miércoles, 25 de enero de 2012

El pozo de Valenciano

Caseta y glorieta, 1950.
Desde hace muchos años, Manatí afronta dificultades con el suministro de agua. Aclaro que no me refiero a la que se precipita desde las nubes cuando San Pedro lo cree pertinente -bastante poca, por cierto-, sino a la que viaja a través de las tuberías hidráulicas, la cual tampoco llega a los hogares con la asiduidad deseada.
Para atenuar tal contingencia –y ante la falta de un acueducto con todas las de la ley- el agua fluvial fue la solución adoptada por las autoridades desde hace quién sabe cuánto tiempo. El río Guanábano resultó la corriente elegida para bombear desde allí el preciado líquido hacia el batey. Eso se realizaba en dos horarios: 11 de la mañana y cuatro y media de la tarde. Todavía se mantiene tal práctica en la rutina del pueblo.
Sin embargo, el agua del Guanábano no resolvió totalmente el asunto. ¿Razones? Por su estado de impureza, no clasificaba como apta para el consumo humano. Para colmo, irrumpía en compañía de «gente» indeseable: caracolillos, piedrecitas y cuanta materia extraña se encontraba en el camino. De ahí que fueran tan comunes las obstrucciones en las viejas tuberías del poblado y en las válvulas domesticas. 
Pero antes de que todo este vía crucis ocurriera, el llamado Pozo de Valenciano aportaba en Manatí lo suyo en lo referente a la calidad de agua. Les contaré grosso modo su interesante y añeja historia. 
Juan Valenciano, 1950
Allá por los años 20 ó 30 del siglo pasado, Juan Valenciano, un emigrante español nacido en Albacete y aplatanado en Manatí,  horadó en el patio de su casa un pozo de 36 pies de profundidad que devino hecho extraordinario en la comarca. Fue tanta la fama alcanzada por su fertilidad y la calidad de su agua que la Manatí Sugar Company -emporio norteamericano dueño del ingenio por entonces- decidió hacer uno similar en sus cercanías para intentar darle solución al suministro del líquido al poblado. 
Antes de poner manos a la obra, sus directivos contrataron y  trajeron al lugar a varios geólogos para que analizaran el suelo con sus equipos e instrumentos especializados. Los expertos -casi todos sacerdotes estudiosos del tema, procedentes de Camaguey- concluyeron en que el mejor sitio para perforarlo era, justamente, al lado del que había construido el viejo Valenciano. 
Así, en 1942 la citada compañía abrió allí un pozo de más de 40 pies de profundidad. Inicialmente sus constructores pensaron que el nuevo hueco achicaría el viejo. ¡Pero ocurrió al revés! Entonces los operarios barrenaron por abajo, comunicaron entre sí las dos oquedades, el agua tomó en ambas el mismo nivel y... ¡asunto resuelto! 
La compañía asumió la habilitación material del lugar: llevó la electricidad, entregó una turbina, levantó el brocal, construyó una caseta, sembró parras, diseñó una glorieta con enredaderas y bancos, colocó una señalización donde se podía leer POZO DE VALENCIANO 1942... Con la tierra extraída arregló el terraplén que venía del barrio rural de San Pablo y entroncaba con la carretera rumbo a Tunas.
Entrada del Pozo, 1950
Desde entonces, cada día, a las siete de la mañana, el agua del Pozo de Valenciano se persona en los hogares de Manatí a través de la red hidráulica. Lo hace sin apenas presión, pero es la oportunidad que aprovechan las amas de casas para recoger  «agua blanca», como le dicen en tono apologético. Media hora después, el breve chorrito comienza a languidecer hasta esfumarse por completo. Quien falte a la cita matutina con el divino líquido, deberá aguardar hasta el día siguiente para obtenerlo.
El popularísimo Pozo de Valenciano es uno de los sitios más interesantes de nuestro entrañable pueblo. No se puede calcular por cuánto tiempo más estará prestándonos servicios, pues son tan fértiles sus manantiales que ni siquiera las grandes sequías de los últimos años han sido capaces de agotarlos. Pienso que las autoridades  de Manatí deberían ocuparse un poco más de sus instalaciones en cuanto a mantenimiento, cuidado y restauración. Yo creo que hasta se merece que lo declaren Monumento Municipal, sí señor.

