La naturaleza parece que eligió a la geografía de Las Tunas para alimentar su vocación de jaranera empedernida. ¡Vaya manera de divertirse la muy pilla a costa de sus criaturas! En tanto nuestra madre común, sus excentricidades no establecen distinciones. Porque lo mismo le toma el pelo al reino animal que al vegetal y al mineral. Basta revisar los archivos locales para confirmarlo.
Comenzaré con ejemplos relacionados con animales. En la zona de Santa María 16, municipio de Jesús Menéndez, obligó a un infeliz gallo a pasar por la vergüenza de poner huevos. ¡Vaya humillación delante de las gallinas! Con otro quiquiriquí del reparto Sosa se explayó de una manera diferente: lo condenó a transitar por la vida con cuatro patas en lugar de dos. No satisfecha con eso, a un tercer individuo de cresta y espuelas del poblado de San Manuel le hizo la jugarreta de dotarlo de un par de patas tan largas y ridículas que más se parecía el desafortunado a un flamenco que a un ave de corral. Francamente, los gallos tuneros tienen razones para quejarse.
Algunos perros han sido también blancos de bromas genéticas de dudoso gusto. De un lote de perritos recién nacidos por la zona de Majibacoa, la madre suprema se burló así: incluyó en la camada a un cachorro tan parecido a un gato que hasta maullaba y todo. Papá perro –suspicaz- debe de haber mirado con ojos torcidos a mamá perra. Imagínese, el pequeño solo tenía de can el rabo y las orejas. En todo lo demás era un auténtico minino. Los veterinarios hablaron luego de malformaciones congénitas y de esas cosas.
Y a propósito de malformaciones, alguien me comunicó que en Manatí un cerdito nació con dos cabezas y un cuerpo. Y de otro que vio la luz con dos cuerpos y una cabeza. Pero, al parecer, la Doña se percató de que estaba yendo demasiado lejos con sus ocurrencias grotescas, y entonces decidió que tanto uno como otro tuvieran solamente unos minutos de vida.
Y eso de que perro y gato han sido enemigos irreconciliables desde que el mundo es mundo, ella lo puso en entredicho. Porque, si así fuera, ¿cómo una perra del suereño municipio de Jobabo permitió –sin mostrar sus amenazadores y afilados dientes- que un gatito huérfano y hambriento se prendiera de sus tetas a darse un atracón de leche fresca? Inexplicable.
Como para demostrar su omnipotencia, se gastó, además, la travesura de inducir a un diminuto, multicolor e intranquilo colibrí a comer y a beber de la mano de una muchacha en el barrio de Becerra.
Al reino vegetal no le va mejor en esta retahíla de tomaduras de pelo. En el poblado de Almendrón, la monarca se encaprichó en que un cocotero tuviera dos troncos, y así, en original y copia, sobrevive el larguirucho. A otro de la misma especie lo convirtió en contorsionista. ¿Cómo? Hizo que su tronco elástico y fibroso se torciera hacia un lado hasta quedar paralelo con la tierra.
Los plátanos tampoco quedaron fuera del retozo contranatura: una mata cultivada en territorio de El Cerro de Caisimú tuvo una parición mitad burros y mitad machos. Y los frutos de una segunda sumaron 179, con un peso total de 80 libras. No satisfecha con estas marcas, una tercera se dio el lujo de alumbrar no uno, sino... ¡tres racimos!
El caso de las guayabas del poblado de Delicias, en Puerto Padre, es antológico. No pecarían de impostoras si se les confundiera con aguacates. ¿Y qué decir del ñame extraído en la zona de Maniabón? Es como para persignarse: ¡215 libras de peso!
Concluyo: una variedad tan humilde como el limón segregó seguramente abundante ácido cítrico con las bufonadas de su creadora natural. Esta decidió que en uno de dichos frutos coexistieran dos al unísono, lo cual elevó su cotización a la hora de la limonada. No se quedó ahí, empero. Y, como en un alarde de mágicos poderes, convirtió en trillizo a un cilíndrico y verde pepino en su misma parcela de germinación, quizás también con las intenciones de potenciarle el rendimiento sobre la fuente de las ensaladas. Hay más: a una mata de fruta bomba, también en Puerto Padre, la empinó hasta los nueve metros de altura. Con semejante tamañón, ¿quién sería capaz de escamotearle una papaya para hacer un batido?
Comenzaré con ejemplos relacionados con animales. En la zona de Santa María 16, municipio de Jesús Menéndez, obligó a un infeliz gallo a pasar por la vergüenza de poner huevos. ¡Vaya humillación delante de las gallinas! Con otro quiquiriquí del reparto Sosa se explayó de una manera diferente: lo condenó a transitar por la vida con cuatro patas en lugar de dos. No satisfecha con eso, a un tercer individuo de cresta y espuelas del poblado de San Manuel le hizo la jugarreta de dotarlo de un par de patas tan largas y ridículas que más se parecía el desafortunado a un flamenco que a un ave de corral. Francamente, los gallos tuneros tienen razones para quejarse.
