martes, 30 de septiembre de 2008

La otra secuela de Ike

Esther González ha pasado sus casi 87 años de existencia mirando a los ojos al mar. Su casa en el poblado costero de Guayabal, al sur de Las Tunas, dista solo unos metros de la orilla. Cuando al atardecer las aguas impredecibles del golfo de Guacanayabo le remojan de espuma el rostro, ella, hija del salitre, siente que la bendicen.
Pero las salpicaduras del 6 de septiembre pasado traían consigo intenciones distintas. Esther lo percibió cuando una ola enorme se suicidó ruidosa y violentamente contra los arrecifes. «Voy a evacuarme» –decidió-. Y se montó en el camión.
Al anochecer, ya en un refugio seguro, sintió afuera como si el mundo se estuviera acabando: viento fortísimo, árboles derribados, tejas pulverizadas, gritos de vecinos, paredes echadas abajo…
«Este ciclón es lo más terrible que he visto en toda mi vida –admite ya de vuelta en su morada, asombrosamente ilesa del trance. Ni siquiera el de 1932 causó tanto daño en el pueblo. ¡Y eso que sopló durooooo...! Pero el de ahora lo dejó chiquitico.»
Es viernes y el mar duerme a pierna suelta la siesta del mediodía. En Guayabal la gente acarrea las excrecencias de Ike: escombros y arena. Sentada en su portal, Esther hurga dentro de una gaveta. Un montón de papeles húmedos emerge como de una chistera.
«Trato de salvar fotos, cartas, documentos y recortes de periódicos que guardaba desde hace muchísimo tiempo –comenta sin levantar la vista-. El mar los empapó y, vea, ahora casi todos están hechos una calamidad. El agua salada no cree en nadie».
Junta los trozos estropeados como quien arma un rompecabezas. Les traen evocaciones de su biografía. «Esta es una factura de la tienda de Montenegro» –dice, y me muestra un papel chorreante de agua-. Tiene más de 60 años. Y esta es la inscripcion de nacimiento de mi primer hijo, con los sellos de timbre que compré en el pueblo. Y mire, un almanaque de 1946. ¡Cuánto ha llovido de allá hasta acá...!
Lo que más lamenta es la pérdida de fotografías con gran valor sentimental. Como las de su boda. «Pude haberlas evacuado conmigo», acota. Solo sobrevivió una en la que aparece ella con su esposo, un árabe radicado en la zona desde el siglo pasado.
Tras el paso del huracán Ike, en Cuba hay millares de personas en el mismo trance existencial de Esther. ¿Qué perdieron, además? Una madre, la única foto del hijo muerto; un profesional, el título colgado de la pared; una abuela, su alcanforado baúl de los recuerdos; una muchacha, la carta de su primer y gran amor; un bibliófilo, su libro predilecto; un soldado, la medalla de Servicios Distinguidos...
Los ciclones no solo destrozan edificios y plantaciones. También lastiman en profundidad los sentimientos. Un inmueble puede erigirse nuevamente. Un campo dará otra vez frutos. Pero el patrimonio espiritual -ese que viaja en imágenes sobre una cartulina o escrito con letra menuda sobre un papel- no se recupera jamás.

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viernes, 26 de septiembre de 2008

Tragedia en Manatí

Cuando llegué a Manatí, dos jornadas después del devastador ataque del huracán Ike, sentí un estremecimiento interior y lo ojos se me nublaron. «¡Pero qué le hiciste a mi pueblo, Dios mío!», murmuré, espantado. Ante mí se extendía un panarama desolador. Árboles enormes en el suelo, casas destruidas, cultivos arrasados, fango y humedad por todas partes, lugares en ruinas, impotencia colectiva, abatimiento... Y mucha tristeza. Y semblantes incrédulos que me miraban fíjamente, como preguntándome: «¿Será real lo que estamos viendo o es solo una pesadilla?» Pero no era una pesadilla. Era la verdad en toda su crudeza.
Yo podría escribir aquí mucho, ¡muchísimo! Dar pormenores de lo ocurrido, transmitir estados de ánimo, revelar mundos interiores, describir la dimensión del drama... Sin embargo, y por aquello de que una imagen vale a veces por mil palabras, prefiero que hablen las fotografías con su discurso desgarrador. Advierto que solo se trata de botones de muestra, porque Manatí es hoy inaprehensible para la cámara. Ni siquiera ella, copista fiel de la realidad, lograría reproducir los amargos matices de este lienzo que nos duele hondo, independientemente de donde hayamos levantado campamento.

