Gracias a mi colega Pastor Batista Valdés, corresponsal del diario Granma en Las Tunas, conseguí llegarme hoy con mi cámara fotográfica hasta Manatí. Viajamos hasta allá en su carro y juntos pudimos apreciar sobre el terreno su situación actual, 38 jornadas después del devastador paso por sus predios del huracán Ike, cuyas ráfagas lo machacaron a su antojo. Sopló tan fuerte que hasta parte del repello de una de las chimeneas del desaparecido ingenio se vino abajo por la brutal fricción del viento. Entre la tragedia que exhibe con visos de catástrofe el semblante local, me alegró ver ya con sus techos puestos la cuadra que está frente al parque y la otra que le continúa en dirección al centro escolar. También la cuartería próxima a la funeraria y el almacén de Comercio. Muchas viviendas tienen ya los suyos -tanto de fibro como de zinc- aunque constituyen mayoría las que deberán aguardar para recibir ayuda, en virtud de la gran cantidad que fue afectada parcial o totalmente. La limpieza e higienización favorece bastante el aspecto actual del batey, pues los árboles derribados en plena calle y los escombros acumulados por doquier -ya recogidos- le conferían un aspecto apocalíptico. Sin embargo, y no obstante lo que se ha conseguido en el orden recuperativo, es mucho aún lo que falta. Nadie debe hacerse ilusiones de que la descomunal destrucción provocada por el meteoro en casi todo el municipio se resolverá a la vuelta de unos meses. Y no me refiero solo en lo material. En lo emocional, un sector de la ciudadanía continúa traumatizado. Algunos vagan sin destino fijo, rumiando entre dientes el dolor de haber perdido sus bienes. O reprochándole a la vida este golpe bajo que los obliga a regresar al punto de partida. Pero hay que erguirse, entre otras cosas porque no hay otra alternativa. Este viaje a mi pueblo me lastimó muchísimo más que los anteriores. Por un momento llegué a sentirme avergonzado de estar allí, con mi ropa limpia y mi casa intacta, entre tantas personas afectadas. Experimenté como un remordimiento por no haber sufrido yo también lo que sufrió mi pueblo aquella madrugada del 8 de septiembre. Lo único que pude hacer fue repartir abrazos y dar aliento. Ahhh, y ofrecerme para ayudar en lo que sea. En Manatí saben -y juro que no es retórica- que pueden contar conmigo.
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Hace 1 año
1 comentarios:
Querido Juan
es insoportable este tipo de fatalidad
que cae sobre el dolor de un país que lucha
por crecer,subsistir,resistir...
Ésa debe ser la clave:Resistir!
Abrazo y ♥♥♥besos♥♥♥
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