miércoles, 5 de mayo de 2010

La misma postal, mamá



Desde la etapa de mi niñez cultivé el hábito  de guardar  dentro de una vieja y  cansada maleta cuanto objeto  -importante o intrascendente- tuviera algún significado para mi patrimonio sentimental. Así, durante muuuchos años, el vientre del arcón se fue atiborrando de papeles amarillos, fotos descoloridas, relojes inservibles, almanaques vencidos, monedas antiguas, recortes de periódicos, cartas de amor, lapiceros sin tinta, postales de felicitación, agendas usadas, sellos de correos... Anárquicamente en (des)orden, mi  fiel maleta parece  una auténtica Torre de Babel. En su interior tiene sus coordenadas de localización la zona material de mi sensibilidad.
Cada vez que procedo a organizar su heterogéneo contenido, parte de mi vida desfila ante mis ojos. ¡Encuentro tantas cosas interesantes! Como esta artesanal libretita de notas que ahora tengo en mis manos. En sus páginas llevé un diario personal cuando solo tenía 13 años de edad. Allí mi torpe caligrafía -elemento probatorio que lo legitimiza- reproduce  la deliciosa cotidianidad de un adolescente. «Ayer  terminé de leer El último de los mohicanos. Es una obra que nunca voy a olvidar», escribí en la pagina correspondiente al 23 de marzo de 1969. Y, como ocurría otrora, el célebre libro de James Fenimore Cooper vuelve a incendiarme la imaginación.
Dentro de esta suerte de cofre de las maravillas que es mi maleta, destellan con intensidad de piedras preciosas mis tesoros sentimentales de antaño. Cada pieza es dueña de su historia y oficia como una página  autónoma de mi biografía.  Algunas son apenas un simple párrafo, ¡un renglón! Pero la página no sería página sin el párrafo. Ni el párrafo sería párrafo sin el renglón. A las personas huérfanas de fantasía esta obsesión  de coleccionista quizás les parezca un tonto derroche de tiempo y espacio. Bueno, de esencias espirituales  llevan ociosa muchos la caja del cuerpo.
En fin, a lo que iba. Hace unas semanas, mientras hurgaba en el maremagno de mi atestada maleta, encontré -oculta entre las finísimas hojas de papel cebolla de un ejemplar del Nuevo Testamento-, una postalita de cartulina hecha por mí en mayo de 1968, cuando cursaba el sexto grado. Recuerdo todavía la devoción con que esbocé, coloree, recorté y adherí la florecilla de papel que preside su blanca portada. Era una postal para regalársela a mi siempre venerada mamá  con motivo del Día de las Madres. Evidentemente, fue ella quien la guardó allí antes de que yo colocara el pequeño volumen entre mis cosas. El grato y súbito hallazgo me conmovió.
Estuve varios minutos mirando aquel rectángulo de cartulina que alguna vez  fue bendecido por el cariño  materno. Allí yo había escrito con  mano vacilante, ternura infinita y letras en colores, las palabras PARA MAMÁ junto a estos versos de un poeta desconocido: «Mamá, de ti surgieron mis pasos, y hacia ti va mi ternura». Sobre mi remembranza se posó, raudo, el instante en que se la obsequié delante del resto de la familia. Y rememoré cómo le brillaban los ojos mientras la leía; y cómo estampó un beso en mi mejilla;  y cómo  me aseguró que era la mamá más feliz del mundo; y  cómo la recíproca alegría nos hizo llorar y reír en medio del abrazo... No, no se arrojan al cesto de los desperdicios diamantes sentimentales así...
Mi madre murió hace ahorita 14 años. Solo yo conozco cuánto me lacera su ausencia. El tiempo no es bálsamo, sino certeza de lo que no tiene retorno. Pero no preciso de cartulinas entrañables como antídoto contra el olvido. Si desempolvo esta historia es por la cercanía del Segundo Domingo de Mayo. Y hete aquí que se me ocurre volver a regalarle la humilde postal a aquella mujer toda virtudes, 42 primaveras despúés de que mis  infantiles manos la pusieron en las suyas. Al tocarla, creo percibir todavía la textura  y el aroma de entonces. La recibirá, estoy seguro.Cuando se anhela con las vísceras, se triunfa. Así que ahí te envío de nuevo mi postal, mami...

7 comentarios:

Anónimo dijo...

fijate que todo esta bonito en tu post hasta que llegas a la parte:

"A las personas huérfanas de fantasía esta obsesión de coleccionista quizás les parezca un tonto derroche de tiempo y espacio. Bueno..., de esencias espirituales llevan ociosa muchos la caja del cuerpo."

Desluce todo lo demas que viene, aunque es muy real lo que dices y de la forma en que lo haces , no creo necesario que este en un post tan especial.

digo yo...

Anónimo dijo...

Anónimo, te agradezco tu comentario. Me hubiera gustado saber quién eres, es decir, tu nombre. Tal vez tengas razón en lo que dices. De cualquier manera, la razón de ese segmento es que las personas que no le dan mucha importancia a los detalles sentimentales comiencen a cambiar de parecer. Te reitero mi gratitud.

Eduardo Contreras dijo...

Estimado Juan, me ha conmovido mucho tu relato y me ha hecho recordar a mi madre, fallecida hace años ya.
Brillante tu prosa, hermano.
Un abrazo, desde Chile.

Anónimo dijo...

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