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Siempre me pareció emisario de trágicos augurios cualquier sombrío timbrazo telefónico en la madrugada. ¡Casi todo lo infausto ocurre en ese horario! Esta vez el ring ring confirmó mis suspicacias. Y la mala nueva despabiló mi somnolencia con la energía de un corrientazo.
La muerte es -amén de rotunda e inevitable- nuestra única certeza absoluta. Se trata de un estado físico con blindaje a prueba de voluntades. En oportunidades apenas propicia espacio para filosofar. Como en este de ahora, donde sobrevino súbita, fulminante, inclemente y prematura.
Todavía hoy, tres jornadas después de su partida, cuesta aceptar que Alexis ya no está, corpóreamente, entre nosotros. Difícil creer que no volveremos a estrechar su afectuosa diestra, a soportar sus ex abruptos de ocasión o a escucharle leer «a punta de pistola» su reportaje en ciernes.
La Casa de la Prensa tunera echará de menos su corpulenta figura; muchos temas de actualidad clamarán por la osadía de su pluma; los estudiantes de práctica laboral extrañarán, desconcertados, al tutor puntilloso y exigente que les brindó en cada etapa sabiduría, experiencia y brújula...
La Casa de la Prensa tunera echará de menos su corpulenta figura; muchos temas de actualidad clamarán por la osadía de su pluma; los estudiantes de práctica laboral extrañarán, desconcertados, al tutor puntilloso y exigente que les brindó en cada etapa sabiduría, experiencia y brújula...
En lo adelante, de Alexis Pérez Sánchez, colega y amigo, no se hablará sino en pasado. Su recuerdo, empero, nos acompañará. Porque la vida de los que mueren no se convierte en polvo en una gaveta de mausoleo. Queda -¡vaya fortuna!- en la memoria de quienes los sobrevivimos.
A UN AMIGO MUERTO
Para Alexis Pérez Sánchez, In Memoriam
Qué desierto está el mundo, amigo mío,
desde que te cubrió el polvo postrero;
cómo al pensarte el viento, lastimero,
azota mi ventana; cuánto frío.
Qué vacío dejaste, compañero,
en nuestras vidas; qué estruendoso vacío.
¿Con quién hablaremos ahora, en el estío?
¿Por qué tuviste que partir primero?
Cuando visitemos tu última morada
dejaremos en la losa, doloridos,
una flor y una carga de tristeza;
luego nos iremos, llevando en la cabeza
esta triste pregunta, ya gastada:
¿Cómo asumir que de verdad te has ido?
(Anónimo)
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