miércoles, 26 de marzo de 2008

Mi página personal al día

Recibir visitas es el más grande estímulo que puede tener una página personal en Internet. Y si los «huéspedes» de ocasión la recorren de uno a otro extremos y muestran interés por sus materiales, entonces -¿quién lo duda?- el incentivo se convierte en legítima satisfacción.
Hoy tuve el inmenso placer de conocer en persona a uno de los internautas que más contactan, revisan y leen mi weblog: Diego Soca Lago (a la derecha en la fotografía adjunta), un tunero radicado desde hace muchos años en La Habana y que anda por estos días dándole una vuelta a su familia en su terruño natal.
Por la vía del correo electrónico quedamos en conocernos tan pronto llegara a Las Tunas. Y a pesar de que jamás nos habíamos visto ni cruzado una palabra, al rato de darle la bienvenida en mi casa ya parecíamos viejos amigos. Por él me enteré de que trabaja en CUBALSE, un grupo económico que opera en áreas de prestación de servicios, comercio y negocios en moneda libremente convertible.
Como Diego, miles de cibernautas han curioseado por mi página desde que comenzó a navegar a todo trapo por la red hace poco más de dos años. La cifra se incrementó sobremanera a partir de noviembre pasado, cuando el periódico Juventud Rebelde, órgano de prensa para el cual trabajo actualmente, insertó un vínculo suyo en su edición digital a instancias de su director, Rogelio Polanco.
Desde ese momento la progresión de visitas fue de tal magnitud que el día 27 de diciembre de 2007 mi contador contabilizó mil en un mes justo. Eso a pesar de que en los 24 meses anteriores había registrado en total apenas dos mil impactos. Ahora recibo un millar cada 21 días, aproximadamente. Debo llegar a siete mil en cuestión de un par de jornadas, y esa cifra la habré alcanzado en solo 14 días a partir del instante en que conseguí el sexto millar. Ah, y mis visitantes proceden de 114 países de los cinco continentes. Me gustaría que cuando escriban un comentario o dejen una nota en el Libro de Visitas, consignen sus direcciones electrónicas, para poder responderles y agradecerles sus deferencias.
En fin, me complace saber que mi weblog contribuye de alguna manera a satisfacer expectativas de información acerca de la historia general de Las Tunas, este oriental territorio cubano. Vale la pena entonces intentar mantenerlo siempre disponible y actualizado. A todos los internautas que han visitado alguna vez mi página -amigos invisibles- les envío un cordial saludo y un mensaje de gratitud y de amistad desde esta, la mayor isla antillana.

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domingo, 23 de marzo de 2008

