Del legendario guerrillero argentino-cubano Ernesto Guevara de la Serna existen cientos de fotografías que han recorrido de un confín a otro nuestro sufrido planeta. No es de extrañar tamaña universalidad, tratándose de una de las figuras más recias de la segunda mitad del siglo pasado.
La más famosa de esas instantáneas la hizo el desaparecido foto-reportero Alberto Korda, un maestro cubano del lente. En ella se observa al comandante Guevara con la indignación retratada en el semblante. Fue tomada durante el masivo acto de repudio al sabotaje contra el vapor La Coubre en un muelle habanero, que causó decenas de víctimas inocentes.
Pero no voy a hablar de la iconografía del desaparecido Che, harto conocida tanto dentro como fuera de Cuba y sobre la que se han escrito quién sabe cuántas cuartillas. Solo pretendo referirme a una pieza clave de su indumentaria devenida símbolo de su personalidad: su boina. Sí, la boina con la que aparece en la mayoría de las imágenes, incluida la muy conocida del artista plástico de referencias; la boina con la que hizo casi toda la campaña invasora hacia el occidente del país al mando de un grupo de valientes forjados a imagen y semejanza de su líder.
Pues bien, resulta que cuando llevaba a cabo su cruzada libertadora rumbo el oeste de la isla, el Che llegó a territorio tunero tocado con una gorra de orejeras y visera que alguien le había regalado en la Sierra Maestra. Se trataba, a todas luces, de una gorra militar, cuya procedencia no se ha conseguido establecer todavía. Con ella figura en numerosas instantáneas de la época, como, por ejemplo, la que un fotógrafo anónimo le tomó mientras operaba los equipos transmisores de Radio Rebelde, la voz de los barbudos liderados por Fidel, en plena espesura de la cordillera oriental.
No tuvo aquella gorra profusa existencia, empero. Andaba el Che de recorrido por los asentamientos de Sumacará y San Miguel del Junco, en el actual municipio tunero de Amancio, cuando hubo de perderla durante una maniobra en el terreno. Habituado a ella por la fuerza de la costumbre, le encomendó expresamente su búsqueda a varios de sus subalternos, quienes peinaron la zona una y ora vez, pero sin resultado alguno. Rabel Arias, un lugareño que le sirvió de práctico por aquellos días, dio fe en una entrevista con la prensa provincial de la veracidad del hecho.
En tales circunstancias, y según han logrado establecer mediante entrevistas con testigos de los hechos varios especialistas del Museo Municipal de Amancio, alguien de la tropa le ofreció al argentino una boina procedente de un lote de 10 piezas idénticas enviado por un simpatizante del Ejército Rebelde desde la lejana España. El jefe de la columna la tomó en sus manos, se la probó y, al comprobar que le venía bien, se quedó con ella y no se la quitó más. A partir de ese momento, siempre apareció con boina, incluso después del triunfo rebelde, cuando fue nombrado Ministro de Industrias y recorría toda Cuba vestido de campaña.
Algo quieren dejar suficientemente claro los museólogos tuneros: no les consta que sea la boina amanciera la que inmortalizó Korda sobre la testa legendaria en su mil veces famosa fotografía. Tampoco si fue la misma que llevó en la selva congolesa o en las quebradas bolivianas. Ellos saben que el Che tuvo, desde que lo adoptó, predilección por ese tipo de atuendo de cabeza. Tanto, que llegó a tener varias boinas de diferentes modelos y colores. Pero, ¿acaso no es posible también que fuera ella la agraciada? Una rigurosa investigación que se lleva actualmente a cabo arrojará la necesaria luz sobre el asunto una vez concluidas sus pesquisas.
En un reciente intercambio de experiencias entre Plazas de la Revolución de todo el país, efectuado en esta provincia cubana, el asunto de la boina guevariana fue objeto de debate. Los visitantes de Santa Clara informaron tener entre sus piezas museables más de una de ellas. Se sabe también que Aleida, su hija, tiene en su poder otra del mismo modelo. Pero los investigadores del Balcón del Oriente Cubano no encontraron objeción en algo al parecer irrebatible: donde primero el Guerrillero Heroico usó boina fue en Las Tunas. Y eso es un motivo de orgullo para todos los hijos de esta comarca.
