sábado, 30 de octubre de 2010

Del ayer tunero

La revista Tunas de Ayer y de Hoy fue una edición especial que sacó a la luz en 1951 el periódico local Razón. Los ejemplares que han llegado hasta  hoy se conservan como auténticas reliquias en los archivos de sus dueños, quienes suelen utilizarlos con frecuencia como fuente de consulta. La publicación inserta en sus más de 140 páginas en blanco y negro interesantes estadísticas, material fotográfico y  temas variados acerca de la historia del antiguo municipio de Victoria de Las Tunas, cuya capital, por cierto, fue declarada ciudad en 1853.
Dice, entre otras cosas, que en el año 1943 el término municipal tenía contabilizados en sus registros 91 mil 292 habitantes, con una densidad de población de 22,82 por cada por kilómetro cuadrado.
Con su área de 4 mil 001 Km2, era el municipio de mayor superficie de la provincia de Oriente y el cuarto en el contexto nacional, solo superado por Camaguey, Morón y Aguada de Pasajeros.
La ciudad capital contaba por entonces, sin incluir su zona suburbana, con 12 mil 300 habitantes y 2 mil 711 familias, con una media de 4,70 miembros cada una. En sus predios residían  236 españoles, un alemán, cuatro ingleses,dos franceses, 38 súbditos de otros países europeos, siete norteamericanos, 94 latinoamericanos, 63 chinos y 31 súbditos de otros países asiáticos.
Esta fotografía corresponde a un festejo en el centro histórico de la ciudad, allá por los años 50 del siglo pasado

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lunes, 18 de octubre de 2010

El indio sin cabeza y el caballo blanco

A pesar de que ya apenas se le menciona en las tertulias de barrio, los tuneros  de más de 60 años de edad recuerdan todavía, con una pizca de respeto y otra de burla, la antigua leyenda local del indio sin cabeza y su inseparable caballo blanco. ¡Cuántas tragedias se asociaron durante décadas con aquel tenebroso jinete y su nívea cabalgadura!
La memoria popular fija la génesis del mito en 1617 y le establece nexos con un idilio amoroso entre un joven aborigen de la zona y la hija de un conquistador español. Una madrugada, este descubre el oculto romance y, en venganza por semejante «afrenta», ordena a sus sicarios decapitar cuanto antes al joven indígena. 
Los matones cumplieron la encomienda: el nativo fue pasado a cuchillo y su cabeza separada del cuerpo de un violento tajo. Sin embargo, y por razones que ni siquiera la leyenda esclarece, no pudieron presentarle a su jefe la testa del sujeto asesinado. El cadáver se esfumó como por obra de un milagro. 
Se suele contar que desde entonces se vio correr a todo galope por las sabanas de la otrora  comarca de Cueybá a un indio decapitado que clamaba justicia a lomo de un espléndido caballo blanco. Desde esa fecha, cada «aparición» del extravagante fantasma se relacionó con cuanto drama individual o colectivo aconteció en el territorio. «Yo sentí los cascos anoche y mira...», decían los trasnochados ante cualquier tragedia. 
Una de ellas fue el dramático accidente ferroviario que vistió de luto a la ciudad de Victoria de Las Tunas en 1945, con saldo de 25 personas fallecidas y numerosas lesionadas. Otra, la célebre granizada de 1963 y su secuela de casas destruidas y postes derribados. En ambas, muchos lugareños «aseguraron» haber sentido vagar por las calles la víspera al siniestro indio sin cabeza y a su no menos lúgubre caballo blanco. 
Todo se lo achacaban: un crimen pasional... ¡el indio y el caballo blanco! Una riña tumultuaria... ¡el indio y caballo blanco! Un choque entre automóviles... ¡el indio y el caballo blanco! Cualquier sonido de cascos nocturnos desbocaba el pánico. Se decía que quien viera aquella suerte de centauro tenía los días contados. De ahí el «me lo dijeron, yo no lo vi». 
Con el tiempo, la leyenda fue perdiendo terreno hasta quedar sepultada en el olvido. Las nuevas generaciones jamás han escuchado hablar de ella. Hoy solo forma parte del folclor local y de la inspiración de sus artistas. Lo confirma la obra en metal que engalanó hasta hace poco un ángulo del Hotel Las Tunas, y que lleva la firma del escultor Rogelio Ricardo.
El nivel cultural alcanzado por los cubanos hizo posible que creencias como la del indio sin cabeza y su blanca cabalgadura ya no atemoricen a nadie por acá. Un poeta  tunero, permeado del significado de la leyenda, la interpretó y se inspiró en ella de esta lírica y hermosa manera: / Y así la imaginación / es fuente de poesía / en esa superstición. / Belleza en la fantasía / belleza en la realidad... / si es ficción o si es verdad / ¿nos importa todavía? /