La abuela vegetal tunera

Los libros de récord dan por sentado que el mayor y más antiguo árbol del planeta pertenece a la especie llamada secuoya, y se localiza en la Sierra Nevada, Estados Unidos. Allí crece y pierde su follaje en las alturas este soberbio ejemplar conocido por General Sherman, que tiene 80 metros de altura, 30 de circunferencia y alrededor de dos mil 700 años de antigüedad.
En nuestra provincia, su homólogo no presenta un currículo de semejantes dimensiones espacio-temporales, aunque, en honor a la verdad, ya tiene edad para usar bastón y lentes sobre la nariz. Me refiero a la ceiba de la calle Villalón, entre Frank País y Lucas Ortíz, considerada la super-abuela de la familia vegetal de la capital tunera.
Nadie en el barrio ha podido calcular con exactitud cuántos años tiene. Ni siquiera los vecinos de más edad y permanencia se aventuran a decir una cifra, seguramente por temor a quedarse cortos. ¿Un siglo? ¿Dos? ¿Tres? Ellos piensan que tal vez más. Y esgrimen como argumento el hecho de que hace 70 almanaques tenía la misma envergadura y frondosidad de hoy.
Su cintura no es nada juncal: ¡cinco metros de circunferencia! En cuanto a altitud, ni el mismo Serguei Bubbka en sus mejores tiempos hubiera podido coronarla con tres saltos unificados. Su copa se desparrama sobre un espacio amplio, que incluye la fábrica de sarcófagos aledaña. Y en cuanto a raíces, reptaron tanto las suyas que algunas impusieron marcas de distancia.
Tiene la corteza arrugada como la piel de una ancianita y casi todo el tronco inferior hueco, lo cual ha propiciado que algunas personas lo hayan adoptado como altar para sus cultos religiosos. Vienen en determinadas fechas y encienden allí velas, colocan estampas de santos, rezan oraciones, hacen promesas... Todo en la más absoluta tranquilidad. También se llevan trozos de corteza para utilizarlos en baños espirituales. Como se sabe, ciertos prácticas sincréticas tienen a la ceiba por un árbol sagrado de muchos poderes.
En la papelería del fallecido investigador tunero Raúl Addine que yace en el Archivo Histórico Provincial se encuentran interesantes referencias acerca de esta reliquia botánica de la ciudad. Por ejemplo, en la segunda década del siglo pasado, durante el gobierno de Mario García Menocal, las reses de la municipalidad se sacrificaban bajo la frondosa ceiba. Una foto del año 1917 deja constancia gráfica de que estaba tal cual se encuentra hoy.
A unos siete metros tronco arriba, un objeto pellizca la curiosidad del visitante. Se trata de un anillo de acero empotrado desde quién sabe cuándo en la piel de esta auténtica patriarca del reino vegetal. Según el testimonio de algunos vecinos, es un trozo del cable que sujetaba un poste del alumbrado de la calle Lucas Ortiz en los tiempos en que llegó la electricidad a la otrora ciudad de Victoria de Las Tunas. Una pieza museable digna de una estantería, sin dudas.
Cada cierto tiempo, el árbol se deshoja y el viento dispersa cedazos de la lanilla conocida por capoc como si fueran tropicales copos de nieve, incluso hasta el distante parque Vicente García. Son sus canas venerables echadas a volar. Pero no todo es nostalgia en torno a su vetusta figura. En los carnavales sus inmediaciones disfrutan con cerveza fría y un área bailable llamada precisamente así: La Ceiba.
Observa uno este añejo ejemplar de clorofila venida a menos y se pregunta entre admirado y perplejo: ¿cómo ha podido sobrevivir tan recio y bien plantado durante tres centurias diferentes? ¿Cuál ha sido su fórmula para imponer a ultranza su longevidad vegetal? La respuesta flamea entre sus ramas con tintes filosóficos: ¡Pues nada, veleidades, caprichos de la madre naturaleza!

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miércoles, 19 de marzo de 2008

Reencuentro feliz

Una de mis etapas existenciales que suelo rememorar con más agrado es la universitaria. Allá, en la Universidad de Oriente, en la heroica Santiago de Cuba, permaneci durante cinco cursos hasta que en junio de 1993 obtuve el título de Licenciado en Periodismo.
Mi grupo estaba integrado por estudiantes cubanos y extranjeros. Así, tuve condiscípulos que procedían de Ghana, Etiopía, Angola, Guinea Bissau, República Saharauí, Nicaragua... Lamentablemente, con ninguno he conseguido restablecer comunicación.
Con mis compatriotas sí mantengo contactos tanto por la vía telefónica como por la del correo eléctrónico. Pero pocas veces había experimentado una alegría tan grande como la del pasado 14 de marzo, cuando nos reunimos en Las Tunas cinco graduados de aquel grupo en ocasión del Acto Nacional por el Día de la Prensa Cubana.
Como era de esperar, nos hicimos una foto, y es la que aparece junto a esta nota. En la imagen figuramos, de izquierda a derecha, Adalys Ray Haynes (presidenta de la Unión de Periodistas de Cuba en la provincia de Las Tunas), Iris Hernández Rodríguez (periodista del semanario 26), Ricardo Ronquillo Bello (subdirector del diario Juventud Rebelde), Yanuris Gutiérrez Luis (presidente de la Unión de Periodistas de Cuba en la provincia de Granma) y yo, Juan Morales Agüero (corresponsal de Juventud Rebelde en Las Tunas).
El resto del «piquete» anda disperso por órganos de prensa e instituciones del país: Aymeé está en la televisión de Camagüey y Zaritma al frente del semanario Adelante, en la propia provincia; Carlos y Marel, en la TV de Holguín, y Yelenis y Adelfa atienden corresposalías radiales en ese territorio; Liuba es divulgadora en La Habana; Osvaldo dirige el telecentro de Ciego de Ávila, e Isaías reporta para la Dirección de Deportes de allí. Finalmente, Karina es periodista radial en Contramestre, en Santiago de Cuba.
De los que comenzamos quedan también Armando Céspedes, Carlos Pérez, Migdalis Pérez, Hiram Enríquez, Karelia Vázquez, Bárbara Llamos e Iris Cepero, todos radicados actualmente en el exterior. Los cuatro últimos se graduaron en la Universidad de La Habana, luego de cursar los primeros años en la Universidad de Oriente. Mi amigo y hermano Armando Tejeda, desafortunadamente, falleció.
En fin, el feliz y fortuito reencuentro en Las Tunas de cinco graduados en Periodismo por la cubana Universidad de Oriente del curso 1993 devino para el quinteto una jornada de remembranzas y de alegrías. Ojalá podamos continuar reencontrándonos.

