La derrota del equipo cubano de béisbol a manos de Japón en el Segundo Clásico Mundial de ese deporte será durante semanas la comidilla en cada palmo de la geografía nacional. En efecto, no se habla de otro tema en el trabajo, la guagua, el parque, la casa, el mercado, la esquina... Es que la pelota nos alegra y nos duele. Así ha sido siempre.
Pablito el panadero me resumió el doloroso revés con una perogrullada a prueba de réplicas cuando fui a comprar a su mostrador el más común de los alimentos: «Cuando hay pitcheo no hay bateo», afirmó con ínfulas de sabihondo. Y, consciente de resumir así lo acontecido en el diamante de la ciudad deSan Diego, no volvió a abrir la boca.
Sobre el asunto no hay elementos nuevos que agregar. Sencillamente, perdimos con los spikes puestos frente a uno de los grandes. Era una posibilidad latente, porque, hasta donde yo sé, en el deporte nadie puede blasonar de invencible. Y las derrotas se encajan con más resignación cuando se está preparado para afrontarlas.
Fui uno de los millones de cubanos que no se fue a la cama hasta ver consumado en contra nuestra el fatídico out 27. Sin embargo, esta vez no abrigué como en otras oportunidades la esperanza de una remontada espectacular que de golpe y porrazo nos adelantara en la pizarra en el instante mismo de recoger los bates.
Y no fue por la derrota precedente ante los propios rivales. Desde el primer capítulo de juego percibí en los nuestros una marcada insuficiencia del entusiasmo, la confianza y el joseo que tantos frutos nos reportó en otras épocas. En cambio, la cámara hizo públicos recriminaciones y caras largas, tanto en el terreno como en el dogaut. Eso jamás había ocurrido. Y pasa factura al final.
Lo otro es una verdad del tamaño de un edificio: frente a Cuba los serpentineros japoneses ofrecieron tal vez una de las más acabadas disertaciones en el arte de lanzar que recuerde la historia del béisbol. Y debemos de aceptarlo con humildad: en la tierra del Sol Naciente radica hoy la mejor escuela de pitcheo del planeta.
Opino que no sería descabellado traernos desde allá cualquier día de estos un buen técnico que les enseñe a los nuestros no solo a tirar pelotas a más de 90 millas de velocidad, sino a colocarlas con precisión en el sitio donde más daño les causen a los bateadores adversarios. Somos maestros, pero debemos también ser discípulos.
Por último, me hubiera gustado que los miembros de mi equipo salieran a saludar a sus vencedores luego de consumado el resultado final. Los grandes saben ser elegantes y demuestran su grandeza incluso en las derrotas. Esa deportividad que viaja incorporada al nombre de Cuba en todas las disciplinas no debe arrojarse por la borda ni siquiera en tiempos de naufragio.
Pablito el panadero me resumió el doloroso revés con una perogrullada a prueba de réplicas cuando fui a comprar a su mostrador el más común de los alimentos: «Cuando hay pitcheo no hay bateo», afirmó con ínfulas de sabihondo. Y, consciente de resumir así lo acontecido en el diamante de la ciudad deSan Diego, no volvió a abrir la boca.
Sobre el asunto no hay elementos nuevos que agregar. Sencillamente, perdimos con los spikes puestos frente a uno de los grandes. Era una posibilidad latente, porque, hasta donde yo sé, en el deporte nadie puede blasonar de invencible. Y las derrotas se encajan con más resignación cuando se está preparado para afrontarlas.
Fui uno de los millones de cubanos que no se fue a la cama hasta ver consumado en contra nuestra el fatídico out 27. Sin embargo, esta vez no abrigué como en otras oportunidades la esperanza de una remontada espectacular que de golpe y porrazo nos adelantara en la pizarra en el instante mismo de recoger los bates.
Y no fue por la derrota precedente ante los propios rivales. Desde el primer capítulo de juego percibí en los nuestros una marcada insuficiencia del entusiasmo, la confianza y el joseo que tantos frutos nos reportó en otras épocas. En cambio, la cámara hizo públicos recriminaciones y caras largas, tanto en el terreno como en el dogaut. Eso jamás había ocurrido. Y pasa factura al final.
Lo otro es una verdad del tamaño de un edificio: frente a Cuba los serpentineros japoneses ofrecieron tal vez una de las más acabadas disertaciones en el arte de lanzar que recuerde la historia del béisbol. Y debemos de aceptarlo con humildad: en la tierra del Sol Naciente radica hoy la mejor escuela de pitcheo del planeta.
Opino que no sería descabellado traernos desde allá cualquier día de estos un buen técnico que les enseñe a los nuestros no solo a tirar pelotas a más de 90 millas de velocidad, sino a colocarlas con precisión en el sitio donde más daño les causen a los bateadores adversarios. Somos maestros, pero debemos también ser discípulos.
Por último, me hubiera gustado que los miembros de mi equipo salieran a saludar a sus vencedores luego de consumado el resultado final. Los grandes saben ser elegantes y demuestran su grandeza incluso en las derrotas. Esa deportividad que viaja incorporada al nombre de Cuba en todas las disciplinas no debe arrojarse por la borda ni siquiera en tiempos de naufragio.
4 comentarios:
Estimado colega no pudo evadir la polémica sobre el clásico. Coincido plenamente con tus opiniones sobre todo la relacionada con la elegancia que debieron mostrar nuestros atletas en el terreno. Tal vez y esa sea una de las asignaturas pendientes para nuestros deportistas. Más aunque no pude dormir no pude esperar frente a la TV. De cualquier modo disfrutamos de un buen espectáculo. SALUDOS Y BUENA SUERTE
García Ginarte, gracias nuevamente por tu comentario. En efecto, la deportividad debe ir aparejada con el rendimiento. Y en nuestro caso eso es, como bien dices, una asignatura pendiente. Aunque no estuvimos en la etapa final, el clásico devino verdadero festival de béisbol de altísimos quilates. El desafío de anoche por el primer lugar resultó una joya, principalmente en el aspecto defensivo. Hubo jugadas de lujo por parte de los dos equipos. Me impresionó particularmente el corte que hizo el jardinero izquierdo de Corea del Sur con su respectivo out al bateador corredor que pretendía convertir el hit en doble. Japón mereció el título. A nosotros los cubanos nos corresponde recuperar el terreno perdido.
SE VENDEN LECCIONES DE PITCHEO!!. - pregonaba un niño de ojos rasgados al salir del estadio- COMPREN, A DOS POR PESOS-- (para Cuba gratis, dijo en voz baja)
Si no hablo no soy yo, jeje. Fue mucho el Campeon Japon, - hasta suena con rima - no solo para Cuba.
No fue Daisuke, fue todo japones que se paró en la lomita. Las caras largas comenzaron desde que Korea ganó a Japon el juego anterior.
Algo parecido al síndrome Italiano en el voly masculino.
Quedó muy claro todo, espero que sepamos aprovechar esa experiencia.
Saludos desde SouthAfrica donde vivimos, no dormimos y sufrimos nuestras derrotas.
Soy muy entendido de la pelota, y le digo, ni en un mínimo momento pense en eso que usted escribío, seria bueno comenzar a buscar quien nos enseñe sobre picheo, es hora de que el maestro comience a aprender la nueva técnica. Usted tiene mucha razón.
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