De las imágenes que hice, la que más impactó mi sensibilidad fue la casa de un miembro de la famila Cordoví, situada frente a la de Frank Chiong. El viento la castigó con tal inclemencia que, como se aprecia en la foto, la dejó reclinada sobre uno de sus costados.

Interior del almacén de Comercio. Las ráfagas de Ike no dejaron ni una plancha en su cubierta. Sus alrededores quedaron devastados, incluyendo el antiguo taller AX-1 y cuanta casa de madera encontró. Varios almacenes tuvieron afectaciones y tendrán que ser levantados de nuevo.
Foto de gran dramatismo. Es la cuadra que está a un lado del parque, despojada de su techo. Desde la esquina de la casa de Miguelito Carracedo hasta donde vive la familia Rodríguez, los perjuicios fueron enormes. Ya le fue restituida casi toda la cubierta.

Ni esta torre del antiguo ingenio, sobreviviente de la desaparición de la industria azucarera local, salió ilesa del embate de Ike. Los manatienses, expertos en identificar cada centímetro cuadrado del terruño, notarán que un trozo de su punta cayó a tierra. Para conseguir tal fuerza, el huracán debió superar en algún monmento los 200 k/h. De otra forma no me explico como la estructura de hormigón y acero perdió esa parte de su pináculo.

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domingo, 14 de septiembre de 2008

Ike: paisaje después de la batalla

DURANTE ESTAS TERRIBLES Y DRAMÁTICAS JORNADAS HE VISITADO EN MENESTERES PERIODÌSTICOS SIETE DE LOS OCHO MUNICIPIOS DE LA PROVINCIA DE LAS TUNAS. EN TODOS PUDE PERCIBIR LA HUELLA DEL HORROR DEJADA POR EL HURACÀN IKE. PERO EN LOS DE LA PARTE NORTE, ES DECIR, MANATÌ, PUERTO PADRE, Y JESÙS MENÈNDEZ , LA DESTRUCCIÒN CAUSADA ES POCO MENOS QUE APOCALÌPTICA. TENGO FOTOGRAFÌAS DE TODOS LOS TERRITORIOS AFECTADOS. MIS LECTORES ME EXCUSARÀN POR NO COLOCARLAS AHORA AQUÌ. LO HARÈ TAN PRONTO SE RESTABLEZCA EL SERVICIO TELEFÒNICO DONDE VIVO, PUES ACTUALIZO MI BLOG A TODA PRISA DESDE LA MUY DEMANDADA COMPUTADORA DE UNA OFICINA CON ACCESO A INTERNET. POR AHORA SOLO OFREZCO UNA RESEÑA DE LO QUE HE VISTO. EXCÙSENME EL HORRIBLE DISEÑO DE LO QUE ESCRIBO, PERO CONCÈNTRENSE EN SU CONTENIDO. AUNQUE LAS PALABRAS NO PUEDAN TRANSMITIR , NI SIQUIERA ÌNFIMAMENTE, LA MAGNITUD DE LA TRAGEDIA.