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sábado, 15 de marzo de 2008

¡Siempre periodistas!

La comunidad periodística tunera estuvo de plácemes durante los últimos días. El reciente otorgamiento a la provincia de las actividades centrales por el 14 de Marzo, Día de la Prensa Cubana, hizo que un sentimiento de orgullo recorriera como en un corrientazo de alta tensión los paralelos y los meridianos de nuestra sensibilidad.
Se trata de un reconocimiento merecido, pues mucho se trabajó durante los últimos 12 meses para que esta «prosa de prisa» nuestra, como decía Nicolás Guillén, se colocara de nuevo a la altura de los esfuerzos. Aunque, desde luego, sin perder de vista que por encima de las distinciones, el periodismo sigue su curso. No deben apagarse las plumas, ni esfumarse las imágenes ni enmudecer las voces.
Les propongo la lectura de un fragmento del un material que encontré en Internet, para que confirmen hasta qué punto nuestra profesión y quienes la ejercemos estamos conminados a continuar la marcha con más bríos, entusiasmo y confianza que nunca:
El periodismo no es un oficio: es una vocación, y se necesitan muchas cualidades para ejercerla.
El periodista no sólo proclama la noticia: la traspasa. No sólo busca las cuerdas de donde procede, sino que enciende el ojo mágico de su linterna para darle luz. No sólo la juzga en el presente, sino que pronostica hasta dónde puede trascender en el futuro.
El periodista no es un novelista que inventa, crea y maneja las cosas con su imaginación. Ni un biógrafo que describe hechos, características, formación y actuación en la vida de los hombres. Ni un poeta que lleva dentro el instrumento de su canto, que pasea el mundo haciendo nacer rosas al sentimiento y que cambia la pupila de la humanidad.
El periodista, cuando capta la noticia, no sólo tiene que asimilarla, sino también someterla a juicio,
desmenuzarla,
dar razones serias, reflexiones objetivas y soluciones libres de ofuscación y de apasionamiento.
El periodista es jinete, guerrero, filósofo, profeta, conductor y maestro.
A un buen periodista no hay manos que le sujeten la conciencia, ni vendajes que le tapen las heridas del mal, ni nada que le cierre la boca a la hora de hablar ni le contenga la voz a la hora de la verdad.
La vida de un buen periodista no se atasca a la hora de la prebenda, ni del miedo, ni del soborno.
Quizás sus ojos no puedan abarcarlo todo, ni su corazón dar la medida exacta de todas las cosas. Pero sí sabe, en conciencia, que defiende lo que cree justo y jerarquizado lo que cree superior.
No se queda en la superficie de los hechos: se nutre dentro y les palpa las raíces.
No se queda flotando en el espacio: se sumerge en profundidades y llega al fondo.
No se queda mirando pasar el mal: toca la llaga y advierte el peligro.
No pierde el paso: conoce la tierra donde pisa.
No anda por las ramas: se afianza en el tronco.
No se escuda en evasivas: pone su fuerza en la justicia y en la verdad.
No pone parches: va al grano.
No divaga: siembra y poda a tiempo.
No se contenta con ser espectador de los sucesos diarios: nada en sus aguas, atrapa sus males y afila su pluma.
El periodista dice a veces cosas que muchos no quieren oír.
El periodista tiene vuelo de águila, puntería de cazador, ojos de cocuyo, mente de profeta, arrestos de guerrero y corazón de pastor.
El periodista afina los sentidos, olfatea las trastiendas y derriba las incógnitas; sube los muros y rompe la sombras para que nada desconcierte el corazón, ni desvíe la inteligencia, ni malogre el
ideal.
El buen periodista debe saber conjugar cerebro, corazón y valentía. Una trilogía que le balancea la vida y lo hace salir airoso de muchas situaciones.
El periodista es un mentor que marca rutas, forma opinión y trabaja con los acontecimientos que lo rodean.
El periodista es un hombre que vive con la brújula en la mano, la pantalla ante los ojos, la tinta en el papel y el valor a flor de piel.
Es una espada afilada contra la corrupción, la mentira y las bajas pasiones. Una flecha que da en el blanco. Y una linterna mágica para descubrir el refugio secreto del mal.
Mientras existan los buenos periodistas, el mundo tendrá defensa, las causas nobles tendrán quien luche por ellas y los seres humanos vivirán con esperanza.
Los buenos periodistas de estos momentos históricos y cruciales de nuestra Patria son los que, al morir, podrán decir: «He trabajado por el mejoramiento de mi pueblo. Por la justicia entre los hombres. Por el bien de mis semejantes. Por un país soberano y feliz. Sin ambiciones personales, sin codicia, sin envidias, sin odio. Todo conforme a mi conciencia».