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viernes, 8 de octubre de 2010

Mosaico tunero

 PRIMERA REINA DEL CARNAVAL
A pesar de que las fiestas populares tienen antiquísima data en el territorio de Las Tunas -las antiguas verbenas lo confirman-, lo que hoy conocemos por carnavales comenzaron a celebrarse por estos predios en 1952. La primera tunera es ser proclamada Reina del Carnaval fue Bertha Maestre de la Cruz (Berthica), por entonces una agraciada joven de 25 años, profesora de guitarra, piano y mecanografía por más señas. Pero el hecho, al contrario de lo que muchas personas creen, no se produjo en 1952, sino en 1954. Según Berthica, quien reside todavía en la casona familiar donde nació hace 80 primaveras, la citada elección no le decidió un jurado, sino el voto popular, a partir de las propuestas de candidatas de las diferentes sociedades de la localidad. Ella ganó por amplia mayoría. Cuando aquello se elegían una Reina del Carnaval y cuatro Damas. En la foto aparece Polito Chacón, alcalde de la ciudad por sustitución (estaba ausente Ernesto Payés, el titular), colocándole a Berthica la corona de Reina del Carnaval. La imagen fue tomada en el escenario de la coronación, situado por la zona de la cafetería Reymar, donde  funcionaba un establecimiento regenteado por chinos. Luego la carroza, con sus inquilinas a bordo, realizó un paseo de ida y regreso por toda la Avenida Vicente García. 

LA  TERMINAL  DE  TRENES
La terminal de ferrocarril de la ciudad  cubana de Victoria de Las Tunas no fue siempre como es ahora. El edificio central era, allá por los inicios del siglo pasado, de paredes de madera y cubierta de zinc. No fue hasta 1927 cuando se levantó de mampostería y tejas francesas, estructura que todavía conserva (foto de 1952). Cerca de allí, en su extremo oeste, existían a la sazón unos enormes corrales, donde los ganaderos de la zona concentraban sus rebaños de reses para embarcarlos luego en los trenes hacia diferentes territorios del país  donde serían vendidos. Durante muchos años los tuneros llamaron a esa parte de la ciudad El Paradero. La historia del camino de hierro en esta comarca tuvo su momento fundacional en 1901, cuando terminó de construirse la línea que daría paso al ferrocarril central. El rico terrateniente Don Claudio Aguilar compró en mil pesos la franja de terreno por donde tomaría la ruta. Aproximadamente un año después, al anochecer del 15 de noviembre de 1902, partió de la estación habanera de Villa Nueva con destino a Santiago de Cuba el primer tren comercial que cubrió ese itinerario. Casi 24 horas más tarde, los tuneros lo pudieron contemplar con sus propios ojos. Sin dudas, fue todo un suceso para la época.

MONUMENTO A VICENTE GARCÍA
Según los libros de actas del Ayuntamiento de Victoria de Las Tunas, la historia de la estatua de mármol de Carrara que honra al Mayor General Vicente García en el parque que lleva su nombre comienza el 6 de abril de 1911, cuando el concejal Gaspar Cruz solicita a sus colegas brindarle todo el apoyo posible a una comisión encargada de recudar fondos para  materializar la iniciativa. En la reunión, además, se acuerda enrolar en la financiación a todos los ayuntamientos cubanos, por lo cual se les cursa una petición para que contribuyan con pequeñas cantidades de dinero. Finalmente, la estatua fue inaugurada el 10 de octubre de 1915 con un acto  donde usó de la palabra el doctor Alfredo Zayas, quien años después sería Presidente de la República. El costo de las actividades ascendió a 285 pesos. La foto que acompaña esta nota data de esa fecha, y en ella se aprecia -aunque no con la suficiente claridad- la escultura de marras con una tela por encima, indicio de que aún no había sido develada. El 25 de agosto del propio 1915, antes de su inauguración, el Ayuntamiento decidió que la estatua que inmortaliza al León de Santa Rita se situara de modo que su frente diera a la calle Vicente García, con la iglesia de perfil.