Alrededor de la medianoche del domingo 7 de septiembre nos convencimos de que el peligro era formidable. «Oye qué sonido más extraño», me dijo mi esposa Iris con rostro preocupado. En efecto, desde la penumbra exterior hería nuestros oídos el desafinado rugir del viento estrellando sus malas intenciones contra las persianas.
Dos horas después, el huracán Ike convirtió en un infierno de ventisca y temporal la geografía tunera, atónita ante un suceso inédito en sus predios. Era la primera vez que un ciclón categoría 3 en la escala Saffir-Simpson la atacaba. Y esta premiere de dudoso honor no pudo ser más devastadora, con sus vientos sostenidos de casi 100 kilómetros por hora y rachas de hasta los 200 kilómetros.
La ferocidad de Ike se prolongó por más de cuatro horas. Durante ese lapso arrancó árboles, volteó vehículos, descubrió viviendas, echó abajo paredes, derribó ventanas, tumbó postes, desbordó ríos, y le estableció a los tuneros un antes y un después en materia meteorológica.
En cuanto a evacuados, 186 mil 954 tuneros recibieron ubicación preventiva, el 70 por ciento en casas de familia y el resto en 186 centros habilitados. Se trata de una cifra récord, representativa del 33 por ciento de la población provincial, y que ilustra la virulencia del terrible huracán de breve nombre, pero de larga agonía.
En la ciudad de Las Tunas los estragos de Ike devinieron estocada a la sensibilidad. El Instituto Preuniversitario de Ciencias Exactas perdió buena parte de sus ventanales. La escuela de deportes Carlos Leyva, recién remozada, quedó en estado lastimoso, principalmente su flamante tabloncillo. Al teatro Tunas y al cine Luanda le escamoteó con una golpe directo parte de sus aderezos. Hospitales, escuelas, industrias, parques, agricultura, gastronomía, comercios e infinidad de instituciones y entidades más quedaron resentidas.
Todavía se evalúan los daños en su más amplio espectro. Brigadas de la Organización Básica Eléctrica trabajan en el restablecimiento del fluido. Las prioridades son el bombeo de agua, las unidades de salud y la producción de alimentos. Los trabajadores telefónicos laboran incansablemente en las colosales interrupciones originadas por el meteoro en todo a lo concerniente a las comunicaciones.

PUERTO PADRE: LA MAGNITUD DE UNA TRAGEDIA

La naturaleza parece carecer de límites cuando monta en cólera. Esta vez abrió su caja de Pandora para que los peores instintos salieran a colaborar con el huracán Ike en su irracional embestida contra esta ciudad del norte tunero. «Echó abajo en dos horas lo que nos llevó siglos edificar», dice con dolor el viejo Ismael, mientras deja vagar la mirada entre los escombros de la ciudad en ruinas.
Los daños más severos están en el área residencial.De las casi 32 mil viviendas con que cuenta la ciudad, el 90 por ciento fue total o parcialmente afectado. Solo opusieron resistencia las casas de mampostería, y, aun así, muchas no salieron bien paradas.
Un recorrido parcial por los alrededores deja entrever apenas un trozo de la tragedia. Paredes desplomadas por la fuerza de los vientos; amasijo de lo que fue un confortable inmueble de tablas machihembradas; tejas de todo tipo convertidas en pedazos inservibles; caballetes de madera desarticulados y ventanas arrancadas violentamente de sus goznes; pisos de cemento levantados; cablería eléctrica y telefónica en el suelo...
Las dependencias estatales también devinieron víctimas. Ike no hizo distingos, y afectó sobremanera la mayoría de los 129 centros de enseñanza del municipio. Hizo lo propio con el hospital Guillermo Domínguez, al que le redujo a añicos buena parte de su cristalería. Oficinas, tiendas, parques e instalaciones diversas no escaparon al drama y hoy reflejan desolación y humedad por todos sus ángulos.
Algunos sitios de interés sentimental figuran en la extensa lista de los damnificados. Es el caso de la avenida Libertad –niña bonita de los puertopadrenses-, que exhibe el peor semblante de su historia. En su paseo yace en tierra la estatua de Máximo Gómez, levantada por iniciativa de un viejo mambí. Y el monumento al Quijote, del cual no quedó en pie ni siquiera las aspas del molino de viento. Sufrieron daños, además, el brocal del pocito de agua dulce, en pleno lecho marino, y el muro del malecón. Solo el Fuerte de la Loma, construido por los españoles en 1869 parece haber salido ileso del trance.
Las ráfagas de Ike arremetieron con saña contra todo que le oliera a vegetación. Desde los propios accesos a la zona, en el muy castigado asentamiento de Vázquez -donde las violentas rachas movieron hasta làpidas del cementerio-, se aprecia el daño ocasionado al territorio. Por todas partes hay árboles derribados en las más inimaginables posiciones, lo mismo con sus raíces mirando el cielo que descansando tronco y follaje sobre la cubierta de una casa.
Como suele ocurrir en casos como este, las comunicaciones resultaron muy afectadas. Poblados como La Llanita y San Manuel quedaron incomunicados, igual que el polo turístico de Covarrubias, donde se desplomó el ranchón próximo a la playa y sufrieron daños el lobby, parte del restaurante y algunos bungalow.
Puerto Padre tiene afectado más del 90 por ciento de su red eléctrica. Más de 120 postes están en el suelo. Las dependencias que están funcionando lo hacen con grupos electrógenos. Se intenta alimentar dos arterias de la ciudad para que puedan brindar servicios a unidades vitales para el pueblo.
En las zonas rurales la furia de Ike hizo también de las suyas. Las casas campesinas intentaron resistir a pie firme la embestida, pero la mayoría no lo consiguió. Insólitamente, las de cubiertas de guano capearon con mejor fortuna el temporal que las de cinc y tejas. El sector agrícola resultó uno de los más perjudicados. A ambos lados de la carretera se aprecian sembrados en estado de coma.

