domingo, 21 de mayo de 2023

CHINOS EN CUBA


  Entre todos los emigrantes que durante más de un siglo se han establecido en territorio  cubano, los chinos figuran entre los que más le han aportado a la identidad nacional.Los estudiosos afirman que losprimeros arribaron al puerto habanero en 1847 en la fragata Oquendo. En los 100 años siguientes llegaron un total de 132 000. Por cada 10 que desembarcaron, uno falleció en la travesía.
Nuestra cultura popular tuvo en los parsimoniosos recién llegados una fuente de inspiración. Jaranero contumaz, el criollo buscó siempre la forma de tomarles el pelo. En efecto, carentes de la picardía y de la agudeza que les sobra a los nacidos en la isla caribeña, los asiáticos resultaron un blanco fácil para las bromas desde sus oficios de verduleros, sastres, lavanderos y domésticos. 

Así, buena parte del repertorio de refranes de la calle los tiene a ellos por auténticos protagonistas.Tal vez no exista en Cuba un refrán tan popular como este: «¡a ese no lo salva ni el médico chino!» Significa que para el enfermo todo está perdido. Dicen que, en efecto, hubo por acá un médico llamado Cham Bom Biam cuyos aciertos lo hicieron famoso, pues remediaba padecimientos que habían sido considerados incurables por otros colegas suyos.

Otro aforismo que no pierde vigor se relaciona con quienes andan de tropiezo en tropiezo en materia de mala fortuna. Todavía lo escucho por ahí a cada rato. «¿Así que se te volvió a perder la billetera con los documentos? Oye, despójate, que traes un chino atrás». Nadie ha podido establecer el origen de esta frase de pésimos augurios. 

Las preguntas difíciles crean situaciones embarazosas. Los cubanos esquivamos sus acometidas con una elegante verónica. Imagínese que alguien lo inquiera acerca de la cantidad de bicicletas que hay en el archipiélago. «Oiga, compadre, usted me la ha puesto en China», le responderá. Aquí, obviamente, China funciona como sinónimo de lejanía.Algunos utilizan la expresión «me quedé en China» cuando no logran entender las esencias de un problema o de un fenómeno. 

Para el enunciado «lo engañaron como a un chino» hay una explicación: las promesas que les hacían a los cantoneses que deseaban emigrar a Cuba, y que luego de llegar, confirmaban que todo había sido una mentira.

Hay más de la presencia china en nuestra cotidianidad. La salsa china y los frijolitos chinos acompañan el menú criollo hace mucho tiempo. El mentol chino, dentro de su cajita roja, nos sacó de muchos apuros. La dama china, los palitos chinos y las sombras chinescas distrajeron el aburrimiento en alguna etapa de la vida. La corneta china llamó a arrollar detrás de una conga. Y al que más o al que menos la mamá o la tía lo entretuvieron en la niñez con aquella canción que decía «un chino cayó en un pozo…». 

Pero el principal aporte asiático a nuestra historia está inscrito en un monumento ubicado en Línea y L, en la capital cubana. Tiene inscrita una frase de Gonzalo de Quesada que reconoce su rol en nuestras guerras independentistas del siglo XIX. Dice: «nunca hubo un chino cubano traidor, nunca hubo un chino cubano desertor».

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