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viernes, 20 de enero de 2012

Las 100 zafras del central Delicias

A siete kilómetros de Puerto Padre, bella localidad del litoral norte tunero, una factoría azucarera endulza cada 12 meses la economía territorial: el central Antonio Guiteras, en cuyo centenario currículo –ya comenzó su zafra número 100- figura, entre otros méritos, ser el mayor productor de azúcar de Cuba.
Los ancestros de esta fábrica se asientan en época de la colonia, cuando, luego de talar monte y abrir trochas, el español José Plá Monje y varios de sus socios comenzaron a levantar en predios de la hacienda Santa Bárbara de Viriviví un ingenio que sería el príncipe del sector de la región.
La enciclopedia cubana on line Ecured dice con referencias a aquella etapa: «En los primeros meses de 1860 ya tenían levantado un trapiche de tres masas movidas con máquinas de vapor de la firma Fawcett, Preston and Company. El central se llamaría San Manuel en honor a la señora Doña Manuela Martínez Picavia, esposa de José Plá».
En 1909, Francisco Plá Picabia, hijo y heredero directo del precursor, le vendió el ingenio al consorcio norteamericano San Manuel Sugar Company. Sus directivos movieron parte de la obsoleta maquinaria de la fábrica a un poblado próximo al río Chorrillo para montar allí otra factoría a la que bautizarían con el nombre del lugar: Delicias.
La última zafra del ingenio San Manuel fue en 1912 y produjo 60 mil 599 sacos de azúcar de 325 libras. Según Ernesto Carralero, Historiador de la Ciudad, sus dueños «trasladaron la mayoría de sus equipos para Nuevo Mundo, entre Las Villas y Matanzas. Tres locomotoras fueron enviadas al central Constancia (…). Solo dejaron la más chica, la Panchito, símbolo nostálgico del antiguo central San Manuel».
En 1911, bajo la ascendencia del mayor general Mario García Menocal, comenzó la construcción del central Delicias. El 15 de enero de 1912, la Cuban American Sugar Company le organizó su premier fabril. Esa zafra se extendió por 217 días. Produjo entonces 182 mil 486 sacos de azúcar de 325 libras a partir de 21 millones 495 mil 440 arrobas de caña, con rendimiento industrial de 11,30 % y recobrado de 92,23.
Para la fecha se habían creado varios caseríos de madefra y zinc en las proximidades del ingenio. Se asegura que, al año de fundado, contaba con 119 viviendas. Creció hasta constituir lo que es actualmente un Consejo Popular adscripto al municipio de Puerto Padre.
En ese pueblito nacieron y se criaron personalidades tan relevantes como Teófilo Stevenson, tricampeón olímpico de boxeo; Pablo Armando Fernández, Premio Nacional de Literatura; y el fallecido pianista Emiliano Salvador, una de las figuras cimeras del jazz latino.
UN INGENIO DE RÉCORDS
De los 13 centrales azucareros edificados en Cuba por compañías norteamericanas entre 1898 y 1914, cinco estuvieron en territorio tunero. Uno de ellos fue el ingenio Delicias, considerado en su tiempo, por su avanzada tecnología, entre los más modernos del mundo. Tanto fue así que, en 1914, su novísima planta generadora proveyó por primera vez de luz eléctrica a la ciudad de Puerto Padre.
La zafra correspondiente a 1922 estableció un momento trascendental en el palmarés de este ingenio. En efecto, implantó una marca planetaria de producción: un millón 46 mil 493 sacos de azúcar de 325 libras, equivalentes a 157 mil 55 toneladas métricas del producto. Para conseguir semejante saldo molió 110 millones 431 mil 34 arrobas de caña.
Para entonces ya el emporio norteamericano Chaparra Sugar Company había construido en las cercanías el primer pedraplén de Cuba, una vía sobre el mar de alrededor de 800 metros de longitud que unió con tierra firma al Cayo Juan Claro para embarcar desde sus espigones la producción azucarera de los dos ingenios de la zona.
La prensa de la época asegura que, a la sazón, el central Delicias disponía para sus labores de tres tandem Fulton, con una capacidad de molida de 780 mil arrobas en 24 horas. Sus propietarios, en aras de obtener ganancias, procuraban dotarlo de cuanto adelanto surgía en el mundo.
El año 1952 inscribió en los anales del central Delicias otro saldo célebre: produjo un millón 383 mil 653 sacos (unas 206 mil 856 toneladas), que constituyó también cota absoluta mundial, en 206 días de labor, con un rendimiento industrial de 12,41 puntos. En total, durante las 99 zafras que van desde aquella de 1912 hasta la actual, el central Delicias aportó a la economía 11 millones 841 mil 569 toneladas de azúcar. 
Además de ser el mayor productor del rubro en toda la historia de Cuba, este ingenio ostenta el récord nacional para una contienda, implantado en 1985, con 218 mil 206 toneladas del producto en 155 días de refriega. Tuvo entonces un rendimiento industrial de 13,05 puntos y un aprovechamiento de su capacidad productiva del 88%.
