Siempre que comienza a llover y a tronar se dan cita en mi recuerdo las cacerías de cangrejos. ¡Cuánto nos divertíamos los manatienses de finales de los años 60 del siglo pasado con aquellas aventuras entre la manigua y los mosquitos de Tabor! Bastaba con que apareciera un simple chubasquito acompañado de un relámpago para que nos alistáramos y nos pusiéramos en disposición de perseguir a los desprevenidos crustáceos en su propio territorio.
Como conocen las papilas gustativas de todo auténtico cubano, el enchilado de masa de muelas de cangrejo es uno de los platos más exquisitos que puede regalarse el paladar humano. La alta cocina internacional lo incluye con categoría de sugerencia del cheff en las cartas de sus restaurantes de lujo. Sí, tal vez sea una receta más plebeya que las elaboradas a base de langostas y camarones. Pero apuesto a que no les va a la zaga en cuanto a sabor criollo.
Como conocen las papilas gustativas de todo auténtico cubano, el enchilado de masa de muelas de cangrejo es uno de los platos más exquisitos que puede regalarse el paladar humano. La alta cocina internacional lo incluye con categoría de sugerencia del cheff en las cartas de sus restaurantes de lujo. Sí, tal vez sea una receta más plebeya que las elaboradas a base de langostas y camarones. Pero apuesto a que no les va a la zaga en cuanto a sabor criollo.
Para la cacería nos organizábamos -es un decir- en pequeños grupos afines. Tomábamos a pie o en bicicletas hacia la zona conocida por La Batalla, por la carretera que va al vecino Puerto. Una elemental medida de seguridad no podía faltar: camisas de mangas largas. Solo así se mitigaba el ataque masivo de los zancudos. Ah, y botas de goma para enterrarse en los fangales donde los cangrejos suelen atrincherarse y hacerse fuertes. Y, desde luego, un buen gancho de alambrón, para agarrarlos por la muela mayor -su parte más apetitosa- tan pronto se pusieran a mano.
La alegría sobrevenía cuando, luego de un par de horas de correr tras los animales, conseguíamos agenciarnos 50 ó 60 muelas de regular tamaño. Pero nadie imagine que siempre lográbamos buena cosecha. ¡Qué va! En ocasiones el saldo fue de dos escuálidas piezas. En esos casos nuestras madres, a quienes al salir habíamos «garantizado» traer muelas suficientes como para cocinar un suculento enchilado, debían improvisar un menú de emergencia para calentarles el estómago a los hambrientos y decepcionados cazadores.
En honor a la verdad, en aquellos singulares safaris a nosotros nos animaba más el espíritu de aventura colectiva y la posibilidad de darnos el traguito bajo la lluvia que el de privar de sus molares a los desvalidos cangrejos de Tabor. Por cierto, antes de ser amputados muchos de ellos ofrecieron tenaz resistencia y vendieron caras sus vidas. Presentaron combate sin dar un paso atrás e, incluso, les atraparon con sus pinzas los dedos a más de un confiado.
Los manatienses de hoy no tienen ni idea de lo que es una cacería de cangrejos. ¿Será porque ya apenas llueve y truena en el municipio? ¿O tal vez porque la otrora nutrida colonia de crustáceos está virtualmente desaparecida con tanto cambio climático? No sé, no sé... En cuanto a mí, ojalá se me presentara un día la oportunidad de reunir a mis amigos de siempre bajo un aguacero, tomar rumbo al monte por la carretera del Puerto, emboscar a los animalitos en un recodo, despojar de sus tenazas mayores a unos cuantos y brindar luego con ron y enchilado por su existencia y a su salud.
La alegría sobrevenía cuando, luego de un par de horas de correr tras los animales, conseguíamos agenciarnos 50 ó 60 muelas de regular tamaño. Pero nadie imagine que siempre lográbamos buena cosecha. ¡Qué va! En ocasiones el saldo fue de dos escuálidas piezas. En esos casos nuestras madres, a quienes al salir habíamos «garantizado» traer muelas suficientes como para cocinar un suculento enchilado, debían improvisar un menú de emergencia para calentarles el estómago a los hambrientos y decepcionados cazadores.
En honor a la verdad, en aquellos singulares safaris a nosotros nos animaba más el espíritu de aventura colectiva y la posibilidad de darnos el traguito bajo la lluvia que el de privar de sus molares a los desvalidos cangrejos de Tabor. Por cierto, antes de ser amputados muchos de ellos ofrecieron tenaz resistencia y vendieron caras sus vidas. Presentaron combate sin dar un paso atrás e, incluso, les atraparon con sus pinzas los dedos a más de un confiado.
Los manatienses de hoy no tienen ni idea de lo que es una cacería de cangrejos. ¿Será porque ya apenas llueve y truena en el municipio? ¿O tal vez porque la otrora nutrida colonia de crustáceos está virtualmente desaparecida con tanto cambio climático? No sé, no sé... En cuanto a mí, ojalá se me presentara un día la oportunidad de reunir a mis amigos de siempre bajo un aguacero, tomar rumbo al monte por la carretera del Puerto, emboscar a los animalitos en un recodo, despojar de sus tenazas mayores a unos cuantos y brindar luego con ron y enchilado por su existencia y a su salud.
4 comentarios:
Sabe bien esta entrada. Felicitaciones a Osviel. He extraviado su correo.
Un beso grande a tu linda familia,
Zenia
Comunista!!
Que estupido este anonimo Dios Mio! que pobreza de alma y espiritu!!!
Moralito, los que te conocemos de nino sabemos cuanto vales por lo que conforma tu yo interno, ese es mas que eso...un pobre diablillo que nunca sabra valorar al ser humano por sus acciones y tendra que acudir a la injuria para subsistir. Yo que estoy del otro lado te amo mucho y se cuanto VALES.
oye juan yo personalmente fui a cazar cangrejos y de verdad que es una experiencia inolvidable.Tuve la suerte de cojer medio saco de puras muelas grandes 'te inmajinas que felicidad'
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