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martes, 11 de marzo de 2008

Un libro por corazón

Presumo de ser uno de los afortunados seres humanos que vinieron al mundo con un libro por almohada. Tan pronto aprendí a buscarle sentido, no tardé en encontrar entre sus páginas mi refugio predilecto. Hoy, buena parte de mi tiempo transcurre todavía a la vera de ese compañero inigualable de quien dijo Settembrini, uno de los personajes de La montaña mágica, de Thomas Mann: «A menudo en tu vida te encontrarás con que un libro es mejor amigo que un hombre». Puedo blasonar, además, de que mi pequeña biblioteca es una suerte de autobiografía, porque conservo en sus estantes un libro para cada momento de mi vida.
Los libros son, en sí mismos, maestros insuperables. Ellos nos enseñan a vivir, a soñar y a engrandecer nuestro espíritu. Si no existieran, ¿cómo accederíamos a la historia de la humanidad? ¿Cómo se transmitiría de una generación a otra el acervo cultural del hombre? ¿Cómo conoceríamos su pensamiento? «La lectura -dijo nuestro recurrente y fundamental José Martí- estimula, enciende, aviva, y es como un soplo de aire fresco sobre la hoguera resguardada, que se lleva las cenizas y deja al aire el fuego.»
La ciudad cubana de Las Tunas fue durante los últimos días una ofrenda literaria abierta a la lectura pública, en ocasión de celebrarse en sus predios la Feria Internacional del Libro. Millares de personas de todas las edades desfilaron ante los estanquillos de venta, repletos de títulos de los más disímiles autores y nacionalidades. Pocas veces se ha apreciado por acá un entusiasmo tan mayúsculo por la letra impresa. Ya se sabe, la lectura nos hace contemporáneos de todos los hombres y ciudadanos de todos los países.
Los niños clasificaron entre los mayores favorecidos en este gran convite del saber devenido acontecimiento cultural. Papá y mamá se vieron obligados, seguramente, a ajustar la economía doméstica para hacerles el juego a las exigencias de la grey menor, ávida por adquirir los libros más conocidos de la literatura infantil universal: Había una vez, Oros Viejos, El Principito, Corazón, Cuentos de Perrault... ¡Y qué alegría reflejaban sus semblantes luego de atrapar en los anaqueles tal vez el último ejemplar en oferta!
Para los adolescentes y los adultos la propuesta no fue menos tentadora, tanto en lo clásico como en lo contemporáneo. A pesar de los precios, fueron muchos los que halaron por sus billeteras para regresar a casa en compañía de un volumen con etiqueta de best seller, lo mismo en narrativa que en poesía. Por ahí deben de andar aún, tumbados tal vez en un sillón o acomodados sobre un mullido sofá, con el cuerpo y el alma puestos en el inigualable ejercicio de leer. Luego, consumidas sus páginas, ya se sabe, a buscar una nueva obra y a reiniciar la aventura. Quien lee una vez ya no dejará jamás de hacerlo. Sí, tenía razón el inefable Bécquer: «El recuerdo que deja un libro es más importante que el libro mismo».
Así ocurre con la obra literaria cuando es legítima: incendia fantasías y alimenta expectativas. Poco importa el público a quien vaya dirigida ni la edad de quien la evalúe. No en balde diversas personalidades de la historia han encontrado en los libros su principal fuente de conocimientos. Se asegura que el gran poeta argentino Jorge Luis Borges, ya en el ocaso de su vida, se puso a pensar en la muerte no sólo para investigarla como el último acto, sino porque se imaginaba el paraíso como una gran biblioteca repleta de libros.
A juzgar por lo que vi en esta Feria Internacional en Las Tunas, el libro regresó por sus fueros. Ninguna versión electrónica podrá reemplazar, al menos por ahora, a esa relación de intimidad que establece el lector cuando pone ante sus ojos su volumen preferido de tinta y papel. El futuro del libro se vislumbra cada día más brillante, porque el libro del futuro seguirá siendo -¡vaya suerte la nuestra!- almohada premonitoria y referencia temporal para bordarle a la vida sus momentos más trascendentales.