MOVIMIENTO OBRERO
Las luchas por mejoras laborales signaron la etapa prerrevolucionaria del Delicias. En 1918 sus obreros ferroviarios, dirigidos por varios españoles, fueron al paro por 24 horas para exigir el reconocimiento del escalafón, el pago de horas extras y el abono de las dietas.
A juzgar por las pesquisas del licenciado Carralero, el ingenio fue «cuna de luchas obreras contra la patronal. Allí nació en 1924 la Unión de Trabajadores de la Industria Azucarera (UTIA), que aunaba a trabajadores de los centrales Chaparra, Delicias, cayo Juan Claro y sus colonias.
La UTIA devino el primer sindicato nacional del sector y la única delegación presente en el congreso fundacional de la Confederación Nacional Obrera de Cuba, celebrado en 1925. El movimiento obrero de Chaparra y Delicias fue así escuela para otros centrales.
Agrega Carralero Bosch: «El 19 de diciembre de 1933 el central Delicias fue incautado por decisión de Antonio Guiteras, por entonces ministro de Gobernación, Guerra y Marina, del Gobierno de los Cien Días. Una directiva obrera asumió su administración hasta que fue devuelto a la firma extranjera por el gobierno títere de Mendieta, en enero de 1934».
No es de extrañar entonces que, luego de su nacionalización el 30 de junio de 1960, el Delicias fuera rebautizado con el nombre de Antonio Guiteras Holmes, en honor a aquel incansable luchador.
El líder gremial Lázaro Peña visitó Delicias a fines de la década de los años 30. Bajo su égida, se organizó allí en 1938 el movimiento obrero con un nuevo sindicato auténticamente representativo de los trabajadores. También anduvo por sus predios el legendario Jesús Menéndez.
Dice más adelante la propia Ecured: «El 13 de julio de 1941 los obreros del central Delicias se solidarizaron con la URSS al ser agredida por el fascismo alemán. Solicitaron al presidente de la República que se establecieran tratados y se enviara azúcar al país atacado».
VISITANTES ILUSTRES
El 11 de marzo de 1963, el «Guiteras» fue anfitrión por primera vez de un alto dirigente de la Revolución: el Comandante Ernesto Che Guevara, por entonces Ministro de Industrias, quien recorrió su planta de cera. Un año después, visitó varias de sus instalaciones el Comandante Raúl Castro. 
El 7 de junio de 1965 estuvo por allí Fidel, quien cosió el saco que, de forma simbólica, completó los seis millones de toneladas métricas de azúcar producidas en el país en aquella zafra.
Con el tiempo, Fidel realizaría otras visitas al coloso azucarero: el 14 de julio de 1969, cuando pronunció las palabras para iniciar la contienda azucarera de 1970; el 20 de enero de 1978, cuando presidió el acto de inauguración de la terminal de azúcar a granel de Puerto Carúpano; y en mayo de 1997, cuando recorrió sus instalaciones fabriles.
Otra visitante ilustre fue Ángela Davis, la militante comunista, profesora universitaria y luchadora por los derechos civiles de los negros en los Estados Unidos. Ella cortó caña para el central Antonio Guiteras en 1970, cuando Cuba desarrolló la Zafra de los Diez Millones.
La Davis, junto a otros compatriotas suyos, levantó campamento en un rústico albergue, en una colonia no lejos del ingenio. Algunos habitantes de la comarca todavía la recuerdan, con su peinado estilo espendrún, sus grandes aretes y sus breves sus minifaldas.
EL «GUITERAS» HOY
Los tiempos que corren son una prueba de fuego más para los trabajadores de esta fábrica. Ya comenzó a procesar materias prima en su zafra del centenario y se espera que, tal y como ocurrió en la pasada campaña, vuelva a cumplir sus planes productivos. Junto a este rubro, se confía en lo que puedan hacer por allí en materia de derivados, en los que han sido siempre una auténtica potencia.
Delante de mí tengo una montaña de números relacionados con las expectativas del central puertopadrense para esta zafra. Algunos no sé cómo insertarlos para que les interesen a los lectores.  No me preocupa, empero. La gente que nos lee comprende mejor y agradece más un concepto, una frase, una historia o una comparación que una tabla repleta de guarismos y términos especializados.
Una vez leí que un lord inglés utiliza cuatro gramos de azúcar para endulzar la taza de té que bebe invariablemente, acompañada con bizcochos, a las cinco de la tarde. Reconozco mi ineptitud para calcular cuántas generaciones de lores podrían garantizar el aderezo de su infusión con las más de 80 mil toneladas que producirá el «Guiteras» este año. Pero lo que sí sé es que a los cubanos nos endulzará un poco más la existencia.

