona, hasta 1947. Pero el palestino es como es. Y cierto día...»
Empacó el equipaje y regresó a Palestina. Según él, «con el propósito de quedarse». Pero su hijo Alberto asegura que, realmente, no estuvo mucho tiempo por allá. «Tal vez fueron unos cuatro o cinco años», dice. Le había picado el bichito del trópico. Se había enamorado de su canícula. Así que no anduvo por las ramas cuando decidió retornar a América.
En un inicio, se estableció en sudamérica, en la morocha Venezuela, donde intentó montar un negocio particular. Pero -¡ay!-, las autoridades migratorias de por allá le negaron la residencia. Optó por volver a la hospitalaria y multiétnica Cuba. Y entonces otra vez se sucedieron los almacenes, el comercio, los recorridos... En 1954 llegó a Victoria de Las Tunas.
«Aquí en Tunas conocí a mi actual esposa –rememora en un arranque de lucidez y todavía arrastrando el rrrrr de los árabes-. Luego de un tiempo de noviazgo, nos casamos. Tuvimos a Fátima y a Alberto, nuestros dos hijos. ¿Lo de Fátima? Es por una virgen que se llama así allá en Palestina. Por cierto, ese tapiz que usted ve ahí en la pared lo traje de mi país. Retrata el nacimiento del niño Jesús. También conservo este turbante blanco que me he puesto para complacerlo a usted. Son recuerdos de la patria, ¿sabe?»
Queda sumido en el silencio. Se sumerge en el mar de sus reflexiones hasta quién sabe qué profundidades. Está absorto, como ensimismado en alguna visión de su heroico pueblo, al que nunca ha olvidado.
Su hijo Alberto hace algunas precisiones: «A lo mejor ahora mismo tiene la mente puesta en Palestina –conjetura-. Papi siempre la tiene presente. Durante muchos años se ha mantenido actualizado de lo que sucede en su tierra . Tanto que, hasta hace poco, no se perdía un noticiero de la onda corta sobre temas del Medio Oriente.Siempre estaba pegado al radio».
Y su hija Fátima: «Sufrió muchísimo la Guerra del Golfo Pérsico y el ensañamiento contra Irak –apunta-. Ah, y su ídolo es el líder de la OLP Yasser Arafat. ¡Siempre lo está mencionando! Desde pequeña fui testigo de su devoción por la causa palestina. Los musulmanes son muy fieles.»
«Sí, yo soy musulmán –confirma enérgicamente el viejo Chejada al tiempo que emerge de sus cavilaciones-. ¡Musulmán de toda la vida! Y mi enemigo es Israel, que nos ha quitado gran parte de nuestro territorio. Pero a los israelíes les vamos a ganar la guerra. ¡Se la vamos a ganar! Los palestinos somos bravos y lucharemos hasta tener nuestra propia patria.»
Durante la jornada conversamos sobre variados temas. Por ejemplo, de su insistencia en conservar sus tradiciones, tales como la de comer quippi -una mezcla de carne de carnero con trigo- y la de consumir muchos vegetales. Hablamos, además, de las visitas que le hacen algunos de los palestinos que pasan por Las Tunas, de cómo crió a sus hijos, de la añoranza por la patria...
«Papi se jubiló a los 80 años –interviene de nuevo su hijo Alberto, mientras distribuye tacitas con café-. Fue dependiente en las tiendas de aquí de la ciudad. Nunca dejó de laborar con el Estado. Le dieron la medalla Fernando Chenard por más de 25 años en el sector del Comercio. Es una persona muy seria y un excelente padre de familia. Le faltan cinco años para llegar a la centena, pero se mantiene físicamente bien. Claro, la mente no es la de antes.»
Desde que abandona el lecho hasta que se retira a descansar, el viejo Chejada maldice y oprobia a los israelíes «que quieren dejarnos sin patria.» Es su Intifada personal contra los agresores de su pueblo.

Nota: Esta entrevista fue realizada el miércoles 6 de junio del año 2001. Dos días después, Alberto Chejada murió como consecuencia de un ataque cardíaco. Sirva este trabajo para rendirle homenaje a todos los que, como él, le han hecho aportes a la nacionalidad cubana a pesar de haber nacido en otras tierras.

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