ACCIDENTE FERROVIARIO 1945
El 14 de julio de 1945, pasado el mediodía,  la ciudad  cubana de Victoria de las Tunas fue sacudida por una terrible noticia: un tren de pasajeros, procedente de La Habana y con destino a Santiago de Cuba, se accidentó en las proximidades del aserrío Hermanos Lima, a menos de un kilómetro de la estación ferroviaria local, con dramático saldo de 28 muertos y 25 heridos. Según atestiguan los periódicos de la época, las causas del siniestro estuvieron relacionadas con el descarrilamiento de la locomotora de vapor  y su posterior impacto contra un chucho ferroviario. Ambas contingencias provocaron un verdadero caos entre los coches de pasajeros y de carga, que, al colisionar violentamente entre sí, terminaron convertidos en amasijos de hierro. Hubo que recurrir a los métodos más inverosímiles para poder sacar a los sobrevivientes de su interior. El pueblo tunero, avisado por las sirenas de alarma, acudió al lugar de la tragedia para cooperar en todo lo que fuera posible. La historia de Las Tunas no recoge en sus anales un accidente de tan dramáticas consecuencias.

LA COMADRONA DE LA CIUDAD 
Entre las mujeres que dejaron una impronta eterna e inolvidable en la ciudad de Victoria de las Tunas figura Umbelina Fontaine, una comadrona que, durante más de 40 años, ayudó a venir al mundo a cientos de niños tuneros. No pocas personalidades del territorio fueron recibidas al nacer por las manos venerables de aquella morena humilde, sobrina de Eduardo Vidal Fontaine (Lalo), comandante del Ejército Libertador y primer alcalde la Victoria de las Tunas. Por su pericia como partera, a Umbelina la buscaban desde cualquier parte y a cualquier hora en los más disímiles medios de transporte: a caballo, en carretones, en bicicletas, a pie... La gente daba por hecho que ella, persona noble y humanitaria, jamás diría que no. A pesar de ser una comadrona empírica, trabajó siempre con una mesa obstétrica portátil y con instrumental esterilizado. Nunca lamentó la muerte de un vejigo. Se jubiló después del triunfo de la Revolución, luego de haber trabajado en varias clínicas de la ciudad., como la del doctor Plasencia. Umbelina falleció hace algunos años en su entrañable Cantarrana, el barrio donde vivió buena parte de su vida, rodeada del cariño de amigos, familiares y vecinos.

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domingo, 3 de octubre de 2010

Collage de Puerto Padre

MELLIZOS INOLVIDABLES
Jacobo e Isaac fueron unos mellizos muy populares y queridos en Puerto Padre, la bella y culta ciudad de la costa norte de Las Tunas, Cuba. Ambos tenían retraso mental y eran tan idénticos que cierta vez, cuando uno de ellos estuvo encerrado en un calabozo por cometer no sé qué travesura carente de connotación, su hermano lo reemplazaba todos los días en el horario de las visitas para que el recluido saliera un rato a estirar las piernas y a respirar aire fresco por las inmediaciones. Fueron descubiertos por el oficial de guardia, y, para acabar definitivamente el juego, el jefe de la Policía Municipal mandó a pelar al rape al cautivo y así diferenciarlo del otro. Según Ernesto Carralero, historiador de la Villa Azul de Cuba, ambos eran hijos primogénitos de los emigrantes jamaicanos Teofilo Farista Forester e Isabel Campbell y solían merodear desde bien temprano en la mañana por el parquecito de la iglesia y por las cafeterías del centro de la ciudad. Se ganaban el pan diario haciendo mandados, limpiando patios y en otros menesteres similares. Negros retintos, frecuentemente eran objetos de burlas racistas. Como cuando los treparon sobre el capó de un carro y los llevaron encadenados y en taparrabos a unos carnavales en la vecina ciudad de Holguín para que la gente de allí se divirtiera en grande y los humillara a su antojo. Jacobo murió de insuficiencia cardíaca en Puerto Padre el 21 de diciembre de 1975; Isaac, de diabetes mellitus el 3 de abril de 1976 en la propia ciudad. En el estudio fotográfico Casals, de la propia ciudad de Puerto Padre, los invitaron una vez y les hicieron esta singular foto.

ORQUESTA «LOS PERVERSOS» 
La ciudad de Puerto Padre vio nacer en 1929 un septeto musical llamado «Los muchachos de Pablo León» que, según los investigadores del tema, surgió con intenciones comerciales para fomentar el baile en parejas. El «piquete», cuyo nombre fue una muestra de gratitud al hacendado local que patrocinó su integración, pasó a llamarse «Los Perversos» en 1933. Acerca del origen de tan extraña denominación existe más de una versión. La más aceptada se refiere a una caminata que tuvieron que hacer sus músicos -con sus instrumentos al hombro- cuando el transporte en el que viajaban se averió cerca del poblado de Maniabón. «Somos unos perversos», dicen que se lamentó uno de ellos, exhausto por el esfuerzo. El nombre se mantuvo inalterable cuando, en 1939, el insigne maestro Luis Ignacio Díaz fundó la orquesta que hizo época por la profesionalidad de sus miembros y la variedad de su repertorio. «Los Perversos» se hicieron populares en buena parte de la antigua provincia de Oriente. Se desplazaban de una ciudad a otra a bordo de un pisicorre (foto). A inicios de los años 60 de la pasada centuria la agrupación fue rebautizada con el nombre de «Embajadores del Ritmo». De su nómina formaron parte en diferentes etapas, entre otros excelentes músicos locales, el director, compositor y arreglista Emiliano Salvador (padre), el guitarrista Gerardo Corredera y el prestigioso trombonista Juan Pablo Torres.