Algunos perros han sido también blancos de bromas genéticas de dudoso gusto. De un lote de perritos recién nacidos por la zona de Majibacoa, la madre suprema se burló así: incluyó en la camada a un cachorro tan parecido a un gato que hasta maullaba y todo. Papá perro –suspicaz- debe de haber mirado con ojos torcidos a mamá perra. Imagínese, el pequeño solo tenía de can el rabo y las orejas. En todo lo demás era un auténtico minino. Los veterinarios hablaron luego de malformaciones congénitas y de esas cosas.
Y a propósito de malformaciones, alguien me comunicó que en Manatí un cerdito nació con dos cabezas y un cuerpo. Y de otro que vio la luz con dos cuerpos y una cabeza. Pero, al parecer, la Doña se percató de que estaba yendo demasiado lejos con sus ocurrencias grotescas, y entonces decidió que tanto uno como otro tuvieran solamente unos minutos de vida.
Y eso de que perro y gato han sido enemigos irreconciliables desde que el mundo es mundo, ella lo puso en entredicho. Porque, si así fuera, ¿cómo una perra del suereño municipio de Jobabo permitió –sin mostrar sus amenazadores y afilados dientes- que un gatito huérfano y hambriento se prendiera de sus tetas a darse un atracón de leche fresca? Inexplicable.
Como para demostrar su omnipotencia, se gastó, además, la travesura de inducir a un diminuto, multicolor e intranquilo colibrí a comer y a beber de la mano de una muchacha en el barrio de Becerra.
Al reino vegetal no le va mejor en esta retahíla de tomaduras de pelo. En el poblado de Almendrón, la monarca se encaprichó en que un cocotero tuviera dos troncos, y así, en original y copia, sobrevive el larguirucho. A otro de la misma especie lo convirtió en contorsionista. ¿Cómo? Hizo que su tronco elástico y fibroso se torciera hacia un lado hasta quedar paralelo con la tierra.
Los plátanos tampoco quedaron fuera del retozo contranatura: una mata cultivada en territorio de El Cerro de Caisimú tuvo una parición mitad burros y mitad machos. Y los frutos de una segunda sumaron 179, con un peso total de 80 libras. No satisfecha con estas marcas, una tercera se dio el lujo de alumbrar no uno, sino... ¡tres racimos!
El caso de las guayabas del poblado de Delicias, en Puerto Padre, es antológico. No pecarían de impostoras si se les confundiera con aguacates. ¿Y qué decir del ñame extraído en la zona de Maniabón? Es como para persignarse: ¡215 libras de peso!
Concluyo: una variedad tan humilde como el limón segregó seguramente abundante ácido cítrico con las bufonadas de su creadora natural. Esta decidió que en uno de dichos frutos coexistieran dos al unísono, lo cual elevó su cotización a la hora de la limonada. No se quedó ahí, empero. Y, como en un alarde de mágicos poderes, convirtió en trillizo a un cilíndrico y verde pepino en su misma parcela de germinación, quizás también con las intenciones de potenciarle el rendimiento sobre la fuente de las ensaladas. Hay más: a una mata de fruta bomba, también en Puerto Padre, la empinó hasta los nueve metros de altura. Con semejante tamañón, ¿quién sería capaz de escamotearle una papaya para hacer un batido?
Con las personas no ha sido menos guasona la reina de la vida. Ahí va un ejemplo con reminiscencias de quirófano y de bisturí: en el tunero hospital «Guevara», un cirujano le extrajo del vientre a una mujer un enorme fibroma que pesó... ¡25 libras! Tan inusual suceso no tiene precedentes en los anales de las Ciencias Médicas del territorio.
Y otro caso singularísimo: en el municipio de Manatí, un niño vino al mundo con sus encías pobladas de dientes, listo tal vez para hincarlos en el primer chicharrón que le pusieran delante. En tanto, por la zona de San Antonio de El Cornito, hubo hasta hace poco tiempo un anciano ciego –Rafael- que excavaba pozos derechitos y simétricos sin recibir ayuda ni de arriba ni de abajo de los orificios. ¡Solito se las arreglaba con sus herramientas! Parecía tener ojos en las manos. Y ya que hablamos de huecos para el vital líquido, es muy conocido entre los tuneros el insólito hecho de que en las proximidades del litoral de Puerto Padre existe un pozo cuyas aguas son potables y dulces.
Sí, Las Tunas es tierra de curiosidades. Se trata de un divertimento de la madre naturaleza en este territorio exuberante y pintoresco. Provincia con nombre de planta desértica, región marcada por una toponimia que hace sonreír por su originalidad, comarca de recurrencias escultóricas, permanece ahí, asomada al balcón del oriente cubano, como un libro singular abierto al visitante.
Sí, Las Tunas es tierra de curiosidades. Se trata de un divertimento de la madre naturaleza en este territorio exuberante y pintoresco. Provincia con nombre de planta desértica, región marcada por una toponimia que hace sonreír por su originalidad, comarca de recurrencias escultóricas, permanece ahí, asomada al balcón del oriente cubano, como un libro singular abierto al visitante.
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