CHAPARRA: TIERRA ARRASADA

Este municipio exhibe las secuelas del ataque de Ike en toda su anatomía. Por aquí –se asegura- pasó el ojo del siniestro huracán categoría 3 al filo de la medianoche del pasado domingo. Como en el resto de los territorios tuneros que enfrentaron la terrible adversidad, el sector residencial resultó el gran perjudicado. Una comunidad constituida en buena parte por casas antiguas de madera resultó presa fácil sobre la que se abalanzó el meteoro. El 80 por ciento del fondo habitacional reporta daños parciales o totales.
En Chaparra no hay electricidad ni comunicación telefónica. Las devastadoras ráfagas se excedieron haasta lo increible. A la fábrica de tableros de bagazo la dejaron sin su cubierta. Muestran también malas condiciones las sedes de las direcciones municipales de varios organismos. La emisora de radio local esta fuera de servicio.
En la Calle Uno del barrio conocido por Pueblo Viejo, sus vecinos intentan desenterrar de entre los escombros cualquier pieza de madera o de metal que les sirva para levantar un cuarto familiar medianamente habitable. «No podemos cruzarnos de brazos y dejárselo todo al país –enfatiza Miguel-. Los ciclones han afectado a Cuba entera, y mientras nos llega la ayuda, debemos colaborar».
Al final de la calle, parada frente a una amalgama de tablas húmedas, vasijas estropeadas y postes retorcidos, una mujer observa con detenimiento el laboreo de varios hombres devenidos carpinteros. Se llama María Martínez, quien residía en una de las miles de viviendas demolidas por Ike. «Esta casa era de las que se entregaron a los damnificados cuando el ciclón Flora, a inicios de los años 60 –dice-. Este de ahora le llevó una banda completa del techo. No lo hemos podido encontrar por ninguna parte. Por ahí imagínese usted la fuerza del viento. Jamás había visto cosa igual.»
Un poco más allá, también en medio de las ruinas, pero libre de daños importantes dentro de su casa de ladrillos y placa, Ángela Pérez hace de la solidaridad la razón de su existencia. Su vivienda está llena de equipos electrodomésticos: refrigeradores, televisores, lavadoras, ventiladores- propiedad de los vecinos que perdieron sus techos en la tragedia. Ángela se ha brindado para tenerlos hasta que cada cual resuelva su problema.
«No estoy haciendo nada extraordinario –dice-. Es un deber elemental que cumplo con gran amor. Esos vecinos que lo perdieron casi todo con el huracán son como si fueran mi propia familia. Me sentiría muy avergonzada de mí misma si no hago lo que estoy haciendo ahora, que no es nada comparado con lo que han sufrido todos ellos.»
MANATÍ: ¡QUERIDO MANATÍ…!