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viernes, 7 de marzo de 2008

Nombres y enigmas

La ciudad de Las Tunas cuenta con algunos establecimientos comerciales cuyos nombres tal vez resulten enigmáticos para buena parte de sus hijos, a pesar de los años que llevan compartiendo la cotidianidad con ellos. Se trata de denominaciones extravagantes, pero que lograron imponerse gracias a su prolongada utilización entre la ciudadanía.
Tal vez muchos tuneros piensen que el nombre de nuestro céntrico restaurante-cafetería Reymar tiene algo que ver con la especialidad de pescados y mariscos que hoy exhibe su carta. No es así, realmente. Fueron sus antiguos dueños –Reynaldo Torrent y Mario Patiño- quienes decidieron conformarlo hace más de 50 años a partir de la fusión de las tres primeras letras de sus respectivos nombres. De ahí que Rey se uniera a Mar para que naciera el Reymar.
Otros establecimientos de la ciudad ostentaron también nombres derivados de curiosas combinaciones. Un ejemplo que no quiero dejar de relacionar en esta crónica: donde estuvo hasta hace un tiempo la emisora Radio Victoria –en los altos del remozado Teatro Tunas- funcionó durante algunos años un colegio llamado Regil, conjunción de las dos primeras letras de Renán y de las tres primeras de Gilberto, que así se llamaban por entonces sus propietarios.
Voy con otro caso: donde hoy funciona la unidad Dos Gardenias, casi frente a la Dirección Provincial de Patrimonio Cultural, radicó en la etapa prerrevolucionaria el departamento Mercantil Riper, que comercializaba papelería y artículos de oficina diversos. En ese ejemplo se trataba de la sílaba inicial de Rigoberto y de las tres primeras letras de Pérez, su dueño. Interesante, ¿verdad?
A veces reparamos en nombres de instituciones que consiguen desconcertarnos. Sin embargo, la mayoría tiene una justificación en la realidad, en tanto constituye el reflejo de una época ya vencida. Hoy algunos, como el propio Reymar, todavía exhiben aquellas generales. El pueblo agradece de corazón tamaña sobrevivencia.

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lunes, 3 de marzo de 2008

Así nos llegó el teléfono

En Las Tunas tenemos teléfonos desde la segunda década del siglo pasado. Pero, antes de entrar en detalles sobre este utilísimo aparato, ¿sabe usted por fin quién lo inventó? En el año 2002, un fallo del Congreso de los Estados Unidos le atribuyó el mérito al italiano Antonio Meucci, quien lo demostró en público en 1860 en la ciudad de Nueva York, 16 años antes de que el norteamericano Graham Bell lo patentara.
Meucci y el teléfono tienen mucho que ver con nuestro país. Este ingeniero florentino arribó a La Habana en 1835 y poco después fue contratado como mecánico en el Teatro Tacón. En 1849, mientras empleaba un método de electroterapia para curar enfermedades, descubrió por casualidad que la voz podía viajar mediante impulsos eléctricos a través de un cable de cobre. A partir de ese momento Meucci se dedicó a desarrollar un aparato al cual denominó telégrafo parlante, antecedente de nuestro imprescindible teléfono.
En Cuba se utilizó por primera vez el teléfono como servicio a escala pública en el año 1881. Poco tiempo después, una central automática habanera llegó a incluirse con justicia entre las más modernas de su tipo en el planeta. Sus líneas de comunicación estaban conectadas con el territorio de los Estados Unidos a través de un cable submarino que descansaba sobre el fondo del Estrecho de la Florida.
Los preparativos para la bienvenida tunera al teléfono comenzaron en 1912, cuando el Ayuntamiento autorizó colocar postes en diferentes sitios de la ciudad. Un año después, quedó constituida aquí la Compañía de Teléfonos. La primera estación local para realizar llamadas se construyó en la esquina donde hoy se encuentra el Teatro Tunas. Solo tenía capacidad para 18 canales. El primero le fue asignado al comandante Eduardo Vidal Fontaine, a la sazón alcalde de la ciudad.
El servicio telefónico de entonces en nada se parecía al de hoy, pues los equipos de magneto eran toscos, enormes y pesados. Solo después de varios minutos de manigueta respondía la operadora. Además, se trataba de un lujo caro y exclusivo, al alcance solamente de las fuerzas vivas de la ciudad.
En la actualidad, la provincia de Las Tunas dispone de una moderna infraestructura telefónica en todos sus municipios y más del 90 por ciento de ella se encuentra digitalizada. Tiene en su haber otros, como las tarjetas prepagadas, el candado electrónico, la conferencia múltiple y el identificador de llamadas, entre otros.

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