LA ESTATUA DE MÁXIMO GÓMEZ 
La estatua de Máximo Gómez en Puerto Padre, emplazada en la intersección de la Avenida Libertad con la calle Simón Bolívar, fue inaugurada el 25 de diciembre de 1959 y lleva la rúbrica autoral del escultor santiaguero Mario Perdiguero. Se concibió a instancias de Santiago Marrero Giraldo, un mambí que fue escolta del dominicano ilustre en 1895 y que aportó fondos de su propia pensión como veterano del Ejército Libertador para su ejecución. El pueblo portopadrense contribuyó también con muchos donativos, tanto en bronce para fundirla como en dinero contante y sonante. La estatua (foto) tomó forma en los talleres del Ministerio de Obras Públicas, en La Habana. Presenta al Generalísimo de pie y leyendo un libro. A su derecha, apoyado en un tronco, aparece su machete de combate. La obra se yergue sobre un pedestal enchapado en mármol, en cuyos lados y frente hay inscripciones dirigidas a los cubanos para su vida en libertad. La construcción y ubicación de la estatua se prolongó por una década. Fue derribada por las ráfagas del huracán Ike, en el mes de septiembre de 2008. Inmediatamente se le restituyó a su emplazamiento original.

EL BOMBÍN DE BARRETO 
 El puertopadrense Enrique Peña (1881-1924) tiene bien ganado un sitio relevante en el pentagrama de la música cubana. Nació en la calle Rabí, esquina a Jicarita (hoy calle Donato Mármol), en la bien llamada Villa Azul de Cuba. Era un niño todavía cuando se alzó en la manigua en 1895 como corneta a las órdenes del Mayor General Calixto García, uno de los oficiales emblemáticos del Ejército Libertador. En 1902, ya licenciado como insurrecto, se estableció en La Habana, donde fundó -junto con otros destacados músicos- una orquesta típica (foto) que alcanzó extraordinaria popularidad entre los amantes del danzón, el baile nacional de Cuba y con la cual grabó varias placas para el sello discográfico Columbia. Enrique Peña fue un artífice del cornetín y el clarinete, además de un excelente compositor. En 1910 visitó con su orquesta su ciudad natal, Puerto Padre. Antes de la primera presentación pública, los músicos de la orquesta decidieron tomarse una jornada de asueto y marcharon de romería por la zona costera de La Morena. Antes de emprender el corto viaje, casi todos compraron sombreros para protegerse del sol. Todos menos el violinista Julián Barreto, quien, al no encontrar ninguno a su medida, tuvo que recurrir a su bombín de etiqueta. Allí mismo nació, compuesto por el clarinetista José Urfé, el famoso danzón El bombín de Barreto, que transformó y fijó la estructura del género y le ha dado la vuelta al mundo.

MONUMENTO A LA LIBERTAD 
El 16 de octubre de 1904, la bella ciudad de Puerto Padre fue la primera en toda la antigua provincia cubana de  Oriente en erigir una escultura en homenaje a la emancipación de Cuba: la Estatua de la Libertad, ubicada en el Parque de la Independencia, casi a la orilla del mar, donde comienza el paseo. La obra fue esculpida en mármol blanco de Carrara y su autoría corresponde al artista cubano José Villalta Saavedra, quien, a petición del Ayuntamiento local y financiado con el presupuesto de la propia institución gubernamental, viajó a Italia para materializar allí el proyecto patriótico-artístico. La estatua -de unos seis metros de alto a partir del suelo- tiene una base octagonal de mampostería de 85 centímetros de alto y siete metros de diámetro que sostiene un pedestal en forma de cubo de 2,60 metros de alto por 1,37 de ancho. Representa la figura de una mujer de pie -alegoría de la libertad- envuelta en un manto blanco y tocada con un gorro frigio. Su brazo derecho descansa sobre un escudo oval y el izquierdo se levanta con una rama de laurel en la mano., representativa de la gloria.Al frente del pedestal se encuentra el texto siguiente: «Mayo 20 de 1902. El pueblo de Puerto Padre erigió este monumento en conmemoración del advenimiento de la República y para glorificar la memoria de los mártires de la redención cubana». El acto inaugural fue presidido por el alcalde municipal, Enrique Rosende Parodi.

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