A pesar de todas las dificultades y todos los contratiempos que afronta aún el transporte terrestre para desplazarnos desde Manatí hasta la ciudad de Las Tunas, ninguno es comparable con lo que enfrentábamos hace unos 30 años para realizar el mismo viaje. ¿Y saben el motivo? Pues porque por entonces carecíamos de carretera directa hasta nuestra capital provincial.
Es cierto que a la sazón no escaseaba tanto el combustible y que el precio del pasaje hacía buenas migas con el bolsillo. Eso sí, el parque de transporte era más precario que el de hoy. Pero, más que todo eso, lo que aterraba de verdad era la temida y todavía vigente carretera vieja, capaz de desestimular al más osado de sus intenciones de viajar, por mucha urgencia que tuviera en darse un saltito hasta la bien llamada capital cubana de las esculturas.
La carretera vieja... Es un fósil vial auténtico. ¡Ni se sabe cuándo la construyeron! Aunque debe de ser tan antigua como nuestro propio batey, cuya existencia data de 1913. Tiene una extensión de 42 kilómetros hasta su intersección con la Carretera Central, a los cuales se suman otros 16 que completan la distancia Manatí -Las Tunas. ¡Pero cuánto sufrían los viajeros en el trayecto!
Los célebres transportes serranos –popularmente conocidos por el folclórico nombre de guarandingas- eran por entonces los ¿vehículos? que cubrían los viajes en uno y otro sentidos. ¿Duración de aquel tormento sobre ruedas? Cinco horas, ida y vuelta. Todo en medio de múltiples paradas, sorteo de cunetas, roturas imprevistas y baños de polvo. Si a San Pedro le daba por llegar, imagínense...
Como los vehículos apenas tenían capacidad para unas pocas personas sentadas –una veintena tal vez-, se veía uno obligado a hacer el viaje en el pasillo o la escalera, apretujado entre la gente que iba montando a lo largo del itinerario. Así pasaba La Victoria, La Aita, Gratitud, Laura, La Vega, El Rincón, El 24, Villanueva, Lebanón...
Veníamos a descansar un poco de aquel terrible suplicio cuando las cuatro gomas de la guarandinga hacían contacto con la Carretera Central que va de La Habana a Santiago de Cuba. Entonces el renqueante vehículo dejaba de dar saltos y de hacer cabriolas para estabilizar la marcha hasta Las Tunas. Por la tarde, desde luego, se reeditaba la extenuante odisea con el viaje de regreso.
En los años 80 del siglo pasado terminó el drama con la inauguración de la nueva vía, que, con una extensión de poco más de 42 kilómetros completamente asfaltados, vence en cuestión de media hora la misma distancia si se viaja a bordo de un vehículo ligero.
Ha transcurrido el tiempo, pero la carretera vieja continúa ahí, con sus achaques, unas veces mejor y otras peor, sin apenas tránsito y como evidencia de un pasado que, si de repasar la historia de la patria chica se trata, siempre debemos recordar.
La carretera vieja... Es un fósil vial auténtico. ¡Ni se sabe cuándo la construyeron! Aunque debe de ser tan antigua como nuestro propio batey, cuya existencia data de 1913. Tiene una extensión de 42 kilómetros hasta su intersección con la Carretera Central, a los cuales se suman otros 16 que completan la distancia Manatí -Las Tunas. ¡Pero cuánto sufrían los viajeros en el trayecto!
Los célebres transportes serranos –popularmente conocidos por el folclórico nombre de guarandingas- eran por entonces los ¿vehículos? que cubrían los viajes en uno y otro sentidos. ¿Duración de aquel tormento sobre ruedas? Cinco horas, ida y vuelta. Todo en medio de múltiples paradas, sorteo de cunetas, roturas imprevistas y baños de polvo. Si a San Pedro le daba por llegar, imagínense...
Como los vehículos apenas tenían capacidad para unas pocas personas sentadas –una veintena tal vez-, se veía uno obligado a hacer el viaje en el pasillo o la escalera, apretujado entre la gente que iba montando a lo largo del itinerario. Así pasaba La Victoria, La Aita, Gratitud, Laura, La Vega, El Rincón, El 24, Villanueva, Lebanón...
Veníamos a descansar un poco de aquel terrible suplicio cuando las cuatro gomas de la guarandinga hacían contacto con la Carretera Central que va de La Habana a Santiago de Cuba. Entonces el renqueante vehículo dejaba de dar saltos y de hacer cabriolas para estabilizar la marcha hasta Las Tunas. Por la tarde, desde luego, se reeditaba la extenuante odisea con el viaje de regreso.
En los años 80 del siglo pasado terminó el drama con la inauguración de la nueva vía, que, con una extensión de poco más de 42 kilómetros completamente asfaltados, vence en cuestión de media hora la misma distancia si se viaja a bordo de un vehículo ligero.
Ha transcurrido el tiempo, pero la carretera vieja continúa ahí, con sus achaques, unas veces mejor y otras peor, sin apenas tránsito y como evidencia de un pasado que, si de repasar la historia de la patria chica se trata, siempre debemos recordar.
2 comentarios:
Usted se queja de su carretera, es porque no ha visto la carretera al municipio Moa, en Holguin, perdón la cerrtera no!, el terraplen. Estudíe allá por sinco años, me gradue en el 92 de Ing. Mec. Regrese en el 2005 a visitar a mis amigos moenses, y es espantoso, el mal estado de esa carretera y de esa ciudad. Es lo peor que usted pueda inmaginarse.
Me decidí hoy sabado y bajé algunas fotos en youtube, fotos de Moa, y tambien escribí un pequeño articulo en mi Blog, gracias a usted, pues fue mi inspirasión.
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