martes, 11 de marzo de 2008

Un libro por corazón

Presumo de ser uno de los afortunados seres humanos que vinieron al mundo con un libro por almohada. Tan pronto aprendí a buscarle sentido, no tardé en encontrar entre sus páginas mi refugio predilecto. Hoy, buena parte de mi tiempo transcurre todavía a la vera de ese compañero inigualable de quien dijo Settembrini, uno de los personajes de La montaña mágica, de Thomas Mann: «A menudo en tu vida te encontrarás con que un libro es mejor amigo que un hombre». Puedo blasonar, además, de que mi pequeña biblioteca es una suerte de autobiografía, porque conservo en sus estantes un libro para cada momento de mi vida.
Los libros son, en sí mismos, maestros insuperables. Ellos nos enseñan a vivir, a soñar y a engrandecer nuestro espíritu. Si no existieran, ¿cómo accederíamos a la historia de la humanidad? ¿Cómo se transmitiría de una generación a otra el acervo cultural del hombre? ¿Cómo conoceríamos su pensamiento? «La lectura -dijo nuestro recurrente y fundamental José Martí- estimula, enciende, aviva, y es como un soplo de aire fresco sobre la hoguera resguardada, que se lleva las cenizas y deja al aire el fuego.»
La ciudad cubana de Las Tunas fue durante los últimos días una ofrenda literaria abierta a la lectura pública, en ocasión de celebrarse en sus predios la Feria Internacional del Libro. Millares de personas de todas las edades desfilaron ante los estanquillos de venta, repletos de títulos de los más disímiles autores y nacionalidades. Pocas veces se ha apreciado por acá un entusiasmo tan mayúsculo por la letra impresa. Ya se sabe, la lectura nos hace contemporáneos de todos los hombres y ciudadanos de todos los países.
Los niños clasificaron entre los mayores favorecidos en este gran convite del saber devenido acontecimiento cultural. Papá y mamá se vieron obligados, seguramente, a ajustar la economía doméstica para hacerles el juego a las exigencias de la grey menor, ávida por adquirir los libros más conocidos de la literatura infantil universal: Había una vez, Oros Viejos, El Principito, Corazón, Cuentos de Perrault... ¡Y qué alegría reflejaban sus semblantes luego de atrapar en los anaqueles tal vez el último ejemplar en oferta!
Para los adolescentes y los adultos la propuesta no fue menos tentadora, tanto en lo clásico como en lo contemporáneo. A pesar de los precios, fueron muchos los que halaron por sus billeteras para regresar a casa en compañía de un volumen con etiqueta de best seller, lo mismo en narrativa que en poesía. Por ahí deben de andar aún, tumbados tal vez en un sillón o acomodados sobre un mullido sofá, con el cuerpo y el alma puestos en el inigualable ejercicio de leer. Luego, consumidas sus páginas, ya se sabe, a buscar una nueva obra y a reiniciar la aventura. Quien lee una vez ya no dejará jamás de hacerlo. Sí, tenía razón el inefable Bécquer: «El recuerdo que deja un libro es más importante que el libro mismo».
Así ocurre con la obra literaria cuando es legítima: incendia fantasías y alimenta expectativas. Poco importa el público a quien vaya dirigida ni la edad de quien la evalúe. No en balde diversas personalidades de la historia han encontrado en los libros su principal fuente de conocimientos. Se asegura que el gran poeta argentino Jorge Luis Borges, ya en el ocaso de su vida, se puso a pensar en la muerte no sólo para investigarla como el último acto, sino porque se imaginaba el paraíso como una gran biblioteca repleta de libros.
A juzgar por lo que vi en esta Feria Internacional en Las Tunas, el libro regresó por sus fueros. Ninguna versión electrónica podrá reemplazar, al menos por ahora, a esa relación de intimidad que establece el lector cuando pone ante sus ojos su volumen preferido de tinta y papel. El futuro del libro se vislumbra cada día más brillante, porque el libro del futuro seguirá siendo -¡vaya suerte la nuestra!- almohada premonitoria y referencia temporal para bordarle a la vida sus momentos más trascendentales.

1 comentarios:

Juan García Llera dijo...

Hola:
Nestor, de Santa Fe, Argentina, me honró con el Premio Dardo 2008, el cual quisiera compartir contigo. Te invito a visitar mi blog Desde Cuba (http://desde-cuba.blogspot.com).
Saludos,
Juan

 
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