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viernes, 13 de enero de 2012

El preuniversitario de San Ramón

En 1978 comenzó a construirse en el poblado de San Ramón, a unos pocos kilómetros de la ciudad tunera de Puerto Padre, el primer Instituto Preuniversitario Cañero de Cuba. Su apertura se planificó para el primero de septiembre de 1979, con una matrícula compuesta por alumnos de los municipios de Jesús Menéndez, Puerto Padre y Las Tunas. Pero, al no estar listo para esa fecha, hizo su primer curso escolar (1979-1980) en locales del Instituto Preuniversitario en el Campo 116, conocido también con el nombre de Hortaliza 4, en la periferia de la capital provincial. 
Esta foto -disculpen su deterioro- corresponde a dicha etapa (19 de mayo de 1980), y en ella figuran los estudiantes chaparreros del referido centro, ganadores de la competencia intramural de voleibol.Varios de ellos son hoy destacados profesionales, como el ingeniero Luis Orlando y los doctores Rosa María Shediak y Rolando Velázquez. Vila es mayor de las FAR; son juristas Soraya Suárez y Yamila Marey; y licenciadas en Educación, Mireya Puig y Olguita Batista (fallecida). También aparecen, entre otros alumnos, Maritza, Tony, Sandra, Andrea, Otto, María Elena, Estrella... 
Finalmente, el pre cañero de San Ramón, nombrado oficialmente Rigoberto Batista Chapman, abrió sus puertas docentes el 17 de septiembre de 1980, bajo la dirección  del recordado ingeniero José Musa Simón (fallecido).
Gracias a mi amigo, el MSc. Osvaldo Alleyne, uno de sus profesores fundadores (Educación Física), por facilitarme esta fotografía.

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jueves, 5 de enero de 2012

Música molida

El órgano oriental -esa encantadora y fabulosa fábrica de hacer «música molida»- llegó a Cuba procedente de Francia en 1885. Hizo su debut en Cienfuegos, y, tiempo después, ya estaba extendido por buena parte del país. Se hizo tan popular en las fiestas criollas que hasta cambió su vocación de «solista» para hacerse acompañar de timbal, claves, tumbadora y guayo. Es como una pequeña orquesta, porque reproduce sonidos de otros instrumentos, principalmente de los de viento.
Tuvo participación en nuestras guerras de independencia del siglo XIX, pues, en tiempos de festividades comunitarias, los patriotas cubanos que lucbanan contra el colonialismo español solían trasladar en su interior, de un pueblo a otro, armas, municiones, medicinas y otros pertrechos. El modelo de órgano oriental actual es de madera, con dos maniguetas: una mueve los rollos de cartón que tienen caladas las notas musicales; y la otra acciona el fuelle que proporciona el aire necesario para hacerlo funcionar.
El primer órgano que tuvo  la ciudad de Victoria de Las Tunas data de 1904. Era de cartón y lo trajo un señor de nombre Francisco (Pancho) Rodríguez para ofrecer retretas dominicales. Pero el más popular de todos ha sido el Estrella de Oriente (foto), fundado por el profesor Joaquín Ochoa y Parra en 1925 junto a varios miembros de su familia. Este órgano ha recorrido buena parte del país con excelente nivel de aceptación. Incluso, llegó a tener durante varios lustros un espacio fijo en la emisora provincial Radio Victoria, que abría las transmisiones de la planta.
En la imagen de los años 60 del siglo pasado aparecen, de izquierda a derecha, sus músicos de entonces, algunos ya fallecidos: Antonio Vázquez (La Sigua, claves), el profesor Ochoa, Rubén Meriño (Punto Fijo, guayo), Guillermo Ortiz (El Manzanillero, manigueta), Fernando Gutiérrez (tumbador) y Julio Montero (timbal). También figura, entre Ochoa y Rubén, el popularísimo locutor radial tunero Miguel López Montes.

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