El municipio de Manatí sobresale como un tétrico Everest en esta suerte de cordillera de la calamidad. Sobre su epidermis se cebaron por alrededor de cuatro horas los irracionales ataques del ciclón más siniestro del que se tengan noticias por acá. Sus rachas no se detuvieron en obstáculos, y fueron tan demoledoras que, incluso, les ganaron el pulso a postes de concreto y a raíles ferroviarios.
La comarca muestra un extenso rosario de sectores vitales severamente dañados. A ello se añade el extraordinario daño que recibió su reconocido espectro vegetal conocido por Plan Manatí. Es apreciable desde el instante mismo en que se accede al casco urbano, donde una verdadera degollina ecológica cercenó y lanzó al suelo cuanta especie con clorofila estuvo a su alcance.
El pueblo reporta afectaciones considerables. Las viviendas fueron las más afectadas. Sobre todo las antiguas, que eran de madera y databan de la época fundacional del antiguo central azucarero en la primera mitad del siglo pasado. Muchas tenían paredes comunes con cubiertas de tejas o cinc, como las qque floanquean el parque. El viento huracanado no las perdonó.
En la llamada Calle A, apenas quedaron viviendas ilesas. El estrago mayor se concentra en sus techos y en sus costillares. De acuerdo al testimonio de vecinos, las tablas carcomidas crujían como galletitas ante el empuje del viento. Varias cayeron reclinadas sobre sus costados, definitivamente vencidas por un contrincante que las superó en fuerza y al que le opusieron nula resistencia.
Cuadras completas ilustran con tintes grises esta suerte de acuarela manatiense de la tragedia. Como la que colinda con el tribunal. Solo la solidaridad de la gente, que en situaciones de desastre se potencia hasta lo infinito, puede mitigar tamaño infortunio.
Los almacenes municipales figuran entre las víctimas. El de la Empresa de Comercio, a la entrada del pueblo, perdió casi toda su cubierta. Allí estaban acopiadas unas 900 toneladas de productos alimenticios variados, que están siendo recuperadas y procesadas. Casi toda la existencia de azúcar se humedeció. Importantes volúmenes de sal, frijoles, chícharos y arroz también sufrieron deterioro.
El almacén municipal de Gastronomía tuvo similar desdicha. Gracias a la rapidez en el actuar, se salvó a tiempo un variado surtido de artículos, como cocinas y ollas de presión eléctricas, calentadores, calderos interiores y refrigeradores, entre otros. La decrèpita estructura del local no corrió igual suerte, pues perdió la cubierta y se desplomaron casi todas sus paredes de mampostería. Lo que no pudo lograr allì el bombardeo a Manatí el 2 de diciembre de 1958, lo consiguió Ike con su metralla de viento.
En la popular base de campismo de la playa de Los Pinos, distante 18 kilómetros de la cabecera municipal, solo quedó para contarlo el grupo electrógeno allí instalado. Todo lo demás –casas particulares, cafetería, inmuebles diversos…- fue engullido de un bocado por la voracidad del mar, que penetró profundamente en tierra firme. Lo mismo ocurrió en el Puerto de Manatí, asentamiento poblacional que perdió la mayoría de sus viviendas y de sus instalaciones.
La estaciòn de ferrocarril, orgullo de todos los manatienses, se quedò totalmente sin techo. Una poderosa ràfaga tirò al suelo hasta la ùltima teja alicantina con que habìa sido remozada no hace mucho tiempo. Sus paredes de piedra de canterìa, sin embargo, soportaron el acoso, demostràndole a Ike su capacidad de resistencia.
La agricultura quedó sumamente dañada. Los platanales no resistieron los furiosos embates del viento y se doblaron en masa contra la tierra. Cultivos de la más diversa especie tampoco sobrevivieron. Incluso la caña, que el municipio tributa en temporada de zafra al coloso Antonio Guiteras, también acusa deterioro.
Las escuelas de Manatí, como las del resto de la provincia, tienen grandes afectaciones. El centro escolar Victuro Acosta figura entre los casos más representativos. Igual que el Instituto Preuniversitario en el Campo René Martínez Tamayo, que prácticamente perdió en el desastre toda su cubierta y parte de sus aulas.
Es un panorama desolador, pero hay que enfrentarlo. Lo primero es asumir que los estragos de Ike son irreversibles. Ahora corresponde restañar las heridas con el concurso colectivo.

