Aunque ya no recorre con pasos fatigados el bar ni les golosea las cervezas a los visitantes, el bien recordado chivo Pancho se estableció nuevamente en su entrañable Cerro de Caisimú, aquel antiguo motel tunero convertido hoy en una base de campismo. Solo que ahora llegó para toda la vida y sin arriesgar el pellejo, porque, ¿a quién se le ocurriría hacer un chilindrón de un chivo de ferrocemento?
En los años 80 del siglo pasado, el chivo Pancho era de carne y huesos como cualquier otro chivo, una especie de mascota muy querida por los parroquianos asiduos a la instalación. Hasta que una noche unos jodedores pasados de copas lo raptaron en un vehículo y «se lo fueron a comer allá por Sibanicú», como dice una canción que le compusieron después. Semejante chivicidio privó desde entonces al pintoresco motel de una de sus principales atracciones.
Pero hete aquí que al escultor tunero Manuel Montero se le ocurrió restituir a Pancho a su otrora lugar de residencia... convertido en una réplica de ferrocemento que simula el color del bronce. Y, por aquello de que la soledad es mala consejera, le hizo acompañar de una chiva y un chivito del mismo material, con lo cual el sobredimensionado conjunto adquirió visos de auténtica familia.
Montero no se permitió improvisaciones en esta nueva obra llena de sensibilidad y buen gusto. ¡Todo lo previó hasta el último detalle! Para ello escogió un ángulo con una visibilidad excelente y rodeado de grandes piedras, que es el entorno natural de los chivos. Pero mire bien la foto, lector, y dígame después: ¿no parece que el Cerro de Caisimú ha vuelto a contar con su querido chivo Pancho?
En los años 80 del siglo pasado, el chivo Pancho era de carne y huesos como cualquier otro chivo, una especie de mascota muy querida por los parroquianos asiduos a la instalación. Hasta que una noche unos jodedores pasados de copas lo raptaron en un vehículo y «se lo fueron a comer allá por Sibanicú», como dice una canción que le compusieron después. Semejante chivicidio privó desde entonces al pintoresco motel de una de sus principales atracciones.
Pero hete aquí que al escultor tunero Manuel Montero se le ocurrió restituir a Pancho a su otrora lugar de residencia... convertido en una réplica de ferrocemento que simula el color del bronce. Y, por aquello de que la soledad es mala consejera, le hizo acompañar de una chiva y un chivito del mismo material, con lo cual el sobredimensionado conjunto adquirió visos de auténtica familia.
Montero no se permitió improvisaciones en esta nueva obra llena de sensibilidad y buen gusto. ¡Todo lo previó hasta el último detalle! Para ello escogió un ángulo con una visibilidad excelente y rodeado de grandes piedras, que es el entorno natural de los chivos. Pero mire bien la foto, lector, y dígame después: ¿no parece que el Cerro de Caisimú ha vuelto a contar con su querido chivo Pancho?
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