La más famosa de esas instantáneas la hizo el desaparecido foto-reportero Alberto Korda, un maestro cubano del lente. En ella se observa al comandante Guevara con la indignación retratada en el semblante. Fue tomada durante el masivo acto de repudio al sabotaje contra el vapor La Coubre en un muelle habanero, que causó decenas de víctimas inocentes.
Pero no voy a hablar de la iconografía del desaparecido Che, harto conocida tanto dentro como fuera de Cuba y sobre la que se han escrito quién sabe cuántas cuartillas. Solo pretendo referirme a una pieza clave de su indumentaria devenida símbolo de su personalidad: su boina. Sí, la boina con la que aparece en la mayoría de las imágenes, incluida la muy conocida del artista plástico de referencias; la boina con la que hizo casi toda la campaña invasora hacia el occidente del país al mando de un grupo de valientes forjados a imagen y semejanza de su líder.
Pues bien, resulta que cuando llevaba a cabo su cruzada libertadora rumbo el oeste de la isla, el Che llegó a territorio tunero tocado con una gorra de orejeras y visera que alguien le había regalado en la Sierra Maestra. Se trataba, a todas luces, de una gorra militar, cuya procedencia no se ha conseguido establecer todavía. Con ella figura en numerosas instantáneas de la época, como, por ejemplo, la que un fotógrafo anónimo le tomó mientras operaba los equipos transmisores de Radio Rebelde, la voz de los barbudos liderados por Fidel, en plena espesura de la cordillera oriental.
No tuvo aquella gorra profusa existencia, empero. Andaba el Che de recorrido por los asentamientos de Sumacará y San Miguel del Junco, en el actual municipio tunero de Amancio, cuando hubo de perderla durante una maniobra en el terreno. Habituado a ella por la fuerza de la costumbre, le encomendó expresamente su búsqueda a varios de sus subalternos, quienes peinaron la zona una y ora vez, pero sin resultado alguno. Rabel Arias, un lugareño que le sirvió de práctico por aquellos días, dio fe en una entrevista con la prensa provincial de la veracidad del hecho.
En tales circunstancias, y según han logrado establecer mediante entrevistas con testigos de los hechos varios especialistas del Museo Municipal de Amancio, alguien de la tropa le ofreció al argentino una boina procedente de un lote de 10 piezas idénticas enviado por un simpatizante del Ejército Rebelde desde la lejana España. El jefe de la columna la tomó en sus manos, se la probó y, al comprobar que le venía bien, se quedó con ella y no se la quitó más. A partir de ese momento, siempre apareció con boina, incluso después del triunfo rebelde, cuando fue nombrado Ministro de Industrias y recorría toda Cuba vestido de campaña.
Algo quieren dejar suficientemente claro los museólogos tuneros: no les consta que sea la boina amanciera la que inmortalizó Korda sobre la testa legendaria en su mil veces famosa fotografía. Tampoco si fue la misma que llevó en la selva congolesa o en las quebradas bolivianas. Ellos saben que el Che tuvo, desde que lo adoptó, predilección por ese tipo de atuendo de cabeza. Tanto, que llegó a tener varias boinas de diferentes modelos y colores. Pero, ¿acaso no es posible también que fuera ella la agraciada? Una rigurosa investigación que se lleva actualmente a cabo arrojará la necesaria luz sobre el asunto una vez concluidas sus pesquisas.
En un reciente intercambio de experiencias entre Plazas de la Revolución de todo el país, efectuado en esta provincia cubana, el asunto de la boina guevariana fue objeto de debate. Los visitantes de Santa Clara informaron tener entre sus piezas museables más de una de ellas. Se sabe también que Aleida, su hija, tiene en su poder otra del mismo modelo. Pero los investigadores del Balcón del Oriente Cubano no encontraron objeción en algo al parecer irrebatible: donde primero el Guerrillero Heroico usó boina fue en Las Tunas. Y eso es un motivo de orgullo para todos los hijos de esta comarca.
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