AMANCIO: IKE LO SACUDIÒ

El huracán Ike sincronizó su funesta brújula de manera tal que hasta los territorios tuneros del sur figuraron en su itinerario del horror. Así, el viento y la lluvia –se habla de 255 milímetros en 24 horas- tocaron este municipio, donde fue necesario evacuar en albergues y casas a más de 27 mil de sus 41 mil habitantes.
Hubo familias que cobijaron en sus viviendas de placa y mampostería a casi medio centenar de personas desconocidas procedentes de poblados distantes como San Alberto, Las Pulgas y el costero Guayabal. Nadie les hizo preguntas. Solo les abrieron las puertas.
El impacto más fuerte en la comarca amaneciera fue, precisamente, en Guayabal, donde el mar penetró màs de medio kilòmetro.Los vecinos aseguran que, a juzgar por las marcas dejadas por las aguas en las paredes de sus viviendas, deben de haber subido tambièn una enormidad. Eso originó derrumbes totales y parciales y una acumulación descomunal de arena, tanto dentro de los inmuebles como en las calles. Se han tenido que utilizar buldócer.
En el almacén de la terminal de azúcar a granel –una de las más importantes del país- los vientos se llevaron unas mil 200 tejas de su cubierta y dieron cuenta de las lonas que cubrían las casi 19 mil toneladas de azúcar. Eso originó que se humedeciera un importante volumen del producto. Llovió tanto que hasta los conductores subterráneos que acoplan con las bodegas de los barcos se inundaron.
Cientos de árboles de todas dimensiones fueron arrancados de raíz. En algunos barrios no tienen ideas de cómo varios ejemplares enormes fueron a parar a sus demarcaciones después de ser arrastrados desde el extremo opuesto del pueblo. La agricultura sufrió mucho, principalmente sus cultivos varios. El río Sevilla y sus afluentes desbordaron su cauce hasta niveles nunca vistos.
Lo población de Amancio carece de electricidad y de comunicaciones. Sin embargo, las autoridades locales aprovechan las posibilidades que les brindan los grupos electrógenos instalados no solo para brindar información por medio de televisores comunitarios y mantener en funcionamiento servicios vitales, sino también para elaborar y distribuir pan. Nadie ha dejado de comer y la gastronomía popular expende productos por los barrios.
Una iniciativa local ha sido la de habilitar naves de almacenamiento de un contingente de la construcción para albergar familias que perdieron totalmente sus viviendas. Son amplios y las autoridades se encargaron de instalarles servicios sanitarios, puertas y ventanas. Similar alternativa se pone en práctica en el poblado de Guayabal, donde varios residentes se quedaron sin techo por culpa de Ike. El municipio tiene afectadas 1500 viviendas, de ellas 149 totalmente.

COLOMBIA Y JOBABO: TAMBIÉN GOLPEADOS

Estos dos municipios recibieron también la siniestra visita de Ike. Como en el resto de la provincia, los daños principales se concentran en sus fondos habitacionales y en la agricultura. En Colombia casi 4000 viviendas perdieron parcial o totalmente sus cubiertas y otras 607 se desplomaron. Ya se comienza a distribuir recursos en sus demarcaciones utilizando todo tipo de transportes.
En Colombia se evacuaron más de 20 mil personas a lugares seguros y se produjeron afectaciones importantes en seis de sus escuelas, casi todas rurales y de régimen interno. Sin embargo, la inmensa mayoría de los centros comenzará sus clases el próximo lunes.
Al igual que Jobabo y Amancio, Colombia reportó abundante lluvia, vientos fortísimos y carece de comunicaciones y de electricidad. Varias brigadas trabajan en esa área para restablecer ambas cosas en el menor tiempo posible. El pueblo colabora intensamente. La Empresa Azucarera de Colombia encabeza la lista de las grandes vìctimas de Ike, con tres millones 300 mil pesos de pèrdidas. Màs de nueve mil 400 hectàreas de caña se encuentran encamadas, Reporta tambièn afectaciones en sus cultivos varios, en la cubierta de su factorìa azucarera y en los centros de reparaciones.
Los jobabenses tienen inscriptas más de dos mil 300 casas con daños de toda naturaleza, de ellas 80 demolidas por completo. Ademàs, reporta la pèrdida de alrededor de 500 metros de cables telefònicos de diferentes calibres y severos daños en las redes elèctricas.Sin embargo, la poblaciòn se ha volcado a recuperar lo perdido.
Los perjuicios de Ike en Jobabo no solo tuvieron como diana su población urbana. En barrios como Sirvén los vientos alcanzaron velocidades de espanto y derribaron árboles enormes y viviendas. Aquí también se inició la distribución de ayuda material.
En general, el sur tunero comienza a levantar el ánimo y a mirar a los ojos al futuro. Ike se ensañó con buena parte de su territorio y le ocasionó gran deterioro. Pero la gente está dejando de pensar en el pasado para concentrarse en el presente y en el futuro, decidida a construir sobre los escombros una comarca más bonita.

NADIE ESTÀ SOLO

Las autoridades accionan en todos los frentes para paliar en cuanto sea posible los estragos de Ike, que son colosales. Se aprecia un gran nivel de disposición, consagración y, sobre todo, de capacidad para ponerse en la piel de los damnificados y comprenderlos.
En todos los municipios se han instalado equipos de audio en lugares cèntricos para divulgar orientaciones dirigidas a organizar la ayuda material que comienza a fluir. Funcionan con grupos electrògenos. En la carretera ruedan enormes cisternas móviles cargadas de combustible doméstico. También transportes con sacos de carbón vegetal. Y termos para ofertar refrescos. Y venta de viandas en Vázquez. Y camiones atestados de materiales de construcción, como tejas y cemento. Y comercialización de galletas. Y mucha, mucha solidaridad, algo tan importante en situaciones como esta.
Cierto, la naturaleza parece carecer de límites cuando monta en cólera. Esta vez abrió su caja de Pandora para que los peores instintos salieran a colaborar con el huracán Ike en su embestida contra Las Tunas. Pero, como en la parábola, en el fondo quedó agazapada la esperanza. Y, en su vocación por hacer el bien, es la que recuerda que después de la tormenta, siempre llega el arco iris.

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jueves, 4 de septiembre de 2008

Guajira guantanamera...

Los cubanos parecemos estar de acuerdo en que la canción nacional por excelencia es La Guantanamera, esa pieza emblemática que ha recorrido el mundo como una auténtica embajadora de buena voluntad, lo mismo a bordo de un cassette grabado que en un coro masivo de un acto de solidaridad.
Según sus la mayoría de sus «biógrafos», este número nació en 1929, y tuvo como padre al cantante habanero Joseíto Fernández (1908–1979), quien lo concibió la noche en que, en lugar de la tradicional rumba, cerró el programa de la orquesta de Alejandro Riveiro, donde cantaba a la sazón, con una melodía que «pegó» enseguida en el público.
En sus orígenes esta guajira-son era solamente un estribillo al que se agregaban décimas improvisadas. Así, todos los días desde 1948 y durante 14 años consecutivos, Joseíto cantó por radio un suceso de la crónica roja. Eso contribuyó a elevar la popularidad de la canción. El triunfo fue tan grande que desbordó fronteras y se extendió hasta los lugares e idiomas más insospechados del planeta.
A fines de la década de los años 50, el músico cubano Héctor Angulo cantó La Guantanamera con los Versos Sencillos de José Martí en una fiesta en Estados Unidos. Allí se encontraba el cantante folclorista norteamericano Pete Seeger, quien, encantado, incorporó la iniciativa a su repertorio y la dio a conocer al mundo el 8 de junio de 1963 en un concierto en el Carnegie Hall de Nueva York como un gesto de solidaridad con la Revolución Cubana. Luego un trío de cantantes norteamericanos hizo la primera grabación comercial.
La autoría del número provocó en los años 70 una encendida polémica entre Joseíto, Speeger y Angulo que reseña así en sus aspectos fundamentales la enciclopedia on line Wikipedia:
«La versión más ampliamente conocida de esa canción es la que adapta los primeros versos de los Versos Sencillos del poeta cubano José Martí los cuales fueron adaptados por Julián Orbón. Según el periodista López Nussa, en la revista Bohemia del 30 de diciembre de 1983, Pete Seeger, el cantante de folk, visitó un campamento de verano para niños en 1962, donde éstos le pidieron que tocara una canción que había traído uno de sus instructores. Se trataba de Héctor Angulo, el cual había estudiado con Orbón y conocía la versión con los versos de Martí. Seeger y Angulo quedaron reflejados como coautores de la canción, y Seeger, la popularizó en más de 35 países. Joseíto, quien había inscrito La Guantanamera en 1944, reclamó los derechos de autor y Seeger viajó a La Habana en 1971, llegando a un acuerdo: Joseíto hizo famosa la canción y el estribillo en el programa de radio, Julián Orbón le ajustó los Versos Sencillos y Angulo la llevó a Nueva York, donde Seeger la internacionalizó».
A La Guantanamera se le han realizado más de 150 versiones por prestigiosos vocalistas e instrumentistas de varios países, como Paul Mouriat, Richard Clayderman, Libertad Lamarque, José Feliciano, Tito Puentes, Julio Iglesias, Celia Cruz y Dámaso Pérez Prado. También existe una versión vocal del grupo Sampling. En 1997, Wyclef Jean la versionó para rap, y en 2006 Richard Stallman hizo una titulada Guantanamero. Juan Torres fue el intérprete de la versión instrumental que introducía algunos programas de Radio Habana Cuba. En 1994, en Costa Rica, José Capmany incluyó una versión en rock en uno de sus discos compactos.
Joseíto Fernández, cuyo centenario celebraremos mañana 5 de septiembre, fue un músico de gran versatilidad. A pesar de carecer de estudios musicales, compuso numerosos boleros y guarachas. También cantó en tríos, sextetos y orquestas típicas mientras se ganaba la vida como zapatero. Taciturno y respetuoso, el Rey de la Melodía cantaba ya a los 12 años a escondidas de su madre, opuesta entonces a una carrera tan «indigna».
Gente de diversas partes del mundo bailan al compás de La Guantanamera, pues muchos espectáculos cubanos en el extranjero cierran con broche de oro con esta composición. Siempre recordaremos a Joseíto Fernández de la lírica manera en que lo hizo una de sus admiradoras en esta décima: «Como una palma espigada / de guayabera vestida / con la garganta encendida / siempre por una tonada. / ¡Cuánto sabor a alborada / tiene tu Guantanamera! / Linda guajira sitiera / que ha paseado por el mundo / llevando el canto profundo / y alto de la bandera.»

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